Miguel Catalán
González
"EL HOMBRE Y SU OBRA"
Por Luis Veres
Miguel Catalán González nace en la ciudad de
Valencia el 29 de enero de 1958. Cursó los estudios de
bachillerato en el Instituto Luis Vives. Catalán se matriculó en
la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la
Universidad de Valencia en 1980. Se definió así por la
filosofía, pero sin dejar de lado el aspecto expresivo de la
escritura que después le llevaría a publicar varias novelas y
libros de relatos de los que nos hemos ocupado en otros lugares
y que han obtenido diversos galardones y conocido traducciones a
otras lenguas.
El tránsito de la tradición intelectual
germánica de Schopenhauer y Nietzsche de sus primeras lecturas a
la anglosajona se produjo hacia 1983, cuando profundiza en la
obra del autor pragmatista norteamericano John Dewey. En 1984
Catalán obtuvo la licenciatura en Filosofía Pura, y en 1991 el
grado de doctor con una tesis titulada John Dewey y la
superación del dualismo. Bajo la dirección del catedrático
José Montoya y ante un tribunal formado por Jesús Ballesteros,
Jesús Conill, Adela Cortina, Esperanza Guisán y Pérez de Tudela,
la tesis resultante obtuvo la calificación de apto cum laude.
Una versión reducida de aquel trabajo académico fue publicada
más tarde, en 1994, por la editorial P.P.U. de Barcelona con el
título de Pensamiento y acción. En las páginas de esta
obra primera, y en especial en su toma de posición frente al
pragmatista norteamericano, Catalán muestra ya rasgos del
naturalismo ético que después será una constante de su trabajo.
Tales rasgos se muestran tanto en el magisterio que autores como
Ortega, Freud, Nietzsche, Mill o el propio Dewey han ejercido en
el desarrollo de sus escritos, como en los artículos y libros
inmediatamente posteriores a su doctorado. Entre los primeros
cabe destacar
"Consecuencias éticas del naturalismo deweyano" (Diálogo filosófico,
XXIII (1992), pp. 183‑189) o "Cómo acabar con el fin último",
Daímon, VI (1993), pp. 89-95); entre los segundos,
Proceso a la guerra
(Valencia: Alfons el Magnànim, 1997). En la
misma dirección cercana al pensamiento práctico anglosajón
pronto se adscribió a la Sociedad Iberoamericana de Estudios
Utilitaristas, en cuyo órgano de expresión, Télos, viene
colaborando desde entonces con regularidad.
Catalán ejerció su labor docente en
diversos Institutos desde 1986, año en que aprobó las
oposiciones como Profesor Agregado de Filosofía y Ética de
Enseñanza Media. En 1998 paso de la enseñanza media a la
superior al incorporarse como Profesor Titular a la Universidad
Cardenal Herrera-CEU de Valencia, donde actualmente imparte
clases de Pensamiento Político. Fue ya en la época de profesor
universitario cuando comenzaron a aparecer sus libros más
personales, como El sol de medianoche (2001), colección
de noventa y nueve paradojas prácticas, aforismos más o menos
breves dotados de una contundente concisión, como ha señalado
José Montoya, las cuales muestran en su conjunto la sutil
complejidad de la conducta humana, o El manuscrit cremat,
un libro editado en 2000 en Barcelona que incorpora la paradoja
de los límites de la comunicación. Ya en el primer título se
destacan tres de las características de la escritura ensayística
de Catalán, como son la penetración, la elegancia y el sentido
del humor, tal como destaca el filósofo Fernando Rodríguez
Genovés en la revista El Catoblepas:
Miguel
Catalán ha reunido, en un breve pero intenso libro, 111
paradojas en forma de aforismos, de pensamientos
concentrados, de partículas de saber, que expresan con
ingenio, gran capacidad de observación y mucho humor, la
naturaleza del pensar en estado naciente, casi
conduciéndonos hasta el origen de la meditación, a la cuna
de las ideas, allí donde se incuban las cogitaciones del
hombre al objeto de invitar al lector a su posterior
desarrollo [...] En la mejor tradición del ensayismo, El
sol de medianoche, ofrece un listado de pensamientos
compuestos con una escritura elegante» ("Paradojas
a medianoche", El Catoblepas, XI (enero 2003), pp.
21-3).
Con El sol de medianoche, Miguel
Catalán consiguió en efecto aunar el artificio literario a la
esencia de las contradicciones prácticas que rigen el mundo: la
convivencia bajo el mismo techo del amor y el odio, los sueños
incumplidos que se convierte en pesadillas, la separación
definitiva o la muerte temprana como único expediente para
seguir admirando a los héroes y maestros.
El primer libro, sin embargo, en que
Catalán muestra de forma organizada su característico interés
por las dimensiones filosóficas del error, la ignorancia, el
autoengaño y la mentira es su Diccionario de falsas creencias
(Barcelona: Ronsel, 2002), temas que van a ocupar sus libros
sucesivos. Se trata de una compilación de las falsas
atribuciones (el autor las denomina ideas de oído)
vigentes en nuestra sociedad sobre los temas más variados: desde
los apócrifos cuernos en los cascos vikingos a los efectos de la
menstruación sobre el hilo de oro y desde los efectos de la luna
sobre la conducta humana a las causas ocultas de la alopecia. La
lectura del libro, como señala Alfonso Marco en las páginas de
la revista para el fomento de la razón y la ciencia El
Escéptico, provoca estados de ánimos cambiantes, de la
indignación a la risa pasando por el estupor y la incredulidad.
