Leopoldo Zea
 
 

 

"Autopercepción intelectual de un proceso histórico"

Apuntes biográficos

Leopoldo Zea nace en un barrio de la Ciudad de México el 30 de junio de 1912. La revolución iniciada en 1910 sigue con violencia. El niño va tomando conciencia de la realidad que se vive. Es testigo de los sufrimientos de una ciudad, tomada una y otra vez por las diversas facciones revolucionarias. Vive con la abuela; a los cuatro años, está acostumbrado a los cotidianos tiroteos. Recoge los casquillos en las calles con los que juega a los soldados. Testigo de balaceras, fusilamientos e inclusive de un hombre quemado vivo en el llano atrás de la casa donde vive. A esta visión se agrega la fantasía que le ofrece la abuela Micaela que con gran realismo le habla de brujas, fantasmas y de duendes que roban cosas y a los cuales ha hecho algún trajecillo. La vida de Micaela es también fabulosa. Recuerda a Benito Juárez, las guerras entre liberales y conservadores; Calpulalpan donde ella, escondida en una ventana cubierta de colchones, fue testigo de esas luchas. Recuerda la entrada de Maximiliano. Habla del abuelo Anastasio, "Tacho", Aguilar, que lucha contra los invasores incorporado a las tropas de Porfirio Díaz. La abuela es llevada al Castillo de Chapultepec donde hace costura y conoce a la emperatriz Carlota y al propio Maximiliano. La emperatriz "de los ojos idos". Allí, con otras mexicanas, espera noticias del abuelo en armas. Así, esta historia, realidad y fantasía, se mezcla con la historia viva de la Revolución que seguía cobrando vidas. Un día, en las calles de Plateros, es exhibida en un escaparate la ensangrentada ropa de Emiliano Zapata, asesinado un día antes. Después, el asesinato de Villa; Venustiano Carranza con su blanca barba y más adelante su muerte cerca de Veracruz. Después, el triunfo final de los más fuertes generales de la Revolución, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.

La abuela logra, dentro de sus limitaciones, conseguir una beca para que el nieto haga la primaria con los hermanos La Salle. Termina la primaria en 1924. A sus fantasías se unen ahora las de sus lecturas extraescolares: Emilio Salgari, Julio Verne, Alejandro Dumas. El encuentro con el primer clásico, la Ilíada de Homero en las publicaciones populares de José Vasconcelos, Secretario de Educación de Álvaro Obregón. A continuación la lectura del resto de la biblioteca, la Odisea; la Eneida de Virgilio, la Divina Comedia de Dante, Tagore y muchos más. A éstas se unirán más tarde los clásicos de Bergua que venían de España.

En 1929 José Vasconcelos se lanza como candidato a la presidencia de la República. La Revolución va institucionalizándose bajo la férrea mano de Calles, pero no es todavía tiempo para aventuras políticas de intelectuales. Vasconcelos fracasa y, con Vasconcelos, los sueños del joven que ha terminado la primaria y tiene que trabajar para ayudar a la abuela. Tiene 17 años y otro mundo se va abriendo a sus experiencias. La experiencia del fracaso del maestro que le había hecho conocer los clásicos.

En 1933 obtiene una plaza de mensajero en los Telégrafos Nacionales, un trabajo más entre otros muchos que ha tenido que realizar. Está en auge la dictadura del Jefe Máximo de la Revolución, Plutarco Elías Calles. Contra el maximato se enfrenta un pequeño diario, El Hombre Libre, que dirige Diego Arenas Guzmán, ya viejo revolucionario. Zea se atreve a enviarle un artículo de crítica al gobierno. Es publicado y se le llama a colaborar; escribe como Leopoldo Zea Jr., pues sabe que su padre está perdido en la revolución en algún lado. Decide algo más, reanudar sus estudios, que la pobreza de la abuela le impidió continuar. Así entra en la Secundaria Nocturna para luego pasar a la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México. Para estudiar debe hacer su trabajo como mensajero en horarios fijos por las mañanas. Una y otra vez debe solicitar que no se le cambie de turno.

En 1934 Lázaro Cárdenas es elegido presidente de la República. Dos años después, el Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles, es expulsado del país terminando su dictadura. Zea sigue escribiendo en el diario de oposición. Allí denuncia los abusos que se cometen con los aspirantes a mensajeros que, como él, deben esperar la vacante oportuna para poder ingresar. Hace la denuncia y envía su renuncia al puesto de mensajero. El Director de Correos y Telégrafos le hace llamar y le informa que el presidente Lázaro Cárdenas, habiéndose enterado de los abusos, ha puesto término a los mismos otorgando plazas definitivas a los 50 aspirantes. Le dice, igualmente, que no se acepta su renuncia y que, por el contrario, puede entrar como oficial de reparto en la administración. Es la oportunidad para seguir estudiando. Pide el puesto de despachador nocturno. Un día entra al trabajo a las ocho de la noche para salir a las doce; otro de las ocho de la noche hasta el amanecer y otro de descanso absoluto. Esto le permite inscribirse en 1936 en la Facultad de Derecho por las mañanas y en la Facultad de Filosofía y Letras por las tardes. Lo primero garantizaría su subsistencia, lo segundo para seguir su vocación que apunta a las Letras.

En los cursos de Letras conoce a Rubén Salazar Mallén de Literatura española, quien promete un curso monográfico sobre Pío Baroja y a continuación otro sobre Valle Inclán. Al siguiente año, José Ortega y Gasset. El filósofo Samuel Ramos, ofrece también, en 1939, un curso sobre Ortega, y Zea se inscribe en el mismo. La filosofía que le había parecido tediosa en los cursos de la Preparatoria le entusiasma en la obra de Ortega. La guerra civil española va a definir su vocación con la llegada a México, en 1938, de un grupo de intelectuales españoles, de transterrados, que Lázaro Cárdenas recibe en la que se llamara Casa de España en México y más tarde, a propuesta de José Gaos, El Colegio de México. Zea se inscribe en los cursos de José Gaos, Luis Recaséns Siches, Joaquín Xirau, Juan Roura Parella y José Medina Echeverría.

La Guerra Civil Española había causado un fuerte impacto en Leopoldo Zea que ya tiene 24 años. Está presente en todos los actos que se realizan en México en apoyo a la República, y estuvo a punto de embarcarse en uno de los barcos mexicanos que envía Cárdenas con armamento a España. No le aceptan por ser desconocido para los organizadores del reclutamiento. El barco fue detenido en aguas españolas por la marina de Franco. La aventura había terminado mal.

