José Joaquín Izquierdo Raudón

 

José Joaquín Izquierdo Raudón
(1893 -1974)

 

Gabriela Castañeda López

En la vida cultural y científica de México posee un lugar especial el médico poblano José Joaquín Izquierdo Raudón; su nombre remite, indiscutiblemente, al campo de la fisiología y a la historia de la ciencia. Ocupó una posición preponderante en la creación de laboratorios de enseñanza e investigación en fisiología, que hoy son importantes centros científicos y educativos; fue promotor de la investigación científica médica y de la creación de grupos de investigadores de tiempo completo. Historiador acucioso y riguroso, realizó importantes trabajos de investigación histórica abordando temas como la historia de la ciencia y de la medicina, en los que el hombre es contemplado desde su tiempo y espacio; su bibliografía la integran 8 libros y más de 200 artículos que son referencia obligada para quien se adentre en estos temas.

Feliz infancia

José Joaquín Izquierdo Raudón nació en la ciudad de Puebla el 8 de mayo de 1893; hijo de Joaquín Pelayo Izquierdo y María Raudón, fue el mayor de cuatro hermanos. En esta ciudad pasará los primeros cinco años de infancia ya que en 1898 su padre compra, en el Estado de Tlaxcala, la hacienda de San Francisco La Blanca, cercana al pueblo de Itzcotla y a San Felipe Hueyotlipan. Ahí, mientras el padre se dedicaba a las labores del campo, su madre se ocupó de que el niño aprendiera a leer, a escribir, a dibujar y recitar, así como las operaciones básicas de aritmética, gramática, nociones de geografía, etc. De una familia de arraigada y firme religiosidad, el niño recibió las primeras lecciones del catecismo del Padre Ripalda así como de historia sagrada.

En 1901 la familia regresa a Puebla al ver que el trabajo en la hacienda no redituaba lo esperado. Interesados en que su hijo prosiguiera con los estudios lo inscribieron en una escuela particular donde recibió las primeras lecciones de un educador ilustrado que ajustaba su enseñanza a los métodos tradicionales. Ese mismo año inicia los estudios primarios que adelanta, pues lo que se enseñaba en los primeros cursos, él ya lo había aprendido en la hacienda paterna.

A los once años ingresa al Colegio de San Pedro y San Pablo para realizar la instrucción secundaria o preparatoria de 1905 a 1909. Recibió una educación tradicional, sin embargo años más tarde el propio Izquierdo afirmaba que:

Su paso de cuatro años por aquel benemérito Colegio le fue altamente beneficioso, debido a que los profesores que allí tuvo, eran hombres buenos, excelentemente preparados para sus tareas; con la sana experiencia que da la madurez, y que por ende, sin menoscabo de la rectitud y aun de la austeridad propias de su condición, solían expresarse con criterio de amplitud que se apartaba de los moldes corrientes a la antigua española [Izquierdo, 1966: 14].

El último año de este ciclo lo cursó en el célebre Colegio del Estado de Puebla. Buen estudiante, se distinguió por obtener las mejores notas que quedaron consignadas en el Boletín del Alumno José Joaquín Izquierdo.1

De carácter moderado y disciplinado, demostraba ser ordenado y metódico. Además de sus estudios, se interesaba, principalmente por dos actividades: la lectura y el ciclismo. A los paseos prefería quedarse en casa a disfrutar de la lectura de historias y libros semejantes, que lo retraían del mundo, aislamiento que en ocasiones disgustaba a sus padres quienes le decían: “¡Mira, José Joaquín, que eso no está bien. Es menester que te distraigas un poco, que salgas con nosotros!”, y cuando salía era para reunirse con un grupo de ciclistas de cuyo club “Triunfo” fue presidente. Con ellos hacía largos recorridos o encabezaba excursiones de montañismo [Lizardi Ramos, 1944: 42].

Su gusto por la lectura y la cultura en general, hizo que adquiriera libros, algunos usados como texto y otros más de consulta para conformar una biblioteca personal que fue enriqueciendo con el paso de los años, tanto por compra como por obsequio de amigos y colegas con quienes entabló un intercambio constante de materiales bibliográficos, hemerográficos, además de un gran número de fotografías. La biblioteca se llenó de obras de historia, medicina, biología, literatura, diccionarios, etc., en varios idiomas que dominó perfectamente. En una época en la que imperaba el gusto por lo francés, aprendió además de éste, inglés y alemán que después le facilitaron su estancia en Europa y Estados Unidos y le abrieron la puerta a la cultura y a la medicina en otros países que en esta materia empezaban a destacar en el orden mundial.