En su extenso prólogo cuyo valor ilustrativo fue ya elogiado por
Francisco Candel en las páginas del diario Avui
(10-7-2001, p. 17), Catalán nos da un atisbo de su teoría
sobre la naturaleza el prejuicio, el error y la ilusión:
Una idea de oído viene a ser una
contradicción en sus términos, al menos en sus términos
etimológicos, pues la palabra `idea´ procede del ideín
griego, que significaba `ver´, y su más adecuada traducción
daría por tanto "aquello que es visto". Porque las ideas
genuinas se buscan y, si hay suerte, se ven, pero no se oyen
ni se las oye llegar como a las ideas de oído. Las ideas
genuinas se tienen o se le ocurren a uno, en tanto las ideas
de oído las recibe o le ocurren a uno. La metáfora griega de
la visión insinúa las actividades de buscar, rondar y hallar
con la mirada el objeto en cuestión y luego cogerlo con las
manos para observarlo más de cerca. En cambio, la metáfora
del oído aquí propuesta sugiere más bien la noción de
hallarse invadido sin saberlo por un sonido ambiental que
nos envuelve y domina; algo así como el intangible hilo
musical de los grandes almacenes que se filtra en el ovillo
de neuronas del cerebro mientras elegimos unas mercancías
que ocupan toda nuestra atención. De ahí seguramente que un
ilustre damnificado por las ideas de oído, Charles Darwin,
denunciara con firmeza la "ceguera de la opinión
preconcebida". Las ideas genuinas son intrínsecamente
personales y más bien raras, porque la iniciativa y el
derecho de admisión residen en el ocupadísimo uno mismo; más
amplias y abundantes hasta el granel resultan, en cambio,
las ideas de oído. Y es que oír sin escuchar, dejándose así
invadir por el dulzón efluvio de las comunes suposiciones,
resulta más descansado y agradable que salir a la intemperie
en busca de escondidas evidencias o, lo que aún es peor,
ponerse a pensar por sí mismo, esa labor que Ch. S. Peirce
describió con toda la razón del mundo como intrínsecamente
ingrata. Por todas estas razones las ideas de oído, que
también podrían llamarse públicas, son mucho más frecuentes
que las ideas personales.
Con los años he ido convenciéndome de
que todos fatalmente hablamos más de oído de lo que creemos,
y, sobre todo, más de cuanto estamos dispuestos a confesar.
Ir a las cosas mismas —el imperativo filosófico de Husserl—
es una tarea más ardua de lo que parece, y de ello dan buena
prueba las razones que se emplean con frecuencia para probar
una afirmación. "Lo han dado en las noticias de
televisión"o"ha salido en la prensa"o"lo pone en un libro"no
son argumentos tan risibles ni anómalos como pueda parecer a
primera vista; por el contrario, la rutina mental de dar
crédito a lo que se ha oído por el motivo y razón de haberse
oído es universal y hunde sus raíces en tan hondos como
diversos estratos antropológicos [...] [de ello]. También
damos testimonio cada uno de nosotros: por poner algún
ejemplo, sólo algunos insectólogos y los más finos
observadores de la naturaleza hacen oídos sordos a la
universal calumnia contra la cigarra. Pues sólo ellos saben
que no existe el canto de la cigarra, que la cigarra atesora
tantas virtudes domésticas como la hormiga y que nunca pudo
pedir ayuda a la hormiga al llegar al invierno, pues a esas
alturas del año las cigarras ya han perecido. Las ideas
públicas compartidas por nosotros, los legos, contra la
pobre cigarra (parece que, para mayor escarnio, son las
propias hormigas las que devoran sus cadáveres en cuanto
caen a tierra hacia las últimas semanas del verano) nos han
llegado de Lafontaine, un fabulista de tantas cualidades
poéticas como escasas aficiones campestres: un fabulista
fabulador, quiero decir.
Para saber a ciencia cierta que los
cisnes no exhalan un hermoso canto antes de morir sería
asimismo preciso poco menos que tener un cisne en casa, o al
menos asegurarse de que estaremos a su lado cuando le llegue
la agonía, como cuenta Neruda que hizo con un cisne del lago
Budi, en Chile. No es, pues, tan extraño que Ortega [...]
creyera a pie juntillas que la palabra ‘cesárea’ procedía
del accidentado nacimiento de Julio César. [...] Para
liberarse con integridad y certeza de este encantador
sonido ambiental que son las ideas de oído uno debería
interrumpir la conversación con los amigos cada pocos
segundos a fin de consultar la última biografía crítica del
personaje aludido, la monografía histórica sobre el hecho
mencionado, el manual de instrucciones, el tratado técnico,
el último número de Scientific American o el tratado
de botánica [...] Y tampoco conviene poner a prueba la
lealtad de los amigos haciendo que su cena se enfríe cada
vez.
Como antes señalábamos, desde los últimos
años del siglo XX el principal ámbito de
meditación y análisis filosófico de Catalán se ciñe en torno a
un ambicioso proyecto de
investigación titulado "Seudología", del que el Diccionario
de falsas todavía no forma parte en sentido estricto. Con el
rótulo general de Seudología Catalán hace referencia a
todas las realidades teóricas y prácticas vinculadas al engaño y
la mentira; una vasta red de experiencias, usos y sistemas donde
se entrecruzan los resultados de diversas ciencias humanas. Este
tratado de Seudología encierra un amplio proyecto
filosófico que trata de desentrañar de forma sistemática los
distintos mecanismos interactivos de disimulo y simulación que
impregnan la presencia humana en el mundo. Y sobre todo Catalán
se adentra en la mentira como sistema de subsistencia cotidiana:
estamos tan acostumbrados al hecho de que el hombre miente que
ya no creemos en la verdad.
