Filosofía, teología,
literatura:
aportes cubanos
Ignacio Delgado González
"La filosofía
cubana en vísperas de la Revolución de 1959"
Introducción
Con la
muerte en 1933 del filósofo camagüeyano Enrique José Varona (1849-1933) terminó
el secular ciclo jalonado por gloriosas figuras del pensamiento filosófico cubano
José Agustín Caballero, José de la Luz y Caballero, Félix Varela, José Antonio
Saco, José Martí, Enrique José Varona, quienes supieron cimentar sobre ideas
sólidas y modernas la concepción filosófico-política de la nacionalidad cubana. Ellos
enseñaron a los cubanos a pensar con cabeza propia y desarrollaron una filosofía
axiológica y ética muy comprometida con el proyecto de liberar a su pueblo del poder
colonial que le negaba a aquél el derecho fundamental a su autodeterminación. Su
pensamiento profundamente humanista y de raíces cristianas (si exceptuamos de esto
último a Varona) supo conciliar las posiciones filosóficas y científicas más avanzadas
de su tiempo (empirismo, sensismo, positivismo) con planteamientos acerca del hombre y de
la sociedad distantes del radicalismo materialista que niega el ámbito de la
trascendencia.
La filosofía de estos pensadores fue una reflexión viva que brotó de la misma
realidad cubana y por eso se convirtió en doctrina que alimentó las ansias de libertad,
de justicia y de solidaridad de muchas generaciones de cubanos que los reconocieron como
"maestros" de su pueblo.
Hay que admitir que esa vinculación entre la filosofía y la realidad socio-política,
que caracteriza la obra de estos egregios fundadores de la filosofía cubana, se debilita
y tiende a desaparecer en las primeras décadas del siglo XX, una vez establecida la
república en que desembocó la última y definitiva guerra de independencia. Es probable
que en ello influyera el haber conseguido de hecho el objetivo principal de la
emancipación que había impulsado todo el movimiento filosófico anterior. Es probable
también que en la explicación de la nueva situación haya que tener en cuenta el
desencanto que sintieron los intelectuales (es el caso de Varona) al percibir que el nuevo
régimen instaurado no encarnaba todo el ideario libertador de los padres de la patria.
El hecho es que se produce sobre todo después de la desaparición de
Varona lo que podemos calificar como creciente tendencia hacia una
"profesionalización" de los filósofos cubanos, acentuada en la década de los
años 40, los cuales se entregan al estudio de las corrientes filosóficas dominantes en
Europa positivismo, fenomenología, existencialismo, pragmatismo, cuya
situación (común a toda Latinoamérica) contribuyó a que no prestaran atención
preferente a los problemas éticos y sociales existentes en la realidad cubana.
La filosofía desarrollada en Cuba durante estos años previos a la revolución de 1959
coincidió con los grandes filósofos del siglo XIX en el interés por las nuevas
corrientes dominantes en el mundo occidental, pero se apartó de la tradición cubana al
no utilizar dichas filosofías con sentido crítico en el análisis de la realidad
histórica y práctica de su país.
Sin embargo me parece desmesurada la tesis de algunos estudiosos marxistas según la
cual la actividad filosófica cubana anterior a la citada revolución se reduce a simple
producto ideológico realizado al servicio de los intereses políticos de la clase
dominante en los sucesivos gobiernos de la que llaman "república mediatizada" e
instrumentalizada por el imperialismo norteamericano (1). A mi juicio es
necesario proceder a un estudio más ponderado y justo acerca de la filosofía cubana
producida por personas e instituciones notables de la vida intelectual durante el período
a que nos estamos refiriendo.
Un estudio de estas características debe de emplear criterios de valoración
estrictamente filosóficos con el fin de no hacer una lectura simplemente
"política" de la filosofía ni incurrir en descalificaciones personales
motivadas por juicios de intenciones no corroborados por la realidad. Me parece que una
cosa es hacer historia de las ideas y otra muy distinta la biografía de las personas. No
siempre hay coincidencia entre el valor positivo de una obra científica o intelectual de
calidad y las actitudes humanas de su autor. Al historiador de la filosofía le incumbe
analizar críticamente la obra de un autor desde el punto de vista de la creatividad, del
rigor científico y de la aportación al desarrollo de dicho saber tanto a nivel mundial
como de su país, sin que su análisis se vea objetivamente afectado por posibles
apreciaciones acerca de la tendencia ideológica o militancia política del autor.
Desde una óptica marxista, según revelan los textos citados, se interpreta toda la
historia de la filosofía como la eterna lucha entre el idealismo y el materialismo.
Aunque me parece un planteamiento bastante reduccionista, puede considerarse
científicamente válido. Lo que me parece inaceptable es el dato de identificar a los
autores adscritos al idealismo con los calificativos de negativo, reaccionario, decadente,
no-científico, al servicio de la burguesía, etc., y a los defensores del materialismo,
por el contrario, clasificarlos con los epítetos opuestos de positivo, científico,
progresista, etc. Algunos han aplicado este criterio político a la filosofía cubana de
los años precedentes a la revolución de 1959 y el resultado ha sido la alineación en
dos grupos antagónicos de los filósofos cubanos de dicho período: en un bando han
inscrito a los cultivadores de tradiciones filosóficas importantes como la
Fenomenología, el Existencialismo, la Antropología Filosófica, la Filosofía de la
religión, la Filosofía de la educación, etc., definiéndolos como representantes de una
filosofía "irracionalista", "fideísta", "pesimista",
"seudocientífica" y "reaccionaria" (los nombres aquí consignados
son: Jorge Mañach, Humberto Piñera, Roberto Agramonte, Pedro Vicente Aja, José Ignacio
Lasaga, Mercedes y Rosaura García Tudurí, Rafael García Bárcena, entre otros); y en
otro registro separado del anterior han alistado a los defensores del materialismo y del
ateísmo, a los partidarios del movimiento obrero y del progresismo marxista y, en
general, a otros filósofos que manifestaron algunas críticas a la obra de los primeros
(los nombres en este caso son: Emilio Roig, Fernando Ortiz, Elías Entralgo, Antonio
Martínez, Juan I. Jiménes-Grullón, Medardo Vitier, etc.) (2). Lo
peligroso de esta división maniquea de los filósofos cubanos en "buenos" o
"malos", según su adhesión favorable o contraria a una determinada concepción
ideológica-política, está en la posible y lógica consecuencia de eliminar la
contribución de los considerados "malos" a la historia del pensamiento nacional
y mundial, lo cual nos conduciría a la visión sesgada de reducir al final toda la
tradición filosófica cubana a las corrientes marcadas por el positivismo y por el
materialismo.
