Kristin E. Shoaf

El martirio del pastor dentro del contexto del pensamiento de la liberación:
el papel de la Iglesia como opción preferencial para los pobres”

El pensamiento de la liberación culmina en Iberoamérica a finales de la década de los sesenta como un movimiento original, intelectual y filosófico de gran vigor regenerador. El martirio del pastor (1983), de Samuel Rovinski, muestra una visión bien desarrollada del conflicto entre la Iglesia y el Estado, la democracia y el comunismo, y entre los ricos y los pobres. En el drama de Rovinski vemos como estas situaciones de oposición conducen al asesinato del Monseñor Óscar A. Romero, arzobispo de San Salvador, durante la celebración de la misa en 1980.

Durante su vida y después, Romero, voz de los pobres, ha sido símbolo poderoso del compromiso de la Iglesia. Exigió no sólo un fin a la represión y al odio, sino especialmente la conversión del corazón y compromismo con el Evangelio (Brockman “Faith” 190). Sin embargo, sus palabras y acciones le causaron la muerte. El martirio del pastor de Rovinski cuenta de la vida legendaria del Monseñor Romero. Para nuestro propósito en este trabajo, tomamos como punto de partida a dos teóricos del movimiento del pensamiento de la liberación: Paulo Freire y su libro Pedagogía del oprimido (1970), y Gustavo Gutiérrez y su obra Teología de la liberación (1971). Me propongo, pues, contextualizar el drama a través del papel de la Iglesia como opción preferencial para los pobres dentro de la problemática teórica expuesta en estas obras.

Nacido en San José en 1932, Samuel Rovinski, escritor de ensayos, cuentos, novelas y teatro, es “uno de los fundadores del teatro contemporáneo en Costa Rica” (Rokas 213). Su pasión es el teatro, el género literario que, en mi opinión, más habla al público y le abre su conciencia. Rovinski en su teatro, como señala Rokas, trata los individuos “con sus problemas existenciales de falta de realización personal dentro de una sociedad en la que se ve victimizado por el abuso del poder político y militar” (214). El martirio del pastor muestra bien las dificultades de Romero en el seno de una sociedad reaccionaria durante su época de arzobispo. En una entrevista con Rokas, Rovinski afirma que no dejaría su carrera de ingeniero civil para escribir hasta que tuviera bastante dinero para mantenerse, pero por fin se dedicó completamente a la literatura por el placer que le daba (214). Sobre el hecho de tratar a un país que no es su país nativo, Rovinski dice que se sentía obligado a escribir una obra sobre la vida de Romero porque después de su asesinato

se produjo un gran revuelto político y social en El Salvador porque era un hombre muy querido por el pueblo salvadoreño. Sobre él confluyeron todos los aspectos dramáticamente realizables de la política salvadoreña de tal manera que yo tenía mucho interés en escribir sobre esta figura. (215)

También afirma Rovinski en su entrevista con Rokas que, aunque su drama tiene la estructura de tragedia, lo considera drama histórico “porque [el drama] está muy apegado a los hechos reales” (215). Se enfoca en el papel de la Iglesia dentro de la sociedad durante los tres años que Romero fue arzobispo.

Desde la década de los sesenta, se empiezan a oír voces poderosas en Iberoamérica, como la de Romero, en favor de una Iglesia de servicio y no aliada del poder, una Iglesia en compromiso con los oprimidos y su liberación. En los Concilios de Medellín (1968) y Puebla (1979) el CELAM (La Conferencia del Episcopado Iberoamericano de Medellín) intenta llevar a la práctica los cambios propuestos años antes en el Concilio Vaticano II. En este Concilio, los obispos reafirman la opción para los pobres y denuncian la violencia en todas sus expresiones. La Teología de la Liberación pretende una renovación y un regreso a las fuentes y al Espíritu de Cristo. Gutiérrez plantea la tesis de la inevitablidad de la intervención de la Iglesia en la política:

Se ha tomado conciencia también [...], que un amplio sector de la Iglesia está [...] ligado a quienes detentan el poder económico y político en el mundo de hoy [...]. En esas condiciones, ¿puede decirse honestamente que la Iglesia no interviene en “lo temporal”? Cuando, con silencio o sus buenas relaciones con él, legitima un gobierno dictatorial y opresor. (113)

Gutiérrez afirma que esos mismos grupos de poder que “se sirvieron de la Iglesia para defender sus intereses y mantener su situación de privilegio apelan hoy a la función puramente religiosa y espiritual de la Iglesia” (113). Se puede ver claramante la posición de Gutiérrez frente las autoridades de su tiempo.

Ser oprimido, según lo entiende Freire, es ser el “B” de una situación en que “A obstaculice a B en su búsqueda de afirmación como persona, como sujeto” (48). La liberación de la opresión significa que uno entienda que se puede cambiar la historia, y la opresión es negar ayuda a la gente para dar forma de la historia en que vive. Freire, como Romero, ha dedicado su vida a los oprimidos; les enseñó a dialogar y hablar contra sus opresores y también entre sí. A través de una educación concientizadora, la misión de la Iglesia, según Romero, es servir al mundo al proclamar el Evangelio, especialmente a los pobres; sin embargo, proclamar eso a los pobres de El Salvador significa apoyar sus esfuerzos por liberarse de la injusticia estructural de su pobreza (Brockman “Faith” 193).

