José Luis Mora García

 

“ELECTRA” en Segovia

Aún no había tenido tiempo de ver la luz El Adelantado de Segovia cuando Benito Pérez Galdós estrenó en el Teatro Español de Madrid, Electra, su más famoso drama que tuvo una enorme repercusión social. Fue el 30 de enero de 1901. Las circunstancias políticas del país en plena crisis del gobierno Azcárraga, sin haber podido olvidar la conmoción del 98, la coincidencia con el caso de la señorita Adelaida Ubao -que puso enfrente al republicano Salmerón y al conservador Maura en las defensas de las partes, la hija obligada a entrar en el convento y la propia familia- y, finalmente, la ley de asociaciones religiosas sometida a revisión por entonces, convirtieron a esta obra galdosiana en un símbolo de los valores liberales.

Sabemos por Benito Madariaga que fue escrita en Santander durante el verano anterior y su autor nos confiesa que en ella “he condensado la obra de toda mi vida, mi amor a la verdad, mi lucha constante contra la superstición y el fanatismo” para que pueda lograrse “la transformación de una España nueva”. Así fue saludada por los jóvenes Maeztu, Baroja, Azorín y un más reticente Miguel de Unamuno quien, con motivo de la muerte del autor canario en 1920, recordaba la efervescencia del estreno de Electra.

Fue el rector salmantino quien con más ahínco defendió la función regeneradora conferida al teatro y su papel como “expresión genuina de la conciencia colectiva del pueblo” por cuanto “el teatro es algo colectivo, es donde el público interviene más y el poeta menos”. Y hasta hizo que la protagonista de Sombras de sueño, obra estrenada a nivel nacional en Segovia el día 18 de marzo de 1930, casi nada más regresar de su destierro, exclamara que “las cosas del teatro son las de más verdad”. La amplia crónica de este estreno apareció en El Adelantado de Segovia al día siguiente.

Todas estas funciones, señaladas por Unamuno, cumplió la representación galdosiana convertida por el público en símbolo de la libertad de conciencia tras un largo siglo, en el cual éste fue un asunto crucial de nuestra historia desde Blanco White hasta el propio autor canario. Las reacciones que se produjeron fueron enconadas, por encima del propio contenido del drama, y los historiadores y estudiosos de su obra nos han dejado recopilaciones muy voluminosas de toda esta polémica que recorrió España entera y varios países europeos, pues fue traducida a varias lenguas.

El argumento, sin embargo, respondía a las claves de su obra, ya muy dilatada por entonces y que los buenos degustadores de Galdós no dudarán en reconocer. Pocos años habían pasado desde Nazarín, Halma y Misericordia, obras de fuerte contenido religioso y de apuesta por la recuperación de los valores espirituales, cuando el escenario pudo contemplar la pugna de Pantoja y Máximo enfrentados por esta jovencita, llamada Electra en recuerdo de la protagonista de la tragedia griega pero, no menos, trayendo a las mentes de los espectadores la referencia de la electricidad, energía que simbolizaba la modernidad. Ambos personajes masculinos representan, respectivamente, el autoritarismo intransigente y la racionalidad que emana de la actividad científica, tolerante y emancipadora. La tensión generada por ambos es resuelta por Galdós dentro del esquema armonicista de la doctrina gineriana sin que ninguno sea destruido por el otro. Obviamente Galdós da la razón a Máximo, mas “La Sombra” -en cierta forma la Historia, si bien en la representación recuerda a la madre de Electra- trata de hacer ver a su hija que no debe ser vengativa pues “Dios está en todas partes... Búscale por senderos mejores que los míos...” Y el propio Máximo lejos de ir contra Pantoja quien había lanzado una calumnia con tal de ganar la voluntad de Electra y recluirla en un convento, recapacita y apuesta por una resurrección metafórica a una España nueva.

Lamentablemente se ha cumplido el centenario de esta representación en el más absoluto olvido. No parece muy positivo levantar un muro de silencio sobre acontecimientos como éste y más si damos la razón a Unamuno sobre el significado del teatro.

Pues Electra se representó en Segovia. Fue el día 18 de marzo de 1901 y repetida al día siguiente. Con mucha antelación el Diario de Avisos había publicado el 2 de enero un editorial firmado por F. Navarrete alabando las virtudes de esta obra con la que España se habría despojado de las ataduras de las luchas decimonónicas en las cuales las ideas liberales habían tenido pocos momentos de gloria. Alguna otra referencia podemos encontrar en los días siguientes hasta el anuncio de su puesta en escena en el Teatro Miñón. Fue el 13 de marzo cuando se anunció que por “una escogida compañía dramática se estrenará el hermosísimo drama “Electra” de D. Benito Pérez Galdós”.

No debieron ser de gran calidad las dos representaciones de la compañía que en Segovia la puso en escena. La crónica del día siguiente, escrita por Miguel Zárraga, no dedicó grandes elogios a la interpretación del Sr. Yañez en el papel de “Pantoja”, del Sr. Rodríguez en la de “Máximo” ni de la Sra. Velacoracho en el personaje de “Electra”, que recibieron aplausos de cortesía. Más duro estuvo el encargado de la sección “Retazos locales” quien en verso dejó caer a sus lectores que apenas si pudo reconocer la Electra galdosiana: “lo digo –terminaba- porque aquí vino con muy “mala compañía””. Mas eso no impidió “que la concurrencia fuera numerosísima, estando el teatro completamente lleno y, viéndose en palcos y butacas, las familias más distinguidas de la buena sociedad segoviana”.

El ritual del público repitió el que era habitual: gritos de ¡Libertad! acompañados de la interpretación de “la orquesta que tuvo que tocar a petición del público el himno de Riego y la Marsellesa”. Era la parte que no escribe el poeta, como señalaba Unamuno, pero que forma parte de la verdad del teatro, único género literario que se prolonga más allá del texto.

En ninguno de los estudios históricos sobre las representaciones de Electra había encontrado referencia alguna de su paso por Segovia a pesar de incluir muchas de las ciudades españolas. Extrañaba esta falta de datos cuando Segovia tuvo una actividad cultural intensa durante todo ese tiempo con una gran iniciativa de personas y grupos. Los años siguientes, bien conocidos, irán recogiendo los frutos y no es casual que Unamuno estrenara aquí o que la revista La Escuela Moderna dedicara un artículo a las actividades culturales de la Diputación segoviana.

Y queda el testimonio literario de la obra galdosiana, amplia, intensa, bien alejada del radicalismo con que fue interpretada en ocasiones. Amante de la gran tradición española, su gran apuesta estuvo orientada a la concordia, la tolerancia y el aprecio por el progreso. Electra recogió todas estas preocupaciones y, en esta ocasión, el escenario amplió el eco de un mensaje presente a lo largo de su dilatada vida. Nuestros abuelos fueron testigos de su paso por Segovia. Nosotros vivimos en la España que soñaron.

José Luis Mora García
Universidad Autónoma de Madrid

[Publicado originalmente en El Adelantado de Segovia, 27 de septiembre de 2001]
  
© José Luis Gómez-Martínez
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