En un esfuerzo por superar esa división antagónica, en gran medida ficticia, urge
reconocer públicamente que tanto en un grupo como en el otro hay importantes y rigurosos
pensadores que han enriquecido con sus trabajos la historiografía filosófica cubana. Hay
que aceptar que la situación socio-política de Cuba en esos años del 50 seguramente
demandaba un pensamiento más comprometido con la causa de la liberación y de la
transformación social y cultural del país, que muchos intelectuales no supieron o no se
atrevieron a desarrollar, pero aun entre los más despreocupados por la problemática
socio-política concreta se descubre una atención teórica notable acerca de los temas
del hombre, de los valores y del sentido trascendente de la vida, la cual entronca
indudablemente con la tradición filosófica cubana. Durante dichos años no se
interrumpió esa trayectoria humanista y ética, heredada de nuestros autores clásicos,
que no se circunscribe sólo a los filósofos antes calificados como progresistas, sino
que es común a cuantos entonces llevaron a cabo una actividad específicamente
filosófica dentro de Cuba.
Recuperación del pasado filosófico cubano
El primer aspecto que debo subrayar al estudiar este período de la filosofía cubana
es la actividad de muchos autores que desde una trayectoria y talante humanísticos y
axiológicos pretendieron recuperar y actualizar los contenidos peculiares de la
filosofía de nuestros fundadores. Existen datos que corroboran el hecho de que dicha
recuperación no sólo fue obra de la llamada ala "progresista" de la
intelectualidad cubana.
Digno de significación es el libro del notable intelectual Jorge Mañach
(1898-1961), estudioso muy preocupado por las raíces de la cultura cubana (3),
titulado "Martí, el Apóstol" (4), biografía completísima
de Martí, que presenta la personalidad psicológica, literaria, moral y política de
éste, a la vez que subraya su compromiso patriótico con la independencia de Cuba y con
la instauración de una república abierta a todos y defensora de la igualdad y de la
justicia para todos los cubanos.
Merecedora de elogio fue la creación en 1945 de la Biblioteca de Autores Cubanos por
iniciativa del profesor y rector de la Universidad de La Habana, Roberto Agramonte (1904-1995),
en cuya colección se editaron entre otras las Obras Completas de Félix Varela y de José
de la Luz y Caballero. En su trabajo creativo hay que reseñar sus numerosos y
documentados estudios sobre José Agustín Caballero, Félix Varela, Enrique José Varona,
José de la Luz y Caballero, así como sus rigurosos ensayos sobre Martí, sin olvidar
otros trabajos acerca de la filosofía cubana en general. Agramonte se interesó
principalmente por los contenidos éticos y axiológicos de dichos autores con los que él
se identifica plenamente (5).
Las hermanas García Tudurí, Mercedes y Rosaura, profesoras de la Universidad
Católica de La Habana, desde su filosofía de inspiración cristiana intentaron recuperar
la dimensión humanista y ética de la tradición filosófica cubana del siglo XIX que
siempre consideró fundamental hacer de la cultura y de la educación los mejores medios
para la transformación moral y social de los cubanos. En el libro "Introducción a
la Filosofía" (1948) ellas realizaron un preciso y ponderado análisis de dicha
tradición cubana: consideran a Félix Varela como el auténtico padre de nuestra
filosofía y el impulsor de la emancipación cubana respecto del poder colonial; hacen
también un fino estudio de los valiosos aspectos metodológicos y doctrinales de José de
la Luz y Caballero, el gran "maestro" de la sociedad cubana y otro de los
insignes forjadores de nuestra nacionalidad (6).
En contraste con las interpretaciones anteriores, otro destacado filósofo Rafael
García Bárcena (1917-1961), fundador en 1946 de la Sociedad Cubana de Filosofía y
director de la Revista Cubana de Filosofía (órgano de expresión de dicha sociedad), en
su ensayo "Los Aforismos de Luz y Caballero" (Universidad de La Habana, 1945)
llevó a cabo una visión distorsionadora del pensamiento lucista. Es erróneo presentar a
Luz y Caballero como un idealista, acusación injusta y falsa que el mismo filósofo
rechazó siempre en las polémicas filosóficas en las que intervino y que sus propios
textos desmienten, al defender una teoría del conocimiento fundada en la lógica
inductiva y en las tesis empiristas y sensistas. Tampoco resulta riguroso plantear la
teologización y mistificación de su pensamiento que otorgaría a Dios todo el
protagonismo de la historia y mermaría las posibilidades de una praxis transformadora por
parte de la humanidad. Por el contrario, la enseñanza de Luz se basa en formar hombres
dotados de espíritu crítico y comprometidos en la actividad liberadora y transformadora
de la realidad socio-política de su pueblo.
En las obras de Medardo Vitier (1886-1960), sin duda una de las personalidades
intelectuales más distinguida de la cultura y especialmente de la filosofía cubana de
este siglo, se encuentra la mejor exposición de la filosofía del siglo XIX en Cuba, lo
cual me obliga a una consideración más extensa de su aportación (7).
Vitier subraya el hecho de que dos sacerdotes del Seminario de San Carlos de La Habana,
el P. José Agustín Caballero y el P. Félix Varela, fueran los iniciadores no sólo de
la reforma y modernización de los estudios de filosofía en Cuba, sino también del
pensamiento político que creó el sentimiento de la nacionalidad cubana, el cual sirvió
de guía a los combatientes por la independencia. En efecto, el P. Caballero con su
"Philosophia electiva" (1797) incorporó a la docencia filosófica las nuevas
corrientes europeas que frenaron el dominio hegemónico del escolasticismo; defendió la
autonomía de la filosofía respecto de la teología; y además de criticar los abusos del
poder colonial, solicitó una especie de gobierno autonómico para Cuba. Vitier coincide
con R. Agramonte en el hecho de significar a Varela como el primer y gran filósofo
cubano, el primero que comenzó a enseñar verdadera filosofía en Cuba (ver, por ejemplo,
sus "Lecciones de Filosofía" -1818-), el primero que nos enseñó a pensar para
librarnos de la rigidez y dogmatismo del escolasticismo, para lo cual introdujo en Cuba
las nuevas corrientes del cartesianismo, empirismo y sensualismo.