En México, en la Facultad de Filosofía y Letras, recibe la enseñanza de los filósofos españoles en el transtierro. Luis Recaséns Siches es el primero que se fija en Zea por un trabajo que titulara "¿Qué pasaría si fuésemos inmortales?". José Gaos lo recibe en su curso de Introducción a la Filosofía, Zea escribe sobre Heráclito y la metáfora de Aristóteles. Gaos pide en una de sus clases que se identifique. Zea lo hace. "¿Ha estudiado usted en España?", pregunta Gaos. "No, nunca he salido de la Ciudad de México." "Es extraño, su trabajo sobre Heráclito coincide con una de las lecciones de Xavier Zubiri, que no se ha publicado. ¿Cómo explicar esta coincidencia si no ha estado en España ni conoce a Zubiri?" Zea le explica que quizá porque ha estudiado y estudia a Ortega y Gasset, eso pueda explicar la coincidencia. "¿Qué hace usted Zea?", preguntó Gaos. Este le explica que trabaja por la noche y descansando un día de cada tres. "¡Pero eso no podrá durar mucho! ¡Hay que hacer algo por usted antes de que sea tarde!" Pocos días después, Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, presidente y secretario de La Casa de España en México, llaman a Zea y le indican que ha sido recomendado por Gaos para una beca que en calidad de prueba hará en esa institución. Pero debe renunciar a Telégrafos y dejar Derecho para dedicarse en exclusiva a la filosofía bajo la tutoría de José Gaos. Zea acepta de inmediato, Cosío Villegas le pide que lo piense mejor. "Si fracasa usted se va a morir de hambre." Zea insiste. Y así se convierte en el primer becario de La Casa de España en México, después El Colegio de México.

Bajo la tutoría de Gaos va a elaborar su tesis de maestría v después la de doctorado. "¿Sobre qué quiere hacer su tesis?", pregunta Gaos. "Sobre los sofistas griegos", contesta Zea. "No dudo que haga usted un buen trabajo, pero este tema ha sido ya agotado en Europa. ¿Por qué no busca un tema sobre la filosofía en México, más al alcance de su mano y en el cual podrá ofrecer algún aporte?" Zea acepta y decide hacerlo sobre el positivismo en México. En 1943 se le otorga la maestría por la primera parte del trabajo. En 1944 el doctorado por la segunda parte, que además se hace merecedora al Magna Cum Laude. Zea sigue tanto a los maestros españoles como a los mexicanos: Antonio Caso, Samuel Ramos y Eduardo García Márquez. En 1942 entra como profesor de introducción a la filosofía en la Escuela Nacional Preparatoria. En 1943 hay una vacante como profesor de psicología de la adolescencia en la Facultad de Filosofía y Letras. Maquinaciones confesionales le impiden entrar. En 1944 una reforma total cambia el orden universitario. Alfonso Caso, arqueólogo y antropólogo, hermano de Antonio Caso, es el rector interino que se encarga de la reforma universitaria. Terminada, llama a Zea y le dice: "Mi hermano Antonio me ha pedido que le ofrezca a usted la cátedra de filosofía de la historia que él dictó y a la cual ha renunciado. Si acepta entrará por la puerta grande a la Facultad a la que una maquinación le impidió ingresar antes". "Déjeme hablar con el maestro Caso, es para mí una responsabilidad que me aterra . " Antonio Caso insiste ante el propio Zea. "Usted aprenderá como yo aprendí: en la cátedra." Zea acepta y se hace cargo en 1944 de la cátedra de filosofía de la historia de la Facultad de Filosofía y Letras. El Consejo Universitario le exime de la oposición.

José Gaos considera que Zea debe continuar lo iniciado con El positivismo en México en el campo de la historia de las ideas, abarcando ahora a toda la América Latina. Esta oportunidad surge de la visita a México de William Berrien de la Universidad de Harvard y de la Fundación Rockefeller. Alfonso Reyes discute con él un reciente libro de Rex Crawford, titulado A Century of Latinoamerican Thought. "Lleno de errores", dice Reyes. "Hagan ustedes algo semejante y no critiquen", contesta Berrien. "Tenemos un candidato para hacerlo—dice Reyes—, un discípulo de Gaos." "Bien, hablaré con él." Por esos días Zea, que contribuye desde 1942 en la revista Cuadernos Americanos, publica un trabajo que titula "Las dos Américas". comparando la América sajona y la latina. "Cuenta y medida" es lo que caracteriza a la América sajona. Cosío Villegas que conoce el artículo, se indigna y llama a Zea diciéndole: "Mientras El Colegio trata de obtenerle una beca para que conozca la América Latina y continúe los trabajos iniciados con El positivismo en México, usted publica este estúpido artículo". Berrien habla con Zea. Le pregunta, "¿Conoce usted los Estados Unidos?" "No, casi no he salido de la Ciudad de México." "Bueno, voy a hacer le concedan la beca, pero usted irá por seis meses a los Estados Unidos, donde existen bibliotecas con el material que necesita sobre América Latina. Después conocerá usted la otra América para completar lo que le falte y entrar en contacto con quienes trabajan este tema en la región. Pero antes, a fines de junio, le espero en Harvard y me dirá qué piensa después de conocer los Estados Unidos." Puntualmente asiste Zea a la cita con el maestro estadounidense, que le preguntó "¿Sigue usted pensando que lo central en los Estados Unidos es cuenta y medida?". "Sí", le contestó, y le expuso lo que había visto a lo largo de su visita por el sur de Estados Unidos, Washington, Nueva York, Nueva Inglaterra y Chicago. "Bien, tiene razón, ahora salga para la América Latina."

