El
pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana: Argentina
"Silvio Frondizi ante la condición humana"
Sylvia
Ruiz Moreno
Durante
los primeros años del siglo XX, el litoral argentino albergó a la
numerosa familia que fundaron los inmigrantes italianos Isabel Ercoli y
Julio Frondizi. De sus 14 hijos, los tres más jóvenes serían destacadas
figuras del ambiente académico y político de su patria. Arturo accedería
a la Presidencia de la Nación entre 1958 y 1962. En ese mismo período,
Risieri, prestigioso profesor de filosofía, ocuparía el cargo de rector
de la Universidad de Buenos Aires. Silvio Frondizi, a cuya vida y obra
nos referiremos en las páginas siguientes, se convertiría en el
politólogo militante de la izquierda revolucionaria de las décadas del
‘60 y ‘70, entregando su vida por ello.
Biografía
Silvio Frondizi nació en Paso de
los Libres (Corrientes) el 19 de enero de 1907. A los 14 años se
trasladó a Buenos Aires junto con su hermano Arturo para completar su
bachillerato en el Colegio Nacional Mariano Moreno e ingresar en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Paralelamente a
su carrera de abogado, Silvio estudia historia en el Instituto Nacional
de Profesorado.
Con sus dos títulos a cuestas,
desarrolla la primera fase de su actividad docente durante las décadas
del ‘30 y ‘40 en la Universidad de Tucumán, mientras profundiza sus
conocimientos de teoría política con la lectura de los clásicos del
contractualismo. A partir de ese trabajo de sistematización, publica en
1943 una Introducción al pensamiento de John Locke. Dos años más
tarde concluirá la redacción de su principal obra de este período: El
estado Moderno.
Pronto los avatares de la
política argentina rozarían por primera vez su actividad profesional.
Como consecuencia del golpe militar de 1943 se ordena la intervención de
las universidades y —utilizando las palabras de Horacio Tarcus— “una
verdadera legión de fascistas avanza sobre Tucumán” (Tarcus, 1996: 78).
Silvio Frondizi renuncia al consejo académico de la universidad y se
pronuncia contra la intervención. No era la primera vez que se
enfrentaba a una dictadura: en 1931 fue encarcelado por manifestar
contra el gobierno de facto del General. Uriburu.
Luego de las elecciones que
llevaron por primera vez a la presidencia a Juan Domingo Perón, Frondizi
fue separado de todos sus cargos en la universidad. Por esta razón,
viaja a Buenos Aires para trabajar en el estudio jurídico de su hermano
Arturo; aunque ya desde 1944 dictaba clases de Derecho Político en el
Colegio Libre de Estudios Superiores, cargo que conserva hasta 1947.
Desde entonces, y hasta 1958, queda excluido de la actividad docente y
aprovecha esos años para dedicarse al estudio de la teoría marxista. En
esta segunda fase de su carrera se operará su definitiva transformación
de intelectual liberal crítico a cuadro marxista rebelde trazando su
propio camino de acceso al materialismo histórico.
En 1949 se casó con Pura Sánchez
Campos; al poco tiempo, nacieron sus hijos Isabel Silvina y Julio
Horacio. En aquellos años también fue forjando su grupo de estudios y
militancia, como producto del interés de algunos de sus alumnos que en
1945 querían continuar su formación junto al maestro. De allí surge el
movimiento Acción Democrática Independiente (ADI) y, años más tarde, el
grupo PRAXIS. (Frondizi, 1959: 29-30). De allí florecerá medio centenar
de cuadros políticos que nutrirán la izquierda de las décadas sucesivas
o se insertarán en la comunidad académica (Tarcus, 1996: 373). Desde ADI
y PRAXIS es posible para Frondizi, sus colaboradores y discípulos,
editar sus propias publicaciones —en forma de libros, folletos y
periódicos— que les permitirán extender la difusión de sus ideas. En ese
contexto, redacta su obra más importante, La realidad política
argentina, en dos tomos que aparecerán entre 1955 y 1956. El grupo
PRAXIS dio lugar a un peculiar movimiento político de influencia
trotskista, pero que buscaba diferenciarse de los partidos
tradicionales: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR-PRAXIS.
