Repertorio de Ensayistas y Filósofos

Miguel Catalán González
 

"EL HOMBRE Y SU OBRA"

Por Luis Veres

Miguel Catalán González nace en la ciudad de Valencia el 29 de enero de 1958. Cursó los estudios de bachillerato en el Instituto Luis Vives. Catalán se matriculó en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Valencia en 1980. Se definió así por la filosofía, pero sin dejar de lado el aspecto expresivo de la escritura que después le llevaría a publicar varias novelas y libros de relatos de los que nos hemos ocupado en otros lugares y que han obtenido diversos galardones y conocido traducciones a otras lenguas.

El tránsito de la tradición intelectual germánica de Schopenhauer y Nietzsche de sus primeras lecturas a la anglosajona se produjo hacia 1983, cuando profundiza en la obra del autor pragmatista norteamericano John Dewey. En 1984 Catalán obtuvo la licenciatura en Filosofía Pura, y en 1991 el grado de doctor con una tesis titulada John Dewey y la superación del dualismo. Bajo la dirección del catedrático José Montoya y ante un tribunal formado por Jesús Ballesteros, Jesús Conill, Adela Cortina, Esperanza Guisán y Pérez de Tudela, la tesis resultante obtuvo la calificación de apto cum laude. Una versión reducida de aquel trabajo académico fue publicada más tarde, en 1994, por la editorial P.P.U. de Barcelona con el título de Pensamiento y acción. En las páginas de esta obra primera, y en especial en su toma de posición frente al pragmatista norteamericano, Catalán muestra ya rasgos del naturalismo ético que después será una constante de su trabajo. Tales rasgos se muestran tanto en el magisterio que autores como Ortega, Freud, Nietzsche, Mill o el propio Dewey han ejercido en el desarrollo de sus escritos, como en los artículos y libros inmediatamente posteriores a su doctorado. Entre los primeros cabe destacar "Consecuencias éticas del naturalismo deweyano" (Diálogo filosófico, XXIII (1992), pp. 183‑189) o "Cómo acabar con el fin último", Daímon, VI (1993), pp. 89-95); entre los segundos, Proceso a la guerra (Valencia: Alfons el Magnànim, 1997). En la misma dirección cercana al pensamiento práctico anglosajón pronto se adscribió a la Sociedad Iberoamericana de Estudios Utilitaristas, en cuyo órgano de expresión, Télos, viene colaborando desde entonces con regularidad.

Catalán ejerció su labor docente en diversos Institutos desde 1986, año en que aprobó las oposiciones como Profesor Agregado de Filosofía y Ética de Enseñanza Media. En 1998 paso de la enseñanza media a la superior al incorporarse como Profesor Titular a la Universidad Cardenal Herrera-CEU de Valencia, donde actualmente imparte clases de Pensamiento Político. Fue ya en la época de profesor universitario cuando comenzaron a aparecer sus libros más personales, como El sol de medianoche (2001), colección de noventa y nueve paradojas prácticas, aforismos más o menos breves dotados de una contundente concisión, como ha señalado José Montoya, las cuales muestran en su conjunto la sutil complejidad de la conducta humana, o El manuscrit cremat, un libro editado en 2000 en Barcelona que incorpora la paradoja de los límites de la comunicación. Ya en el primer título se destacan tres de las características de la escritura ensayística de Catalán, como son la penetración, la elegancia y el sentido del humor, tal como destaca el filósofo Fernando Rodríguez Genovés en la revista El Catoblepas:

Miguel Catalán ha reunido, en un breve pero intenso libro, 111 paradojas en forma de aforismos, de pensamientos concentrados, de partículas de saber, que expresan con ingenio, gran capacidad de observación y mucho humor, la naturaleza del pensar en estado naciente, casi conduciéndonos hasta el origen de la meditación, a la cuna de las ideas, allí donde se incuban las cogitaciones del hombre al objeto de invitar al lector a su posterior desarrollo [...] En la mejor tradición del ensayismo, El sol de medianoche, ofrece un listado de pensamientos compuestos con una escritura elegante» ("Paradojas a medianoche", El Catoblepas, XI (enero 2003), pp. 21-3).

 Con El sol de medianoche, Miguel Catalán consiguió en efecto aunar el artificio literario a la esencia de las contradicciones prácticas que rigen el mundo: la convivencia bajo el mismo techo del amor y el odio, los sueños incumplidos que se convierte en pesadillas, la separación definitiva o la muerte temprana como único expediente para seguir admirando a los héroes y maestros.