Acerca de Luz y Caballero señala Vitier la preocupación lucista por el método y
valora positivamente su propuesta (en la polémica con los hermanos González del Valle)
de que los estudios de Física precedan a los de Lógica (en contra del escolasticismo) si
se parte de que las bases del conocimiento deben de ser la observación y la
experimentación de la naturaleza, de manera que en lugar de una lógica abstracta exista
una lógica fundada en el espíritu de observación. Subraya también la irritación de
Luz por la acusación de materialismo de que fue objeto por parte de sus adversarios en la
llamada "Polémica Filosófica", puesto que su adscripción empirista y
sensualista en modo alguno implicaba una defensa del materialismo. Me parece muy acertada
esta valoración, en contraste con otros que identifican a Luz con la gnoseología
materialista, si se observa que su empirismo-sensualista en materia
científico-filosófica no le impidió al maestro cubano formular los principios de una
filosofía marcadamente axiológica, teleológica y abierta a la trascendencia. No
silencia tampoco Vitier la fecunda labor educativa desarrollada por Luz y Caballero en la
tribuna, en la prensa y sobre todo en su colegio de El Salvador, para inculcar el sentido
de la verdad y de la justicia a esa nueva generación de cubanos que lucharía por la
libertad y la independencia de su patria.
De Varona no le interesó tanto el estudio de su positivismo, presente sobre todo en
sus grandes cursos de filosofía (1880-1883), sino su visión del mundo y de la vida
contenida en sus artículos (especialmente los reunidos en el libro "Con el
eslabón" de 1927), en los cuales a juicio de Vitier se encuentran las
mejores intuiciones de Varona. En cuanto al llamado "escepticismo" varoniano,
que a partir de 1917 genera su pérdida de confianza en la teoría positivista del
progreso social y en la capacidad del hombre y de las instituciones para el
adelantamiento, en palabras de Vitier "su pesimismo es fundamental", aunque
reconoce que no fue la doctrina que enseñó Varona, quien a pesar de contemplar la
ruindad de la naturaleza humana no perdió totalmente la esperanza en la acción salvadora
de la humanidad. De la misma manera, aunque reconoce el materialismo fundamental varoniano
que cierra su mente a todo orden trascendente o sobrenatural, ello no merma la enorme
carga de humanismo y de ética que acompaña su enseñanza y que explica su influencia en
la juventud cubana de los años treinta, circunstancia que incitó a Vitier a titular su
libro "Varona, maestro de juventudes".
En cuanto a Martí, a quien dedicó en 1954 su ensayo "Martí, estudio
integral", lo considera con acierto un auténtico filósofo, pues en las miles de
páginas escritas por el Apóstol hallamos toda una concepción filosófica del universo,
del hombre, de la moral, etc., que tanto este autor como otros estudiosos martianos han
sabido comprender y comentar. Subraya Vitier la síntesis perfecta entre pensamiento y
acción existente en Martí, su comprensión de la dimensión ética del hombre y, sobre
todo, su compromiso con los valores de la verdad, de la autenticidad y de la libertad, por
los que ofrendó su vida con la mira puesta en la creación en Cuba de una sociedad
democrática empeñada en el bien de todos los hombres, sin distinción de razas ni de
clases sociales.
No se olvidó Vitier de otros pensadores cubanos importantes del siglo XIX como fueron
el neokantiano José del Perojo (1852-1908), quien introdujo en España la nueva corriente
del neokantismo y fundó la "Revista Contemporánea" que tánto contribuyó a la
modernización de la filosofía española; o el caso de Rafael Montoro (1852-1933),
insigne orador y político, a quien se suele adscribir al movimiento neo-hegeliano de la
época y que supo apreciar la obra filosófica y literaria de su paisano Varona a pesar de
las diferencias ideológicas entre ambos.
De manera suscinta deseo indicar otros esfuerzos que se realizaron en este período
para recuperar esa tradición filosófica cubana. Antonio Sánchez de Bustamante
(1910-1984) simultaneó su trabajo en Filosofía del derecho con el estudio acerca de los
filósofos cubanos, cuya altura intelectual supo apreciar en ensayos como "La
filosofía clásica alemana en Cuba" (La Habana, 1985). Pedro Vicente Aja
desde su humanismo cristiano se ocupó también de la historia de nuestra filosofía desde
una hermenéutica religiosa (8). Humberto Piñera Llera, el
filósofo de talante existencialista integrado en la Sociedad Cubana de Filosofía, se
ocupó de la filosofía cubana en su conjunto y de autores como Varona y Montoro (9).
De Varona se ocuparon también entre otros: Máximo Castro ("Varona y el
positivismo", en Revista Cubana de Filosofía, Nº 4, 1949); el profesor de la
Universidad de La Habana Elías Entralgo 1903-1966 ("Algunas
facetas de Varona", Comisión Nacional de la UNESCO, La Habana, 1965) y Luis A.
Baralt 1892-1969 ("Las ideas estéticas de Varona", en Revista
Cubana de Filosofía, Nº 4, 1949). Otros estudios valiosos acerca del Martí
filósofo fueron los de Antonio Martínez Bello ("Ideas económicas y sociales
de Martí", La Habana, 1940; en 1989 publicó el libro "Ideas filosóficas de
José Martí", Ed. de Ciencias Sociales, La Habana), quien vincula el pensamiento
martiano con las condiciones económicas de Cuba desde una interpretación basada en el
materialismo histórico (aunque reconoce que Martí no asumió el materialismo) y J.I.
Jimenés-Grullón ("La Filosofía de José Martí", Universidad Central de
Las Villas, Santa Clara, 1960) que expone en profundidad la significación histórica y la
vigencia de la filosofía martiana conceptuada por el autor como espiritualismo realista y
como pensar nacido de la praxis revolucionaria.
Temática filosófica predominante en este período
1. Entre las corrientes más influyentes en los autores cubanos de este período se
encuentran la filosofía de la vida y la filosofía de la existencia. Las figuras de
Bergson, Nietzsche, Heidegger, Jaspers, Ortega y Gasset, etc. fueron materia de estudio
para los filósofos cubanos de los años 50, ya fuera para adherirse a dichos
planteamientos ya para criticarlos y rechazarlos.
Jorge Mañach, quien siguió la orientación orteguiana que tan grande peso ejerció en
latinoamérica, hizo de la vida humana personal ("mi vida", la realidad radical
para Ortega) el centro de su reflexión (10). Uno de los aspectos que
analiza es la relación dialéctica entre la vida personal y la vida de los demás, entre
la conciencia individual, por una parte, y la naturaleza y sociedad, por otra. En su afán
de ver la filosofía como un saber orientado a clarificar la existencia real del hombre,
se ocupó de estudiar la realidad de la libertad humana con el fin de defender la libertad
personal frente a toda forma de determinismo naturalista.
