Arturo Ardao

 

"FEIJOO, FUNDADOR DE LA FILOSOFIA DE LENGUA ESPAÑOLA."

Si Séneca aparece en el siglo I como el fundador de la filosofía española, incluido como ha sido en el concepto histórico de ésta, y el agustino Fray Alonso de la Vera Cruz, en el XVI, como el fundador en México de la filosofía hispanoamericana —ambos a través del latín—, el benedictino gallego Benito Jerónimo Feijóo resulta ser, en el XVIII el fundador de la filosofía de lengua española, comprensiva de entonces en adelante, tanto de la filosofía española como de la filosofía hispanoamericana.

La gigantesca batalla de reforma intelectual y espiritual de la España de su tiempo, librada por Feijóo, no se circunscribió al campo de la filosofía. Los escritos polémicos que integran el Teatro Crítico y las Cartas Eruditas, las dos obras que en trece tomos sucesivos publica desde 1726 hasta 1760, abarcan los más diversos temas. Se dirigían tanto a destruir errores y supersticiones como a imponer nuevas concepciones y doctrinas. Derivaban éstas, en línea directa, de la filosofía y la ciencia modernas. De ahí la condición rectora que en el conjunto tienen los numerosos ensayos de materia estrictamente filosófica, y el papel singular que por ello le cabe a Feijóo en la renovación del pensamiento hispánico, sumido en la dilatada decadencia de los últimos Austrias. Aspecto esencial de esa renovación fue la adopción de la lengua vulgar como medio de expresión. Hasta Feijóo, el latín continuaba siendo el Idioma de la filosofía española. Lo era, claro está, de la extendida y obstinada escolástica que seguía reinando como en ningún país de Europa desde hacía ya tiempo, en los claustros hispánicos de uno y otro lado del Atlántico. Pero, lo era, también de las dispersas manifestaciones iniciales de la filosofía moderna en la península, que preceden a Feijóo y le preparan el terreno. Las obras de Juan Caramuel e Isaac Cardoso, en el siglo XVII, o de Tomás Vicente Tosca, a principios del XVIII —que tienen ese carácter—, fueron escritas e impresas en la lengua culta tradicional. Aunque algún escritor menor le anteceda, Fe¡jóo es el primer pensador español representativo que vierte su filosofía en el idioma nacional, haciendo, además, la política expresa de dicho Idioma.
 

Buen latinista, naturalmente, era Feijóo. Impugnado una vez en latín por un médico, respondió en el mismo idioma. En el tomo II del Teatro figura dicho escrito; pero en el tomo III volvió a darlo traducido de su propia mano al español, para ser fiel a la norma que se había trazado al frente de la obra. Dos razones había Invocado en el prólogo del tomo I para hacer abandono del latín. De la primera le habla al lector en estos términos: "Harásme también cargo, por qué, habiendo de tocar muchas cosas facultativas, escribo en el idioma castellano. Bastaríame por respuesta el decir que para escribir en el idioma nativo no se ha más razón, que no tener alguna para hacer lo contrario." Radical afirmación, en el espíritu de la modernidad, de lo que tenían de innato los derechos de la lengua nacional. Pero en su caso había una razón adicional, que mucho Importaba porque tenía que ver con las luchas que se disponía a librar. Su gran designio era desengañar al público de muchas "especies perniciosas", que por estar admitidas como verdades le son perjudiciales: "y no sería razón —concluye—, cuando puede ser universal el provecho, que no alcanzase a todos el desengaño".

De ese modo viene a ser Feijóo el formal fundador de la filosofía de lengua española en 1726, o sea, casi un siglo después de haber Descartes fundado formalmente la filosofía de lengua francesa. El Discurso del Método, publicado en 1637, es considerado, en efecto, el primer libro de filosofía escrito en francés. Adujo para ello Descartes una sola razón, no coincidente con ninguna de las dos invocadas en su caso por Feijóo. Sin olvidar que éste no se refería sólo a lo filosófico, vale la pena hacer el cotejo, ya que se trata de episodios oscurecidos en la historia del pensamiento moderno. "Y si escribo en francés —decía Descartes al término de su Discurso—, que es la lengua de mi país, en, lugar de hacerlo en latín, que es él idioma empleado por mis preceptores, es porque espero que los que hagan uso de su pura razón natural juzgarán mejor mis opiniones que los que sólo creen en los libros antiguos; y en cuanto a los que unen el buen sentido con el estudio, únicos que deseo sean mis jueces, no serán seguramente tan parciales en favor del latín que se nieguen a oír mis razones por ir explicadas en lengua vulgar."