Estudios médicos

En 1911 decide estudiar la carrera de medicina en la Facultad de Medicina del Colegio del Estado de Puebla y en el antiguo Hospital de San Pedro, elección tomada libremente, pero en la que tal vez influyeron los relatos escuchados desde su niñez acerca de su abuelo, el médico poblano Juan Nepomuceno Raudón [Izquierdo, 1966: 32]. Aún siendo estudiante enfrenta dos hechos que determinaron su vida: la muerte de su padre en 1913, que dejaba a la familia en circunstancias difíciles, y la responsabilidad de proporcionarle guía y sostén cuando él apenas tenía 20 años de edad.

En 1915 finaliza los estudios de medicina y en diciembre de ese mismo año se traslada a la hacienda azucarera e ingenio de Calipam, al sur de Tehuacan, para establecer una enfermería temporal para las víctimas de la epidemia de tifo, que por ese tiempo azotaba a varias regiones del país. Permanece ahí hasta finales del mes de marzo de 1916, recibiendo una buena paga por su trabajo, misma que le serviría para cubrir los gastos que implicaba la elaboración e impresión de su tesis, así como el examen final y la obtención del título. A su regreso a Puebla ve cómo el patrimonio familiar se pierde irremediablemente y, ante la ruina, decide enviar a su madre y hermanos a la ciudad de México, mientras él se ocupa de desmantelar la casa y preparar el trabajo de tesis.

Por iniciativa propia, sin una bibliografía actualizada y con poco conocimiento de la entomología mexicana, presenta como tesis Investigaciones sobre el paludismo en Puebla [Izquierdo, 1917], y con la que el 8 de enero de 1917 obtiene el título de Médico Cirujano. En dicho trabajo exploraba los alrededores de Puebla para saber si en realidad existía el mosquito capaz de ser vector del paludismo, pero sólo encontró un culícido descrito y denominado de acuerdo a la clasificación de Theobald. La tesis mereció el comentario de L. O. Howard, Jefe del Departamento de Entomología del Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos.

Una vez titulado decide continuar la línea de estudios iniciados en su trabajo; sin embargo, ante la falta de comprensión y de ayuda de parte de las autoridades, desiste, no sin antes publicar un último escrito sobre la forma de colectar mosquitos para su clasificación.[Izquierdo, 1922: 212-217].

Con el título en la mano y varias recomendaciones se traslada a la ciudad de México. Arriba a la estación de trenes de Buenavista una mañana de marzo de 1917, donde lo espera su madre, viuda hacía ya cuatro años, dos hermanas solteras y un hermano en plena juventud [Lizardi Ramos, 1944: 41]. La necesidad de solventar la apremiante situación familiar, apresuró la búsqueda de un empleo que le permitiera poner en práctica los conocimientos adquiridos en la Facultad de Medicina y seguir estudiando con miras a lograr sus deseos de superación.

Primeros trabajos

En la década que va de 1917 a 1927 inicia los estudios de fisiología. En la Facultad de Medicina le son confiadas las funciones de demostrador de fisiología y en 1918 se encarga de la enseñanza del laboratorio de la Escuela Médico Militar. Por su desempeño es ascendido a Jefe de Trabajos en la Escuela de Medicina y Profesor en la Escuela Médico Militar. En esa época inicia la producción de textos y trabajos que versan sobre la respiración en la altitud y el tifo exantemático.

En 1922 va a los Estados Unidos comisionado por el Instituto de Higiene para estudiar cuestiones relativas a la vacunación. Este viaje es importante porque en él establece contacto con fisiólogos de las escuelas de medicina de Harvard, en Boston, de Cornell y Columbia en Nueva York; de John Hopkins en Baltimore y de Pennsylvania en Philadelphia. La estancia en el extranjero marcaría el rumbo de su quehacer científico y despertaría el deseo por ver en México el cultivo de la fisiología al nivel de lo que se estaba realizando en ese país.