A partir de 1958, Silvio
Frondizi regresa a la universidad como profesor titular de Derecho
Político en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). En 1962 dicta
cátedra de Instituciones del Derecho Público en la Facultad de Ciencias
Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en 1963 será
convocado por el Centro de Estudiantes para dictar la cátedra paralela
de Sociología Argentina Contemporánea en la carrera de Sociología, de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
El golpe militar de 1966 lo
despojará nuevamente de sus cargos. Para entonces, las tensiones del
MIR-PRAXIS y el impacto de la Revolución Cubana, conducirán a la
disolución del movimiento. Sin embargo, lo que terminó por fracturar al
movimiento fue la prohibición impuesta por el gobierno de su hermano
Arturo, en 1960, como parte del Plan de Conmoción Interna del Estado (Conintes)
y la ley de represión contra el “terrorismo”.
De su viaje a Cuba y sus
entrevistas con el Che Guevara, surgió la idea de llevar la estructura
organizativa y programática que él había diseñado en el MIR hacia otros
países del continente. Fue así como Silvio Frondizi adquirió por
aquellos años proyección continental como el fundador de primer MIR
latinoamericano, y su obra trascendió las fronteras, como lo atestigua
Michael Löwy —respecto de su impacto en la izquierda brasileña—, en el
prólogo al libro de Horacio Tarcus (Tarcus, 1996: 12).
Los últimos escritos de Silvio
Frondizi evidencian una marcada influencia de los Quaderni de la
Carcere de Antonio Gramsci, que había leído en los años 50 (Tarcus,
1996: 368). Su actividad militante más destacada, en los avatares de la
política de entonces, fue la defensa de presos políticos, tarea que
desempeñó hasta sus últimos días. Cumpliendo esa función se vinculó al
Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) fundado por Mario
Roberto Santucho, una escisión del trotskismo que había adoptado la
táctica de la lucha armada a través del Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP). (Sobre la historia del PRT véase Seoane, 1991).
El 27 de septiembre de 1974 un
comando de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) irrumpió en su
casa para secuestrarlo, asesinando a su yerno, que intentó defenderlo.
Horas más tarde apareció un comunicado de la Triple A adjudicándose el
atentado e informando sobre la ubicación del cadáver de Silvio,
brutalmente golpeado y acribillado por la espalda.
Tres años más tarde el gobierno
militar ordenó el secuestro de su archivo y biblioteca. Después, el
silencio envolvió el recuerdo y la obra de Silvio Frondizi. Sus obras no
volvieron a ser publicadas. Solo el historiador Horacio Tarcus tomó la
decisión de rescatarlo del olvido, como a otros marxistas díscolos, cuyo
aporte a la historia del pensamiento político argentino todavía espera
ser debidamente valorado.
Su obra
Decimos que la obra de Silvio
Frondizi, plasmada en su escritura y su vida pública como político,
abogado y profesor, puede ser definida como la de un politólogo
militante, porque fue un apasionado cultor de la política y puso toda su
capacidad y formación profesional al servicio de un proyecto colectivo,
la construcción del socialismo.
Precisamente, la preocupación
por comprender y asumir su misión como intelectual revolucionario es la
nota dominante de su trayectoria como ensayista político. Si bien
distinguimos tres grandes momentos de su obra —los años 30 y 40,
influidos por la lectura de los clásicos de la teoría política; los 50,
de sistematización de la teoría marxista; y los 60 hasta su muerte, de
municipalismo y radicalización política— interpretamos esos cambios en
el marco de una serie de preocupaciones constantes en una búsqueda vital
cuya respuesta sería reformulada y perfeccionada en cada etapa.
Naturaleza humana y
democratización de la cultura
Como intelectual, Silvio
Frondizi aspiraba a contribuir a la emancipación del género humano. Ya
en sus primeros escritos decide abrirse camino desde su posición de
“profesor de teoría política general”, para “asomarse hacia la realidad
en que vive” (Frondizi, 1946: 5). La lectura de la realidad le sugiere
una interpretación de aquello que está obstaculizando la ruta hacia la
emancipación, que va a representar en términos idealistas como “la
concepción burguesa liberal”. Esta cosmovisión, que desde la Revolución
Francesa y durante el siglo XIX había desplegado sus posibilidades
“alcanzando un portentoso desarrollo, tanto en lo económico como en lo
político y espiritual” (Frondizi, 1946: 35), se encuentra en la
actualidad que vive y analiza Frondizi en plena crisis:
La causa fundamental de
dicha crisis radica en la imposibilidad, que presenta la
concepción burguesa-liberal, para universalizar los beneficios
de la economía y a través de ésta de la cultura.[...]