El primer volumen del tratado apareció en
2004 con el título de El Prestigio de la lejanía
(Barcelona: Ronsel). Esta obra se ocupaba del problema
del autoengaño; es decir, de la ilusión más o menos interesada
en deformar la realidad por intereses que quedan ocultos o
semiocultos al propio sujeto. El tema del volumen lo constituye
la relación oblicua del sujeto consigo mismo. Un artículo de
1995 que ya llevaba el mismo título,
"El prestigio de la lejanía", El Basilisco, XVIII, pp. 53-57,
puede considerarse el primer texto que denota el interés de
Catalán por la seudología. En cuanto al libro propiamente dicho,
el original de El prestigio de la lejanía obtuvo el
Premio Internacional de Ensayo Juan Gil-Albert, de la
Ciudad de Valencia, en 1998. Tras diversas vicisitudes
editoriales, el libro apareció por fin en el mercado en 2004, a
cargo de la editorial Ronsel (Barcelona).
El prestigio de la lejanía. Ilusión,
autoengaño y utopía, título
completo del volumen inaugural de Seudología,
emprende un detallado análisis de la ilusión y el autoengaño
como procesos psíquicos específicos de la especie humana. Desde
una perspectiva intelectual en parte psicoanalítica y en parte
pragmatista, Catalán abordaba los distintos modos en que el
hombre tiende a caer, casi de forma fatal, en las falsedades
fabricadas por su propio pensamiento, en especial cuando se
enfrenta a una realidad hostil o, simplemente, indiferente.
Surgen de este modo la falsa autobiografía, la idealización de
los países lejanos, pero también el embellecimiento del pasado y
la anticipación optimista de los sucesos futuros. En un plano
más complejo, promueve la creación de utopías, aquellos lugares
demasiado hermosos para ser verdad donde la frustración del
sujeto se apacigua y termina por extinguirse, siempre de forma
imaginaria a través de la escritura de compensación, para dar
lugar a una "isla del pensamiento".
Los espacios literarios también responden,
en El prestigio de la lejanía, a esa necesidad de
mentiras necesarias para sobrevivir en medio del dolor que
implica la vida. América, el buen salvaje y el mito del
habitante originario del Nuevo Mundo, cuestiones que se fabrican
en el S.XVI con Bartolomé de las Casas y que perduran hasta la
actualidad con puntales intermedios en Rousseau, Voltaire o los
poetas románticos del S. XIX, entroncan en esta perspectiva de
creación de utopías que no apuntan sino a la necesidad de
apartar la vista de la realidad cotidiana. El prestigio de la
lejanía recorre estos temas con un estilo que aúna elegancia
y erudición, y para ello recurre con frecuencia a la tradición
literaria y filosófica, sobre las cuales manifiesta un amplio
dominio. El libro representa un aldabonazo sobre la conciencia
de una sociedad en que las apariencias fingidas ocupan el centro
de atención de la mayoría.
Saludado en su día por José Luis Villacañas
como "un ensayo necesario"para la
reconciliación de los intelectuales con la realidad (El Mundo,
suplemento Valencia, 22-II-1999, p. 2), El prestigio de la
lejanía fue votado como uno de los mejores ensayos
publicados en España durante el año 2004 por el crítico de El
Cultural del diario El mundo Jaime Siles.
El segundo volumen de Seudología
apareció al año siguiente, en 2005, con el título de
Antropología de la mentira. Este libro, que emprende un
análisis genérico del engaño desde un punto de vista
antropológico, obtuvo como inédito
el Premio Alfons el
Magnànim de la Diputación de Valencia en la modalidad de
ensayo correspondiente al año 2001, y fue publicado en 2005 por
el editor Mario Muchnick (El Taller de Mario Muchnik,
Madrid). Una vez publicado, el libro obtuvo un segundo premio,
el de la Crítica Valenciana,
en el apartado de ensayo correspondiente al año 2004.
Antropología de la mentira
pone en juego desde el principio un buen número de ideas
concernientes a la relación del hombre con el engaño. En su
brillante comienzo, el universal repudio de la mentira (en las
religiones y en los sistemas morales, pero también en las
autodescripciones del actor social) no viene a ser sino la
confirmación en negativo de la universalidad del engaño. Desde
un punto de vista, los conocidos "yo nunca miento" o "lo que más
odio es la mentira" no vienen a ser sino un medio para reforzar
el crédito de nuestras afirmaciones, pues dicho repudio es sólo
aparente: todos los humanos mentimos hasta el punto paradójico
de que cuando alguien dice la verdad suele pasar por mentiroso.
Según Catalán, para el hombre de carne y hueso la mentira
funciona como un verdadero supuesto comunicativo, tal como
demuestran las coletillas "francamente", "a decir verdad" o "con
la mano en el corazón" entre muchas otras, y esto en base a la
importancia que el engaño ha tenido, en sus vínculos con la
imaginación, la memoria o la capacidad estratégica, en el
desarrollo evolutivo de la especie: "No sólo las habilidades
para el disimulo, el camuflaje o el simulacro fueron practicadas
por nuestros ancestros homínidos, tanto con intención defensiva
como agresiva, sino que favorecieron el desarrollo de la
inteligencia, el lenguaje y la libertad de acción hasta hacer
del hombre el complejo y contradictorio ser que hoy conocemos".
