Documentos finales de Medellín

 

VII
"Pastoral de las élites"
  

I. Hechos

1. Las élites, son en nuestro contexto, de modo general: los grupos dirigentes más adelantados, dominantes en el plano de la cultura, de la profesión, de la economía y del poder; de modo especial: dentro de esos mismos grupos, las minorías comprometidas que ejercen una influencia actual o potencial en los distintos niveles de decisión cultural, profesional, económica, social o política.

2. Conscientes de la dificultad de presentar una clasificación adecuada, señalamos, sin embargo, como pertenecientes a la élite cultural, los artistas, hombres de letras y universitarios (profesores y estudiantes); a la élite profesional, los médicos, abogados, educadores (profesiones liberales), ingenieros, agrónomos, planificadores, economistas, expertos sociales, técnicos de comunicación social (tecnólogos); a la élite económico-social, los industriales, banqueros, líderes sindicales (obreros y campesinos), empresarios, comerciantes, hacendados; a la élite de los poderes políticos y militares: los políticos, los que ejercen el poder judicial, los militares.

3. Partiendo del punto de vista de que se trata, en general, de círculos específicos y compactos, conviene examinar en primer término sus actitudes, mentalidades y nucleaciones en función del cambio social, para considerar posteriormente las manifestaciones de su fe, su espíritu eclesial y también social, en confrontación con la pastoral actual de la Iglesia, señalando, finalmente, algunas recomendaciones pastorales.

4. Hemos comprobado que resulta difícil realizar un análisis exacto y profundo, por la carencia de datos precisos, en estos diferentes campos.

Para un análisis de este tipo, sería necesario escuchar más a los técnicos y a los laicos. Sin embargo, presentamos las siguientes observaciones.

Tipos

5. Por razón de método, y teniendo en cuenta el carácter relativo de toda tipología -que comporta necesariamente matices y simplificaciones- y tratándose de una clasificación en función del cambio social, señalaremos los siguientes grupos: los tradicionalistas o conservadores, los desarrollistas y los revolucionarios que pueden ser marxistas, izquierdistas no marxistas, o ideológicamente indefinidos.

6. Los tradicionalistas o conservadores manifiestan poca o ninguna conciencia social, tienen mentalidad burguesa y por lo mismo no cuestionan las estructuras sociales. En general se preocupan por mantener sus privilegios que ellos identifican con el "orden establecido". Su actuación en la comunidad posee un carácter paternalista y asistencial, sin ninguna preocupación por la modificación del statu-quo.

Sin embargo, algunos conservadores actúan muchas veces bajo el influjo del poder económico nacional o internacional, con alguna preocupación desarrollista.

Se trata de una mentalidad que frecuentemente se detecta en algunos medios profesionales, en sectores económico-sociales y del poder establecido. Esto hace que varios sectores gobernamentales actúen en beneficio de los grupos tradicionalistas o conservadores, lo que a veces da lugar a la corrupción y a la ausencia de un sano proceso de personalización y socialización de las clases populares. Las fuerzas militares apoyan en diversas partes esta estructura y, a veces, intervienen para reforzarla.

7. Los desarrollistas se ocupan preferentemente de los medios de producción, que según ellos deben ser modificados en calidad y cantidad. Atribuyen gran valor a la tecnificación y al planeamiento de la sociedad. Sostienen que el pueblo marginado debe ser integrado en la sociedad, como productor y consumidor. Ponen más énfasis en el progreso económico que en la promoción social del pueblo, en vista de la participación de todos en las decisiones que interesan al orden económico y político.

Es la mentalidad que se observa con frecuencia entre los tecnólogos y las varias Agencias que procuran el desarrollo de los países.

8. Los revolucionarios cuestionan la estructura económico-social. Desean su cambio radical, tanto en los objetivos como en los medios. Para ellos, el pueblo es o debe ser el sujeto de este cambio, de modo que participe en las decisiones para el ordenamiento de todo el proceso social. Esta actitud puede observarse con mayor frecuencia entre los intelectuales, investigadores científicos y universitarios.