El primer libro, sin embargo, en que Catalán muestra de forma organizada su característico interés por las dimensiones filosóficas del error, la ignorancia, el autoengaño y la mentira es su Diccionario de falsas creencias (Barcelona: Ronsel, 2002), temas que van a ocupar sus libros sucesivos. Se trata de una compilación de las falsas atribuciones (el autor las denomina ideas de oído) vigentes en nuestra sociedad sobre los temas más variados: desde los apócrifos cuernos en los cascos vikingos a los efectos de la menstruación sobre el hilo de oro y desde los efectos de la luna sobre la conducta humana a las causas ocultas de la alopecia. La lectura del libro, como señala Alfonso Marco en las páginas de la revista para el fomento de la razón y la ciencia El Escéptico, provoca estados de ánimos cambiantes, de la indignación a la risa pasando por el estupor y la incredulidad. En su extenso prólogo cuyo valor ilustrativo fue ya elogiado por Francisco Candel en las páginas del diario Avui (10-7-2001, p. 17), Catalán nos da un atisbo de su teoría sobre la naturaleza el prejuicio, el error y la ilusión:

Una idea de oído viene a ser una contradicción en sus términos, al menos en sus términos etimológicos, pues la palabra `idea´ procede del ideín griego, que significaba `ver´, y su más adecuada traducción daría por tanto "aquello que es visto". Porque las ideas genuinas se buscan y, si hay suerte, se ven, pero no se oyen ni se las oye llegar como a las ideas de oído. Las ideas genuinas se tienen o se le ocurren a uno, en tanto las ideas de oído las recibe o le ocurren a uno. La metáfora griega de la visión insinúa las actividades de buscar, rondar y hallar con la mirada el objeto en cuestión y luego cogerlo con las manos para observarlo más de cerca. En cambio, la metáfora del oído aquí propuesta sugiere más bien la noción de hallarse invadido sin saberlo por un sonido ambiental que nos envuelve y domina; algo así como el intangible hilo musical de los grandes almacenes que se filtra en el ovillo de neuronas del cerebro mientras elegimos unas mercancías que ocupan toda nuestra atención. De ahí seguramente que un ilustre damnificado por las ideas de oído, Charles Darwin, denunciara con firmeza la "ceguera de la opinión preconcebida". Las ideas genuinas son intrínsecamente personales y más bien raras, porque la iniciativa y el derecho de admisión residen en el ocupadísimo uno mismo; más amplias y abundantes hasta el granel resultan, en cambio, las ideas de oído. Y es que oír sin escuchar, dejándose así invadir por el dulzón efluvio de las comunes suposiciones, resulta más descansado y agradable que salir a la intemperie en busca de escondidas evidencias o, lo que aún es peor, ponerse a pensar por sí mismo, esa labor que Ch. S. Peirce describió con toda la razón del mundo como intrínsecamente ingrata. Por todas estas razones las ideas de oído, que también podrían llamarse públicas, son mucho más frecuentes que las ideas personales.

Con los años he ido convenciéndome de que todos fatalmente hablamos más de oído de lo que creemos, y, sobre todo, más de cuanto estamos dispuestos a confesar. Ir a las cosas mismas —el imperativo filosófico de Husserl— es una tarea más ardua de lo que parece, y de ello dan buena prueba las razones que se emplean con frecuencia para probar una afirmación. "Lo han dado en las noticias de televisión"o"ha salido en la prensa"o"lo pone en un libro"no son argumentos tan risibles ni anómalos como pueda parecer a primera vista; por el contrario, la rutina mental de dar crédito a lo que se ha oído por el motivo y razón de haberse oído es universal y hunde sus raíces en tan hondos como diversos estratos antropológicos [...] [de ello]. También damos testimonio cada uno de nosotros: por poner algún ejemplo, sólo algunos insectólogos y los más finos observadores de la naturaleza hacen oídos sordos a la universal calumnia contra la cigarra. Pues sólo ellos saben que no existe el canto de la cigarra, que la cigarra atesora tantas virtudes domésticas como la hormiga y que nunca pudo pedir ayuda a la hormiga al llegar al invierno, pues a esas alturas del año las cigarras ya han perecido. Las ideas públicas compartidas por nosotros, los legos, contra la pobre cigarra (parece que, para mayor escarnio, son las propias hormigas las que devoran sus cadáveres en cuanto caen a tierra hacia las últimas semanas del verano) nos han llegado de Lafontaine, un fabulista de tantas cualidades poéticas como escasas aficiones campestres: un fabulista fabulador, quiero decir.

Para saber a ciencia cierta que los cisnes no exhalan un hermoso canto antes de morir sería asimismo preciso poco menos que tener un cisne en casa, o al menos asegurarse de que estaremos a su lado cuando le llegue la agonía, como cuenta Neruda que hizo con un cisne del lago Budi, en Chile. No es, pues, tan extraño que Ortega [...] creyera a pie juntillas que la palabra ‘cesárea’ procedía del accidentado nacimiento de Julio César. [...] Para liberarse con integridad y certeza de este encantador sonido ambiental que son las ideas de oído uno debería interrumpir la conversación con los amigos cada pocos segundos a fin de consultar la última biografía crítica del personaje aludido, la monografía histórica sobre el hecho mencionado, el manual de instrucciones, el tratado técnico, el último número de Scientific American o el tratado de botánica [...] Y tampoco conviene poner a prueba la lealtad de los amigos haciendo que su cena se enfríe cada vez.

Como antes señalábamos, desde los últimos años del siglo XX el principal ámbito de meditación y análisis filosófico de Catalán se ciñe en torno a un ambicioso proyecto de investigación titulado "Seudología", del que el Diccionario de falsas todavía no forma parte en sentido estricto. Con el rótulo general de Seudología Catalán hace referencia a todas las realidades teóricas y prácticas vinculadas al engaño y la mentira; una vasta red de experiencias, usos y sistemas donde se entrecruzan los resultados de diversas ciencias humanas. Este tratado de Seudología encierra un amplio proyecto filosófico que trata de desentrañar de forma sistemática los distintos mecanismos interactivos de disimulo y simulación que impregnan la presencia humana en el mundo. Y sobre todo Catalán se adentra en la mentira como sistema de subsistencia cotidiana: estamos tan acostumbrados al hecho de que el hombre miente que ya no creemos en la verdad.