La beca iniciada en 1945, con medio año en Estados Unidos y un año en la América Latina, le permitía visitar país por país de esta región y acumular material que no había encontrado en las bibliotecas estadounidenses. El filósofo argentino, Francisco Romero, preparó su visita escribiendo a los filósofos latinoamericanos con los que Zea debería entrar en contacto. Así conoce, no sólo a Francisco Romero y a su hermano José Luis, sino también a un destacado grupo de filósofos argentinos. En Uruguay aún puede hablar con Vaz Ferreira y establecer una amistad fraterna con Arturo Ardao. En Brasil conoce a varios, entre otros a Cruz Costa. En Chile, a Enrique Molina. En Bolivia, a Guillermo Francovich; en Perú, a Francisco Miró Quesada; en Ecuador, a Benjamín Carrión; en Colombia, a Germán Arciniegas y a Danilo Cruz Vélez; en Venezuela, a Mariano Picón Salas y otros; en Cuba, a Raúl Roa y otros jóvenes. Con ellos y otros más con los que se va relacionando en nuevas visitas a la América Latina se forma el núcleo con el que se iniciará la investigación, patrocinada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, por gestión de Silvio Zavala: la Historia de las ideas contemporáneas en América, con el apoyo de la Fundación Rockefeller y con el pie de imprenta del Fondo de Cultura Económica. Zea publica en 1949 el libro, fruto de este viaje, Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica, que luego ampliará (la última edición se publicará en España en 1976 con el título de El pensamiento latinoamericano). El viaje le permite conocer de cerca aspectos de la vida social y política de la región. Llega a la Argentina en junio de 1945, donde es testigo del nacimiento del peronismo, de las protestas universitarias y de gritos como "Alpargatas sí, libros no", "Si quiere hacer patria mate un estudiante". Se solidariza y acompaña a sus amigos argentinos en las manifestaciones de protesta. Corre, junto con Jesús Reyes Heroles, becario también, ante las cargas de la policía montada por las calles de Florida. En Brasil es testigo de la primera caída de Getulio Vargas. Perú, Colombia, toda la región sacudida por protestas sociales y políticas.

En 1956, de regreso nuevamente a la Argentina, Francisco Romero lo presenta en la Universidad de Buenos Aires, donde dicta una conferencia, con las siguientes palabras: "El joven filósofo cuyas palabras vamos a escuchar, es una de las figuras más brillantes y más meritorias de la filosofía hispanoamericana. Estos dos adjetivos se completan para definirle, porque uno califica la profundidad y la intensidad de su meditación, y el otro, la eficacia y trascendencia de su obra, enérgicamente consagrada a servir los más altos intereses de la cultura de nuestra América. Es, además, un hombre puesto con todas las fuerzas del ánimo a la tarea de esclarecer y organizar nuestra vida espiritual, en una acción que reviste alcance continental y que, por lo mismo, es más que continental, pues contribuye al engarce de nuestra cultura en la cultura universal. En 1945 compartió con nosotros nuestras emociones. No sólo lo hemos sentido siempre cercano en la hermandad filosófica, sino que hemos percibido en él de continuo las preocupaciones del americano integral, del demócrata, del varón que nunca separa los conceptos de cultura y de libertad".

Preocupación central de Leopoldo Zea, que madura con sus experiencias nacionales y latinoamericanas, será, precisamente, la de engarzar el pensamiento o filosofía hispana, ibero o latinoamericano en el contexto del pensamiento sin más, de la filosofía como una expresión más de un quehacer que no se limita a una región de la tierra. José Gaos al comentar el libro Dos etapas de Leopoldo Zea, dice que allí se expresa una filosofía que puede ser propiamente llamada latinoamericana, filosofía original deducida de la historia de las ideas de la región, filosofía de la historia. Zea enfoca sus esfuerzos en este sentido, publicando trabajos como América como conciencia, 1953, América en la historia, 1957, hasta llegar al que titula Filosofía de la historia americana, 1976, y su libro más reciente, Discurso desde la marginación y la barbarie, 1988. Lateralmente escribe otros muchos trabajos en donde se expresa la preocupación por insertar el filosofar y pensar de la región en la auténtica universalidad. Otra preocupación será organizar una política de la cultura que haga de estas ideas motores al servicio de la región. Así organiza en el Instituto Panamericano de Geografía e Historia el Comité de Historia de las Ideas en donde coordina los trabajos que sobre este tema se inician en la América Latina. En 1966, siendo Director de la Facultad de Filosofía y Letras, hace del Seminario de Historia de las Ideas en América, creado a su regreso de la América Latina en 1947, el meollo del Centro de Estudios Latinoamericanos, donde se inicia una carrera que comprende licenciatura, maestría y doctorado en Estudios Latinoamericanos, núcleo a su vez, de la Sociedad Latinoamericana de Estudios sobre América Latina y el Caribe (SOLAR) y que coordinará a todas las instituciones que en esta región trabajan sobre América Latina. Igualmente, la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe (FIEALC). Ambas surgen de una reunión convocada por la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1978, por recomendación de la UNESCO. Como órgano ejecutor de estas sociedades surge el Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos (CCyDEL), cuya sede permanente queda en la UNAM y es encargada al propio Leopoldo Zea.

Junto con los trabajos de intención filosófica e interpretación de la realidad mexicana y latinoamericana, Zea publica en revistas y periódicos críticas sobre el sistema político mexicano. En 1954 será invitado a participar en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) por el Presidente del Comité Ejecutivo Regional del Distrito Federal, el licenciado Rodolfo González Guevara que llegaría a ser embajador de México en España. "Qué puedo hacer en el partido? —preguntó Zea—. No soy político y no sabría qué hacer." "Dígalo así doctor, participe en la Asamblea Regional y exponga cuál puede ser la participación del intelectual en la política." Aceptó Zea y habló ante el Ejecutivo en Pleno del Partido de la Revolución Mexicana, el 27 de noviembre de 1955. Fue ésta su primera participación política. Entre otras cosas dijo: "El intelectual no es, ni puede ser, un adorno para vestir a un determinado partido en unas determinadas circunstancias, manteniendo su calidad de intelectual". Cuando se hace tal cosa se renuncia al papel de intelectual. El intelectual debe participar, pero sin renunciar a su calidad de tal; no debe aceptar funciones que le sean ajenas aunque éstas signifiquen privilegios. "No a puestos administrativos para los cuales carezca de capacidad y sólo signifiquen un premio a supuestos servicios; no a puestos de elección popular a los cuales no pueda llegar por voluntad de sus electores como expresión del arraigo que tiene entre ellos y sus problemas, y como reconocimiento de la confianza en su capacidad para resolverlos." Algo que debe valer también para todo auténtico militante. Si no se hace esto, se dará origen a "la apatía política, [...] y detrás de esto el amargo desengaño y resentimiento contra instituciones que no siendo democráticas se presentan como tales... A la reacción no hay que combatirla fuera de la Revolución, sino dentro de ella. Reacción que en nombre de la Revolución sigue manteniendo sistemas propios de la Colonia... Es menester, digámoslo con toda claridad, un nuevo estilo de política revolucionaria".