La esfera del engaño, siendo amplísima en
la interacción humana, no es sin embargo privativa de nuestra
especie, contra lo tradicionalmente creído. Desde el nivel más
bajo de los mimetismos no intencionales hasta el análisis de
esos verdaderos "reyes del fingimiento" que son los chimpancés,
capaces no sólo de engañar por interés o mera diversión, sino
hasta de contraengañar a sus congéneres, Catalán da un amplio
repaso a las tretas y ardides del mundo animal. En lo referente
a nuestra especie, a los tres años de edad los humanos ya
desviamos la atención a fin de evitar el castigo de nuestros
progenitores. A partir de la conciencia del efecto de nuestros
actos de habla sobre los demás, es decir, a partir de la
conciencia de la potencialidad perlocucionaria del lenguaje, el
hombre se ve obligado a mentir y a moderar sus aseveraciones,
pues su significado depende de la interpretación del
interlocutor. Catalán cita a K. Reardon:
"Cada
vez que abrimos la boca, nos arriesgamos a un posible
rechazo de nuestro mensaje y/o de nosotros mismos. Debido a
esa razón, [...] prestamos mucha atención a la imagen que
estamos transmitiendo, y nos protegemos de atribuciones
indeseables negando, acumulando actos, razones… para
aminorar el efecto y la impresión que pueden provocar
nuestros mensajes. Elegimos nuestras respuestas en términos
de conducta sabiendo que no pasarán desapercibidas y que
serán interpretadas".
Antropología de la mentira
transita los campos de conocimiento de la antropología
filosófica y cultural, así como la psicología evolutiva,
recurriendo con frecuencia a la tradición literaria y filosófica,
pero también al análisis del mito; de especial interés en este
sentido es la exploración, desde el punto de vista del
ocultamiento, de los mitos antropogónicos del Jardín del Edén y
de la rebelión de Prometeo. El libro, algo menos extenso que
El prestigio de la lejanía y con un lenguaje quizá más
accesible al lector común, deja la puerta abierta en su último
capítulo al tema del secreto íntimo que se trataría en el
siguiente tomo.
El volumen III de Seudología se
titula Anatomía del secreto, y obtuvo como inédita
el Premio Internacional de
Ensayo Juan Gil-Albert en el año 2007. Anatomía
del secreto (Madrid: Taller de Mario Muchnik, 2008) parte de
la proscripción del secreto como elemento que desliga a los
individuos de la masa social. El mito de Prometeo sirve para
ilustrar que el secreto es advertido por el resto de la sociedad
como una amenaza, ya que puede suponer una contravención de sus
normas y tradiciones. Todo secreto supone una infracción a la
norma y por ello desde Roma ha existido una censura de la
actividad privada cuando esta desafía el dictado normativo. El
secreto, de este modo, se legitima para los individuos en una
defensa del yo íntimo frente a la opresión o coacción del grupo.
Anatomía del
secreto toma en cuenta para su análisis de la intimidad
diversos saberes sociales, desde la proxémica a la sociología de
la vida cotidiana. Catalán mantiene que el secreto del individuo
ante el grupo surge hace 20.000 años con la emergencia del
domicilio particular. El secreto se convierte en la salvaguarda
de la honradez, ya que oculta la existencia de conductas
reprobables en la familia o en el grupo que "nada tiene que
esconder". El grupo social, a través de sus diversas
instituciones, combate el secreto individual mediante el control
informal a través de las habladurías, pero también, cuando se
presume más peligroso, mediante la amenaza, el chantaje, la
delación, el interrogatorio, el juramento, la ordalía o la
tortura. Es en la autodefensa ante todas estas estrategias donde
el secreto encuentra su legitimidad, según los postulados de
Henry Sidgwick. Bastan ejemplos cuasiutópicos de anulación del
secreto personal como los panópticos concebidos para las
prisiones o algunos reales como los campos de concentración
nazis o las prisiones estalinistas.
De este modo la propuesta final del libro
parece tomar el ejemplo del pensamiento de Stuart Mill ofrecido
en Sobre la libertad: la sociedad moderna alcanza su
madurez cuando la mayoría acepta, mediante un acto de
autolimitación de su labor inquisitiva, el hecho de que la
sociedad en su conjunto gana más dejando vivir a cada uno en la
esfera personal según sus deseos que interfiriendo en ella. El
bienestar del grupo depende, de esta manera, del bienestar
individual.
El volumen IV de Seudología apareció
en 2012 con el título de La creación burlada (Madrid:
Verbum). Esta obra escrita con grandes dosis de amenidad
y erudición obtuvo el Premio de la Crítica Valenciana. Partiendo
de la mitología y la historia de las religiones, así como de la
psicología del desarrollo y de la moderna filosofía idealista,
Miguel Catalán estudia la sospecha humana del engaño metafísico
de los poderes superiores que habría llevado a los dioses a
fingir o crear un mundo irreal con diversos fines. El autor
resume así esta obra en su prefacio:
El cuarto volumen de Seudología
que el lector tiene en sus manos trata sobre la ilusión del
cosmos y el fraude de la vida. Estas dos nociones han
expresado desde antiguo el miedo de los hombres a verse
engañados por las fuerzas sobrenaturales.