Humberto Piñera afronta también el tema de la vida y de la existencia, al cual
dedicó su primer libro "Filosofía de la vida y filosofía existencial"
(Sociedad Cubana de Filosofía, La Habana, 1952) y numerosos artículos en distintas
revistas de la época. El identifica vida y existencia y de acuerdo con la filosofía
orteguiana concibe la vida como el estrato más profundo y dinámico de la realidad en el
cual se integran el yo y las cosas ("yo soy yo y mis circunstancias"). En la
obra citada, como también en "Introducción a la filosofía" (Ed. Cultural, La
Habana, 1954) y en "Apuntes de una filosofía" (Ed. Hércules, La Habana, 1957)
prima la dimensión vital de la existencia sobre el entendimiento y las circunstancias
históricas sobre la esencia o naturaleza humana, lo cual revela claramente la influencia
orteguiana en este autor. Consecuente con su existencialismo subraya y absolutiza la
libertad individual por encima de las limitaciones que la realidad objetiva y social
impone al libre albedrío de la voluntad individual.
En Luis A. Baralt, colaborador de la "Revista de la Universidad del Aire"
(fundada por J. Mañach) y de la "Revista Cubana de Filosofía", se percibe
también una gran sintonía con el vitalismo de Bergson y de Nietzsche. Sin embargo, Juan
I. Jimenés-Grullón alertó contra los excesos biologicistas e irracionalistas de la
filosofía vitalista representada por Bergson, Nietzsche y Ortega. Este profesor de la
Universidad Central de Las Villas realizó un análisis muy crítico de la filosofía
orteguiana que a su juicio incluía contenidos claramente irracionalistas (11).
Las hermanas García Tudurí sí asimilaron el racio-vitalismo de Ortega tal como reflejan
sus textos (12). Por el contrario, Medardo Vitier no comprendió la
filosofía orteguiana al pensar que conducía a posiciones irracionalistas negadoras de la
esencia del hombre; rechazó además la sobrevaloración existencialista de las pulsiones
de la naturaleza humana en detrimento de la racionalidad y también su visión pesimista
acerca del destino humano.
2. Otra cuestión que centró la atención de varios autores fue la axiológica.
J. Mañach en su artículo "El problema de los valores" (Bohemia, Nº 29,
1946) supera el clásico enfrentamiento de las escuelas axiológicas y se anticipa al
planteamiento más actual e integrador que supera el reduccionismo tradicional hacia el
subjetivismo o hacia el objetivismo y subraya en su lugar la relación dialéctica y
dinámica existente entre sujeto y objeto como posición idónea para comprender la
naturaleza y el verdadero alcance de los valores (carácter absoluto o relativo de los
mismos).
Mercedes y Rosaura García Tudurí asimilaron la doctrina axiológica de la Escuela
Fenomenológica (M. Scheler y N. Hartmann), aunque procuraron también adoptar una
posición intermedia ante las tesis antagónicas del objetivismo y del subjetivismo
axiológicos. Sí aceptaron abiertamente la clasificación jerárquica de los valores (M.
Scheler) que otorga a los valores religiosos el puesto superior de la escala, en actitud
coherente de estas autoras con su concepción metafísica de inspiración cristiana y
tomista. Sólo así se explica que en su concepción antropológica prime la dimensión
ético-religiosa sobre las relaciones sociales que vertebran la vida humana. En sus
escritos expresaron su preocupación ante la deshumanización que acarreaba la hipertrofia
de la actitud científica de corte materialista que cierra la apertura del espíritu
humano hacia los valores éticos y religiosos (13). En cuanto a los
valores estéticos fueron estudiados detenidamente por Rosaura en su libro
"Introducción a la estética" (Ed. Ínsula, La Habana, 1957); según ella estos
valores ofrecen una realidad objetiva y social que puede ser aprehendida mediante una
especie de intuición afectiva que con posterioridad se convierte en objeto de análisis
racional, como no podía ser menos en una filósofa identificada con la metafísica
neotomista.
José Ignacio Lasaga, filósofo católico y profesor de la Universidad Católica
de La Habana, coincide con los colegas anteriores al aceptar la teoría axiológica
objetivista de M. Scheler con su escala jerárquica de los valores que coloca a los
religiosos en el lugar superior por encima de todos los demás.
En cuanto a Medardo Vitier, en sintonía con la tradición filosófica cubana, expresa
una gran confianza en el papel de la educación para promover las transformaciones que
necesitaba la sociedad cubana a través de los valores destinados a perfeccionar la vida
de los hombres y de los pueblos. En esta materia de ética y de axiología coincidió con
otros autores cubanos en la necesidad de conciliar la permanencia de las normas morales
básicas y de los valores perennes con una actualización de los mismos según la época,
como única vía para alcanzar el fin fundamental de la humanización y dignificación de
los seres humanos. Desde este criterio se opuso Vitier al relativismo e instrumentalismo
de la ética defendido por J. Dewey y en general a las tesis del utilitarismo pragmático
de la moral.
Luis A. Baralt también manifestó con hondo sentido humanista una sincera
preocupación por el estado de los valores morales en una sociedad que se dejaba arrastrar
por la pendiente pragmatista, desencadenada a su juicio por el dominio ejercido por parte
de las ciencias positivas (conviene destacar su atención a las cuestiones de estética en
sus estudios: "Croce y sus ideas estéticas" (1953) y "Las ideas estéticas
de Varona", en Revista Cubana de Filosofía, Nº 4, 1949).
3. La presencia de filósofos cubanos durante esta etapa se hizo notar además en el
campo de la Filosofía de la religión.
Una primera referencia me lleva a la aportación en esta materia del profesor de la
Universidad Católica de La Habana, José Ignacio Lasaga, cultivador también de otras
disciplinas como Lógica, Teoría del conocimiento y Psicología. En su principal obra
"Introducción a la filosofía" (Ed. Librería Selecta, La Habana, 1953)
coincide con la tradición filosófica universal al concebir la filosofía como un saber
teorético (no experimental) que estudia la totalidad del universo con el propósito de
conocer sus últimas causas (saber de universalidad, de totalidad y de ultimidad, a
diferencia de las ciencias particulares). Esta perspectiva metafísica le condujo a la
teodicea, en cuyo campo se identifica con la interpretación neotomista que distingue con
claridad el ámbito filosófico (orden natural) del religioso (orden sobrenatural) en
cuanto dos vías distintas que conducen a la misma verdad: la existencia de Dios como ser
necesario y absoluto, causa primera de todos los seres y fin último de todo lo creado.