En 1956 será invitado como editorialista al diario Novedades en donde mantiene la misma actitud y crítica. En 1958 fue electo Presidente de la República el licenciado Adolfo López Mateos a quien trató en el PRI. Semanas después se crea dentro del Partido el Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (IEPES) del Partido, ofreciéndose a Zea la dirección del mismo. ¿Qué puede hacer dentro de este organismo de análisis y de estudios? El presidente López Mateos le indicó que es allí donde se podrá iniciar la democratización del partido. Se intentó de inmediato, contando con la colaboración de Rodolfo González Guevara. Intento que fracasa a pesar de la decisión del propio presidente de la República. Se considera que el pueblo mexicano no es todavía apto para participar directamente en la política nacional. Tendrá aún que delegar esta acción en sus representantes en el PRI. Zea presentó la renuncia, que no fue aceptada. Zea se negó también a aceptar una diputación o cualquier otro puesto en que no pudiese actuar como intelectual.

En 1947 el Director de la Facultad de Filosofía y Letras, el filósofo mexicano Samuel Ramos, había designado a Leopoldo Zea Secretario de la Facultad. En 1952 fue designado Director de Cooperación Intelectual de la Secretaría de Educación Pública. En 1953 el filósofo británico Arnold Toynbee, que mantenía correspondencia con Leopoldo Zea, viaja a México, y su recepción estuvo a cargo de Zea. En 1953 la UNESCO invita a Zea a visitar sus oficinas en París. A ello se agregó la invitación de Toynbee para visitar Inglaterra. Las preocupaciones de Zea para situar a la América Latina en el contexto universal encuentran mayores horizontes. En 1960, después del fallido intento democratizador dentro del PRI, Zea había sido designado por el presidente Adolfo López Mateos, Director General de Relaciones Culturales de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Como tal visitaría varias veces Europa, llevando la Exposición de Arte Mexicano a París, Roma y Copenhague. En 1961 participa en una misión de acercamiento con los pueblos recién liberados del África. Una hermosa y larga experiencia en países del África árabe y Africa negra. En 1964 otra Misión de Amistad por el Asia. La visión de América Latina quedaba así inserta en la visión del mundo en su casi totalidad. En 1966, a instancias del Rector de la UNAM, el doctor Ignacio Chávez, renuncia a Relaciones para aceptar la Dirección de la Facultad de Filosofia y Letras, poniendo en marcha varios proyectos que simplemente habían sido enunciados. Se resistiría a nuevos puestos políticos, incluyendo embajadas. Cumplía así lo expuesto al ingresar al PRI. Una mañana de junio de 1969, día en que muere José Gaos, éste le visitó en el cubículo que tenía en El Colegio de México, alejado del traqueteo de la Dirección de Filosofía. "Usted conoce casi todo el mundo Zea —le dijo Gaos—. ¿Conoce España?" "No"—le contesta—. "¿Por qué?" "Por usted. Yo no podré ir mientras usted no pueda hacerlo." Con palabras cortantes dice Gaos, "Eso es asunto mío, no suyo. Prométame que en la primera oportunidad que tenga visitará España. España es la otra parte de la identidad que anhelosamente viene usted buscando y analizando". Zea lo promete, cumpliendo la promesa al visitar España en 1972. Después volvería varias veces, siendo testigo, en cada ocasión, de la transformación de la España a la que el maestro hubiera querido regresar.

Leopoldo Zea permanecerá definitivamente en la Universidad, en donde pondrá en marcha instituciones que afirmen la posibilidad del conocimiento de la América Latina, estimulando y coordinando actividades encaminadas en este sentido. Lo hace como Director de la Facultad de Filosofía y Letras, 1966-1970, como Director de Difusión Cultural, 1970, de la misma Universidad, a través del Centro coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, a partir de 1979. Siempre en permanente contacto con la América Latina, pero también con otras regiones de la tierra como los Estados Unidos, Europa, Asia, África en cuyo horizonte se hace consciente la identidad de la región. Resistiendo ofrecimientos de puestos políticos y administrativos, embajadas, etcétera, que impidiesen la continuación de la obra a la que se ha entregado. Su obra encuentra, como extraordinaria compensación, el reconocimiento nacional designándole Maestro Emérito en 1970 y Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1985; y recibiendo el Premio Nacional de Ciencias y Artes (1980). Y en el exterior, los doctorados de París (1984), Moscú (1984), y el Uruguay (1985), junto con condecoraciones que reconocen su doble actividad cultural y filosófica. Legión de Honor de Francia (1964), El Sol del Perú (1966), la Orden del Libertador (1982) y la Orden Andrés Bello (1985) de Venezuela, Condecoración de Italia (1963) y Yugoslavia (1963), la Orden de Alfonso el Sabio (1985) de España. Los sueños del niño, testigo de la Revolución de su país, se plasman en otros sueños, los del mundo del que son parte México y la América Latina.

Apuntes sobre su filosofía

El meollo del pensamiento de Leopoldo Zea se encuentra en un pequeño trabajo publicado en Letras de México, número 11, 15 de noviembre de 1941: "América y su posible filosofía". Gota de agua sobre un estanque cuyas ondas se fueron extendiendo como una reflexión recurrente pero no repetitiva. En mayo-junio de 1942, en Cuadernos Americanos, la reflexión es ampliada bajo el título de "En torno a una filosofía americana", y más aún en tres conferencias pronunciadas en la Universidad de San Nicolás en Morelia, Michoacán, que El Colegio de México publicó en su Jornada número 9, 1947. Después se transforma en un libro cuya primera edición publica Cuadernos Americanos en 1953 con el título de América como conciencia. Reiterativamente se va ampliando la reflexión en obras como América en la historia (1957), Dialéctica de la conciencia americana (1976), Filosofía de la historia americana (1978) y Discurso desde la marginación y la barbarie (1988). Este reflexionar se alimenta en estudios sobre la historia de las ideas que se inician con El positivismo en México (1943-1944) y Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica (1952), que a su vez se amplía en El pensamiento latinoamericano (1965). Un filosofar reiterativo pero no repetitivo. Reflexión sobre un tema que va variando de acuerdo con las circunstancias históricas que lo originan y el encuentro con corrientes filosóficas que enriquecen la reflexión.