Tal es el estado actual del problema
político, que determina el sentido de la lucha entablada en
todos los países. Pero como la economía hace posible la vida de
cultura, la lucha económica adquiere categoría ideológica y a
través de ésta, ética. Porque se está con o contra la
posibilidad de la universalización de la cultura. (Frondizi,
1946: 35-36)
De esta manera, queda definida la
esencia del hombre por su lucha para conquistar la universalización de
la cultura, y la función de los intelectuales en esa epopeya resulta
estratégica:
Cuando el intelectual
entiende que la crisis actual no es un fenómeno cósmico, sino
algo lógico y humano dentro del desarrollo de los tiempos
modernos [...] entonces será que tiene una noble misión que
cumplir, ya sea desde los puestos directivos políticos o
intelectuales, o desde los más modestos, pero no menos
eficientes, de educador de las masas, tarea realmente noble,
porque tiende a elevarlas a la vida de la cultura. (Frondizi,
1954: 17)
Aún no había podido acceder a los
manuscritos de Antonio Gramsci, que conocería años más tarde, sin
embargo, la confluencia con su pensamiento ya resulta evidente. En la
madurez de su obra va a reformular esta idea en términos de la
posibilidad de realización personal:
El dilema actual,
anticipándonos a lo que diremos más adelante, consiste en saber
si se está o no con la universalización de la libertad. (Frondizi,
1965: 14-15)
En el contexto de crisis del
capitalismo que Frondizi plantea, esa apuesta por la libertad supone la
superación de los lastres que la sociedad alienada le impone a cada
individuo:
Todo en esta época es
frustración y, por lo tanto, desviación. Aquí reside el punto
nodal de la solución contemporánea: dar a cada uno la
posibilidad de realizarse. (Frondizi, 1965: 15)
Teoría de la praxis o el
conocimiento como totalidad
El camino hacia la realización
personal no es de ninguna manera, para Silvio Frondizi, una búsqueda
aislada, sino más bien una lucha colectiva derivada de la postura
gnoseológica del autor. El historicismo como vía de exploración de las
raíces profundas de la realidad internacional y local estuvo presente
desde las primeras inquietudes de Frondizi como profesor de historia y
teoría política; será luego de profundizar la lectura de los textos
marxistas clásicos y recientes, cuando identificará su método de
investigación con el “materialismo dialéctico” o “praxis histórica”.
Una pequeña pero sustantiva obra
dedica Frondizi al análisis de las características, posibilidades y
limitaciones que, a su juicio, reúne este universo ideológico antagónico
a la cultura liberal burguesa. Allí, el conocimiento es definido como la
“síntesis de la correlación objeto-sujeto” (Frondizi, 1959: 10), es
decir, como actividad humana sensible, no puramente intelectual, sino
como “actividad práctico-crítica”. Por lo tanto, conocer la realidad,
desde esta perspectiva, implica transformarla, y no se trata de una
práctica individual, sino inexorablemente social.
La categoría definitoria en la
gnoseología marxista es para Frondizi la de la totalidad, que se expresa
en la praxis. Siguiendo la lectura de los Manuscritos
económico-filosóficos de Marx, recupera la noción de hombre total,
como sujeto y objeto del devenir, dueño de sí mismo como individuo, como
ser social y como parte de la humanidad.
Como intelectual formado en el
marxismo de manera “autodidacta”, al margen de los partidos políticos
tradicionales de izquierda, Silvio Frondizi se atrevió a formular una
crítica al materialismo dialéctico señalando los límites con los que se
ha topado la teoría hasta el momento, hecho que le valió más de una
polémica, en particular con la dirigencia del partido comunista (Tarcus,
1997: 82).