Actitudes de la fe

9. Reconociendo que en todos estos ambientes muchos viven la fe conforme a su conciencia, y aun realizan un trabajo positivo de concientización y promoción humana, notamos, desde el punto de vista del cambio social, ciertas manifestaciones de esta fe.

10. En el grupo de los conservadores o tradicionalistas, se encuentra con más frecuencia la separación entre fe y responsabilidad social. La fe aparece más como una adhesión a un credo y a principios morales. La pertenencia a la Iglesia es más de tipo tradicional y, a veces, interesada. Dentro de estos grupos, más que verdadera crisis de fe, se da crisis de religiosidad.

11. Entre los desarrrollistas pueden encontrarse diversas gamas de fe, desde el indiferentismo hasta la vivencia personal. Tienden a considerar a la Iglesia como instrumento más o menos favorable al desarrollo. En estos grupos se percibe más claramente el impacto de la desacralización debida a la mentalidad técnica.

Es de notar en algunos de estos grupos, especialmente entre los universitarios y los profesionales jóvenes, una tendencia que desemboca en el indeferentismo religioso o en una visión humanística que excluye la religión, debido sobre todo a su preocupación por los problemas sociales.

12. Los revolucionarios tienden a identificar unilateralmente la fe con la responsabilidad social. Poseen un sentido muy vivo de servicio para con el prójimo, a la vez que experimentan dificultades en la relación personal con Dios trascendente en la expresión litúrgica de la fe. Dentro de estos grupos se da con más frecuencia una crisis de fe. En cuanto a la Iglesia, critican determinadas formas históricas y algunas manifestaciones de los representantes oficiales de la Iglesia en su actitud frente a lo social y en su vivencia concreta en este mismo orden.

II. Principios

13. En todos estos ambientes, la evangelización debe orientarse hacia la formación de una fe personal, adulta, interiormente formada, operante y constantemente confrontada con los desafíos de la vida actual en esta fase de transición.

Esta evangelización debe estar en relación con los "signos de los tiempos". No puede ser atemporal ni ahistórica. En efecto, los "signos de los tiempos", que en nuestro continente se expresan sobre todo en el orden social, constituyen un "lugar teológico" e interpelaciones de Dios.

Por otra parte, esta evangelización se debe realizar a través del testimonio personal y comunitario que se expresará, de manera especial, en el contexto del mismo compromiso temporal.

La evangelización de que venimos hablando debe explicar los valores de justicia y fraternidad, contenidos en las aspiraciones de nuestros pueblos, en una perspectiva escatológica.

La evangelización necesita, como soporte, de una Iglesia-signo.

III. Recomendaciones Pastorales

De carácter general

14. Es necesario animar, dentro de las élites, las minorías comprometidas, creando-en lo posible- equipos de base que hagan uso de la pedagogía de la Revisión de Vida, haciéndoles comprender al mismo tiempo que son apóstoles de su propio ambiente y estimulando, además, contactos con los demás grupos en la vida parroquial, diocesana y nacional. No se separe esta pastoral propia de las élites de la pastoral total de la Iglesia.

15. Procúrese que los sacramentos y la vida litúrgica, sobre la base de una relación personal con Dios y con la comunidad, tomen su sentido de sostén y desarrollo, en el amor de Dios y del prójimo, como expresión de comunidad cristiana.

16. En la formación del clero es preciso prestar mayor atención a este tipo de pastoral especializada, preparando- también mediante estudios profesionales y técnicos cuando fuere preciso- asesores especializados para estos grupos.

De carácter especial

17. Artistas y hombres de letras

  • a) Teniendo en cuenta el importante papel que los artistas y hombres de letras están llamados a desempeñar en nuestro continente-especialmente en relación a su autonomía cultural- como intérpretes naturales de sus angustias y esperanzas y generadores de valores autóctonos que configuran la imagen nacional, esta Conferencia Episcopal considera particularmente importante la presencia de la Iglesia en estos ambientes.
  • b) Tal presencia de la Iglesia deberá revestir un carácter de diálogo, ajeno a toda preocupación moralizante o confesional, en actitud de profundo respeto a la libertad creadora, sin detrimento de la responsabilidad moral.
  • c) La Iglesia latinoamericana deberá dar, en su ámbito propio, el debido lugar a los artistas y hombres de letras, requiriendo su concurso para la expresión estética de la palabra litúrgica, de la música sacra y de los lugares de culto.