Posteriormente logra que la División de Educación Médica de la Fundación Rockefeller le conceda una beca para trabajar con los mejores fisiólogos y permanece de 1927 a 1928 en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de Harvard; visita en la que se convence de que en México la fisiología tenía un atraso considerable y que era pertinente una reforma. En 1928 se incorpora al Laboratorio de Fisiología de la Universidad de Cambridge, Inglaterra y al año siguiente al de Biología Marina en Plymouth. Durante los últimos meses de 1929 y los primeros de 1930 colabora en el Departamento de Fisiología de la Universidad de Colonia en Alemania.

Durante el siglo XIX la medicina francesa fue el modelo que siguieron los médicos mexicanos; ellos tuvieron que viajar a Francia para adquirir los conocimientos de la medicina moderna, sin embargo, Izquierdo perteneció a una generación que, si bien se forma dentro de la misma tradición, para el siglo XX, pone la mirada en los Estados Unidos. Forman parte de este grupo científicos como Miguel Bustamante, Federico Gómez, Arturo Rosenbleuth y el biólogo Enrique Beltrán. El gran desarrollo de la medicina norteamericana, el avance de las especialidades médicas, las espléndidas instalaciones hospitalarias y, más que nada, los sistemas organizados de enseñanza atrajeron a los jóvenes estudiosos, no sólo de México, sino de todo el mundo [Ortiz Monasterio, 1984: 76].

La salida de estudiantes al extranjero para completar su formación se daba en forma personalizada, sin metas concretas y ni un programa a seguir; para esta época hay un nuevo enfoque en el cual las relaciones con los centros científicos extranjeros se dan a nivel institucional con un control establecido sobre las actividades a desarrollar.

Regreso a México

Al retornar a México comienza su labor en pro de una reforma en la medicina, fundamentalmente el área básica y para ello elabora programas y planes; no solo se concreta a la Escuela de Medicina, sino que también trabaja en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional y en la Escuela Médico Militar. Claude Bernard tuvo gran influencia en José Joaquín Izquierdo y según él: la fisiología general es el estudio de los fenómenos elementales que son comunes al hombre, a los animales y a los vegetales; para Izquierdo, la tarea de los fisiólogos debía consistir en valerse de los medios físicos y químicos para llevar a cabo un análisis vigoroso y preciso de los fenómenos fisiológicos. Tal análisis debía ser ejecutado, ya fuese por simple observación o también por esa “observación provocada” que lleva el nombre de experimento [Izquierdo, 1934: 160-161].

De acuerdo a Izquierdo, en los primeros veinte años del siglo XX el estado que guardaba la fisiología mexicana era el mismo que el de finales del siglo pasado; no se contaba con un local propio en la Facultad de Medicina y las lecciones se dictaban en el mismo salón que servía para otras cátedras; sólo ocasionalmente se practicaba la medición directa de la sangre o se hacían algunas observaciones de oxigenografía o de hemoglobinimetría [Izquierdo, 1934: 254].

Por una fisiología experimental

De la experiencia de haber convivido con grandes fisiólogos y de estar en contacto con lo que se realizaba fuera del país, José Joaquín Izquierdo se convence de que era necesario un cambio; la fisiología y en general la medicina no podían seguir enseñándose únicamente a través de los textos; se inclinaba por una medicina que tuviera como base la experimentación; las demostraciones y las observaciones pasivas iban a ser substituidas por actividades en las que los alumnos ejecutaran verdaderos experimentos.

Ejercitando a los futuros médicos en los métodos de la investigación científica, éstos se prepararían para actuar en la medicina y en las disciplinas biológicas, serían llevados no sólo a la adquisición de conocimientos sólidamente asentados acerca de los aspectos funcionales fundamentales del hombre y de los seres vivientes en general, sino a lo que sería todavía más importante: a formarse el hábito de plantear problemas en términos verdaderamente científicos, y a la capacidad de saber allegarse datos adecuados para resolverlos.

Las principales propuestas de José Joaquín Izquierdo para impulsar y mejorar la fisiología fueron las siguientes [Izquierdo, 1934]:

  • -Crear un programa para que los cursos de laboratorio se hicieran con nuevos criterios.

  • -La utilización del texto Curso de fisiología de laboratorio de W. Cannon, traducido por él y ampliado en 1929.

  • -Que las labores de enseñanza e investigación estuvieran a cargo de un grupo de hombres dedicados por completo en tiempo y esfuerzo a tales tareas.