Por otra parte, Dionisio de Lara desarrolló desde el protestantismo una
filosofía de la religión sobre bases cartesianas (meritorio fue su esfuerzo por renovar
la filosofía cubana mediante el racionalismo cartesiano), la cual rechaza los postulados
científicos del empirismo y del materialismo, considerados por él inadmisibles y
perjudiciales para el espíritu humano, pues su concepción antropológica se fundamenta
en la realidad religiosa constitutiva de la esencia humana (14).
No puedo soslayar la contribución a la filosofía de orientación cristiana por parte
de las ya citadas hermanas García Tudurí. En su "Introducción a la
filosofía" (1948) y en otros ensayos elaboraron una filosofía que fundamenta la
realidad del mundo y del hombre en la existencia de Dios como Ser Supremo, pero al igual
que Lasaga y otros colegas cubanos de su tiempo diferencian claramente, desde una visión
neotomista, los ámbitos de la filosofía y de la fe, tanto desde la consideración de su
objeto como desde el punto de vista de la fuente de su conocimiento, sin que ello suponga,
según la doctrina escolástica tomista, que se rompa la armonía que debe de existir
entre la fe y la razón (15).
Una personalidad importante en Filosofía de la religión fue el profesor de la
Universidad de La Habana y fundador de la célebre Sociedad Cubana de Filosofía, Rafael
García Bárcena (1917-1961), quien fue un profundo conocedor de la filosofía europea
y latinoamericana (16). En sus libros "Estructura de la estructura.
Esquema para una filosofía de la estructura" (La Habana, 1948) y "¿A dónde va
el mundo orgánico?" (La Habana, 1953) mantiene una concepción estructuralista del
mundo a partir de una evolución de la naturaleza que trata de conciliar con la tesis
creacionista. Es muy fuerte su convencimiento de que la razón puede conocer tanto la
existencia como la esencia divinas reveladas por la fe; algunos interpretan que subordina
la razón a la fe, la filosofía a la religión. La antropología y la axiología de
García Bárcena sólo se comprenden desde su visión de Dios como plenitud de la
existencia humana, según expone en su libro "Redescubrimiento de Dios (Una
filosofía de la religión)" (Ed. Lex, La Habana, 1956), cuyas páginas manifiestan
su aceptación de un humanismo cristiano que se alimenta de la fenomenología europea.
4. En el campo de la Antropología Filosófica, José Ignacio Lasaga subraya la
estructura relacional del hombre con los demás y con Dios, también la espiritualidad del
alma en contra del materialismo que reduce la vida psíquica a puros hechos fisiológicos
y la libertad humana que es consecuencia de la existencia del espíritu.
Por otra parte, Roberto Agramonte, poseedor de una amplísima cultura filosófica,
fundamenta su visión del hombre en los principios metafísicos que hacen de éste un ser
moral cuyo fin último es la adhesión a un sistema de valores éticos y trascendentes,
acorde esta posición del autor con el sentido ético-humanista de la tradición de los
más ilustres pensadores cubanos.
Aprovecho para indicar también que Medardo Vitier en sus obras más sistemáticas
("Kant, iniciación en su filosofía", Universidad de Las Villas, Santa Clara,
1958) y "Valoraciones I y II", Ibid., 1960-61) expone sus propias ideas acerca
del conocimiento, del hombre, de la ética, etc. Su teoría del conocimiento es
racionalista: defiende la objetividad de la verdad y rechaza el idealismo kantiano de las
formas y categorías a priori; en cuanto a la relación mundo-Dios profesa un cierto
panteísmo al concebir a Dios como un todo universal de cuya esencia infinita participa
también el hombre.
5. Hubo autores significativos que estudiaron diversos aspectos de la sociedad, de la
cultura y del derecho, los cuales merecen el debido reconocimiento por parte de la
sociedad cubana.
* Ha sido muy importante la contribución de Roberto Agramonte en el campo de la
Sociología, disciplina de la que fue catedrático durante muchos años en la Universidad
de La Habana y de la que nos ha dejado ensayos y manuales verdaderamente valiosos, sobre
todo por la enorme cantidad de documentación y todo tipo de datos que aportan (17).
Su sociología recibe la influencia de la sociología norteamericana; rechaza las tesis
sociológicas del marxismo; con una mentalidad positivista hace finos análisis
descriptivos de los hechos sociales; pero además su mente filosófica le lleva a ponderar
el peso de las ideas en el desarrollo histórico-social de los pueblos.
* En Filosofía del derecho sobresale Antonio Sánchez de Bustamante
(1910-1984), profesor de la Universidad de La Habana, quien recibió la influencia del
neokantiano alemán R. Stammler acerca de la formalidad y la universalidad del derecho por
encima de las condiciones históricas determinadas, lo cual le condujo a una concepción
formalista del derecho (18). Con posterioridad dio a su filosofía una
orientación marxista conducente a una interpretación negativa de la sociedad capitalista
y especialmente de su organización jurídico-política.
* Mención muy especial, en este rápido recorrido por el pensamiento cubano de los
años cuarenta y cincuenta, para el etnólogo, antropólogo y sociólogo más eminente de
Cuba en el siglo XX: Fernando Ortiz (1881-1969).
El método de este insigne investigador de la cultura cubana y también su fondo
doctrinal se inscriben dentro del influyente positivismo de la época; su método es
positivista: observación y verificación de los hechos, como lo es su fe en la ciencia en
cuanto motor del progreso y del bienestar de los pueblos. Sin embargo, su identificación
teórica con el positivismo evolucionista spenceriano no le impidió rechazar las nocivas
consecuencias de dicha teoría en el ámbito de la vida social (sobre todo los efectos del
principio evolucionista de la lucha por la existencia con el triunfo del más fuerte sobre
el débil), especialmente por el peligro que el darwinismo social representaba como
palanca para defender en Cuba las teorías y las actitudes racistas, que Ortiz rechazó
categóricamente, o para justificar la inexistencia de la igualdad y de la solidaridad
entre los miembros de la sociedad. Mayor aceptación de la doctrina evolucionista expresa
su confianza en una reforma gradual de la sociedad por medio de la transformación
cultural que evitaría las rupturas traumáticas de las revoluciones.
Fernando Ortiz investigó en profundidad los orígenes de la religión en Cuba marcando
con precisión la influencia de las religiones africanas en nuestro país. Demostró
además a través de numerosos trabajos que la razón de ser de la nacionalidad cubana
radica en la integración de la diversidad racial que existe entre los habitantes de la
isla (19). Su aportación más original a la antropología mundial fue
el concepto de transculturación, es decir, la interacción o intercambio de culturas, el
"mestizaje cultural", que según Ortiz constituye la raíz misma de nuestra
identidad cultural cubana, tesis que expuso magistralmente en su maravilloso ensayo
"Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar" (La Habana, 1940), cuya
introducción fue escrita por el célebre antropólogo inglés B. Malinowski, quien tan
altamente ponderó dicho concepto de "transculturación", y también en otros
notables trabajos acerca de la realidad antropológica, cultural y social del pueblo
cubano (20).