Reflexión que se centra en una insistente pregunta: "¿Es posible hablar de una filosofía americana?". La reflexión iniciada en 1941 tiene como horizonte la Segunda Guerra Mundial cuando se van anulando valores que eran presentados como universales, dejando al hombre de esta América en plena orfandad, obligado a rehacer, reconstruir lo que parecía definitivo. Pregunta que ya se había hecho el argentino Juan Bautista Alberdi en 1842 dentro del horizonte de otra orfandad: la ruptura con el pasado colonial español y la cultura que éste había impuesto a Hispanoamérica. Interrogante que España se venía haciendo a partir del siglo XVIII sobre la posible existencia de una ciencia que pudiese ser llamada española y que Ortega y Gasset transforma en la pregunta sobre la existencia de un filosofar propio de España; filosofa el Manzanares, sobre una realidad que no podía ser eludida. La misma preocupación en España y América que se hace patente con el éxodo de la inteligencia española a México y otros lugares de la América Hispana, por la Guerra Civil en 1936. José Gaos señala desde México la pareja preocupación en España y México. Preocupaciones semejantes originadas sobre la realidad que la sangrienta Revolución había originado en un Antonio Caso y un Samuel Ramos y, con una preocupación continental, en José Vasconcelos.

"El hombre americano—escribe Zea en 1941—se encuentra con una serie de artefactos, de ideas muertas, carentes del valor para los que fueron sus autores. Ahora tiene que elegir entre seguir prestándole fe, o entregarse al caos en que ha caído el europeo al perder la fe en sus obras, en su cultura." De allí el interrogante; habrá que reflexionar a partir de esta concreta circunstancia que es América. Pero ¿es esto filosofía? ¿Por qué para serlo han de repensarse las expresiones del considerado como filosofar por excelencia? Quiérase o no, todo filosofar acaba siendo expresión concreta de una preocupación sobre las propias e ineludibles circunstancias. "La causa—dice Zea—es algo que olvidan los pensadores de nuestros últimos tiempos. Y es la de que toda abstracción tiene como finalidad la soluci6n de problemas concretos, de problemas parciales, los problemas del llamado "hombre de la calle"." Esta visión de la filosofía es lo que José Gaos ofrece a lo largo de su Introducción a la filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, partiendo de Grecia hasta llegar a los últimos años. Curso que Zea ha ido siguiendo con atenci6n para aplicar tal reflexión al pensamiento propio de la regi6n, México y Latinoamérica.

Zea había sido ya motivado en esta preocupación por sus maestros mexicanos y por la lectura de José Ortega y Gasset, pero a ello se suma poderosamente la direcci6n de su maestro José Gaos que le hace ir a otras fuentes, como el historicismo, Karl Mainheim, Max Scheler, William Dilthey, Husserl y Heidegger que le ofrecen instrumentos para sus preocupaciones. Dentro de esta orientación, Zea escribe su trabajo sobre El positivismo en México y a continuaci6n Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica. Buscando lo que de original existe, aun tratando de imitar, en el pensamiento de la región. Donde lo que parecían simples "malas copias" del filosofar por excelencia, van resultando ser expresiones originales de un pensamiento que ha adoptado lo supuestamente imitado a la realidad que le presenta problemas que urge resolver. ¡Esto no es filosofía! dicen a Zea sus colegas, que nada quieren saber de temáticas que no sean las consideradas como propias del filosofar por excelencia. "Si esto no es así—contesta Zea—, peor para la filosofía."

¿Existe o es posible una filosofía americana? Pregunta cuya respuesta la da José Gaos en "Carta a Leopoldo Zea" que publica en 1950 en Cuadernos Americanos, enero-febrero, comentando el libro de Zea, Dos etapas. "Usted ha podido—le dice—encuadrar el material de su investigación, porque lo ve desde la altura de una nueva filosofía de la historia de Hispanoamérica." En ella se hace patente la necesidad de "en vez de deshacerse del pasado, practicar con él una Aufhebung cuyo nombre es la primera palabra del texto de la introducción; y en vez de rehacerse según un presente extraño, rehacerse según el pasado y el presente más propios con vistas al más propio futuro [...] El sentido unitario y la significación instructiva del proceso histórico que es tema de su libro, sería lo más valioso de éste si no lo fuera lo que lo hace posible, la nueva filosofia a que acabo de aludir. Este libro de usted quedaría prendido inestablemente de su introducción, si usted, suficientemente preparado y maduro ya para ello, no procediese a desarrollar la interpretación filosófico-histórica adelantada en ella, a llevar por su parte a plenitud la nueva filosofía iniciada [...] Por todo lo que con esto acabo de decirle, creo, querido Leopoldo, que este libro confirmará definitivamente la consideración, en que ya le tienen a usted internacionalmente, de ser uno de los maestros en materia de historia de las ideas en nuestros países, mientras espero que se le llegue a tener como uno de los maestros de la filosofía en estos países y por lo mismo sin limitaciones de lugar ni tiempo, pues cuanto más auténticas expresiones de una circunstancia son las creaciones de la cultura, tanto más significativas son para las demás circunstancias universales. Creo lo uno y espero lo otro con toda la complacencia natural en un ya antiguo y siempre amigo como usted sabe que lo es suyo."

Interpretación de la historia que, obviamente, implica una cierta idea que sobre su propia identidad tiene el hombre actor de esta historia. ¿Qué clase de hombre es éste que tiene que preguntarse sobre la posibilidad o existencia de una filosofía; sobre la posibilidad o la existencia de una literatura, una cultura, una ciencia y una filosofía, que pueda considerar como auténticamente propias? ¿Qué clase de hombre es éste que duda, que tal implican los interrogantes, que posee, como todos los hombres, un logos capaz de pensar y expresarse y una cultura que dé sentido a ese su concreto ser hombre? En los inicios de los cincuenta Zea estimula, contando con el apoyo de José Gaos, un movimiento filosófico que empieza por algo regional. Así pregunta: ¿Qué es el mexicano? Interrogante sobre la identidad del hombre concreto que es el hombre de México. El Grupo Filosófico Hiperión, en donde se reúne un pequeño pero activo número de jóvenes, se plantea tal interrogante (1949). Antecedentes del mismo es la obra del mexicano Samuel Ramos, El hombre y la cultura en México (1932). Conferencias, publicaciones, discusiones que Gaos resumió en su libro En torno a la filosofía mexicana; dentro de esta línea y preocupación aparecen obras como la de Octavio Paz, El laberinto de la soledad. Zea escribe un par de trabajos títulados Conciencia y posibilidad del mexicano y El Occidente y la conciencia de México, este último motivado por la lectura de Arnold Toynbee con el que mantendrá una cordial amistad. La respuesta a la pregunta, ¿Qué es el mexicano? será una auténtica perogrullada: el mexicano es un hombre como todos los hombres, con posibilidades e impedimentos sobre lo que debe tomar conciencia para estimular unos y vencer otros. Interrogante y respuesta que Zea extenderá a toda la región de la que es parte México en América. Tomó así sentido la pregunta sobre la existencia o posibilidad de una filosofía, una literatura, una ciencia y una cultura propiamente americanas.