Como declaró el Vaticano II, la Iglesia tiene una misión religiosa y transcendente que proclama una liberación de la pobreza injusta y de la opresión, pero la liberación que proclama la Iglesia de Romero es más que eso; según Romero, el propósito principal de la Iglesia en la tierra es servir a los pobres. Romero murió porque fue fiel al Evangelio y en su compromiso con una Iglesia de los pobres. Esto es precisamente el Romero que se contextualiza en El martirio del pastor, un texto que dialoga con una época.

El breve tiempo de Romero como arzobispo se caracteriza por la transformación radical de un obispo conservador. El drama comienza con los terratenientes que eligen a un Romero bastante conservador:

--Padre Grande: Arnulfo... Es tu pueblo.
--Monseñor: ¡Nunca lo he olvidado, Rutilio! Sé que existe una odiosa diferencia entre ricos y pobres, pero yo no puedo hacer otra cosa que apelar a los buenos sentimientos de los ricos.
--Padre Grande: Me sorprendes... Yo no creo que seas capaz de apoyar la represión... Pues el gobierno no es otra cosa que un aparato de represión. (18-19)

--Padre Grande: La Iglesia puede ser el micrófono de Dios. Tú tienes capacidad para hacerlo. Eres un hombre bueno, respetado... Todo el mundo te escuchará. Por Dios, Arnulfo, hay que ayudar a este pueblo... (38)

Es decir, apoyar al gobierno significa apoyar la represión. Éste es precisamente el sentido de la pregunta retórica de Gutiérrez: “Ante la inmensa miseria e injusticia, ¿no debería la Iglesia intervenir más directamente y abandonar el terreno de las declaraciones líricas?” (114). Obviamente la preferencia de elegir a Romero, según se enfatiza en el texto, no es compartida por el sector popular de la Iglesia.

La contextualización de la transformación del Romero conservador empieza en el drama cuando se asesina al Padre Grande; en su funeral Romero inicia una crítica al gobierno:

--Monseñor Romero: ¿Por qué? Tal vez por prudencia para evitarle a la Iglesia más persecución. Pero hoy tengo una deuda con mi amigo y quiero pagarle. El me decía que la Iglesia debía convertirse en el micrófono de Dios. Y yo quiero que así sea. He pensado que la misa del domingo puede ser el comienzo de una nueva actitud hacia los pobres. (42-43)

En la opinión de Gutiérrez, la Iglesia debe reconocer a los pobres y tomar una opción por ellos, y así piensa Romero también. Romero, como opina Leopoldo Zea sobre el hombre en general, quiere entender su propio ser y su existencia, además de su propia realidad: “Quiere saber porque en ello le va su propio ser, su existencia. En ser algo o no ser nada” (Zea 10). Para Romero, ser “algo” significaba ser pastor y arzobispo con la misión de ayudar a los pobres. Romero, como Zea, siente la necesidad de tomar responsabilidad, de hacer un compromiso. Para Romero este compromiso significaba optar por los pobres, y tanto Zea como Romero opinan que tenemos una responsabilidad ante la situación represiva de los pueblos iberoamericanos. Romero, como pastor, insistió repetidas veces que sus asuntos no se basaban en la política, y al fin se dio cuenta de que la fe y la vida política son distintas pero inseparables (Brockman “Faith” 195); los cristianos deben hacer un esfuerzo para lograr una síntesis de las dos: “Faith ought to inspire Christian political action but not be mistaken for it” (197-198). A través del texto, Romero nos recuerda que sólo Dios puede exigir la lealtad total y absoluta. En El martirio del pastor, Romero cree que es su responsabilidad confrontar al gobierno y luchar por la liberación:

--Monseñor: La liberación que termina en la felicidad de Dios, la liberación que arranca del arrepentimiento del pecado, la liberación que apoya en Cristo la única fuerza salvadora. Ésta es la liberación que Rutilio Grande ha predicado, y por eso ha vivido el mensaje de la Iglesia. (46)

Según Paulo Freire, la gran tarea humanista e histórica de los oprimidos es “liberarse a sí mismos y liberar a los opresores [...] Los oprimidos temen a la libertad [...] Nadie tiene libertad para ser libre, sino que al no ser libre lucha por conseguir su libertad” (33-38). Es un mensaje optimista y lleno de esperanza, por poco que sea, para el oprimido, y hay esperanza para el pueblo de Romero. Freire cree que podemos arreglar la situación del oprimido primero al tomar conciencia de su realidad; podemos transformar nuestra situación opresiva y la toma de conciencia es el primer paso para conseguir la meta final de tener libertad.