  • -El establecimiento de un Departamento.

  • -Proponía que el personal se dedicara por completo a la enseñanza y la investigación.

  • -Proponía que el director o encargado fuese una persona instruida en la materia.

Sus reformas no son tomadas en cuenta y son duramente criticadas, sus oponentes consideraban imposible que los estudiantes mexicanos llegaran a trabajar como los de Harvard [Izquierdo, 1951: 52]. Estas propuestas, además de mejorar el nivel de la fisiología, pugnaban por considerarla como la base de la medicina, y así lo expresa: “por lo tanto los nuevos progresos de nuestro Departamento de Fisiología, dependen de que se le organice de manera que sus laboratorios se conviertan en el campo principalísimo para la enseñanza de los estudiantes y para el desarrollo de las capacidades de los que enseñan” [Izquierdo, 1934: 304]. Pensaba que el camino estaba preparado gracias al esfuerzo de sus antecesores quienes se habían afanado en lograr que el pensamiento fisiológico se convirtiera en el eje de los estudios médicos y que los procedimientos seguidos por la medicina fuesen tomados de los fisiólogos.

Para acceder a una fisiología experimental era necesario contar con un laboratorio; en 1933 se empezaron a organizar, en una nueva sección del edificio de la Escuela de Medicina, laboratorios dotados de nuevo equipo, un taller y una incipiente biblioteca; los doctores Horacio Castellanos y Francisco Fernández empezaron a realizar demostraciones, pero el cambio de autoridades en la rectoría detuvo por algún tiempo las modificaciones que se efectuaban en el departamento.

También en 1937 reforma y dota con nuevos aparatos el laboratorio de fisiología de la Escuela Médico Militar y publica un folleto donde da cuenta de los trabajos que se realizaban desde 1934 en dicho establecimiento. En 1939 publica Análisis experimental de los fenómenos fisiológicos fundamentales con un prólogo del profesor Merklen H. Jacobs, pretendiendo que los alumnos aplicaran el método científico, se habituaran al uso del lenguaje preciso, reforzado por el uso de las matemáticas y del método gráfico y que les enseñara a plantearse problemas de índole científico [Izquierdo, 1939: xv-xxii]. Al año siguiente la obra fue aceptada en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas que contó con un área de investigación conocida como Laboratorio de Investigación de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas.

En 1942 el rector de la Universidad y el director de la Facultad de Medicina gestionaron la creación de modestas plazas para investigadores y ayudantes para el Departamento de Fisiología; también aportaron dinero para que se hicieran algunas readaptaciones, se mejoraran los laboratorios y fuese ampliada su biblioteca. El doctor Alberto Guevara Rojas contribuyó a mejorar la organización del Departamento para que al fin quedaran establecidos en la Escuela de Medicina los cursos de laboratorio de fisiología.

Al finalizar la década de los cincuenta además de los laboratorios de la Facultad de Medicina, de la Escuela Médico Militar y de la Escuela de Ciencias Biológicas, existían otros laboratorios como el establecido en el anexo al Instituto de Cardiología, y el Instituto de Estudios Médicos y Biológicos, creado en 1939, anexo a la Escuela de Medicina y el del Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales. En el Hospital General, con un anexo del Servicio de Urología, el Laboratorio de Medicina Experimental que desde 1943 fomentó el interés por los estudios clínicos funcionales. En provincia es preciso mencionar los esfuerzos realizados en la Escuela de Medicina de Puebla. En otras palabras, José Joaquín Izquierdo jugó un papel fundamental en la creación de los laboratorios de enseñanza e investigación en fisiología de los que son ahora los grandes centros científicos y educativos de nuestro país.

Las actividades realizadas por Izquierdo dentro del Departamento de Fisiología son más de tipo administrativo que de investigación, convirtiéndose así en un promotor de la investigación científica médica. Después de sus primeros trabajos que reflejan su interés en la experimentación, centra su esfuerzo en trabajos de investigación histórica abordando temas como la historia de la ciencia y de la medicina.

En 1956 se traslada la Facultad de Medicina a otro espacio: la Ciudad Universitaria, iniciándose una nueva etapa para la fisiología mexicana y en general para la medicina de esta primera mitad del siglo XX; como parte de en este cambio dos años más tarde se funda la Sociedad de Ciencias Fisiológicas.