Pero tal interrogante ¿puede ser considerada como propiamente filosófica? Nunca en la historia de la filosofía se había dado este tipo de interrogante. Los filósofos griegos, como los que les siguieron en este campo, no se preguntaron nunca si podían o no hacer filosofía, si lo que hacían era o no propiamente filosofía; simplemente se pusieron a filosofar. Lo que se plantea en este preguntar sobre la posibilidad o existencia de una filosofía propiamente americana es la capacidad para reflexionar, para pensar, para hacer filosofía, que nunca puso en duda el griego sobre sí mismo, como tampoco lo hizo el francés, el inglés o el alemán en los tiempos modernos. No hace mucho tiempo, en vísperas del Congreso Mundial de Filosofía que se celebraría en Montreal, Canadá, ante la demanda de que el español fuese lengua de trabajo, se sostenía que sólo era posible hacer auténtica filosofía en inglés, francés y alemán y que nunca el español había dado muestras de tal capacidad aunque, por supuesto, era innegable esa capacidad en campos como la literatura. El interrogante planteado tenía así otra dimensión respecto ya a la existencia o posibilidad de una filosofía en lengua española. Interrogante también válido para otras muchas lenguas que no fuesen el inglés, el francés y el alemán.

Zea sostendrá que tal interrogante es auténticamente filosófico en la misma medida en que lo es el que planteó la filosofía en la Grecia clásica sobre el Ser en general. ¿Qué es el Ser? Interrogante metafísico, ontológico, supuestamente universal, pero que en realidad era motivado por algo tan concreto como el hombre que lo planteaba. En la pregunta sobre el ser en general iba implícita la pregunta sobre el ser concreto de que interroga. En la afirmación del ser en general, se buscaba la afirmación del propio y endeble ser del interrogador. Un ente concreto que hacía la interrogación, sometido al cambio de la naturaleza, a algo que escapaba a su voluntad y que tenía que aceptar resignadamente como destino. Un ser igualmente sometido a la manipulación de otros entes semejantes a él. Frente al cambio natural, el filósofo griego crea la metafísica; más allá de lo natural estaba lo permanente y en lo permanente estaba su propio y endeble ser. Frente a los otros crea la política, la afirmación concreta de su entidad en relación con la de sus semejantes. De allí se dedujo, nada más y nada menos, que el hombre que conocía el orden de lo natural del universo, conocía también el orden de lo social y político. Y por ello era menester que "los filósofos fueran reyes o los reyes filósofos", como diría Platón; o que "está bien que el que más sabe mande sobre el que menos sabe", según Aristóteles. Así el interrogar ontológico culmina en una política. Un interrogante supuestamente universal que debe dar respuesta a una pregunta personal sobre la naturaleza y la sociedad.

Ahora bien, ¿qué relación guarda este filosofar con el que se ha hecho patente en Latinoamérica? Aristóteles sostenía que el "hombre es un animal político o de razón", que es la razón lo que le distingue del animal y otros entes de la naturaleza, inclusive de Dios que es todo razón. Si el hombre es un animal racional y por serlo está capacitado para conocer el orden natural, está capacitado para mandar sobre quien desconociera este orden. Ente de plena razón en relación con otros. Aristóteles hizo del griego un ente racional por excelencia, capacitado para mandar sobre entes menos racionales, como los niños, las mujeres y los esclavos. Éstos, aun poseyendo la razón, no la tenían lo suficiente como para mandar en la polis. Por ello los hombres fuera de la ecumene griega, los que no se expresaban bien en griego, el logos como razón y palabra, no eran sino bárbaros. El hombre griego al balbucear, al no expresarse bien en una lengua que no era la suya, era simplemente por ello un bárbaro. Un ente que barbarizaba el logos como razón y como palabra. Este ente no podía ser considerado como hombre y por ello estaba destinado a obedecer. El griego que había afirmado filosóficamente su propio y concreto ser, ponía en entredicho el ser de otros hombres que no fuesen griegos.

Lo que para Herodoto y para Aristóteles era válido, distinguiendo a los griegos de los no griegos, a cultos de los bárbaros, será también válido para el mundo con el que se tropezara Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492, mundo que sería llamado América. Lo primero que se pone en entredicho es la plena humanidad de los hombres con los cuales se encuentran Colón y quienes seguirán sus huellas en Europa. Expresión de esto se encuentra en la polémica entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas sobre la humanidad de los indígenas. Discusión que se hará extensiva a todo nacido en América. Humanidad puesta en entredicho frente a la cual se alzarán los reclamos de los hombres que emanciparán la región del coloniaje íbero. América como "eco y sombra de Europa" diría Hegel; como barbarización, balbuceo, malas copias de los productos de la cultura europea y occidental. Concepción que implicará la negativa a reconocer como hombres a los hombres de la región, lo mismo que a hombres de otras regiones de la tierra que recibirán el impacto de la expansión europea y occidental.

Lograda la emancipación política del coloniaje ibérico, el primer interrogante que se plantean estos hombres se referirá a la existencia o posibilidad de una literatura americana. Pregunta sobre la capacidad del hombre de la región para expresarse como algo más que eco y sombra de otros hombres; partiendo de su ineludible identidad. Identidad que se origina en esa peculiar situación de dependencia hacia sus descubridores, conquistadores y colonizadores. A esto seguirá la pregunta sobre la existencia de una cultura propiamente americana, que exprese la ineludible peculiaridad de la región sin que por ello deje de ser expresión de lo humano. Para culminar en un interrogante sobre la existencia o posibilidad de un filosofar, un razonar, tan propio como lo han sido las múltiples expresiones del razonar o filosofar a lo largo de la historia. Un filosofar que no sea simple cotejo o remedo de otro filosofar, sino un filosofar que se plantee los problemas propios de la circunstancia, como lo han planteado todas las filosofías que han hecho la historia de tal filosofía. Pregunta, pura y simplemente, sobre la propia y concreta identidad, por el propio y concreto ser, tal como lo hiciera el griego al preguntar sobre el ser en general. Pregunta ontológica encaminada a resolver los ineludibles planteamientos que origina la relación de los hombres con la naturaleza y entre sí.