El primer volumen del tratado apareció en 2004 con el título de El Prestigio de la lejanía (Barcelona: Ronsel). Esta obra se ocupaba del problema del autoengaño; es decir, de la ilusión más o menos interesada en deformar la realidad por intereses que quedan ocultos o semiocultos al propio sujeto. El tema del volumen lo constituye la relación oblicua del sujeto consigo mismo. Un artículo de 1995 que ya llevaba el mismo título, "El prestigio de la lejanía", El Basilisco, XVIII, pp. 53-57, puede considerarse el primer texto que denota el interés de Catalán por la seudología. En cuanto al libro propiamente dicho, el original de El prestigio de la lejanía obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Juan Gil-Albert, de la Ciudad de Valencia, en 1998. Tras diversas vicisitudes editoriales, el libro apareció por fin en el mercado en 2004, a cargo de la editorial Ronsel (Barcelona).

El prestigio de la lejanía. Ilusión, autoengaño y utopía, título completo del volumen inaugural de Seudología, emprende un detallado análisis de la ilusión y el autoengaño como procesos psíquicos específicos de la especie humana. Desde una perspectiva intelectual en parte psicoanalítica y en parte pragmatista, Catalán abordaba los distintos modos en que el hombre tiende a caer, casi de forma fatal, en las falsedades fabricadas por su propio pensamiento, en especial cuando se enfrenta a una realidad hostil o, simplemente, indiferente. Surgen de este modo la falsa autobiografía, la idealización de los países lejanos, pero también el embellecimiento del pasado y la anticipación optimista de los sucesos futuros. En un plano más complejo, promueve la creación de utopías, aquellos lugares demasiado hermosos para ser verdad donde la frustración del sujeto se apacigua y termina por extinguirse, siempre de forma imaginaria a través de la escritura de compensación, para dar lugar a una "isla del pensamiento".

Los espacios literarios también responden, en El prestigio de la lejanía, a esa necesidad de mentiras necesarias para sobrevivir en medio del dolor que implica la vida. América, el buen salvaje y el mito del habitante originario del Nuevo Mundo, cuestiones que se fabrican en el S.XVI con Bartolomé de las Casas y que perduran hasta la actualidad con puntales intermedios en Rousseau, Voltaire o los poetas románticos del S. XIX, entroncan en esta perspectiva de creación de utopías que no apuntan sino a la necesidad de apartar la vista de la realidad cotidiana. El prestigio de la lejanía recorre estos temas con un estilo que aúna elegancia y erudición, y para ello recurre con frecuencia a la tradición literaria y filosófica, sobre las cuales manifiesta un amplio dominio. El libro representa un aldabonazo sobre la conciencia de una sociedad en que las apariencias fingidas ocupan el centro de atención de la mayoría.

Saludado en su día por José Luis Villacañas como "un ensayo necesario"para la reconciliación de los intelectuales con la realidad (El Mundo, suplemento Valencia, 22-II-1999, p. 2), El prestigio de la lejanía fue votado como uno de los mejores ensayos publicados en España durante el año 2004 por el crítico de El Cultural del diario El mundo Jaime Siles.

El segundo volumen de Seudología apareció al año siguiente, en 2005, con el título de Antropología de la mentira. Este libro, que emprende un análisis genérico del engaño desde un punto de vista antropológico, obtuvo como inédito el Premio Alfons el Magnànim de la Diputación de Valencia en la modalidad de ensayo correspondiente al año 2001, y fue publicado en 2005 por el editor Mario Muchnick (El Taller de Mario Muchnik, Madrid). Una vez publicado, el libro obtuvo un segundo premio, el de la Crítica Valenciana, en el apartado de ensayo correspondiente al año 2004.

Antropología de la mentira pone en juego desde el principio un buen número de ideas concernientes a la relación del hombre con el engaño. En su brillante comienzo, el universal repudio de la mentira (en las religiones y en los sistemas morales, pero también en las autodescripciones del actor social) no viene a ser sino la confirmación en negativo de la universalidad del engaño. Desde un punto de vista, los conocidos "yo nunca miento" o "lo que más odio es la mentira" no vienen a ser sino un medio para reforzar el crédito de nuestras afirmaciones, pues dicho repudio es sólo aparente: todos los humanos mentimos hasta el punto paradójico de que cuando alguien dice la verdad suele pasar por mentiroso. Según Catalán, para el hombre de carne y hueso la mentira funciona como un verdadero supuesto comunicativo, tal como demuestran las coletillas "francamente", "a decir verdad" o "con la mano en el corazón" entre muchas otras, y esto en base a la importancia que el engaño ha tenido, en sus vínculos con la imaginación, la memoria o la capacidad estratégica, en el desarrollo evolutivo de la especie: "No sólo las habilidades para el disimulo, el camuflaje o el simulacro fueron practicadas por nuestros ancestros homínidos, tanto con intención defensiva como agresiva, sino que favorecieron el desarrollo de la inteligencia, el lenguaje y la libertad de acción hasta hacer del hombre el complejo y contradictorio ser que hoy conocemos".