El materialismo dialéctico,
lamentablemente, se ha ido transformando en buena parte en un
economicismo, rechazando ciegamente todo aporte sobre el estudio
de la naturaleza del hombre, y lo ha hecho en forma arbitraria y
estúpida. El resultado ha sido que el marxismo se ha quedado
atrás, en este aspecto, de la propia intelectualidad burguesa. (Frondizi,
1959: 19)
La crítica al marxismo de su época
no es para Frondizi sino la otra cara del problema que había iniciado su
indagación politológica en los años ‘40: la crisis de la burguesía
liberal:
Extraigamos una conclusión
a todo lo dicho; es relativamente sencillo hacerlo. Cualquier
fuerza social que quiera reemplazar a la burguesía en la
conducción del mundo debe desarrollar una concepción general del
universo y de la vida. (Frondizi, 1959: 23)
El materialismo dialéctico así
entendido va a recorrer cada arista de la obra de Silvio Frondizi, a
través del análisis histórico de los acontecimientos, de su concepción
totalizante de la realidad que lo lleva a transitar el recorrido que va
del orden mundial a las experiencias locales, y de los problemas
económicos a la crisis de los partidos políticos. También estará
presente en la creencia inclaudicable en la emancipación humana que, si
en última instancia está determinada por el devenir histórico, su
realización depende de la organización de las fuerzas sociales para
lograr su liberación.
Las dimensiones de la
emancipación humana
Encontramos tres formulaciones,
distintas pero con un núcleo común, de la contradicción fundamental que
debe ser superada: la primera fórmula ya ha sido esquematizada en estas
páginas y surge de la contraposición entre “burguesía liberal” y
“democracia”, donde la burguesía liberal es portadora de la decadencia
luego de su pasado esplendor y la democracia es disociada de aquélla,
evitando el tradicional sintagma marxista “democracia burguesa”, para
dotarla de su significación más generosa:
... terminada la guerra
mundial, han quedado nuevamente frente a frente las fuerzas
antagónicas que representan a dos formas de cultura, a dos
concepciones del mundo, las que pueden resumirse en dos
expresiones: burguesía y democracia.
Para la una, la vida del
hombre es aparente libertad en todos los órdenes de la
actividad, pero en realidad lo es sólo desde el punto de vista
económico. Entiende la vida como lucha económica —el hombre es
el lobo del hombre— y por lo tanto con una casta de vencedores y
un rebaño de vencidos. (Frondizi, 1945: 128)
Históricamente planteada la
situación, tiene un aspecto genérico y universal dado por la definición
rousseauniana de democracia (Rousseau, 1985a: 163), reformulada por
Frondizi como la “universalización de los beneficios de la cultura
moderna”:
Con este postulado
fundamental, la democracia no niega la libertad, sino que, por
el contrario, hace posible la libertad política y espiritual de
todos. Y no debe olvidarse que el grado de eticidad de un factor
social se mide por el grado de universalidad que el mismo
alcanza. (Frondizi, 1945: 129)
La lucha contra la concepción
burguesa y por la universalización de los bienes que deben pertenecer a
la sociedad, se traduce para nuestro politólogo en la necesidad de
promover una gran coalición de “fuerzas progresistas que deben unirse en
un potente haz ideológico y realizar la tercera y definitiva revolución”
(Frondizi, 1946: 49).
Años más tarde, Frondizi
identificaría esta noción de democracia con el marxismo, dando lugar a
la segunda fórmula, expresada en términos ideológicos como “concepción
burguesa” contra “concepción marxista” (también “materialista” o “praxística”).
La superación de esta contradicción, como hemos visto, se alcanza a
partir de la resolución de las debilidades conceptuales de la teoría
marxista y por esclarecimiento de las masas que viven confundidas por la
visión “economicista” que los partidos de izquierda suelen difundir:
El hombre es la fuerza
productiva fundamental y el motor de toda actividad social. Si
conseguimos llevar al ánimo de las masas populares la conciencia
de que se trabaja para su liberación integral la crisis
argentina estará superada. Pero esa conciencia no será alcanzada
sin un plan integral;... (Frondizi, 1959: 23)
Es el momento en que, mientras es
excluido de las aulas por los regímenes políticos de los años ‘40 y ‘50,
funda su grupo de elaboración intelectual PRAXIS y su derivación, el
movimiento político MIR.
La tercera fórmula propone un
binomio ligeramente distinto de los anteriores: “centralismo
burocrático” contra “autodeterminación de los pueblos”. Esta instancia
madura de su pensamiento marca el momento de mayor cercanía de Silvio
Frondizi respecto del ideal latinoamericanista, coincidente con el
acontecimiento de la revolución cubana.