Historiador de la ciencia

Historiador erudito, acucioso y meticuloso en el manejo de las fuentes y el aparato crítico, acorde al pensamiento positivista de su época, pensaba que la historia debía señalarse como meta principal la de “servir a la finalidad de que los hombres del presente y del futuro, con base en las experiencias de los del pasado, hagan mejores planes para su mejoramiento material, ético y cultural” [Izquierdo, 1966: 369], es decir, conocer el pasado para comprender el presente y encontrar nuevos caminos para el futuro; no obstante al llevar esto al campo de la historia de la ciencia, cabe agregar que se trata de conocer los progresos y las conquistas de los hombres en su afán de llegar a comprender y dominar en su provecho a la naturaleza.

La concepción de la historia de la ciencia de Izquierdo va asociada con otra reflexión en torno al lugar que la ciencia debería ocupar dentro de los estudios históricos, así pues, para él, la ciencia constituía una parte esencial de la historia, y no un aspecto aislado y separado de la explicación histórica del pasado del hombre, de tal forma que “cualquiera que sea el ángulo desde el cual se emprenda el estudio de la historia, la apreciación cabal de los problemas exija tener que referirse, tarde o temprano, a la historia de la ciencia” [Izquierdo, 1961: 326].

Esta nueva concepción integral de una historia de la ciencia mexicana, planteaba el otorgamiento a la ciencia del mismo valor que se le había atribuido a los distintos aspectos de la vida dentro de la explicación histórica, así como su presentación a la par de cualquier actividad del intelecto humano. Visto desde un punto de vista actual, Izquierdo se presenta como un innovador al pretender estudiar a la ciencia mexicana con base en un equilibrio de los demás factores que intervienen en el desarrollo de la actividad científica. Superando de buena manera las propuestas del positivismo y del materialismo histórico, se adelanta a lo que actualmente propone la historia social de la ciencia.

Con un criterio innovador, Izquierdo introduce lo que podría llamarse una noción de contemporaneidad para explicar el quehacer científico en México, que aparece claramente puntualizada por vez primera en las páginas iniciales de su Balance cuatricentenario de la fisiología en México, al exponer cuáles fueron los motivos que lo llevaron a escribir sobre la evolución del pensamiento fisiológico en México desde la época colonial hasta las primeras décadas del siglo XX. José Joaquín Izquierdo apunta que ”En general no he querido hacer crónicas ni trazar biografías, dado que ambas cosas resultarían igualmente ineficaces para mis fines, que más bien tienden a hacer la crítica de las actividades de los hombres que contribuyeron a la obra del pasado, procurando valorarlas por comparación con las opiniones y tendencias que privaban en su tiempo o en el que inmediatamente les precedió”. Agrega que sólo de esta manera podría apreciarse la participación del hombre en una obra, las bases que determinaron sus pensamientos, pero sobre todo

... las influencias que sobre ellos ejerció su tiempo o la participación que otros hombres tuvieron para moldear su carácter o para contribuir al éxito o al fracaso de sus actividades, y que sólo así puede saberse si éstas obedecieron y hasta qué grado, a una reacción encaminada a modificar las condiciones que los rodeaban; si con ellas lograron contribuir al progreso del conocimiento humano, o el grado de aproximación con que lograron reflejar y difundir los conocimientos más avanzados de su tiempo [Izquierdo, 1934: 10].

En suma, Izquierdo introdujo una nueva fórmula para analizar y entender a la ciencia mexicana, en la cual el historiador se acercaría a los hechos del pasado no desde un punto de vista personal y subjetivo de su tiempo presente, sino a partir de las tendencias e ideas del momento en que éstos se produjeron.

Este criterio estará presente en todos sus trabajos, al paso del tiempo Izquierdo retoma el asunto en el preliminar de Un veterano del Ejército Permanente [Izquierdo, 1951: 9-16]., que incluso llegó a titular “Aspectos entre las ciencias históricas y las naturales, que rigieron la formación de esta obra”, y para la historia de la ciencia en su artículo Importancia de los estudios históricos de las ciencias en México” [Izquierdo, 1934: 10], En éste último, Izquierdo refiere que al igual que las ciencias naturales y la historia, la historia de la ciencia había llegado al alto rango que le corresponde como parte integrante del campo de los estudios históricos, es decir un estado positivo, después de que a partir de un estado de tradición y leyenda, en un proceso evolutivo, hubo recorrido dos etapas sucesivas: la primera, descriptiva o narrativa y la segunda, interpretativa.