La pregunta de hombres que han entrado a la historia, a la historia de sus descubridores, conquistadores y colonizadores, bajo el signo de la dependencia. Una dependencia que debe ser superada a partir de la afirmación de la capacidad de estos hombres para aquello que se considera como propio de todos los hombres, la razón, el logos, que comprende y se hace comprender. Interrogante auténticamente filosófico como lo fue el de la metafísica griega sobre el ser en general. Y a partir del mismo, la afirmación de que los hombres de esta región son hombres como todos los hombres y que, por serlo, nada de lo humano les es o puede serles ajeno.

La preocupación ontológica del hombre americano se hace expresa en la filosofía de la historia hispanoamericana de que habla José Gaos. Leopoldo Zea, en el libro América como conciencia (1953), escribe: "El sentido de dependencia, causa y origen de las actitudes negativas atrás señaladas, es un problema ceñidamente americano. Sólo a los americanos se nos presenta este problema de la dependencia y, por ende, el de la independencia, como un problema entrañable. La cultura europea es nuestro más inmediato pasado; pero aún no hemos sido lo suficientemente capaces para asimilarlo y hacerlo nuestro. La beatería frente a la cultura europea que nos caracteriza, es el más caro signo de que no hemos asimilado esta cultura. El europeo que se sabe heredero de la gran tradición cultural de Occidente, no se siente nunca amilanado frente a su pasado y es capaz de enfrentarse a él si se le presenta como obstáculo para su futuro [...] A los americanos nos falta esta dimensión. Nuestro pasado está siempre presente, sin decidirse a ser auténtico pasado". Falta la Aufhebung de que habla Hegel. La Aufhebung de que habla José Gaos al comentar la historia de las ideas de América Latina de Zea. Una historia que muestra una dependencia que no ha sido asimilada por la conciencia de la historia de la América Latina; no hay asunciones sino yuxtaposiciones. Sobre la cultura indígena el conquistador español trata de yuxtaponer, intentando borrar o enterrar dicha cultura. La cultura indígena era considerada diabólica. Los hispanoamericanos a su vez, al independizarse de España, trataron de yuxtaponer a la cultura recibida la cultura de Francia e Inglaterra y las instituciones políticas de los Estados Unidos. Sobre la cultura indígena se yuxtapuso la cultura española y sobre ambas, la cultura europea y occidental. Expresión de esta yuxtaposición es la opción planteada por el argentino Domingo Faustino Sarmiento, ¿Civilización o barbarie? Civilización: lo que se quería ser, barbarie: lo que se era, esto es, lo indígena, lo español, lo africano y el mestizaje de todo. Una y otra vez yuxtaponiendo un modelo sobre otro. Así se llega a nuestros días en que aún se buscan otros modelos sin asimilación previa de lo propio. ¡Seamos como los Estados Unidos! se decía ayer; seamos como la URSS o China se dice hoy. No se dice hagamos lo que los Estados Unidos o lo que la URSS y China han hecho por sí mismos sin recurrir a modelos extraños.

La relación de dependencia es la que ha originado esa peculiar filosofía de la historia de la región que tiene que ser rebasada, asumiéndola, esto es, asimilándola en sus múltiples expresiones. En la Filosofía de la historia americana, publicada por Zea en 1978, se analizan los diversos proyectos que han animado esta filosofía: proyectos que parten de la toma de conciencia de la dependencia, como el proyecto libertario: ser distinto de lo que se es, el proyecto conservador: seguir siendo como se es; el proyecto civilizador: insistencia en ser otro de lo que se es, y el proyecto asuntivo que implica la asimilación de lo que ha sido para poder ser algo distinto sin por ello dejar de ser quien se es.

Esta relación de dependencia que se expresa ontológica e históricamente no es, desde luego, algo peculiar de América, concretamente de la América Latina; no es peculiar la relación de dependencia, origen de la conciencia de marginalidad, sino algo que ha hecho y se hace expreso a lo largo de la historia de la humanidad. El que sea así, es lo que hace de estas reflexiones una expresión más de la auténtica filosofía que enfrenta los problemas del hombre en busca de solución. Leopoldo Zea, en América en la historia (1957), rebasa una preocupación que parece peculiarmente latinoamericana insertando su problemática, como indica el título, en la historia del hombre de la cual es parte la historia del hombre de América. Parte de la indiscutible universalización de la cultura occidental como resultado de la expansión de los pueblos que la forman sobre el resto del mundo. Un mundo que va siendo marginado en relación con la potente expansión europea y, posteriormente, de los Estados Unidos. Allí se habla de Rusia al margen de Occidente; de España también al margen y de la misma Europa que queda al margen de Occidente en relación con su propia criatura, los Estados Unidos. Y por supuesto, Iberoamérica al margen de Occidente como totalidad. Marginación total del mundo en relación con un centro de poder que se ha desplazado de la Europa Occidental al occidente de sí misma, los Estados Unidos. Así, los problemas que se plantean los pueblos de la América Latina irán planteándose a los pueblos de todo el mundo marginado, incluyendo a los europeos.

En Discurso desde la marginación y la barbarie (1988), Leopoldo Zea hace de la filosofía de la historia destacada por Gaos, el punto de partida de la interpretación de la misma historia universal. Interpretación de la historia, no ya desde el centro de poder europeo y occidental, sino desde los márgenes del mismo que así se transforman en centro en la toma de conciencia de una filosofía de la historia no hegeliana. Se parte del centro del poder y de la conciencia de la historia que fue la Grecia clásica que hizo de la barbarie, de la incapacidad de otros pueblos para pronunciar correctamente el griego, el signo de inferioridad y la justificación de marginación, aunque el mismo griego se encontrase en igual relación con otras lenguas ajenas a la propia, que obviamente barbarizaba al expresarse en ellas.