* Otros autores que se ocuparon del estudio de la realidad económica y social de Cuba
fueron entre otros Elías Entralgo, profesor de Sociología y de Historia en la
Universidad de La Habana, y el positivista Ramiro Guerra (1880-1970) que en su
libro "Filosofía de la producción cubana" (Ed. Cultural, La Habana, 1944)
trata del hecho de la producción como la actividad humana cuyo fin es la satisfacción de
las necesidades humanas.
6. En el campo de la lógica y de la filosofía de la ciencia hay que registrar la
publicación de varios libros y de numerosos artículos de algunos autores Gustavo
Torroella, Jorge Tallet y Justo Nicola que se interesaron por la filosofía
neopositivista (21).
La Sociedad Cubana de Filosofía y su revista
Hoy nadie niega que en el período que estudiamos la institución académica que
protagonizó la actividad filosófica en Cuba fue la Sociedad Cubana de Filosofía, cuyo
gran mérito consistió en promover la producción filosófica (libros, artículos,
conferencias) de los autores más distinguidos del momento y de esta manera recuperar el
alto nivel que la filosofía cubana había ostentado en épocas precedentes.
Esta sociedad fue fundada por el profesor Rafael García Bárcena en 1946 con el apoyo
oficial del Ministerio de Educación y la colaboración de un grupo de profesores de las
dos Universidades de La Habana (la estatal y la católica) que figuran también entre sus
fundadores: Humberto Piñera (sucesor de García Bárcena en la dirección), Roberto
Agramonte, Luis A. Baralt, Mercedes y Rosaura García Tudurí, Máximo Castro, Pedro V.
Aja, Dionisio de Lara, etc.
Una de las realizaciones importantes de la Sociedad fue la edición de libros
filosóficos, entre los que destacan: H. Piñera "Filosofía de la vida y filosofía
existencial" (1952); P.V. Aja "Sobre el progreso de la filosofía" (1952);
D. de Lara "La idea de la historia de la filosofía" (1952); Varios
"Conversaciones filosóficas interamericanas" (1953); J. Mañach "La idea
de la historia de la filosofía" (1954); M. Castro "Estudios filosóficos"
(1955). La sociedad conectó también con el movimiento de revalorización de la
filosofía latinoamericana impulsado desde México por Leopoldo Zea y organizó en La
Habana la "Conferencia Internacional de Filosofía Latinoamericana" en 1953.
Sin duda el hecho más importante en la vida de esta Sociedad lo constituyó la
publicación desde su nacimiento en 1946 hasta 1957 de la Revista Cubana de Filosofía, en
cuyas páginas vieron la luz los trabajos de sus más destacados miembros y también los
de otros profesores de la Universidad y del Instituto de Filosofía creado en 1950. Dichos
estudios versaron acerca de notables filósofos cubanos (a Varona le dedicaron un número
especial con motivo del centenario de su nacimiento en 1949) y latinoamericanos (otro
monográfico sobre Francisco Romero a raíz de su muerte en 1951). La revista se ocupó
además de estudiar las nuevas corrientes filosóficas (existencialismo, pragmatismo,
vitalismo, etc.) y el pensamiento de insignes filósofos como Descartes (al celebrarse el
tricentenario de su muerte en 1950) y Ortega y Gasset (al producirse su fallecimiento en
1956). La calidad de su producción motivó el reconocimiento internacional de esta
publicación cubana, dirigida por García Bárcena hasta 1952 y por Piñera Llera en los
años siguientes.
No considero pertinente ofrecer ahora la relación completa de todos los trabajos
publicados en esta prestigiosa revista, que debería ser objeto de un estudio más
riguroso y sistemático, pero sí señalar algunos de los más valiosos: R. Agramonte:
"Filosofía cubana de las postrimerías" (Nº 2, 1947); "Situación de la
filosofía cubana" (Nº 4, 1949); L.A. Baralt: "Sobre la Sociedad Cubana
de Filosofía" (Nº 10, 1952); M. Castro "Presencia de Descartes en la
filosofía contemporánea" (Nº 6, 1950); "Ortega y Gasset y el tema de la
razón" (Nº 13, 1956); R. García Bárcena: "Coyuntura histórica para
una filosofía latinoamericana" (Nº 1, 1946); "Estructura de la
estructura" (Nº 2, 1947); "Vida y obra de Francisco Romero" (Nº 9, 1951);
M. García Tudurí: "Vocación íntima de Varona" (Nº 4, 1949);
"Valor de la circunstancia en la filosofía de Ortega y Gasset" (Nº 13, 1956);
"Esencia y forma de la democracia" (Nº 16, 1957); R. García Tudurí:
"Las ideas estéticas de Ortega y Gasset" (Nº 13, 1956); "El aspecto
social del arte" (Nº 16, 1957); D. de Lara: "Descartes, el
reformador" (Nº 6, 1950); J. Mañach: "Imagen de Ortega y Gasset"
(Nº 13, 1956); H. Piñera: "La posición de Sartre en la filosofía
existencial" (Nº 2, 1947); "La filosofía en la crisis del mundo
contemporáneo" (Nº 7, 1951); "La filosofía de Don Rafael Montoro" (Nº
10, 1952); I. Segura: "Alrededor de los fundamentos filosóficos de la
fe" (Nº 5, 1949); "Necesidad de una nueva fundamentación filosófica"
(Nº 16, 1957).
Junto a este elenco brillante de filósofos cubanos prestigiaron las páginas de la
revista los nombres de ilustres pensadores extranjeros: M. Heidegger, K. Jaspers, B.
Russell, V. Frankl, E. Brehier, R. Xirau, J. Ferrater Mora, R. Frondizi, F. Romero y
otros.