La esfera del engaño, siendo amplísima en la interacción humana, no es sin embargo privativa de nuestra especie, contra lo tradicionalmente creído. Desde el nivel más bajo de los mimetismos no intencionales hasta el análisis de esos verdaderos "reyes del fingimiento" que son los chimpancés, capaces no sólo de engañar por interés o mera diversión, sino hasta de contraengañar a sus congéneres, Catalán da un amplio repaso a las tretas y ardides del mundo animal. En lo referente a nuestra especie, a los tres años de edad los humanos ya desviamos la atención a fin de evitar el castigo de nuestros progenitores. A partir de la conciencia del efecto de nuestros actos de habla sobre los demás, es decir, a partir de la conciencia de la potencialidad perlocucionaria del lenguaje, el hombre se ve obligado a mentir y a moderar sus aseveraciones, pues su significado depende de la interpretación del interlocutor. Catalán cita a K. Reardon:

"Cada vez que abrimos la boca, nos arriesgamos a un posible rechazo de nuestro mensaje y/o de nosotros mismos. Debido a esa razón, [...] prestamos mucha atención a la imagen que estamos transmitiendo, y nos protegemos de atribuciones indeseables negando, acumulando actos, razones… para aminorar el efecto y la impresión que pueden provocar nuestros mensajes. Elegimos nuestras respuestas en términos de conducta sabiendo que no pasarán desapercibidas y que serán interpretadas".

Antropología de la mentira transita los campos de conocimiento de la antropología filosófica y cultural, así como la psicología evolutiva, recurriendo con frecuencia a la tradición literaria y filosófica, pero también al análisis del mito; de especial interés en este sentido es la exploración, desde el punto de vista del ocultamiento, de los mitos antropogónicos del Jardín del Edén y de la rebelión de Prometeo. El libro, algo menos extenso que El prestigio de la lejanía y con un lenguaje quizá más accesible al lector común, deja la puerta abierta en su último capítulo al tema del secreto íntimo que se trataría en el siguiente tomo.

El volumen III de Seudología se titula Anatomía del secreto, y obtuvo como inédita el Premio Internacional de Ensayo Juan Gil-Albert en el año 2007. Anatomía del secreto (Madrid: Taller de Mario Muchnik, 2008) parte de la proscripción del secreto como elemento que desliga a los individuos de la masa social. El mito de Prometeo sirve para ilustrar que el secreto es advertido por el resto de la sociedad como una amenaza, ya que puede suponer una contravención de sus normas y tradiciones. Todo secreto supone una infracción a la norma y por ello desde Roma ha existido una censura de la actividad privada cuando esta desafía el dictado normativo. El secreto, de este modo, se legitima para los individuos en una defensa del yo íntimo frente a la opresión o coacción del grupo.

Anatomía del secreto toma en cuenta para su análisis de la intimidad diversos saberes sociales, desde la proxémica a la sociología de la vida cotidiana. Catalán mantiene que el secreto del individuo ante el grupo surge hace 20.000 años con la emergencia del domicilio particular. El secreto se convierte en la salvaguarda de la honradez, ya que oculta la existencia de conductas reprobables en la familia o en el grupo que "nada tiene que esconder". El grupo social, a través de sus diversas instituciones, combate el secreto individual mediante el control informal a través de las habladurías, pero también, cuando se presume más peligroso, mediante la amenaza, el chantaje, la delación, el interrogatorio, el juramento, la ordalía o la tortura. Es en la autodefensa ante todas estas estrategias donde el secreto encuentra su legitimidad, según los postulados de Henry Sidgwick. Bastan ejemplos cuasiutópicos de anulación del secreto personal como los panópticos concebidos para las prisiones o algunos reales como los campos de concentración nazis o las prisiones estalinistas.

De este modo la propuesta final del libro parece tomar el ejemplo del pensamiento de Stuart Mill ofrecido en Sobre la libertad: la sociedad moderna alcanza su madurez cuando la mayoría acepta, mediante un acto de autolimitación de su labor inquisitiva, el hecho de que la sociedad en su conjunto gana más dejando vivir a cada uno en la esfera personal según sus deseos que interfiriendo en ella. El bienestar del grupo depende, de esta manera, del bienestar individual.

El volumen IV de Seudología apareció en 2012 con el título de La creación burlada (Madrid: Verbum). Esta obra escrita con grandes dosis de amenidad y erudición obtuvo el Premio de la Crítica Valenciana. Partiendo de la mitología y la historia de las religiones, así como de la psicología del desarrollo y de la moderna filosofía idealista, Miguel Catalán estudia la sospecha humana del engaño metafísico de los poderes superiores que habría llevado a los dioses a fingir o crear un mundo irreal con diversos fines. El autor resume así esta obra en su prefacio:

El cuarto volumen de Seudología que el lector tiene en sus manos trata sobre la ilusión del cosmos y el fraude de la vida. Estas dos nociones han expresado desde antiguo el miedo de los hombres a verse engañados por las fuerzas sobrenaturales.

