Franz Tamayo

 

Creación de la pedagogía nacional
Capítulo XIX

He aquí que en la actualidad de cosas que el Estado debe al indio y que el Estado rehusa al indio está la instrucción primaria.

Seguramente el Estado deniega al indio otros derechos más importantes y primos, si no de jure, de facto; y se puede afirmar que el más elemental habeas corpus y habeas domum no existe para el indio, a pesar de todas las constituciones y de todas las doctrinas. ¿Qué extraño que la instrucción primaria fiscal no exista absolutamente?

Fue el presidente Montes quien comprendió el primero la necesidad de crear la instrucción primaria del indio (escuelas rurales) y a la vez de comenzar a hacer positivas las garantías constitucionales respecto del mismo (Circular de 22 de diciembre de 1908 y otras). Era preciso poner una valla a todos los excesos del militarismo y del civilismo habituados secularmente a desconocer toda personalidad jurídica y moral en el indio. ¿Cuáles son los progresos que estas iniciativas del gran quinquenio han hecho hasta hoy. . . ? Un concilio de obispos en el siglo XV puso en duda y en discusión la humanidad de los indios americanos; nosotros hacemos mejor: la hemos consagrado en nuestros códigos, y la hemos cancelado de hecho en nuestras costumbres. Evidentemente es más expeditivo. . .

Pero volvamos a la instrucción primaria.

¿Se mide la extensión y comprensión de la instrucción primaria del indio? No; todos creen que la cuestión es única, y que ella consiste en instalar escuelas rurales o cantonales gerentadas por maestros más o menos buenos. La cuestión no es una; es un encadenamiento de cuestiones. La instrucción primaria supone antes otra cuestión más trascendente, tal vez porque se refiere a la formación de nuestra nacionalidad misma: la difusión de la lengua española entre los indios, problema de que nadie habla ni encara seriamente. Para aprender a leer y escribir precisa saber antes hablar y comprender la lengua. Pero se dice o se pretende tácitamente que enseñando a leer y escribir se enseña también la lengua española.

Pero entonces, señores orientadores, la cuestión es muy diferente: la cuestión no es solamente de instrucción primaria, sino de enseñanza de lenguas vivas, cosa muy varia y más compleja que la enseñanza de las primeras letras. Ahora bien, ¿creen los que gobiernan la materia que el solo maestro de escuela, cuyo arte se reduce a hacer deletrear y a hacer dibujar palotes, basta para la compleja labor de enseñar una lengua viva?

La cuestión de difundir la lengua española entre los indios no es punto simplemente pedagógico, si se quieren hacer las cosas seriamente. Es por esto que hemos dicho que la instrucción primaria supone un encadenamiento de cuestiones, unas más difíciles que otras, y que no han sido ni propuestas por nuestros teorizantes y pedagogos. ¡Claro! La cuestión sólo se había presentado en Bolivia y no en Europa; y como los pedagogos europeos nada dicen de un problema que no han columbrado siquiera, los nuestros tampoco dicen nada de él. Y siguen hablando de alfabetizar al indio, como si todo se redujese a eso.

Ahora bien, la cuestión de alfabetismo indígena supone la de hispanización del indio; y ésta, según nuestro entender y nuestra experiencia, sale, debe salir del marco estrictamente pedagógico, y caer de lleno en el terreno de las costumbres.

La sola manera eficaz de difundir la lengua española entre los indios, es acercarlos de una manera constante y consciente, al elemento, no diremos español, pero que habla y posee normalmente la lengua. Sólo este contacto y este constante comercio puede asegurar una gradual y segura difusión de la lengua.

Imaginaos el humilde maestro de escuela en medio de cien niños aymarás en las actuales condiciones del indio. O el maestro profesa en español, y nadie le entiende; o profesa en aymará, en el cual caso no hay enseñanza de primeras letras castellanas. ¿En qué quedamos? En que el maestro de escuela tiene que dejar de ser tal para convertirse antes de toda enseñanza primaria, en Ollendorff o Berlitz, tarea que está muy por encima de la humilde y relativamente fácil de maestro de primeras letras.

Trasmutando las cuestiones de previa en previa queda lo siguiente: La cuestión de instrucción primaria en Bolivia es una social y ética; y es un problema que estudiado a fondo cambia de lugar y de dirección. Según nosotros se trata nada menos que de la reeducación de aquella parte de la nación que tiene en sus manos la dirección de toda cosa pública, ya sea en el orden estatal, ya sea en el sentido social. Se trata de reeducar a todos los que por la ley, por la sangre, por la educación, por las costumbres y a veces por la sola casualidad, están por encima del indio autóctono. Se trata de destruir un prejuicio secular que ha abierto un abismo entre todo lo que es indio y lo que no lo es.

Se trata de modificar una manera de concebir absurda, según nosotros, en aquella parte de la nación que se dice y es en realidad más inteligente y más cultivada. Se trata de destruir la barrera insensata e injustificada que divorcia a la nación de sí misma, que la divide y la subdivide, y al hacerlo destruye la unidad de fuerzas nacionales indispensable para la grande lucha por la vida. Se trata de crear nuevos criterios sociales y éticos para rehacer una nación que no es tal, y crear una escala de nuevos valores, como diría Nietzsche, más humanos, más razonables, más comprensivos y —digámoslo sin escrúpulo— más sabiamente egoístas, bajo el punto de vista de la nacionalidad.

Y este trabajo, grande si lo hubo, y que significa la reeducación nacional, la refección de la historia y la comprensión y superior y verdadera de las leyes de existencia, no está llamado a hacerse en ese terreno humilde e irresponsable que es el indio, sino en todo lo que no lo es, en aquella parte que en Bolivia se llama dirección, cultura, educación, gobierno, etc.

Y esta es otra de las grandes orientaciones de la educación y pedagogía nacionales; y es en este sentido que, sin haber sido jamás pedagogos profesionales, nos hemos sin embargo instituido en profesores de energía.

El Diario, 4 de agosto de 1910 (en libro: Creación de la pedagogía nacional, 1910).

 

© José Luis Gómez-Martínez
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