Izquierdo confiere un alcance superior a la crítica pues de ella dependía el paso a la segunda etapa. Propone que ésta se hiciera a través del criterio antes expuesto, es decir, donde el sujeto a historiar sea entendido y valorado por comparación con sus contemporáneos y precursores, sólo de esta manera “se está actuando en el plano de la historia de la ciencia” [Izquierdo, 1934: 328].

Desde el principio de su producción bibliográfica Izquierdo hizo de esta idea un fin y un propósito; se convierte en un modelo a seguir al momento de hacer la historia de la ciencia mexicana, en todos los trabajos subsecuentes tratándose de un personaje, una teoría o incluso la misma ciencia, intenta verlos desde este particular punto de vista. La insistencia en este punto se transforma en una preocupación, y así lo refiere: “Quisiera insistir en que la discusión de los problemas de la historia de la ciencia no puede ser hecha a la luz de los puntos contemporáneos. Para hacer crítica de los problemas que fueron estudiados en el pasado, hay que hacerlo en atención a los puntos de vista, las opiniones y las orientaciones que privaban en su tiempo” y contundentemente concluye que “Despreciar, de acuerdo con los puntos de vista del presente, los errores que entonces se cometieron, es actitud inadecuada para escribir trabajos de historia” [Izquierdo, 1974:102].

Una mirada a su bibliografía2 permite agrupar sus trabajos históricos en torno a cuatro temáticas principales: historia de las ciencias, historia de la medicina universal, historia de la medicina mexicana e historia de la medicina poblana. Este último grupo lo integran artículos breves y obras de envergadura3 en los que la mirada de Izquierdo está dirigida hacia la ciencia que se desarrolló en una provincia constituyen uno de los primeros acercamientos a la historia local de la ciencia (ciencia provincial). En tanto que los historiadores positivistas sólo se habían ocupado marginalmente de los eventos provinciales, no por falta de fuentes de información –aunque en algunos casos se puede presuponer esta carencia-, sino por el marco interpretativo que la filosofía positivista les impuso, sus trabajos sobre la ciencia poblana lo ubican como uno de los iniciadores de la historia de la ciencia y la medicina provincial ya que representan una primera aproximación a la explicación del quehacer científico ya no en el plano de las abstracciones “mundial” o “nacional”, sino en el de un espacio y un tiempo definidos y definitorios de la ciencia local.

También la Gaceta Médica de México [Fernández del Castillo, 1974: 121-130], se enriqueció con elogios, semblanzas, pequeñas biografías, notas biográficas y artículos, que en total suman aproximadamente 100 participaciones que publicó durante casi 50 años como miembro de la Academia Nacional de Medicina.

A largo de su vida perteneció a diversas sociedades científicas, nacionales y extranjeras, y de otras fue el creador. Recibió distinciones como la Condecoración del Mérito Militar de 2ª. Clase, la Medalla de la Asociación de Cirujanos de los Estados Unidos del Norte, y la de la Orden de Lafayette, la de The Society of the Sigma Xi, Capítulo de Harvard y, en mayo de 1952, el Presidente Miguel Alemán Valdés le otorga la Medalla al Mérito Docente, Maestro Altamirano, y un diploma por su trayectoria como maestro en pro de la cultura mexicana.

Antes de morir escribe Desde un alto en el camino, obra autobiográfica, en la que va narrando detalladamente su trayectoria profesional. Pocos detalles de su vida personal y familiar nos permite conocer a un esposo amoroso y un padre y abuelo cariñoso. Su estimado y gran amigo, el biólogo Enrique Beltrán, lo recuerda como un hombre de “estatura mediana, agradable aspecto y pulcrísima presentación, solía mostrar habitualmente un gesto adusto, caracterizado por la frecuente elevación de una de las cejas. Cuando la ocasión lo requería, ese gesto adusto respaldaba la energía que sabía desplegar –y mantener- en defensa de sus convicciones y puntos de vista..., Cuando se encontraba en el círculo de sus amigos era jovial, y mostraba acusado sentido del humor, disfrutando de decir o escuchar relatos ligeros y entretenidos, a veces picarescos”, y lo consideraba “uno de nuestros más ilustres contemporáneos, y que estimo como una de las muchas cosas gratas que me ha deparado la vida, el privilegio de haber cultivado muy de cerca su amistad por ocho largos lustros” [Beltrán, 1974: 57-59].