Nacido a partir de la experiencia, tan penosa como universal, del niño que descubre por vez primera la mentira de los adultos, el temor a la falsedad del mundo y el fraude de la vida no es antiguo ni moderno, oriental ni occidental, sino de todo tiempo y lugar. Ya aparece en la época homérica, cuando los griegos juzgan la guerra de Troya un espectáculo sangriento producido por los dioses olímpicos para su recreo; también en la batalla que Arjuna debe librar contra sus borrosos parientes en el Bhagavad-Gita; en los mitos platónicos de la Caverna o del guerrero Er, en la Gran Ilusión budista, en la Falsa Creación del universo de los gnósticos alejandrinos, en el Teatro del mundo de los autores barrocos y en las producciones audiovisuales El prisionero, Matrix o El show de Truman.

Quienes perpetran este engaño primordial pueden ser los crueles dioses o el demiurgo malévolo, las inteligencias artificiales o la propia naturaleza que dispone un velo ofuscador ante los ojos de los mortales.

En el capítulo I, "Leyendas microbianas del hombre burlado", Catalán recrea diversos relatos y leyendas de las más lejanas mitologías que nos hacen comprender hasta qué punto las culturas escritas más diversas han mostrado el tema de los dioses y otros poderes numinosos que engañan a los hombres con portentos, simulaciones y prestigios que vienen a ponerlo en el lugar subordinado de la creación del que él no deja de intentar escapar.

Los capítulos II y III muestran el desarrollo psíquico en el niño de la sospecha según la cual el mundo entero, o bien alguna de sus porciones más aparentemente reales, no es sino un campo de ilusiones, y lo pone en relación con la experiencia de los engaños que efectivamente llevan a cabo sobre los infantes sus padres o tutores. Aquí cuentan las figuras inventadas para asustarlo con el fin de que sea obediente, los consuelos falaces ante la muerte de los seres o animales queridos y las falsas promesa con los más diversos fines. En concreto la pérdida de la inocencia se estudia en el capítulo III, "Del encanto al desencanto". Miguel Catalán hace una fenomenología de este proceso. Como explica el autor en esas páginas, la primigenia confianza absoluta en los padres produce, al derrumbarse, justo su contrario: una desconfianza radical.

En el capítulo IV, "La voluntad oculta tras el desencanto", Catalán explica la tendencia humana a personalizar los procesos naturales más complejos, como cuando decimos que "una escalera no quiere tenerse" o "el reloj se detiene", y, por tanto, a atribuir el desencanto a una voluntad que lo burla o escarnece en términos personales, objetivando así en una voluntad superior engañadora los desengaños de su existencia.

El capítulo V, "El engaño natural", uno de los más sorprendentes del libro y del tratado, se estudia el engaño que los hombres atribuyen a la naturaleza. Catalán va trenzando esta especie de tradición de la perplejidad con los hilos de la primera filosofía griega, la iconografía renacentista y barroca y la psicología de la percepción moderna. Aplica para ello un análisis de gran calado a dos temas apasionantes como son el del engaño tras la belleza y la atracción sexual, y el del engaño natural tras la reproducción y muerte, íntimamente relacionadas desde el punto de vista biológico.

El capítulo VI y último, "El engaño sobrenatural", Miguel Catalán aborda una tipología de la divinidad opaca. Es así como va desplegando las varillas de un abanico inesperadamente grande y complejo: los dioses tácitos, los ociosos, los escondidos; los demiurgos malvados o ineptos, las deidades falaces y ofuscadores; los señores prudentes del cielo que no quieren hacer daño a sus criaturas contándoles la inevitable verdad de su existencia, la mano oculta del destino que castiga con la desorientación a los orgullosos, el velo de Maya. También analiza la vida como juego de los dioses o como teatro del mundo, como olvido y como sueño.

El volumen V de Seudología, titulado La sombra del Supremo, fue publicado por la editorial Siruela en 2015, y representa la continuación del anterior en un sentido muy directo, pues aplica la misma sospecha de engaño metafísico, pero no a los múltiples dioses del paganismo como hacía La creación burlada, sino al Dios único de las religiones del libro, del deísmo y del teísmo. Las palabras del prefacio sirven también para nuestro propósito sintetizador de la obra:

La sombra del Supremo se adentra en la única contingencia que Occidente no puede admitir: que el engaño provenga de Dios. No ya del artero enemigo que tras la caída de Lucifer campa por la tierra, tampoco del azar o la necesidad, ni siquiera de la naturaleza oculta tras los fenómenos, sino directa y llanamente de la Causa Primera: de la voluntad original del Hacedor. Desde el Deus Prudens o Dios Sabio que por compasión oculta la verdad a los humanos al Creador que finge el mundo con un bostezo provocado por el tedio de su soledad; desde el Yahveh que envía al diablo o la serpiente para que engañe a sus criaturas con sutiles celadas al Theos Agnostos o Dios Desconocido que permite al demiurgo levantar un universo infame, la falsedad del mundo sería solo la sombra inevitable del Supremo.