Una lectura de la historia nacional
—y continental— lo conduce a desarrollar el eje del centralismo, que
identifica con la concentración del capital y el autoritarismo político
y militar, en contraposición al eje de la autonomía, que parte de una
interpretación de la Constitución y la historia institucional del país,
entendida como la eterna lucha por el autogobierno:
Es decir que la soberanía
total estuvo originariamente y debe volver a estar en manos del
pueblo de la república que la ejerce a través de sus propias
instituciones básicas, por ejemplo las de carácter comunal. Para
el mejor ejercicio de su autoridad, los pueblos han delegado
determinadas funciones a organizaciones políticas superiores,
tales como las provincias. Pero esta delegación ha sido
taxativa, es decir, determinada. (Frondizi, 1961a: 11)
En esta fase Frondizi recupera a
Rousseau y la tradición de la democracia directa como modelo de
“democracia auténtica” (Rousseau, 1985b), que deriva en un examen
minucioso de los derechos y garantías consagrados en la Carta Magna. En
particular, concentrará sus esfuerzos en señalar la contradicción entre
el principio de la soberanía popular y el artículo 22, que declara “el
pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes...”
que, bajo esta perspectiva, debería ser el primero en reformarse ya que
“tiene como única finalidad el escamoteo de la voluntad popular
realizado por la representación burguesa” (Frondizi, 1958: 113). De
manera complementaria, el autogobierno supone valorizar las formas de
organización local, como las municipalidades y las sociedades de
fomento, ámbitos a los que Silvio Frondizi se acercará para participar y
construir relaciones políticas.
Nuestro pensador, en cada época de
su vida, intentó acompañar su propuesta teórica con la correspondiente
acción militante, en un ejercicio de praxis política. Así, en la primera
fase, la antinomia burguesía-democracia se completaba con la educación
cívica que él mismo ejercía desde la universidad y la escuela; la
segunda fase centraba la transformación política en la construcción de
una teoría política marxista capaz de opacar a la teoría política
burguesa, que fue su esfuerzo a través de los movimientos ADI y Praxis,
y en la última fase, Frondizi expresó su lucha por el autogobierno
interviniendo en diversos asuntos barriales y en la militancia
revolucionaria. Todo ello nos conduce al problema del sujeto en la obra
de Frondizi, que es el del lugar del sujeto en la teoría de la praxis.
Realidad y compromiso axiológico
Durante los años ’40, Silvio
Frondizi aún se tomaba el trabajo de aclarar que escribía “con
objetividad y con independencia absoluta de criterio” (Frondizi, 1946:
5), y puede decirse que, más allá del expreso marco teórico y compromiso
ideológico desde donde desarrolla su obra, esta siempre fue la pauta de
su trabajo. Porque nunca escribió para satisfacer los requisitos de una
comunidad académica, como lo explica refiriendo a un par de incidentes
con una revista mexicana y con la UNESCO, que rechazaron sendos
artículos que le habían solicitado, por su contenido político. Decía
ante esas circunstancias:
En nuestro tiempo, un
hombre libre que aspira a trabajar por el esclarecimiento y
progreso de la cuestión social no hallará fácil su tarea. Contra
el éxito de la misma conspirarán, entre otras cosas, el dominio
ejercido por el capitalismo sobre los grandes órganos de
investigación y de publicidad y el servilismo de numerosos
intelectuales frente a los privilegios e intereses del sistema
social vigente. (Frondizi, 1953: 3)
Tampoco dedicó sus escritos a
responder a las necesidades de formación de cuadros de algún partido de
izquierda tradicional. Cuando formó su propio partido, intentó poner en
práctica sus ideas sobre la participación política para que el
MIR-Praxis se convirtiera en el órgano de difusión y acción de aquéllas
ideas. No hubo fuerza, ni censura, ni persecución política, ni exclusión
del claustro, que le impidiera desarrollar su libre pensamiento sobre la
teoría marxista.