Después Roma, con su cultura latina que, al revés de la griega, quizá por ser bárbara, hace de su propio logos y cultura instrumento de asimilación de otros pueblos y culturas, enriqueciéndolos. Creando el imperio mediterráneo en que tendrán cabida todos los hombres y culturas como lo tenían sus dioses en su panteón. Cultura latina incluyente y no excluyente que origina Europa y los múltiples pueblos que baña el Mediterráneo en África, en las tierras en donde se inicia el Asia. Posteriormente, el Sacro Imperio Romano, formado por pueblos germánicos y sajones al otro lado de los Alpes y de los Pirineos. Pueblos que han heredado la cultura de Roma, pero también al excluyente cristiano. Pueblos excluyentes que hacen de su cultura y sangre centro de un mundo en el que quedan al margen hombres y pueblos de otras razas y culturas distintas de lo propio. Al Oeste, al otro lado de los Pirineos, el mundo ibérico que queda marginado por la impureza de su raza y su cultura. Pueblos que se han mestizado con pueblos africanos y culturas no europeas como las propias del Sacro Imperio Romano. Al Este, otro conjunto de pueblos, los que forman Rusia, igualmente marginados, igual impureza racial y cultural por su mestizaje con pueblos del Asia.

Y a partir de esta marginación con precauciones como las que se han planteado a los pueblos latinoamericanos, los pueblos marginados en Europa han tratado de ser, aunque inútilmente, reconocidos como parte de una Europa blanca, occidental y cristiana. Así España, protagonista indiscutible de la historia de Europa, pero marginada una y otra vez por una Europa que no quiere tener nada que ver con pueblos mestizados racial y culturalmente. De allí el interrogante sobre la existencia o posibilidad de una ciencia o filosofía españolas. El desgarramiento que señala Ortega entre lo mediterráneo o latino con lo germano, entre la doble herencia mora y la goda. Es la misma preocupación de Rusia desde Iván el Terrible, pasando por Pedro el Grande y los bolcheviques, la insistencia en ser reconocidos como parte de Europa y el derecho a participar en su destino. La misma disyuntiva española e hispanoamericana entre eslavismo y occidentalismo. Existe otro pueblo marginado en Europa, el británico, el de los normandos que pusieron en jaque al Sacro Imperio Romano, y fueron expulsados de Europa; pero los cuales, en lugar de preocuparse como íberos y eslavos por ser reconocidos como europeos, se lanzaron a la creación de un nuevo y poderoso imperio que sobrepasara al Romano y al Sacro Imperio Romano. Imperio del cual son herederos los Estados Unidos de Norteamérica; nuevo centro de poder y de una nueva conciencia de marginación, que abarcará al resto del mundo, incluyendo a Europa.

La marginación y el calificativo de barbarie están estrechamente relacionados, una justifica la otra. El calificativo de barbarie parte de la supuesta incapacidad de un hombre o grupo de hombres para expresarse "correctamente" en una lengua que no es la propia, de la incapacidad para expresarse en forma semejante al lenguaje considerado como magistral. Y lo que se hace valer respecto al lenguaje, se hace valer igualmente para otras expresiones de lo humano, lo somático y lo social. Para Aristóteles, decíamos, eran entes carentes de plena razón y por ello inferiores los niños, las mujeres y los esclavos, esto es, menos humanos que los varones, griegos y adultos. Se discrimina. margina y domina a seres humanos que, en alguna forma, son distintos por la edad, el sexo, la lengua y el cuerpo. Esto es, porque no son copia exacta de sus jueces. "Si tú no eres exactamente como yo. no eres mi semejante y, al no serlo, no eres plenamente hombre. Como tampoco tus expresiones son expresiones de lo auténticamente humano que es lo blanco, occidental y cristiano en Europa; como lo es el WASP (blanco, anglosajón y puritano) en los Estados Unidos." Esto es, lo que distingue a unos hombres y pueblos del resto de la humanidad. Se castiga marginando y dominando a quien es distinto, peculiar, a quien posee una individualidad y no otra.

Leopoldo Zea. a lo largo de su obra y más insistentemente en sus últimos trabajos y participaciones y como colorario de su ya extensa obra, considera que se debe redefinir el concepto de igualdad. Renato Descartes sostenía que todos los hombres eran iguales por la razón. Sin embargo, en nombre de la razón se han establecido nuevas formas de marginación y dominio. Todos los hombres son iguales por la razón, salvo que la misma razón demuestra que existen hombres menos hombres que otros. Así lo sostenía ya Aristóteles y su seguidor, siglos después, Juan Ginés de Sepúlveda. Todos los hombres, en efecto, poseen la razón, pero no todos los hombres pueden o saben utilizar la misma. No es igual un hotentote que un Einstein, aunque ambos posean la razón. Existen impedimentos para el buen uso de la razón que pueden estar en el cuerpo en el que la razón está insertada. El tener un determinado cuerpo, una determinada contextura somática, una determinada situación social e inclusive un determinado sexo, pueden limitar el buen uso de la razón y, en este sentido, hacer distinto a ese hombre del que sin tener esos impedimentos la usa correctamente. Todos los hombres son iguales por la razón, decía Descartes, pero distintos por sus circunstancias. Y son las circunstancias las que determinan la desigualdad y justifican la discriminación, marginación y el dominio de los supuestamente mejores sobre los que se supone no lo son tanto.

Zea concluye que hay que establecer otra definición sobre la igualdad. "Todos los hombres son iguales por ser distintos, pero no tan distintos que unos puedan ser más o menos hombres que otros." Ningún hombre es igual a otro y este ser distinto es precisamente lo que lo hace igual a otro, ya que como él posee su propia e indiscutible personalidad. Todos los hombres son individuos concretos y por serlo semejantes entre sí.

Es este hecho el que debe ser reconocido y aceptado sin discusión. No insistir en imponer la propia y peculiar identidad a la identidad y peculiaridad de los otros. La fuente de los grandes conflictos que han azotado a la humanidad surge de esa incapacidad para reconocer en los otros la peculiaridad que los distingue y por distinguirlos los asemeja con ellos mismos. La falta de respeto a esa peculiaridad ha sido la fuente de conflictos y guerras. El querer hacer de sí mismo modelo indiscutible de la humanidad de otros hombres es lo que ha originado la violencia. Cultivar y civilizar sin comprender lo que de original tiene lo que se pretende cultivar y civilizar es el origen de conflictos antiguos y actuales. El que exige respeto a la propia peculiaridad debe estar también dispuesto a respetar la ineludible peculiaridad de los otros, que en este sentido son sus semejantes. De este respeto ha de derivarse, dice Zea, la auténtica paz, como expresión de una nueva relación entre los hombres y los pueblos que no sea ya la relación vertical de dependencia, sino la relación horizontal de solidaridad.

Autobiografía intelectual (escrita en tercera persona) Anthropos. Revista de Documentación Científica de la Cultura 89 (1988): 11-19

 

 

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