Nacido a partir de la experiencia, tan
penosa como universal, del niño que descubre por vez primera
la mentira de los adultos, el temor a la falsedad del mundo
y el fraude de la vida no es antiguo ni moderno, oriental ni
occidental, sino de todo tiempo y lugar. Ya aparece en la
época homérica, cuando los griegos juzgan la guerra de Troya
un espectáculo sangriento producido por los dioses olímpicos
para su recreo; también en la batalla que Arjuna debe librar
contra sus borrosos parientes en el Bhagavad-Gita; en
los mitos platónicos de la Caverna o del guerrero Er, en la
Gran Ilusión budista, en la Falsa Creación del universo de
los gnósticos alejandrinos, en el Teatro del mundo de los
autores barrocos y en las producciones audiovisuales El
prisionero, Matrix o El show de Truman.
Quienes perpetran este engaño
primordial pueden ser los crueles dioses o el demiurgo
malévolo, las inteligencias artificiales o la propia
naturaleza que dispone un velo ofuscador ante los ojos de
los mortales.
En el capítulo I, "Leyendas microbianas del
hombre burlado", Catalán recrea diversos relatos y leyendas de
las más lejanas mitologías que nos hacen comprender hasta qué
punto las culturas escritas más diversas han mostrado el tema de
los dioses y otros poderes numinosos que engañan a los hombres
con portentos, simulaciones y prestigios que vienen a ponerlo en
el lugar subordinado de la creación del que él no deja de
intentar escapar.
Los capítulos II y III muestran el
desarrollo psíquico en el niño de la sospecha según la cual el
mundo entero, o bien alguna de sus porciones más aparentemente
reales, no es sino un campo de ilusiones, y lo pone en relación
con la experiencia de los engaños que efectivamente llevan a
cabo sobre los infantes sus padres o tutores. Aquí cuentan las
figuras inventadas para asustarlo con el fin de que sea
obediente, los consuelos falaces ante la muerte de los seres o
animales queridos y las falsas promesa con los más diversos
fines. En concreto la pérdida de la inocencia se estudia en el
capítulo III, "Del encanto al desencanto". Miguel Catalán hace
una fenomenología de este proceso. Como explica el autor en esas
páginas, la primigenia confianza absoluta en los padres produce,
al derrumbarse, justo su contrario: una desconfianza radical.
En el capítulo IV, "La voluntad oculta tras
el desencanto", Catalán explica la tendencia humana a
personalizar los procesos naturales más complejos, como cuando
decimos que "una escalera no quiere tenerse" o "el reloj se
detiene", y, por tanto, a atribuir el desencanto a una voluntad
que lo burla o escarnece en términos personales, objetivando así
en una voluntad superior engañadora los desengaños de su
existencia.
El capítulo V, "El engaño natural", uno de
los más sorprendentes del libro y del tratado, se estudia el
engaño que los hombres atribuyen a la naturaleza. Catalán va
trenzando esta especie de tradición de la perplejidad con los
hilos de la primera filosofía griega, la iconografía
renacentista y barroca y la psicología de la percepción moderna.
Aplica para ello un análisis de gran calado a dos temas
apasionantes como son el del engaño tras la belleza y la
atracción sexual, y el del engaño natural tras la reproducción y
muerte, íntimamente relacionadas desde el punto de vista
biológico.
El capítulo VI y último, "El engaño
sobrenatural", Miguel Catalán aborda una tipología de la
divinidad opaca. Es así como va desplegando las varillas de un
abanico inesperadamente grande y complejo: los dioses tácitos,
los ociosos, los escondidos; los demiurgos malvados o ineptos,
las deidades falaces y ofuscadores; los señores prudentes del
cielo que no quieren hacer daño a sus criaturas contándoles la
inevitable verdad de su existencia, la mano oculta del destino
que castiga con la desorientación a los orgullosos, el velo de
Maya. También analiza la vida como juego de los dioses o como
teatro del mundo, como olvido y como sueño.
El volumen V de Seudología, titulado La
sombra del Supremo, fue publicado por la editorial Siruela
en 2015, y representa la continuación del anterior en un sentido
muy directo, pues aplica la misma sospecha de engaño metafísico,
pero no a los múltiples dioses del paganismo como hacía La
creación burlada, sino al Dios único de las religiones del
libro, del deísmo y del teísmo. Las palabras del prefacio sirven
también para nuestro propósito sintetizador de la obra:
La sombra del Supremo se
adentra en la única contingencia que Occidente no puede
admitir: que el engaño provenga de Dios. No ya del artero
enemigo que tras la caída de Lucifer campa por la tierra,
tampoco del azar o la necesidad, ni siquiera de la
naturaleza oculta tras los fenómenos, sino directa y
llanamente de la Causa Primera: de la voluntad original del
Hacedor. Desde el Deus Prudens o Dios Sabio que por
compasión oculta la verdad a los humanos al Creador que
finge el mundo con un bostezo provocado por el tedio de su
soledad; desde el Yahveh que envía al diablo o la serpiente
para que engañe a sus criaturas con sutiles celadas al
Theos Agnostos o Dios Desconocido que permite al
demiurgo levantar un universo infame, la falsedad del mundo
sería solo la sombra inevitable del Supremo.