Por otra parte, la teoría de la
praxis establece una peculiar relación entre sujeto y objeto. En primera
instancia, rechaza un relativismo axiológico strictu sensu,
porque parte del conocimiento de la realidad material, que es una
entidad objetiva y tangible (tanto como pueden serlo las relaciones
entre el trabajador y el empresario, la producción de mercancías y el
dinero). En segundo lugar, la realidad no es inmutable, porque al
conocerla, podemos transformarla, y porque inexorablemente la historia
irá cambiando sus características (como se ven modificadas a través del
tiempo las relaciones sociales de producción). En síntesis:
Hemos dicho y lo repetimos
hasta el cansancio, que la concepción materialista dialéctica
interpreta la realidad en un sentido profundo, dinámico. Parte
de la base de que no hay variedades absolutas, sino relativas, o
si se quiere, con un aparente juego de palabras, verdades
absolutas en sentido relativo. Invirtiendo la proposición,
diríamos, verdades relativas con carácter absoluto, pero parcial
en el tiempo. (Frondizi, 1959: 9)
Un programa para la
autodeterminación
Teórico del materialismo, pero
teórico político al fin, Silvio Frondizi dedicó la mayor parte de sus
escritos a reflexionar sobre la realidad política y sus posibilidades de
transformación. Es en sus últimos trabajos donde expone de manera
explícita una propuesta de aplicación, en medio de la convulsionada
política argentina, de la teoría de la democracia rousseauniana que
siempre había sostenido.
El punto de partida es el
diagnóstico de crisis generalizada del capitalismo y la burguesía
liberal que, como hemos visto, había centrado las percepciones de
Frondizi en la década del ‘40, cuando se estaba gestando el orden
mundial de la guerra fría. De ahí en más, el politólogo revolucionario
comienza a indagar las posibilidades de una revolución socialista en la
Argentina:
El problema consiste
entonces en determinar cómo un país dependiente, en nuestro caso
semicolonial, puede en la fase actual del mundo no sólo realizar
su revolución democrático-burguesa, sino sobre todo continuar su
marcha ascendente e incorporarse al desarrollo general con todas
sus consecuencias. (Frondizi, 1973: 14)
Según su diagnóstico, la
incapacidad de los partidos políticos nacionales (UCR y peronismo) para
consolidar una revolución burguesa, ha llevado a nuestro país a una
crisis terminal en la que sólo caben dos posibilidades: “socialismo
revolucionario o dictadura falangista” (Frondizi, 1958: 96). El segundo
término ya se había manifestado, a juicio del autor, ante la confluencia
de fuerzas reaccionarias del “sector conservador semi-liberal” y la
“tendencia nacionalista católica” en la llamada “revolución libertadora”
de 1955 (Frondizi, 1958: 98). Pero el advenimiento del socialismo no
será posible mediante la adopción acrítica de modelos desarrollados en
otros países. Es cierto que al término de la segunda guerra mundial la
Unión Soviética aparecía para este ensayista, con sus reparos, como una
referencia alternativa al capitalismo:
... si bien no sabemos
exactamente hasta dónde Rusia actúa como fuerza ideológica y
hasta dónde como potencia nacional, la verdad es que en estos
momentos representa una magnífica fuerza progresista. No debemos
olvidar que el comunismo es la primera y más profunda tentativa
para superar la crisis del Estado burgués-liberal. (Frondizi,
1946: 37)
Años más tarde se irá distanciando
de la perspectiva soviética y fijará su atención en otras formas de
organización socialista: la experiencia del “socialismo autogestionario”
yugoslavo, que conoció en su viaje a Europa a comienzos de 1959 (Tarcus,
1996: 346), la organización de las comunas del pueblo chinas y, sobre
todo, la organización de los comités populares en Cuba, que valoraba
como el aspecto más importante de la revolución de 1959 (Frondizi,
1961b: 157).
La participación popular, para
encauzar la transformación social, es la base de la construcción de una
vía propia al socialismo, genuinamente elaborada a partir de las
necesidades y aspiraciones de la población local. En ese sentido,
tampoco la propuesta trotskista, con la que se identificaba, escapa a su
crítica:
En cuanto al trotskismo, ha
llegado a tener muchas de las limitaciones del partido comunista
(sectarismo, burocratismo, pequeñez) y ha estado divorciado de
los grandes movimientos de masas. (Frondizi, 1961a: 22)
En consecuencia, la solución
argentina debía buscarse en la “autodeterminación de los pueblos”, “el
respeto a las instituciones fundamentales originarias” (municipios y
provincias) y en la instrumentación de formas de “democracia directa” (Frondizi,
1961a: 23). Concretamente:
... promover nuevos
órganos, comités o concejos, (sic) de contenido netamente
popular, con funciones de acción y de poder. Los mismos deben
estimular la participación activa, el reagrupamiento y el
esclarecimiento de las bases obreras y populares, su
intervención directa en la vida social y política, y su
preparación para el ejercicio de gobierno. (Frondizi, 1961a: 24)
De esta manera, Silvio Frondizi
daba los primeros pasos teóricos para el gran desafío de las izquierdas
ante las transiciones institucionales que se construirían a la vuelta de
las dictaduras militares: la democracia participativa. Para alcanzar
esta verdadera democratización del régimen político, la primera medida
debía ser la reforma constitucional, que habilitaría —como señalábamos
en párrafos anteriores— la participación directa del pueblo en las
cuestiones públicas. Además, dicha reforma debía contemplar las bases de
la reorganización económica nacional:
Debe establecerse en la
nueva Constitución el carácter estrictamente social de la
propiedad, haciendo constar el carácter nacional y colectivo de
las grandes fuentes de energía, materias primas y producción.