18. Universitarios (estudiantes)

  • a) Ante la urgente necesidad de una efectiva presencia de la Iglesia en el medio universitario, esta Segunda Conferencia Episcopal ruega que se tenga en cuenta las recomendaciones prácticas de Encuentro Episcopal sobre pastoral universitaria realizado en Buga (Colombia) en febrero de 1967.
  • b) Del mismo modo, ruega a las Jerarquías locales mayor comprensión de los problemas propios de los universitarios, procurando valorar antes que condenar indiscriminadamente las nobles motivaciones y las justas aspiraciones muchas veces contenidas en sus inquietudes y protestas, tratando de canalizarlas debidamente a través de un diálogo abierto.
  • c) Teniendo en cuenta el hecho de que miles de jóvenes latinoamericanos estudian en Europa y América del Norte, el CELAM procurará, de acuerdo con la Jerarquía de esos países, proveer a la debida atención pastoral de los mismos cuidando, al mismo tiempo, de mantener viva en ellos la conciencia del compromiso de servicio para con sus países de origen.

19. Grupos económicos sociales

  • a) La experiencia demuestra que en el ámbito de estas élites es posible la creación de grupos y organizaciones especializadas, cuyas metas y metodología deben mantenerse en constante revisión a la luz del contexto latinoamericano y de la pastoral social de la Iglesia.
  • b) Sin subestimar las formas asistenciales de acción social, la pastoral de la Iglesia deberá orientar preferentemente a estos grupos hacia un compromiso en el plano de las estructuras socio-económicas que conduzcan a las necesarias reformas de las mismas.
  • c) La Iglesia debe prestar una atención especial a las minorías activas (líderes sindicales y cooperativistas) que en los ambientes rural y obrero están realizando un importante trabajo de concientización y promoción humana, apoyando y acompañando pastoralmente sus preocupaciones por el cambio social.

20. Poderes militares

  • Con relación a las fuerzas armadas, la Iglesia deberá inculcarles que, además de sus funciones normales específicas, ellas tienen la misión de garantizar las libertades políticas de los ciudadanos en lugar de ponerles obstáculos. Por lo demás, las fuerzas armadas tienen la posibilidad de educar, dentro de sus propios cuadros, a los jóvenes reclutas en orden a la futura participación, libre y responsable, en la vida política del país.

21. Poderes políticos

  • a) Deberá procurarse que existan entre la Iglesia y el poder constituido, contactos y diálogo a propósito de las exigencias de la moral social, no excluyéndose, donde fuere necesario, la denuncia a la vez enérgica y prudente de las injusticias y de los excesos del poder.
  • b) La acción pastoral de la Iglesia estimulará a todas las categorías de ciudadanos a colaborar en los planes constitutivos de los gobiernos y a contribuir, también por medio de la crítica sana dentro de una oposición responsable, al progreso del bien común.
  • c) La Iglesia deberá mantener siempre su independencia frente a los poderes constituidos y a los regímenes que los expresan, renunciando si fuera preciso aun a aquellas formas legítimas de presencia que, a causa del contexto social, la hacen sospechosa de alianza con el poder constituido y resultan, por eso mismo, un contrasigno pastoral.
  • d) La Iglesia, sin embargo, deberá colaborar en la formación política de las élites a través de sus movimientos e instituciones educativas.
  • e) Nótese, finalmente, que también en América Latina "con el desarrollo cultural, económico y social, se consolida en la mayoría el deseo de participar más plenamente en la ordenación de la comunidad política... La conciencia más viva de la dignidad humana ha hecho que... surja el propósito de establecer un orden político-jurídico que proteja mejor en la vida pública los derechos de la persona, como son el derecho de libre reunión, de libre asociación, de expresar las propias opiniones y de profesar privada y públicamente la religión".

 

[Documentos finales de Medellín. Medellín: Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Septiembre de 1968. Edición digital de José Luis Gómez-Martínez; para la presente edición digital se ha seguido la presentación de la edición en libro de Ediciones Paulinas.]
 

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© José Luis Gómez-Martínez
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