En el primer capítulo de La sombra del
Supremo, "Dios de verdad", Catalán enfoca su lente a la
postulación de Yahveh como el primer Dios veraz de la historia
de las religiones. Las tres religiones del Libro aparecen
caracterizadas como "de la fe" debido a que se fían de la
palabra del Creador. La palabra emunah implicaría la
confianza ontológica que dará lugar, al pasar por el
cristianismo y su identificación de Cristo con la única verdad y
a la teoría iluminativa de San Agustín, al Ser Supremo abstracto
y veraz que prevalece sobre los espíritus particulares, algunos
bromistas y otros taimados, de las civilizaciones paganas. Sin
embargo, Catalán nos advierte pronto de las diversas aristas
seudológicas del Dios judeocristiano al señalar su dimensión de
Deus absconditus, el secreto de su nombre y de sus
atributos y el influjo engañador de un Yahveh que promueve
profecías erróneas o confunde a los hombres de distintas maneras
y con diferentes propósitos. También en los evangelios gnósticos,
que se dirigen sólo a los sapientes o sectarios, y en los
canónicos, especialmente el de Juan, aparece un Dios
falaz y secretista que sólo confía su verdad a unos pocos o
disemina pistas falsas, caracteres que heredará la divinidad
islámica a través de su heraldo el ángel Gabriel y de su
amanuense Muhammad.
El capítulo II, "Del Dios falaz al diablo
embustero", Catalán alude a la necesidad de explicar la mentira
del mundo una vez Dios se afianza como el único Creador amante
de sus hijos. La pregunta es: "¿De dónde sale la mentira si sólo
hay un Dios único, bueno y confiable". El capítulo estudia la
tesis justificativa de que en esas condiciones no puede existir
la mentira sino en apariencia, y que todas las cosas que existen
son verdaderas, quedando así el engaño como una suerte de
no-ser, como una mera privación de lo bueno (privatio boni).
También despliega la tesis de que el engaño no fue querido por
Dios, sino sólo una especie de degradación involuntaria de su
propia potencia, una decoloración del ser hacia la sombra o el
vacío que fue anunciada por el emanatismo de Plotino y luego
desarrollada por el pensamiento cabalístico judío. Según esta
tesis adepta a la bondad de Dios, el Único no quiere la sombra
porque el hecho mismo de querer desmentiría su perfección, sino
que la sombra se deriva necesariamente de su Luz. La negrura del
mundo sería así una consecuencia de la Luz divina. El logos
spermatikós de los estoicos ya explicaba el mundo como un
amoroso derramamiento germinal del Ser Supremo que sale de sí
para crear lo otro. En este punto Catalán adapta al tema
seudológico el llamado Dilema de Epicuro: Si Dios es bueno y
omnipotente, entonces ¿cómo explicar el mal? O bien Dios quiere
que haya mal, o bien no quiere que haya pero no puede evitarlo.
El primer supuesto contradice su bondad; el segundo, su
omnipotencia. En ese punto es cuando entra en escena el Diablo.
"En un universo creado por el buen Padre omnipotente, la
simulación ya sólo puede explicarse por el Demonio; a él le cabe
el honor de haber fecundado el engaño" (p. 62). El capítulo II
estudia las relaciones entre Dios y el Demonio, tanto en su
antagonismo como en la subordinación del segundo al primero.
Los capítulos III y IV del libro,"Dios
único ante la verdad"y"Dios más fuerte que la verdad", extraen
las conclusiones de lo tratado en los dos primeros, y estudia el
tema del velo impuesto por el Único Creador a sus criaturas por
diversas razones. Catalán trata el tema de la confusión
deliberada que Dios impone en la percepción humana, tanto de las
cosas físicas que nuestro aparato perceptor nos hace ver o
sentir distintas de como son, cuanto de las espirituales que nos
atraen con falsos prestigios, a partir del estudio de la obra de
tres originales pensadores de la tradición cristiana: Duns Scoto,
Guillermo de Ockham y René Descartes.
En el capítulo V, "El Demonio como máscara
de Dios", el Malo no se ofrece como el Antagonista del Dios
heredado de los dualismos orientales, sino como "un fiel
sirviente enviado por el Padre Eterno para probar mediante
engaño la fidelidad de sus criaturas" (p. 128). Diversos pasajes
del Antiguo Testamento sirven para exponer esta figura: la
historia de Job en que el Tentador recibe el permiso de Dios
para probar la virtud del santo varón y el propio episodio de la
Caída, cuya serpiente fue descrita por Nietzsche como un disfraz
del Divino Jardinero para poner a prueba la obediencia de los
Primeros Padres. El libro concluye con las conjeturas de la
secta gnóstica de los ofitas (de ofis o serpiente), que
daban a la serpiente un papel benéfico en la Historia Sagrada al
hacerles recordar a Adán y Eva la chispa divina que albergaban
en su interior. Los ofitas verán en la sierpe a la oruga de la
Diosa Razón colgando del árbol del conocimiento para poner ante
los hombres encerrados en ese jardín de fieras prehumanas que es
el Paraíso el hecho de que son hijos del verdadero Dios
desconocido y no del oscuro Yahveh creador del mundo.
El sexto volumen del tratado Seudología
se titula Ética de la verdad y de la mentira y fu
publicado por la editorial Verbum (Madrid) en 2015. Su tema está
expuesto en el prólogo con estas palabras:
Tras indagar en los volúmenes previos
de Seudología las huellas del engaño en dominios más
generales de las ciencias humanas, hemos llegado al terreno
concreto de la ética. Algunas víctimas ya se dejaron oír en
entregas anteriores lamentando las trampas y astucias
sufridas a manos de los embusteros, pero sólo aquí nos
ocuparemos por primera vez de la pregunta: ¿es moralmente
legítimo mentir? Y, si lo es, ¿bajo qué circunstancias?