Conviene constatar además la publicación de estudios filosóficos en otras revistas
importantes de este período, las cuales aunque no son estrictamente filosóficas,
contribuyeron en gran medida a la difusión de los problemas y de las nuevas ideas de la
filosofía en nuestra nación. Entre los años 1949-1952 los "Cuadernos de la
Universidad del Aire", fundada y dirigida por J. Mañach, la cual impartía sus
cursos a través de una emisora de radio, publicaron artículos de muchos autores ya
mencionados con anterioridad Baralt, Castro, Agramonte, Entralgo, García Tudurí,
García Bárcena, Mañach, Ortiz, Piñera, quienes desarrollaron en aquéllos la
temática de diversos filósofos (Bergson, Kant, Descartes, Darwin, Nietzsche, Spencer,
Varona, etc.) y la problemática filosófica de actualidad.- En la revista
"Orígenes" (1944-1956) que aglutinó a un grupo muy importante de intelectuales
cubanos, entre quienes se encontraban José Lezama Lima, Gastón Baquero, Eliseo Diego,
Virgilio Piñera, Cintio Vitier, etc., publicaron también filósofos como la española
María Zambrano o el cubano Humberto Piñera. Presumo sin temor a equivocarme que en los
textos de esos insignes poetas se encierra una auténtica filosofía acerca de lo divino y
de lo humano que exigiría una atención especial por parte de los estudiosos de la
filosofía cubana.- En la revista "Ultra" (1935-1947) aparecieron trabajos de J.
Maritain, B. Russell, J. Dewey, W. James, así como varios estudios acerca del vitalismo,
existencialismo, darwinismo social, etc.- Y hasta en la casi centenaria
"Bohemia", una publicación de información general que aún se publica en Cuba
y que había difundido a nivel popular artículos de J. Mañach sobre la filosofía de la
vida en la década de los cuarenta, vieron la luz dos notables artículos de Medardo
Vitier: "El problema de los valores" (21-6-46) y "Cincuenta años de
estudio de la filosofía en la República" (10-5-53).
La exposición de datos y demás consideraciones realizadas en este capítulo confirma
indudablemente, a pesar de sus lógicas limitaciones, la relevancia de la filosofía
cultivada en Cuba durante esta década de 1950, cuya producción resulta mucho más
meritoria si se tiene en cuenta la situación de degradación social y de inseguridad
jurídica y política generadas por el régimen dictatorial entonces impuesto en Cuba, que
no invitaba precisamente a filosofar en unas condiciones naturales de sosiego y de
tranquilidad. La importancia del volumen y de la alta calidad logradas por la creación
filosófico-científica de aquéllos años reclama un estudio más amplio y profundo que
desde la objetividad y el rigor (análisis científico y no político de la obra realizada
por todos los autores aquí reseñados) nos conduzca a incorporar definitivamente a
nuestra tradición filosófica común y compartida por la totalidad de los cubanos la
valiosa riqueza de esos años tan cruciales en la historia de Cuba.
Notas
- Ver a modo de ejemplo los siguientes estudios: Guadarrama, P. - Tusell, E.
"Principales corrientes y representantes del pensamiento filosófico burgués cubano
durante la República mediatizada", en Revista Cubana de Ciencias Sociales 13
(1987) 27-39; Guadarrama, P. - Fung, T. "El desarrollo del pensamiento filosófico en
Cuba", en Islas 87 (1987) 34-47; Fung, T. "Filosofía y política en el
pensamiento filosófico cubano", en Islas 90 (1988) 13-19.
- Aparte de los textos indicados en la nota anterior, hay que registrar la amplia y
documentada obra dirigida por P. Guadarrama "El pensamiento filosófico en Cuba en el
siglo XX", publicada por las Universidades Autónoma de México y Central de Las
Villas (Santa Clara, Cuba), México 1995, en la cual es justo reconocer una
interpretación más aséptica y objetiva, más científica y menos política de la
producción filosófica cubana anterior a la revolución.
- Entre sus obras hay que destacar: La crisis de la alta cultura en Cuba, La
Habana1925; La indagación del choteo, La Habana 1928; 1955 (3ª ed.).
- Libro publicado en 1933. La editorial Espasa-Calpe de Madrid ha hecho varias ediciones
desde 1942.
- De su extensa bibliografía habría que indicar los siguientes títulos: "El Padre
Varela, el que primero que todo nos enseñó a pensar", en Revista de la
Universidad de La Habana, junio-julio de 1937; "Don José de la Luz y la
filosofía como ciencia de la realidad", Universidad de La Habana 1946;
"Prefacio a la filosofía cubana", en Revista Cubana de Filosofía 3
(1948); Varona, el filósofo del escepticismo creador, La Habana 1949;
"Los grandes momentos de la filosofía en Cuba", en Revista Universidad de La
Habana 91-93 (1950); José Agustín Caballero y los orígenes de la
conciencia cubana, La Habana 1952; "Situación de la filosofía cubana", en Revista
Cubana de Filosofía 4 (1949); "Implicaciones de la polémica filosófica en La
Habana", en Cuadernos Americanos (México), mayo de 1950; "La enseñanza
de la filosofía en Cuba", en Cuadernos de divulgación cubana de la UNESCO 12
(1954); José Martí y su concepción del mundo, Puerto Rico 1971; Las
doctrinas educativas y políticas de Martí, Puerto Rico 1991.
- Esta aportación la han realizado principalmente en obras como Introducción a la
Filosofía, La Habana 1948 (2ª); "Vocación íntima de Varona", en Revista
Cubana de Filosofía 4 (1949); "Presencia de Varona", Ibid., 4 (1949).
- Entre las obras del ilustre académico y filósofo interesa subrayar: Varona, maestro
de juventudes, La Habana 1936; Las ideas en Cuba (1938) y La filosofía en
Cuba (1948), ambas reeditadas conjuntamente bajo el título Las ideas y la
filosofía en Cuba, La Habana, 1970; Martí, estudio integral, La Habana
1954; José de la Luz como educador, La Habana 1956; "Cincuenta años de
estudio de la filosofía en la República", en Bohemia 19 (1953).
- Entre sus obras debemos señalar: Sobre el progreso de la filosofía, La Habana
1952; su participación en "Conversaciones filosóficas interamericanas",
Sociedad Cubana de Filosofía, La Habana 1953; "Montoro en la tradición filosófica
cubana", en Revista Cubana de Filosofía 9 (1953).
- Ver sus obras: Panorama de la filosofía cubana, Washington 1960; La
enseñanza de la filosofía en Cuba: una encuesta internacional organizada por la
UNESCO, La Habana 1954; "El ideal del hombre y la cultura en Varona", en Revista
Cubana de Filosofía 4 (1949); "Sobre la filosofía y la primera mitad del siglo
XX", en Ibid. 7 (1951); "La filosofía de Don Rafael Montoro", en Ibid. 10
(1952).
- Entre otros escritos suyos citemos: Para una filosofía de la vida y otros ensayos,
La Habana 1951 (su obra más sistemática); "Ideas y problema de nuestro
tiempo", en Cuadernos de la Universidad del Aire 1 (1949); "Imagen de
Ortega y Gasset", en Revista Cubana de Filosofía 13 (1956); "La idea de
la historia de la filosofía", Sociedad Cubana de Filosofía, La Habana 1954.