En el primer capítulo de La sombra del Supremo, "Dios de verdad", Catalán enfoca su lente a la postulación de Yahveh como el primer Dios veraz de la historia de las religiones. Las tres religiones del Libro aparecen caracterizadas como "de la fe" debido a que se fían de la palabra del Creador. La palabra emunah implicaría la confianza ontológica que dará lugar, al pasar por el cristianismo y su identificación de Cristo con la única verdad y a la teoría iluminativa de San Agustín, al Ser Supremo abstracto y veraz que prevalece sobre los espíritus particulares, algunos bromistas y otros taimados, de las civilizaciones paganas. Sin embargo, Catalán nos advierte pronto de las diversas aristas seudológicas del Dios judeocristiano al señalar su dimensión de Deus absconditus, el secreto de su nombre y de sus atributos y el influjo engañador de un Yahveh que promueve profecías erróneas o confunde a los hombres de distintas maneras y con diferentes propósitos. También en los evangelios gnósticos, que se dirigen sólo a los sapientes o sectarios, y en los canónicos, especialmente el de Juan, aparece un Dios falaz y secretista que sólo confía su verdad a unos pocos o disemina pistas falsas, caracteres que heredará la divinidad islámica a través de su heraldo el ángel Gabriel y de su amanuense Muhammad.

El capítulo II, "Del Dios falaz al diablo embustero", Catalán alude a la necesidad de explicar la mentira del mundo una vez Dios se afianza como el único Creador amante de sus hijos. La pregunta es: "¿De dónde sale la mentira si sólo hay un Dios único, bueno y confiable". El capítulo estudia la tesis justificativa de que en esas condiciones no puede existir la mentira sino en apariencia, y que todas las cosas que existen son verdaderas, quedando así el engaño como una suerte de no-ser, como una mera privación de lo bueno (privatio boni). También despliega la tesis de que el engaño no fue querido por Dios, sino sólo una especie de degradación involuntaria de su propia potencia, una decoloración del ser hacia la sombra o el vacío que fue anunciada por el emanatismo de Plotino y luego desarrollada por el pensamiento cabalístico judío. Según esta tesis adepta a la bondad de Dios, el Único no quiere la sombra porque el hecho mismo de querer desmentiría su perfección, sino que la sombra se deriva necesariamente de su Luz. La negrura del mundo sería así una consecuencia de la Luz divina. El logos spermatikós de los estoicos ya explicaba el mundo como un amoroso derramamiento germinal del Ser Supremo que sale de sí para crear lo otro. En este punto Catalán adapta al tema seudológico el llamado Dilema de Epicuro: Si Dios es bueno y omnipotente, entonces ¿cómo explicar el mal? O bien Dios quiere que haya mal, o bien no quiere que haya pero no puede evitarlo. El primer supuesto contradice su bondad; el segundo, su omnipotencia. En ese punto es cuando entra en escena el Diablo. "En un universo creado por el buen Padre omnipotente, la simulación ya sólo puede explicarse por el Demonio; a él le cabe el honor de haber fecundado el engaño" (p. 62). El capítulo II estudia las relaciones entre Dios y el Demonio, tanto en su antagonismo como en la subordinación del segundo al primero.

Los capítulos III y IV del libro,"Dios único ante la verdad"y"Dios más fuerte que la verdad", extraen las conclusiones de lo tratado en los dos primeros, y estudia el tema del velo impuesto por el Único Creador a sus criaturas por diversas razones. Catalán trata el tema de la confusión deliberada que Dios impone en la percepción humana, tanto de las cosas físicas que nuestro aparato perceptor nos hace ver o sentir distintas de como son, cuanto de las espirituales que nos atraen con falsos prestigios, a partir del estudio de la obra de tres originales pensadores de la tradición cristiana: Duns Scoto, Guillermo de Ockham y René Descartes.

En el capítulo V, "El Demonio como máscara de Dios", el Malo no se ofrece como el Antagonista del Dios heredado de los dualismos orientales, sino como "un fiel sirviente enviado por el Padre Eterno para probar mediante engaño la fidelidad de sus criaturas" (p. 128). Diversos pasajes del Antiguo Testamento sirven para exponer esta figura: la historia de Job en que el Tentador recibe el permiso de Dios para probar la virtud del santo varón y el propio episodio de la Caída, cuya serpiente fue descrita por Nietzsche como un disfraz del Divino Jardinero para poner a prueba la obediencia de los Primeros Padres. El libro concluye con las conjeturas de la secta gnóstica de los ofitas (de ofis o serpiente), que daban a la serpiente un papel benéfico en la Historia Sagrada al hacerles recordar a Adán y Eva la chispa divina que albergaban en su interior. Los ofitas verán en la sierpe a la oruga de la Diosa Razón colgando del árbol del conocimiento para poner ante los hombres encerrados en ese jardín de fieras prehumanas que es el Paraíso el hecho de que son hijos del verdadero Dios desconocido y no del oscuro Yahveh creador del mundo.

El sexto volumen del tratado Seudología se titula Ética de la verdad y de la mentira y fu publicado por la editorial Verbum (Madrid) en 2015. Su tema está expuesto en el prólogo con estas palabras:

Tras indagar en los volúmenes previos de Seudología las huellas del engaño en dominios más generales de las ciencias humanas, hemos llegado al terreno concreto de la ética. Algunas víctimas ya se dejaron oír en entregas anteriores lamentando las trampas y astucias sufridas a manos de los embusteros, pero sólo aquí nos ocuparemos por primera vez de la pregunta: ¿es moralmente legítimo mentir? Y, si lo es, ¿bajo qué circunstancias?

