José Luis
Gómez-Martínez
Teoría del ensayo
Por eso en nada, como en el estilo de un ensayista,
puede advertise el latido de la época, esa
momentaneidad de la historia que lo deposita en su valva.
Fryda Schultz de Mantovani
5. ACTUALIDAD DEL TEMA TRATADO
Del carácter
esencialmente comunicativo del ensayo, en su intento de establecer un lazo de diálogo
íntimo entre el ensayista y el lector, se desprende la necesidad de su contemporaneidad
en el tiempo y en el ambiente. Pero el concepto "actual" no sólo hace
referencia a los sucesos del presente, los cuales si no se los somete a una visión en
perspectiva y se los eleva a un plano de trascendencia, sólo poseen el caduco valor de la
novedad, sino que significa con más propiedad un replanteamiento de los problemas
humanos ante los valores que individualizan y diferencian a cada época de las
precedentes. Es decir, lo "actual" se encuentra en esa actitud, siempre
implícita en todo buen ensayo, de problematizar el propio discurso axiológico. Si
Montaigne cita y reflexiona sobre Séneca o César, no lo hace con el punto de vista del
historiador. César sólo interesa al ensayista en lo que tiene de actual y de eterno; el
tiempo no existe para él. En el ensayo "Guevara y el campo", Azorín
ejemplariza este aspecto: Menosprecio de corte y alabanza de aldea, de Antonio de
Guevara, es tan real para él como El madrileño en la aldea, de Eugenio
Hartzenbusch, y ambos se encuentran en función de la España de principios de siglo.
Azorín se vale de esta obra clásica para meditar, en un aparente recogimiento
contemporáneo, sobre una situación de importancia universal, en cuanto el referente que
fundamenta la reflexión sigue siendo la condición humana. Tal es el sentido del ensayo
"Ayacucho", de Hostos. La batalla de Ayacucho (1824) en sí no le interesa al
ensayista; lo que le importa es Ayacucho como símbolo, como ruptura de un orden, como
pieza angular que sostendrá su reconstrucción de un proceso histórico, cuya proyección
explícita es la liberación del estado colonial del Puerto Rico de su tiempo. Ayacucho,
como símbolo de la independencia política de la Iberoamérica continental, se convierte
así en un jalón más de un proceso todavía inconcluso: "El ideal cristiano no
cabía en la unidad católica, y la rompió. El ideal social no cabía en la unidad
monárquica, y la rompió. El ideal del progreso no cabía en la unidad territorial, y la
rompió" (13).
El ensayista, en su diálogo con el lector o consigo mismo, reflexiona siempre sobre el
presente, apoyado en la sólida base del pasado y con el implícito deseo de anticipar el
futuro por medio de la comprensión del momento actual. Mas la conexión con el
"momento actual" arranca, precisamente, de la problematización liberadora del
propio discurso axiológico del estar: "El tema de la posibilidad de una Cultura
Americana, es un tema impuesto por nuestro tiempo, por la circunstancia histórica en que
nos encontramos" (35), señala Leopoldo Zea en 1942; y estas palabras que de algún
modo justifican luego su obra, no significan en él una limitación temporal o temática,
sino al contrario suponen el punto de partida de un proceso creador. Fryda Schultz
señala, con acierto, que "el ensayo es una forma móvil; y es así que, examinados
algunos de ellos podemos sorprender al autor y la atmósfera que dio nacimiento a su
obra" (10).
El ensayista escribe, es verdad, desde y para una época, por lo que los temas y la
aproximación a ellos estarán forzosamente subordinados a las circunstancias del presente
vivido. Pero ello no impide, como señalamos en el caso de Leopoldo Zea, que la opción
reflexiva que adopta el ensayista libere a su obra de la nota de caducidad que supone toda
sujeción a un espacio y un tiempo concretos. En el ensayo de Hostos anteriormente citado,
se señalan explícitamente las alternativas: "A los ojos de una historia
filosófica, Ayacucho empezó en 1533. A los ojos de la crítica, Ayacucho empezó en
1810. Sólo a los mal abiertos de la narrativa empezó y acabó el 9 de diciembre de
1824" (15). Al igual que Hostos, José Ortega y Gasset en su ensayo La
deshumanización del arte (1925) toma el pulso al momento artístico y adelantándose
a su tiempo medita sobre algo que en forma confusa comenzaba a hacer su aparición en las
mentes de una minoría culta. Hoy, setenta años más tarde, si bien el ensayo ha perdido
su valor de actualidad inmediata, e incluso se nos hacen patentes algunos
"errores" de época, sus reflexiones, sin embargo, nos sugieren todavía ahora,
como entonces, fecundas proyecciones en nuestro discurso axiológico actual, vívida
prueba del valor perenne del verdadero ensayo.
Los ensayistas de todos los tiempos siempre han sabido conjugar lo actual en el fondo
de lo eterno. Montaigne en su ensayo "Los caníbales" reflexiona sobre América,
ya que para él "este descubrimiento de un país inmenso merece ser digno de
consideración" (200). Antonio de Guevara se aproxima a sus contemporáneos con
frases todavía hoy actuales: "A los lectores de esta escritura ruego que más lo
noten que lo rían esto que aquí hemos dicho; pues le es más sano consejo al pobre
hidalgo ir a buscar de comer en una borrica que no andar hambreando en un caballo".7
Las reflexiones no tienen que girar necesariamente sobre temas filosóficos o literarios,
cualquier aspecto es propicio, siempre y cuando las consideraciones sobrepasen el plano de
lo puramente mecánico. Angel Ganivet en su ensayo Granada la bella sabe afrontar
problemas de la vida cotidiana y, en una creación estética, darles carácter
filosófico: "Con este modo de ver las cosas, voy a pasar revista a las encontradas
aspiraciones que luchan en el grave problema de la transformación de las ciudades,
refiriéndome en particular a Granada" (I: 67). Por otra parte, el ensayista,
consciente de su función, llega a considerar un deber el reflexionar sobre aquellos
tópicos de actualidad: "Pues bien: hablemos de responsabilidades, ya que las
responsabilidades constituyen la obsesión, la monomanía y el delirio de cuantos escriben
fondos en los diarios" (37), nos dice Ramiro de Maeztu; y de modo más directo
señala Octavio Paz: "Dije antes que ésta es una tarea urgente: en verdad, es el
tema de nuestro tiempo" (Posdata, 101). La posición del ensayista queda
definida en el ideal que Ortega y Gasset se proponía al comenzar las series de El
Espectador: "En suma, quisiera ser 'El espectador' una pupila vigilante abierta
sobre la vida" (I: 12). Y nada más indicador de este proceso que las palabras que
abren un ensayo sobre un tema en apariencia trivial: "Dadas las circunstancias es tal
vez lo más oportuno escribir algo sobre el vuelo de las aves anilladas" (La caza,
157). Estas son, en definitiva, las palabras claves que traducen el concepto
"actual"; dadas unas circunstancias, escribir sobre algo oportuno.
Notas
- 7 Antonio de Guevara, Menosprecio de corte y alabanza de aldea
(Madrid: Espasa-Calpe, 1967), p. 77. Comienza aquí Guevara una crítica que recibiría
amplia consideración en el Lazarillo y pasaría como tópico caricaturesco a la
picaresca y ensayística posterior.
©
José Luis Gómez-Martínez. Teoría del ensayo. Segunda edición. México: UNAM, 1992 (Esta versión
digital sigue, con modificaciones menores, el
texto de la segunda edición española de Teoría del ensayo).
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