Debe reconocerse la propiedad individual y familiar de los
bienes de uso. (Frondizi, 1958: 115)
Resulta curiosa la propuesta de
regeneración institucional que subyace a la obra de Silvio Frondizi. La
originalidad de este pensamiento dentro del corpus programático del
marxismo reside en la centralidad de la problematización de las
instituciones políticas que deben transitar el camino de la democracia
burguesa al socialismo. Esta perspectiva, por otra parte, implica que la
refundación de las instituciones no debe ser disociada de los otros
aspectos de la actividad humana. La transformación debe ser integral,
para ser verdadera:
No basta la lucha por la
liberación económica y política. Debemos estimular o crear
condiciones que permitan al hombre integrarse socialmente,
realizar su personalidad plena, desarrollar su capacidad
creadora, liberarse de las trabas (psíquicas, familiares,
sexuales, etc.) que lo oprimen. (Frondizi, 1961a: 28)
La tercera fase del capitalismo
Otro de los aspectos originales del
pensamiento de Silvio Frondizi, que le valió una polémica con otros
intelectuales de izquierda, es el esquema de la evolución del
capitalismo, en tres fases. La primera, estudiada por Marx, del
capitalismo competitivo que caracterizó la mayor parte del siglo XIX,
transcurre en el marco de la formación de las naciones. La segunda,
teorizada por Lenin, es la del capital monopólico que da lugar a la
división del mundo en áreas de influencia. La tercera fase —el aporte
original de Frondizi para comprender su época, es decir, la segunda
mitad del siglo XX—, es la de la “integración mundial capitalista”,
caracterizada por “el enorme desarrollo de las fuerzas productivas
mundiales y la consiguiente interdependencia económica”, junto con la
franca ruptura del equilibrio entre las principales potencias
capitalistas y la hegemonía de los Estados Unidos (Frondizi, 1973: 23).
El desarrollo de las relaciones
económicas y de la técnica bajo el capitalismo es percibido por Frondizi
desde una perspectiva crítica, catastrofista, a pesar de ser un
convencido del progreso de la civilización a través del conocimiento y
la ciencia, siempre y cuando esto signifique una evolución espiritual de
la condición humana. Son las contradicciones del capitalismo las que
obstaculizan esa marcha progresiva. El mismo modo de producción que
favorece la expansión de las fuerzas productivas, limita esa acción al
combinar la “producción social” con la “apropiación individual” (Frondizi,
1956: 6).
Para el autor “no es la conciencia
de los hombres la que determina la realidad, por el contrario, la
realidad social es la que determina su conciencia”(Frondizi, 1956: 5).
Por lo tanto, de aquélla contradicción entre producción y apropiación,
que llegaría a límites extremos en la tercera fase del capitalismo
enunciada por el autor, emerge la crisis social debida al
empobrecimiento generalizado de las masas, la crisis política que se
deriva de la represión y supresión de los derechos políticos, y más
importante aún, la crisis espiritual que se manifiesta en la pérdida de
seguridad acerca de los valores sociales:
Perdida la fe en un sistema
social sin que lo reemplace otro, la personalidad se desintegra,
produciendo todas las deformaciones y la descomposición que
padecemos en la época actual. El problema gira alrededor de la
de la pérdida de seguridad; de aquí que el hombre contemporáneo
se lance desesperadamente detrás de lo que afirme en alguna
forma dicha seguridad perdida. La mayor parte de las clases
elevadas y media corren en pos de la conquista de materiales.