En el texto, el personaje de Romero dialoga personalmente con los pobres al proclamar: “Lo he dicho mil veces. Mi deber está con el pueblo, con los pobres... Ahí está el reino de Dios...” (93), mostrando que todo lo que le sucede al hombre le atañe a la Iglesia. He aquí la clave. Hay una opción para los pobres. Según Gutiérrez, el primer nivel de liberación “expresa, en primer lugar, las aspiraciones de las clases sociales y los pueblos oprimidos {los pobres}” (91). Gutiérrez distingue entre los diferentes tipos de pobreza: la pobreza material, o “la carencia de bienes económicos necesarios para una vida humana digna de ese nombre” (323) y la pobreza espiritual, “sinónimo de fe, de abandono y confianza en el Señor” (331). Entonces, “un rico puede no sólo ser un pobre espiritual sino que, inversamente, un pobre puede ser rico de corazón” (324). Es decir, la pobreza espiritual es algo querido. En las palabras de Cristo, que según Gutiérrez prefiere a los pobres, “los pobres merecen una atención preferencial, cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuentren [...] los últimos son los primeros” (30). Es la responsabilidad del oprimido restaurar la humanidad del opresor y del oprimido, la única salida de la situación opresiva es tomar conciencia de ella; y de allí empieza la transformación de la realidad oprimida: “La presencia de los oprimidos en la búsqueda de su liberación, más que seudoparticipación, es lo que debe realmente ser: compromiso” (67). Tanto Freire como Gutiérrez afirman que en el compromiso por transformar la sociedad y liberarse existe la reflexión que sirve para guiar en el proceso psicológico de la mentalidad del oprimido, del pobre.

En el drama, Romero hace todo lo que puede por los pobres, y renuncia su apoyo al gobierno y pone más énfasis en denunciar la violencia y la represión:

--Monseñor: Nunca no es una palabra de Dios. Mientras yo viva, y crea en la palabra del Señor, lucharé por convertir a los pecadores que oprimen a mi pueblo. (138)

En este momento nuestra patria lo que necesita, más que todo, son hombres que pongan toda su confianza en Cristo y trabajen con todo su ardor por la Patria. (141)

Un ex-alcalde y sus pistoleros asesinan a Romero mientras celebra misa en la capilla del hospital de la Caridad donde vivía. Hay que recordar que aunque la obra dramática presenta ciertos hechos verdaderos de la vida de Romero, no pretende ser un documento de lo sucedido; se trata de una contextualización de la realidad. El martirio del pastor presenta, pues, la represión que encuentran los pobres, y la opción de Romero y de la Iglesia que quiere representar, de dar a los pobres una oportunidad para tomar conciencia de su situación y conquistar su libertad. En el drama, Romero nunca falló en sus deberes tanto ante su pueblo como ante la Iglesia; sus decisiones se basaban en el Evangelio. La fe de Romero determinó todas sus acciones y dio claridad a sus palabras.

El martirio del pastor, contextualización de la vida de Romero, nos hace tomar conciencia tanto de nuestra realidad como la de los pobres. El pensamiento de la liberación, durante la década de los sesenta, presenta una oportunidad para problematizar la realidad asociada con la Iglesia, y abre el camino para pensar de manera filosófica e intelectual. Durante este movimiento único, es preciso contextualizar El martirio del pastor como opción para los pobres, a través de la Iglesia, dentro de la problemática de los teóricos utilizados en este trabajo.

BIBLIOGRAFÍA

  • Brockman, James R. “Oscar Romero on Faith and Politics.” Thought 62 (1987): 190-204.

  • ______. “Oscar Romero: Paradigm of the New Latin American Church.” Thought 59 (1984): 195-204.

  • Erdozaín, Plácido. Archbishop Romero: Martry of Salvador. New York: Orbis Books, 1984.

  • Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido. México: Siglo Veintiuno Editores, 1970.

  • Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1990.

  • Rojas, Mario. “El martirio del pastor: Samuel Rovinski y su referente.” Alba de América 7 (1989): 117-23.

  • Rokas, Nicholas W. “Samuel Rovinski y el teatro contemporáneo en Costa Rica.” Confluencia 11.2 (1996): 213-32.

  • Rovinski, Samuel. “Dramatización de lo inmediato.” Escena 7 (1982): 24-5.

  • _____. El martirio del pastor. Costa Rica: EDUCA, 1983.

  • Sobrino, Jon. Archbishop Romero: Memories and Reflections. New York: Orbis Books, 1990.

  • Stull, Bradford. Religious Dialectics of Pain and Imagination. New York: State U of New York Press, 1994.

  • Zea, Leopoldo. La filosofía americana como filosofía sin más. México: Siglo Veintiuno Editores, 1969.

[Fuente: Kristin E. Shoaf. “El martirio del pastor dentro del contexto del pensamiento de la liberación: el papel de la Iglesia como opción preferencial para los pobres.” Cuadernos Americanos 75 (1999): 2001-207. Edición digital autorizada para Proyecto Ensayo Hispánico. Abril 2004]

 

© José Luis Gómez-Martínez
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