José Joaquín Izquierdo muere el 16 de enero de 1974.

 

Bibliografía

Directa

  • Izquierdo, J. J. (1917). Investigaciones sobre el paludismo en Puebla. Colegio del Estado de Puebla. Puebla.

  • ________. (1922). Instrucciones para colectar mosquitos, sus larvas y sus ninfas en buenas condiciones para la clasificación y anotaciones que deben hacerse con relación a ellos”, en Medicina. Tomo II. México

  • ________. (1934). Balance cuatricentenario de la fisiología en México. Ediciones Ciencia. México.

  • ________. (1939). Análisis experimental de los fenómenos fisiológicos fundamentales. Guía para un curso de fisiología general de laboratorio. Ediciones Ciencia, “Prefacio” de Merkel H. J. México.

  • ________. (1951). Panorama evolutivo de la fisiología en México hacia la iniciación del quinto siglo de vida de su Universidad Nacional Autónoma. Editorial E.C.L.A.L.. México.

  • _________. (1951).Un Veterano del Ejército Permanente. Ediciones Ciencia. México.

  • _________. (1961). “Importancia de los estudios históricos de las ciencias en México”, en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia. T. XX, N° 4. México.

  • ________. (1966). Desde un alto en el camino visión y examen retrospectivos. Ediciones Ciencia. México.

Indirecta

  • Archivo Histórico de la Facultad de Medicina (AHFM). Fondo José Joaquín Izquierdo (FJJI). Boletín del Alumno José Joaquín Izquierdo. Años 1906-1909. Caja 1. Sobre II-1.

  • Beltrán, E. (1974). “José Joaquín Izquierdo facetas de un gran mexicano”, en Anales de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología. N° 4. México.

  • Lizardi Ramos, C. (29 de julio de 1944). “Historia de una gran lucha. Pasión y triunfo de un gran fisiólogo mexicano”, en Nosotros. Tomo I, N° 15. AHFM. FUI. Caja 1. Sobre II-5. México.

  • Ortiz Monasterio, F. (1984). La enseñanza médica de postgrado”, en La evolución de la medicina en México durante las últimas cuatro décadas. El Colegio Nacional. México.


Notas

1 Archivo Histórico de la Facultad de Medicina (AHFM). Fondo José Joaquín Izquierdo (FJJI). Boletín del Alumno José Joaquín Izquierdo. Años 1906-1909. Caja 1. Sobre II-1.

2 Sobre su producción bibliográfica véase: Hugo Aréchiga, “Bibliografía del Dr. J. Joaquín Izquierdo”, en Anales de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, N° 4, 1974, pp. 1-33; Solicitud y curriculum vitae del Profesor Doctor José Joaquín Izquierdo...; Solicitud y curriculum vitae del Profesor Doctor José Joaquín Izquierdo..., 1963.

3 Principales trabajos de J. J. Izquierdo sobre Puebla: “El Colegio del Estado de Puebla”, en Medicina, Suplemento, Tomo I, N° 9, pp. 1-4; “El Colegio del Estado de Puebla. Los estudios médicos”, en Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate, Tomo XLI, pp. 17-25; “El Hospital de San Pedro de Puebla de los Ángeles”, en Bohemia Poblana, Tomo II, año 8, pp. 12-13; Raudón cirujano poblano de 1810. Aspectos de la cirugía mexicana de principios del siglo XIX en torno de una vida, 302 pp.; “La antigua Facultad, las primeras Academias de Medicina, y la primera Escuela Médico Quirúrgica de Puebla”, en Gaceta Médica de México, Tomo 80, pp. 78-86; “Orígenes y primeros estudios de don Luis Montaña, gran médico del periodo colonial”, en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, Tomo XI, pp. 129-139; Montaña y los orígenes del movimiento social y científico en México, 444 pp.

 

Gabriela Castañeda López
Universidad Nacional Autónoma de México
Actualizado, octubre 2006

 

© 2003 Coordinador General para México, Alberto Saladino García. El pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana. Versión digital, iniciada en junio de 2004, a cargo de José Luis Gómez-Martínez.
Nota: Esta versión digital se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso correspondan.

 

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