Si Immanuel Kant asentó en su Lógica
que todo el mundo debía preguntarse al menos una vez en
la vida cómo debía actuar, por el mismo motivo deberíamos
preguntarnos alguna vez cuándo debemos decir la verdad. En
este libro examinaremos la licitud de la mentira, esa
afirmación de lo que creemos es falso con la intención de
engañar a otro.
El libro expone en sus primeros cuatro
capítulos una genealogía de la doctrina del rigorismo en virtud
del cual toda mentira es perniciosa con independencia de sus
intenciones y efectos. Según el autor, esta doctrina es
dependiente de una mentalidad cultural y religiosa caracterizada
por el culto a la verdad. Si la mentira es considerada con
frecuencia en nuestra civilización un vicio capital sólo
comparable a los peores crímenes, el asesinato o el robo, se
debe según Catalán a que antes fue una prohibición religiosa:
La prohibición taxativa de mentir
aparece por primera vez en los preceptos negativos de las
viejas religiones. Y no de modo fugaz ni casual, pues, como
tendré oportunidad de mostrar más adelante, el actual horror
teórico a la mentira no es sólo la otra cara del culto a la
Verdad, sino el vástago heredero del viejo horror
mendacii o terror espiritual al pecado contra la Verdad.
Por debajo de nuestras ideas personales siguen fluyendo las
creencias y hábitos mentales colectivos, entre ellos el del
vínculo de la mentira con la muerte. El esquema dualista
moral-religioso en virtud del cual la Verdad de Dios que
lleva a la vida eterna se opone de forma irreconciliable a
la falsedad del Demonio que arrastra al abismo sigue tan
vivo como siempre no obstante haberse desprendido de sus
viejos ropajes teológicos.
Catalán va trazando especialmente en el
capítulo II la historia de la veracidad obligatoria, cuyo origen
encuentra en la antigua religión irania de Zarathustra, profeta
que expuso en el Zend Avesta (s. VI a. C.) su cosmología
moral que enfrenta al Espíritu del Bien, caracterizado por la
veracidad, con el espíritu del Mal, caracterizado por la
falsedad. Quien siguiera al primero obtendría tras la muerte las
bendiciones celestiales; quien siguiera al segundo, la oscuridad
eterna. Esta doctrina influyó en buena medida en la religión de
los hebreos que luego daría forma a la cristiana debido a que el
pueblo judío vivió bajo dominio persa durante más de dos siglos,
entre el sexto y el cuarto a. C. El principal elemento de esa
influencia sería "la combinación de un Dios creador único, el
Señor de la Luz o Sabio Señor (Ahura Mazda) con un dualismo
cósmico, moral y religioso que contrapone la Verdad y la Mentira
de forma absoluta e imperativa".
Así expone Catalán el núcleo de su tesis
sobre el profundo efecto histórico de esa doctrina sobre nuestra
valoración actual de la veracidad y la falsedad:
En la historia de la veracidad a
ultranza que quedará aquí trazada por primera vez, quien
antes que nadie exigió la verdad, toda la verdad y nada más
que la verdad para todo tiempo y lugar fue la religión
revelada. Gracias a sucesivas metamorfosis, esta se
transformará en teología moral y luego ésta en una ética
laica más tarde diluida en las ciencias humanas particulares.
La absolutización de la verdad refleja
ya en los orígenes del cristianismo el sol oriental del
orden iranio bajo un Dios único que transmite la Verdad
absoluta a los hombres y que, sin embargo, tiene enfrente a
un único opositor, el Espíritu Maligno. En este dualismo
soterrado bajo el monoteísmo cristiano, el Diablo es Padre
de la Mentira, como lo define San Juan, aunque Dios sea no
obstante el Padre de todo. Tal aparente contrasentido
reproduce la transición de Ahura Mazda a Ahrimán y se aclara
cuando levantamos la piel monista del cristianismo para
examinar su carne dualista irania: el Dios solar es el Padre
de la verdad y el nocturno Espíritu Maligno, el padre de la
mentira. Sea bajo la forma subrepticia dualista o bajo la
forma canónica monista, quien miente en esta estructura
simplificada, tan lejana de la pluralidad de dioses y
opiniones del mundo pagano, es secuaz o hijo del Diablo. De
ahí todavía el estremecimiento actual tan común a verse
relacionado con cualquier forma de falsedad. Sometidos a
este drama universal de los principios espirituales en
guerra cósmica, los hombres carecen de capacidad para
distinguir o formar la verdad por sí mismos. Dios los
conduce a la verdad y el diablo los arrastra a la mentira: "Por
eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en
la mentira, para que sean condenados todos cuantos no
creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad". Los
hombres buscan la verdad y la salvación en la oscuridad del
mundo, pero sólo la alcanzarán si Dios los santifica con su
Palabra. En la Oración de Jesús del Evangelio de San Juan,
Cristo pide al Padre que guarde a sus discípulos cuando él
ya no esté con ellos: "Santifícalos en la verdad: tu palabra
es verdad".
En la tradición oriunda de Jerusalén,
sólo Dios encarnado en Cristo es la Verdad que lleva a la
vida eterna: Ego sum via, veritas et vita. La verdad
no importa en sí misma, sino sólo como medio (vía)
para la salvación. La palabra "luz" aplicada a la verdad
debe entenderse sólo como luz zoroástrica de salvación en
contraste con las tinieblas de la pudrición. Para entender
mejor que la verdad es sólo el camino hacia la vida debemos
sustituir la palabra "verdad" por "certeza". En el fondo no
es la verdad de esta o aquella afirmación concreta, sino la
certeza en la salud inmortal de nuestra alma lo único que
importa para la doctrina de la Salvación cristiana. Pues
sólo siguiendo la verdad de Dios, como hace el ashavan
iranio, y apartándonos de la mentira diabólica podremos
alcanzar el bien más preciado, la vida eterna.