Si con Descartes, en 1637, la filosofía de lengua francesa se adelantó en casi un siglo a la de lengua española, no sucede así con todas las otras modernas. La de lengua inglesa debe considerarse fundada ya a principios del siglo XVII, con las obras que Bacon escribió en Inglés junto a otras suyas en latín; pero la de lengua alemana, recién a principios del XVIII, con las obras de Wolff, y la de lengua Italiana, en las mismas fechas que la de lengua española, hacia el primer cuarto del XVIII, con las obras de Vico en Italiano, que siguen a otras suyas en latín. Bacon, Descartes, Wolff, Vico y Feijóo, son, pues, en orden cronológico, los fundadores respectivos de las cinco más importantes filosofías modernas de lenguas nacionales.

Adoptado el español como lengua filosófica, su relación con los otros idiomas modernos suscita dos cuestiones, hechas presentes ya en el caso del propio Feijóo. Por un lado, la recepción del pensamiento de esos otros idiomas por parte de los pensadores hispánicos; por otro, la recepción del pensamiento formulado en español, por parte de los pensadores de dichos idiomas. Nada de esto se planteaba en tanto el latín había sido el vínculo lingüístico común de los cultivadores de la filosofía en los distintos países europeos.

En cuanto a la primera cuestión, se encuentra Feijóo con el hecho histórico ya consumado de la imposición del francés como la lengua nacional de mayor universalidad, en todos los dominios de la cultura. En la comunidad europea moderna, diversificada en nacionalidades, se convierte en la lengua que de algún modo recoge la herencia del latín. En filosofía se da el caso de que una pluma como la de Leibniz, al abandonar el latín, lo hace para adoptar, no el alemán, su Idioma nacional, sino el francés . Feijóo, adoptando el español, y aún defendiendo con vehemencia sus derechos, declara, no obstante, que "para todo género de literatura, entre todas las lenguas, la inteligencia que más nos importa es la de la francesa". Y si en la mayor penetración y profundidad en el pensar se destacan los ingleses, en explicarse mejor —dice— "son muy superiores los franceses a aquellos vecinos suyos; por lo que ya vino a hacerse como adagio lo de concepto inglés en pluma francesa.

Al desarrollarse en la época moderna las distintas filosofías de lenguas nacionales, un cúmulo de problemas se le irán presentando a España e Hispanoamérica, a propósito de su recepción. Por mucho tiempo, hasta nuestro siglo, se hace, principalmente, como en la época de Feijóo, a través del francés. Las condiciones en que ello acontece, el juego de la norma y las excepciones interesan tanto a la filosofía de la filosofía como a la sociología histórica del conocimiento filosófico en nuestros países. Su análisis en este plano tendría que tomar en cuenta, factores como la difusión en nuestros medios de las lenguas extranjeras, la índole del comercio internacional de libros, la actividad editorial y la política de traducciones. Tendría que tomar en cuenta, todavía, la influencia de ciertas estancias célebres en el extranjero, como la de Andrés Bello en Inglaterra —que decide la presencia directa del pensamiento de lengua Inglesa en su Filosofía del Entendimiento—, o las de Sanz del Río y Ortega y Gasset en Alemania, que renuevan, por la acción también directa del pensamiento de lengua alemana, la vida filosófica española en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX.

Por lo que se refiere a la segunda cuestión, inversa de la primera, o sea la proyección de lo hispánico a otras lenguas, Feijóo mismo tuvo la suerte de que en vida suya, o en los lustros que siguen a su muerte, diversas traducciones parciales de sus obras al francés, italiano, Inglés, alemán y portugués, vieran la luz en los países respectivos. Pero, en términos generales, la filosofía de habla española quedará, a partir de entonces, lingüísticamente enclaustrado por mucho tiempo.

Después de Feijóo, que fuera el autor más leído en España e Hispanoamérica en el siglo XVIII, la filosofía se expresará, aquí como en la península, en español. En las aulas, dominadas por la escolástica el tránsito es más lento. En el Río de la Plata se cumple recién en el siglo XIX, después de la Revolución. Fue el ideologista Juan Crisóstomo Lafinur en 1819, el primer profesor que en Buenos Aires sustituyó el latín por el español en la enseñanza de la filosofía. En Montevideo, todavía en la década del 30, los exámenes de filosofía de la Casa de Estudios Generales tenían lugar en la Iglesia Matriz y se desarrollaban en silogismos latinos. Pero era eso una supervivencia.

"Feijóo crece como un gran maestro de España, pero no más que de la América española", ha dicho José Gaos en nuestros días. Crecerá tanto más cuanto más crezca la filosofía de lengua española que él fundó.

(1960)

(Publicado originalmente en Arturo Ardao. Filosofía de lengua española. Montevideo: Alfa, 1963, páginas 41-45)

 

© José Luis Gómez-Martínez
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