Si Immanuel Kant asentó en su Lógica que todo el mundo debía preguntarse al menos una vez en la vida cómo debía actuar, por el mismo motivo deberíamos preguntarnos alguna vez cuándo debemos decir la verdad. En este libro examinaremos la licitud de la mentira, esa afirmación de lo que creemos es falso con la intención de engañar a otro.

El libro expone en sus primeros cuatro capítulos una genealogía de la doctrina del rigorismo en virtud del cual toda mentira es perniciosa con independencia de sus intenciones y efectos. Según el autor, esta doctrina es dependiente de una mentalidad cultural y religiosa caracterizada por el culto a la verdad. Si la mentira es considerada con frecuencia en nuestra civilización un vicio capital sólo comparable a los peores crímenes, el asesinato o el robo, se debe según Catalán a que antes fue una prohibición religiosa:

La prohibición taxativa de mentir aparece por primera vez en los preceptos negativos de las viejas religiones. Y no de modo fugaz ni casual, pues, como tendré oportunidad de mostrar más adelante, el actual horror teórico a la mentira no es sólo la otra cara del culto a la Verdad, sino el vástago heredero del viejo horror mendacii o terror espiritual al pecado contra la Verdad. Por debajo de nuestras ideas personales siguen fluyendo las creencias y hábitos mentales colectivos, entre ellos el del vínculo de la mentira con la muerte. El esquema dualista moral-religioso en virtud del cual la Verdad de Dios que lleva a la vida eterna se opone de forma irreconciliable a la falsedad del Demonio que arrastra al abismo sigue tan vivo como siempre no obstante haberse desprendido de sus viejos ropajes teológicos.

Catalán va trazando especialmente en el capítulo II la historia de la veracidad obligatoria, cuyo origen encuentra en la antigua religión irania de Zarathustra, profeta que expuso en el Zend Avesta (s. VI a. C.) su cosmología moral que enfrenta al Espíritu del Bien, caracterizado por la veracidad, con el espíritu del Mal, caracterizado por la falsedad. Quien siguiera al primero obtendría tras la muerte las bendiciones celestiales; quien siguiera al segundo, la oscuridad eterna. Esta doctrina influyó en buena medida en la religión de los hebreos que luego daría forma a la cristiana debido a que el pueblo judío vivió bajo dominio persa durante más de dos siglos, entre el sexto y el cuarto a. C. El principal elemento de esa influencia sería "la combinación de un Dios creador único, el Señor de la Luz o Sabio Señor (Ahura Mazda) con un dualismo cósmico, moral y religioso que contrapone la Verdad y la Mentira de forma absoluta e imperativa".

Así expone Catalán el núcleo de su tesis sobre el profundo efecto histórico de esa doctrina sobre nuestra valoración actual de la veracidad y la falsedad:

En la historia de la veracidad a ultranza que quedará aquí trazada por primera vez, quien antes que nadie exigió la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad para todo tiempo y lugar fue la religión revelada. Gracias a sucesivas metamorfosis, esta se transformará en teología moral y luego ésta en una ética laica más tarde diluida en las ciencias humanas particulares.

La absolutización de la verdad refleja ya en los orígenes del cristianismo el sol oriental del orden iranio bajo un Dios único que transmite la Verdad absoluta a los hombres y que, sin embargo, tiene enfrente a un único opositor, el Espíritu Maligno. En este dualismo soterrado bajo el monoteísmo cristiano, el Diablo es Padre de la Mentira, como lo define San Juan, aunque Dios sea no obstante el Padre de todo. Tal aparente contrasentido reproduce la transición de Ahura Mazda a Ahrimán y se aclara cuando levantamos la piel monista del cristianismo para examinar su carne dualista irania: el Dios solar es el Padre de la verdad y el nocturno Espíritu Maligno, el padre de la mentira. Sea bajo la forma subrepticia dualista o bajo la forma canónica monista, quien miente en esta estructura simplificada, tan lejana de la pluralidad de dioses y opiniones del mundo pagano, es secuaz o hijo del Diablo. De ahí todavía el estremecimiento actual tan común a verse relacionado con cualquier forma de falsedad. Sometidos a este drama universal de los principios espirituales en guerra cósmica, los hombres carecen de capacidad para distinguir o formar la verdad por sí mismos. Dios los conduce a la verdad y el diablo los arrastra a la mentira: "Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad". Los hombres buscan la verdad y la salvación en la oscuridad del mundo, pero sólo la alcanzarán si Dios los santifica con su Palabra. En la Oración de Jesús del Evangelio de San Juan, Cristo pide al Padre que guarde a sus discípulos cuando él ya no esté con ellos: "Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad".

En la tradición oriunda de Jerusalén, sólo Dios encarnado en Cristo es la Verdad que lleva a la vida eterna: Ego sum via, veritas et vita. La verdad no importa en sí misma, sino sólo como medio (vía) para la salvación. La palabra "luz" aplicada a la verdad debe entenderse sólo como luz zoroástrica de salvación en contraste con las tinieblas de la pudrición. Para entender mejor que la verdad es sólo el camino hacia la vida debemos sustituir la palabra "verdad" por "certeza". En el fondo no es la verdad de esta o aquella afirmación concreta, sino la certeza en la salud inmortal de nuestra alma lo único que importa para la doctrina de la Salvación cristiana. Pues sólo siguiendo la verdad de Dios, como hace el ashavan iranio, y apartándonos de la mentira diabólica podremos alcanzar el bien más preciado, la vida eterna.