Catalán expone en los capítulos tercero y
cuarto del libro todas las dificultades y vías ciegas del
rigorismo de la veracidad, tanto teóricas como prácticas, entre
las cuales se cuenta la imposibilidad de su aplicación a la vida
en común y sus consiguientes derivaciones hacia la hipocresía o
la falsificación de la realidad. En esta visión crítica destaca
su análisis de las obras de Pablo de Tarso, Agustín de Hipona,
Kant, Fichte, Habermas y Apel, entre otros.
En el capitulo V del libro Catalán propone
superar todas las dicotomías del rigorismo expuestas en los
capítulos precedentes y expone su teoría normativa naturalista
de la veracidad:
La tesis normativa que propongo en
adelante dice así: la mentira es buena o mala dependiendo de
la intención con que mentimos y de las consecuencias
previsibles del engaño. Podemos, en efecto, superar todas
las antinomias y contradicciones de la doctrina rigorista de
la veracidad utilizando esta regla que combina la intención
del acto con sus efectos. Contra el fetichismo de la verdad,
debemos simplemente admitir que la mentira es en sí misma
tan poco moral o inmoral como el chip, la imprenta o el
propio lenguaje; es el uso que hagamos de ella el que
determinará su valoración moral. Uno puede disfrazarse, como
el doctor Mabuse en la novela de Thea von Harbou, para
arruinar con engaño a los hombres de buena fe, y entonces su
mentira es mala, o uno se puede disfrazar, como el fiscal
von Wenk, para desenmascarar al doctor Mabuse, y entonces su
mentira es buena. La cualificación ética de ambas falsedades
es diametralmente opuesta. Y no existe ningún punto de vista
moral superior o privilegiado que comprenda o unifique
ambas mentiras de suerte que ambas pueden recalificarse
en última instancia como malas.
En el último capítulo, "La sabiduría de la
vida frente al rigor de la verdad", Catalán presenta su teoría
naturalista y su crítica al rigorismo de la veracidad a través
de la novela El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha,
cuyo protagonista representa "la metáfora de la vida como
milicia paulina contra el mal, el desorden y la mentira,
encarnada en ese arquetipo de guerrero santo o soldado de Cristo
que es el caballero cristiano representado por el Quijote"
El autor ha anunciado la publicación en los
próximos años de los tomos dedicadas a la mentira política, del
séptimo al undécimo; este último marcaría el meridiano de una
obra cuyo plan consta de veintidós volúmenes.
El conjunto del tratado seudológico, pues,
se dibuja como una teoría consistente sobre las relaciones
humanas partiendo del eje verdad / mentira, un par de conceptos
a partir de los cuales el autor atraviesa de forma
multidisciplinar los contenidos de la mitología y la historia de
las religiones, la experiencia literaria y los resultados de las
ciencias y los saberes contemporáneos.
Al margen de su labor como pensador y
escritor, Catalán ha ejercido labores de traducción de textos
tanto filosóficos como literarios. Ha vertido al español
"Literary Ethics", de Ralph
Waldo Emerson ("Ética literaria", Caracteres literarios,
II (1999), pp. 83-99), así como Sur la lecture de Marcel
Proust, y Sesame and Lilies de John Ruskin. Estas dos
últimas versiones se encuentran en el volumen John Ruskin
/Marcel Proust, Sésamo y lirios / Sobre la lectura,
publicado por la Universidad de Valencia en 2003. En 2010
tradujo una antología de pensamientos del escritor
estadounidense Ambrose Bierce (La mirada cínica, Madrid:
Sequitur, 2010), y en años posteriores otras antologías de Karl
Kraus (La tarea del artista, Casimiro: 2011), Friedrich
Nietzsche (Ilusión y verdad del arte, Madrid: Casimiro,
2013) o John Ruskin (Imitación y verdad, Madrid:
Casimirom, 2014). El interés teórico de Catalán
por el hecho y la tarea de la traducción se ha reflejado en su
estudio "Alquimia y paradoja de la traducción" (Debats,
XCII (Primavera de 2006), pp. 71-4). El autor también ha
publicado entrevistas con filósofos como Richard Rorty, Thomas
Mc Carthy o Javier Muguerza y escritores como Vladimir Tolstoi,
Jean Chalon o Francisco Brines en diversas revistas
especializadas.
Para concluir con alguna referencia a los
reconocimientos por la labor investigadora de Miguel Catalán,
esta obtuvo en 2005 el Premio Ángel Herrera de investigación a
su tarea desarrollada en el periodo 2002-2004, y en 2014 su
trabajo sobre la ética de la veracidad, que daría lugar a
Seudología VI, fue premiado con el Premio Juan Andrés de
Ensayo e Investigación en Ciencias Humanas. Este último fue
concedido en su quinta edición por el
Grupo de Investigación
Humanismo-Europa, de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Alicante.
Por último, su actividad como
conferenciante tanto de temas vinculados a sus libros más
filosóficos sobre verdad y mentira como los relativos a las
ciencias de la información y de la comunicación le han llevado a
exponer sus ideas en diversos foros nacionales e internacionales.
Luis Veres
Octubre 2006
Actualizado: Septiembre 2015
© José Luis Gómez-Martínez
Nota: Esta versión electrónica se provee únicamente con fines educativos. Cualquier
reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso
correspondan.