Típico a este respecto, es el hombre americano, paradigma del
capitalista contemporáneo. (Frondizi, 1956: 12)
En estos términos Frondizi se
aproxima a las reflexiones sobre “americanismo y fordismo” desarrolladas
por Antonio Gramsci (Gramsci, 1999, t. 2: 201), aplicándolas a la
definición de un orden internacional que, al menos hasta ahora, no ha
dado lugar a su profecía de transición al socialismo, pero sí puede muy
bien explicar los fenómenos que hoy confluyen en el concepto de
“globalización”.
El intelectual y la
transformación de la sociedad
Hemos visto que si las condiciones
sociales determinan la conciencia, la transformación de esas condiciones
depende de la capacidad de emancipación de las masas. La libertad
económica para Frondizi era un medio para acceder a la libertad política
y espiritual, entonces, la cuestión es cómo contribuir a esa liberación.
De ahí deriva la responsabilidad
fundamental que Silvio Frondizi atribuía a los intelectuales en la
transformación de la sociedad, como vectores de la democratización de la
cultura. Hay un hilo conductor entre la difusión de la educación cívica
para el establecimiento de una verdadera democracia a través de la
función del intelectual como “educador de las masas, tarea realmente
noble, porque tiende a elevarlas a la vida de la cultura” (Frondizi,
1954: 17) y la propuesta del acceso de los obreros a la universidad,
para que la realidad social llegue a la enseñanza superior y para
alcanzar la verdadera democratización de la cultura (Frondizi, 1958:
82).
Esto último no debía significar de
ninguna manera la banalización del conocimiento, sino la realización de
un esfuerzo mayor —mediante cursos niveladores preuniversitarios— para
que los obreros pudieran acceder a la mejor educación, al mismo nivel
que la burguesía (Frondizi: 1958: 77). Encontramos una reflexión similar
en la obra de Gramsci, referida en este caso a la participación de las
masas en la escuela media, que debían esforzarse para acceder al mismo
nivel de formación de la burguesía y “resistir la tendencia de hacer
fácil lo que no puede serlo sin resultar desnaturalizado” para crear un
nuevo cuerpo de intelectuales (Gramsci, 1999, t. 2: 215).
Pero si debe cumplir una función
clave como educadores para la democracia, fundada en la participación
activa de las masas, la savia que nutre al intelectual revolucionario no
puede provenir de la lectura dogmática de ciertos textos, sino del
ejercicio de la praxis: el análisis crítico de la realidad
contemporánea, con una perspectiva histórica e integral. Por eso, a
partir del 1º de enero de 1959, la estela cubana fue una revelación para
Silvio Frondizi. La muestra de que se puede superar “el estúpido
determinismo, casi fatalismo geopolítico” (Frondizi, 1961b: 167).
La movilización social
latinoamericana de los años ‘50 y ‘60 es la experiencia que el
politólogo revolucionario va a conocer y a la que se va a comprometer
activamente. La senda trazada por la revolución cubana debía marcar el
inicio de la emancipación continental, y así lo manifestó en sus
entrevistas con su compatriota el “Che” Guevara, durante su paso por La
Habana:
Por eso consideramos que la
revolución implica el comienzo de la derrota del imperialismo en
Latinoamérica, y por lo tanto el derrumbe final del capitalismo,
y la instauración del socialismo, pero el socialismo como
manifestación suprema de la libertad de los pueblos, el pasaje
del capitalismo al socialismo implica el pasaje del reino de la
necesidad al reino de la libertad. (Frondizi, 1961b: 167)
Politólogo y militante. Socialista
revolucionario. Defensor de los derechos políticos y humanos. Aunque la
historia del pensamiento político argentino apenas lo recuerda, donde
haya un hombre o una mujer bregando por la construcción de una
democracia verdaderamente participativa, contribuyendo a la
universalización de la cultura, allí asomará la huella de su legado.
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Publicaciones sobre el autor
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Periodista nº 2, septiembre de 1984.
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Tarcus,
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-
Viñas,
David, “Un intelectual de izquierdas”, en: El Periodista nº
2, septiembre de 1984.
Sylvia Ruiz Moreno
Octubre de 2004
© 2003 Coordinador General Pablo
Guadarrama González. El pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana. Coordinador General para Argentina, Hugo Biagini. El pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana. Versión digital, iniciada en junio de
2004, a cargo de José Luis Gómez-Martínez. |
© José Luis Gómez-Martínez
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