Catalán expone en los capítulos tercero y cuarto del libro todas las dificultades y vías ciegas del rigorismo de la veracidad, tanto teóricas como prácticas, entre las cuales se cuenta la imposibilidad de su aplicación a la vida en común y sus consiguientes derivaciones hacia la hipocresía o la falsificación de la realidad. En esta visión crítica destaca su análisis de las obras de Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Kant, Fichte, Habermas y Apel, entre otros.

En el capitulo V del libro Catalán propone superar todas las dicotomías del rigorismo expuestas en los capítulos precedentes y expone su teoría normativa naturalista de la veracidad:

La tesis normativa que propongo en adelante dice así: la mentira es buena o mala dependiendo de la intención con que mentimos y de las consecuencias previsibles del engaño. Podemos, en efecto, superar todas las antinomias y contradicciones de la doctrina rigorista de la veracidad utilizando esta regla que combina la intención del acto con sus efectos. Contra el fetichismo de la verdad, debemos simplemente admitir que la mentira es en sí misma tan poco moral o inmoral como el chip, la imprenta o el propio lenguaje; es el uso que hagamos de ella el que determinará su valoración moral. Uno puede disfrazarse, como el doctor Mabuse en la novela de Thea von Harbou, para arruinar con engaño a los hombres de buena fe, y entonces su mentira es mala, o uno se puede disfrazar, como el fiscal von Wenk, para desenmascarar al doctor Mabuse, y entonces su mentira es buena. La cualificación ética de ambas falsedades es diametralmente opuesta. Y no existe ningún punto de vista moral superior o privilegiado que comprenda o unifique ambas mentiras de suerte que ambas pueden recalificarse en última instancia como malas.

En el último capítulo, "La sabiduría de la vida frente al rigor de la verdad", Catalán presenta su teoría naturalista y su crítica al rigorismo de la veracidad a través de la novela El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cuyo protagonista representa "la metáfora de la vida como milicia paulina contra el mal, el desorden y la mentira, encarnada en ese arquetipo de guerrero santo o soldado de Cristo que es el caballero cristiano representado por el Quijote"

El autor ha anunciado la publicación en los próximos años de los tomos dedicadas a la mentira política, del séptimo al undécimo; este último marcaría el meridiano de una obra cuyo plan consta de veintidós volúmenes.

El conjunto del tratado seudológico, pues, se dibuja como una teoría consistente sobre las relaciones humanas partiendo del eje verdad / mentira, un par de conceptos a partir de los cuales el autor atraviesa de forma multidisciplinar los contenidos de la mitología y la historia de las religiones, la experiencia literaria y los resultados de las ciencias y los saberes contemporáneos.

Al margen de su labor como pensador y escritor, Catalán ha ejercido labores de traducción de textos tanto filosóficos como literarios. Ha vertido al español "Literary Ethics", de Ralph Waldo Emerson ("Ética literaria", Caracteres literarios, II (1999), pp. 83-99), así como Sur la lecture de Marcel Proust, y Sesame and Lilies de John Ruskin. Estas dos últimas versiones se encuentran en el volumen John Ruskin /Marcel Proust, Sésamo y lirios / Sobre la lectura, publicado por la Universidad de Valencia en 2003. En 2010 tradujo una antología de pensamientos del escritor estadounidense Ambrose Bierce (La mirada cínica, Madrid: Sequitur, 2010), y en años posteriores otras antologías de Karl Kraus (La tarea del artista, Casimiro: 2011), Friedrich Nietzsche (Ilusión y verdad del arte, Madrid: Casimiro, 2013) o John Ruskin (Imitación y verdad, Madrid: Casimirom, 2014). El interés teórico de Catalán por el hecho y la tarea de la traducción se ha reflejado en su estudio "Alquimia y paradoja de la traducción" (Debats, XCII (Primavera de 2006), pp. 71-4). El autor también ha publicado entrevistas con filósofos como Richard Rorty, Thomas Mc Carthy o Javier Muguerza y escritores como Vladimir Tolstoi, Jean Chalon o Francisco Brines en diversas revistas especializadas.

Para concluir con alguna referencia a los reconocimientos por la labor investigadora de Miguel Catalán, esta obtuvo en 2005 el Premio Ángel Herrera de investigación a su tarea desarrollada en el periodo 2002-2004, y en 2014 su trabajo sobre la ética de la veracidad, que daría lugar a Seudología VI, fue premiado con el Premio Juan Andrés de Ensayo e Investigación en Ciencias Humanas. Este último fue concedido en su quinta edición por el Grupo de Investigación Humanismo-Europa, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante.

Por último, su actividad como conferenciante tanto de temas vinculados a sus libros más filosóficos sobre verdad y mentira como los relativos a las ciencias de la información y de la comunicación le han llevado a exponer sus ideas en diversos foros nacionales e internacionales.

Luis Veres
Octubre 2006
Actualizado: Septiembre 2015

 

© José Luis Gómez-Martínez
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