- Esta crítica aparece en sus trabajos: Al margen de Ortega y Gasset (Crítica a El
tema de nuestro tiempo) La Habana 1957; Al margen de Ortega y Gasset
(Crítica a La rebelión de las masas), Mérida (Venezuela) 1959; Al margen de
Ortega y Gasset (Crítica a En torno a Galileo), Ibid., 1959.
- Ver García Tudurí, M., "Valor de la circunstancia en la filosofía de
Ortega", en Revista Cubana de Filosofía 13 (1956); García Tudurí, R.,
"Las ideas estéticas de Ortega y Gasset", en Ibid. 13 (1956).
- Ver Introducción a la filosofía, La Habana 1948 y "La deshumanización del
hombre por la hipertrofia de la actitud científica", en el Tercer Congreso
Interamericano de Filosofía, La Habana 1950 (Publicaciones de la Sociedad Cubana de
Filosofía). Debo indicar también su libro más reciente Ensayos filosóficos, New
York 1983.
- Ver su artículo "Descartes, el reformador", en Revista Cubana de
Filosofía 6 19(50). Participó también en "Conversaciones filosóficas
interamericanas", La Habana 1953.
- Los planteamientos cristianos de estas filósofas se han visto confirmados en obras
posteriores: Ensayos filosóficos, New York 1983; García Tudurí, M.,
"Andariega de Dios: tiempo de exilio", Ibid., 1983.
- Ver sus ensayos: "Estampa espiritual de Federico Nietzsche (Exégesis del
centenario) 1844-1944", Ed de la Revista Índice, La Habana 1944; "Darwin y los
rumbos del pensamiento", en Cuadernos de la Universidad del Aire;
"Coyuntura histórica para una filosofía latinoamericana", en Revista Cubana
de Filosofía 1 (1948); "Vida y obra de Francisco Romero", en Ibid. 9
(1951).
- Tratado de sociología, La Habana 1949; Introducción a la sociología,
Ibid., 1949 (4ª); Sociología de la Universidad, Instituto de Investigaciones
Sociales y Universidad Nacional de México 1957 (2ª); Sociología contemporánea,
Ibid., 1963; Sociología latinoamericana, Puerto Rico 1963; Principios de
Sociología: un libro para latinoamericanos, México 1965.
- Entre sus obras se encuentran: Stammler, La Habana 1931; Lecturas de
filosofía del derecho, La Habana 1946; Introducción a la filosofía del derecho,
La Habana 1952.
- Ver estos trabajos: "Las fases de la evolución religiosa", en Revista
Bimestre Cubana.2 (1919); "Ni racismo ni xenofobia", en Ibid. 24 (1929);
"Por la integración cubana de blancos y negros", en Ibid. 3 (1943); El
engaño de las razas, La Habana 1946.
- Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940), Santa Clara 1963; hay
edición posterior, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana 1983. Ver también: "Los
factores humanos de la cubanidad", en Revista Bimestre Cubana 2 (1940)
161-186; "La transculturación blanca de los tambores de los negros", en Archivos
Venezolanos del Folklore 2 (1952) 235-256, reproducido en Islas 1 (1962), 67-98
y también en Ortiz, F., Estudios etnosociológicos, La Habana 1991.
- Torroella, G., "El pragmatismo", en Revista Cubana de Filosofía 1
(1946); Tallet, J., Perspectivas actuales de la filosofía, La Habana 1954;
"El principio de totalidad", en Revista Cubana de Filosofía 11 (1955);
Nicola, J., La enseñanza de la lógica en la Universidad de Oriente, Santiago de
Cuba 1954; "La sofística contemporánea", Ibid., 1954.
Bibliografía
- Agramonte, R., Varona, el filósofo del escepticismo creador. Montero Editor. La
Habana 1949.
- Agramonte, R., José Agustín Caballero y los orígenes de la conciencia cubana.
Ukar García y Cia. La Habana 1952.
- Agramonte, R., Introducción a la Sociología. Editorial Cultural. La Habana 1959
(4ª).
- Agramonte, R., Martí y su concepción del mundo. Editorial Universitaria. Puerto
Rico 1971.
- Baralt, L.A., "Sobre la Sociedad Cubana de Filosofía", en Revista Cubana
de Filosofía, Nº 10 1952.
- García Bárcena, R., Redescubrimiento de Dios (Una filosofía de la
religión). Ed. Lex. La Habana 1956.
- García Tudurí, M., "Valor de la circunstancia en la filosofía de Ortega y
Gasset", en Revista Cubana de Filosofía, Nº 13 1956.
- García Tudurí, R., Introducción a la estética. Editorial Ínsula. La
Habana 1957.
- García Tudurí, M. y R., Ensayos filosóficos. Senda Nueva de Ediciones.
Nueva York 1983.
- Guadarrama, P., Valoraciones sobre el pensamiento filosófico cubano y
latinoamericano. Editorial Política. La Habana 1985.
- Guadarrama, P., El pensamiento filosófico en Cuba en el siglo XX (1900-1960).
Universidad Central de Las Villas. Santa Clara 1995.
- Guadarrama, P. - Tusell, E. "Principales corrientes y representantes del
pensamiento filosófico burgués cubano durante la República mediatizada", en Revista
Cubana e Ciencias Sociales, Nº 13, Año V, Enero-abril de 1987, 27-39.
- Lasaga, J.I., Introducción a la filosofía. Ed. Librería Selecta. La Habana
1953 (3ª).
- Mañach, J., Para una filosofía de la vida y otros ensayos. Ed. Lex. La Habana
1951.
- Ortiz, F., Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940). Dirección
de Publicaciones Universidad Central de Las Villas. Santa Clara 1963.
- Piñera, H., Filosofía de la vida y filosofía existencial. Publicaciones de la
Sociedad Cubana de Filosofía. La Habana 1952.
- Piñera, H., La enseñanza de la filosofía en Cuba: una encuesta internacional
organizada por la UNESCO. Ed. Hércules. La Habana 1954.
- Piñera, H., Panorama histórico de la filosofía cubana. Unión Panamericana.
Washington 1960.
- Vitier, M., Martí, estudio integral. Publicaciones del Centenario. La Habana
1954.
- Vitier, M, Valoraciones, I y II. Universidad de Las Villas. Santa Clara
1960-1961.
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[Filosofía, teología,
literatura: Aportes cubanos en los últimos 50 años. Edición de Raúl
Fornet Betancourt. Aachen: Wissenschaftsverlag Mainz (Concordia Serie Monografías, tomo
25), 1999.]
© José Luis Gómez-Martínez
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