Ángel Palerm

 

Concepción del hombre en la obra de Ángel Palerm*

 

Edgar Samuel Morales Sales

Ángel Palerm Vich nació en 1917 en Ibiza, España. Murió en la ciudad de México en 1980. Realizó su licenciatura en Historia en la Universidad de Barcelona, y en 1939 se exilió en México. En este país, tras sus estudios en la Escuela Normal Superior, en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, se dedicó a la investigación antropológica y a la vida académica. La mayor parte de sus trabajos en esa materia fueron desarrollados como profesor e investigador de la Universidad Iberoamericana y del Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia –posteriormente Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)-, en donde fundó el programa doctoral en Antropología. Participó igualmente en la fundación del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana, sede Iztapalapa, y mantuvo variadas relaciones con las universidades mexicanas, de España y de los Estados Unidos. Su obra ha ejercido importante influencia particularmente en los ámbitos de las ciencias sociales y las humanidades de los países iberoamericanos y en varios espacios académicos de los Estados Unidos.

...Mi propósito... consiste en mostrar que la crisis de cualquier teoría comienza en el momento en que se utiliza para justificar una praxis determinada. La teoría deja de ser crítica y de iluminar y guiar la praxis, convirtiéndose en una máquina tautológica de racionalizaciones, alternativamente dogmáticas y oportunistas (Palerm, 1989: 19).

Sería pretencioso tratar de abarcar la totalidad de la obra del antropólogo Ángel Palerm Vich, en un espacio tan breve como el que se nos ha concedido. Todavía más si se toma en cuenta que muchos estudiosos han abordado con anterioridad diversos aspectos de la vida y de las obras de nuestro autor. Andrés Fábregas Puig, Alba González Jácome, Virginia García Acosta, Elena Bilbao y Tomás Martínez Saldaña se cuentan entre los muchos intelectuales que lo han realizado con puntualidad y profundidad, y uno no puede sino reconocer, modestamente, la indiscutible valía de sus trabajos.1

No obstante lo anterior, trataré de ofrecer al auditor y al eventual lector, las interpretaciones que me merecen algunos de los trabajos del destacado antropólogo catalán-mexicano, en torno a los aspectos señalados en el proyecto de investigación inicial y que me parece pueden identificarse de manera especial en su clásica colección de ensayos agrupados en su libro Antropología y marxismo.

Así, comenzaré por señalar que para nuestro autor la naturaleza humana está caracterizada por la diversidad. Diversidad que se manifiesta no sólo en el plano físico, sino particularmente en la dimensión de la cultura. Esto no significa que desde la perspectiva de Palerm cada grupo humano se haya desarrollado en una suerte de compartimiento estanco en el que no hubiera contactos o comunicación con otros grupos sociales. Nuestro autor aceptaba la existencia de áreas culturales en las que los grupos que las pueblan comparten algunos rasgos, se influyen de manera recíproca y pueden poseer herencias ancestrales de las que se han perdido los rastros directos, en cuyo caso sólo las pruebas contundentes debían ser tomadas en consideración para tener por ciertas las influencias, los contactos o las herencias culturales. Esta concepción se opone, por supuesto, a aquellas que pasan rápidamente a las esquematizaciones fáciles y sugieren que los grupos humanos siguen los mismos pasos evolutivos o, si se prefiere, los mismos procesos de transformación, en todos los confines del planeta.

Así se consideró durante mucho tiempo por el marxismo convertido en dogma, en explicación única y absolutamente certera para cualquier materia social, cuando se señalaba que los procesos de transformación de la humanidad no tenían sino cinco etapas: el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y finalmente el social-comunismo. Contrario a esta posición, nuestro autor sugería:

...La teoría multilineal de la evolución rechaza en especial la creencia vulgar y etnocéntrica de que las etapas de desarrollo eurooccidental (esclavismo, feudalismo, capitalismo) son válidas en todas partes y aplicables al resto del mundo. Resulta ahora evidente que las mayoría de las sociedades humanas no han conocido el esclavismo o el feudalismo como sistemas dominantes de producción. El capitalismo, por otra parte, se convirtió en el sistema mundial dominante por medio de la difusión y de la imposición, pero no a través de la invención independiente o de la convergencia evolutiva (Palerm, 1989: 19).

Esto no significa que nuestro autor descalificara la teoría marxista, pues reconocía su valor especialmente cuando se aborda la complejidad del mundo contemporáneo, pero subrayaba sus limitaciones, en tanto que la antropología tiene como finalidad tratar la totalidad de la experiencia cultural humana, y en ese sentido tendría un espectro más amplio, como campo de conocimiento, que el marxismo, que en última instancia sería sólo uno más de los aspectos históricos y sociales concretos, pues anotaba: “...pienso, asimismo, que la totalidad de la experiencia social y cultural del hombre no puede ser comprendida en nuestra época sin utilizar los instrumentos conceptuales y analíticos del marxismo” (Ibíd.: 53).

Esto es particularmente interesante, en tanto que para muchos autores el marxismo, tras el fracaso del socialismo real, debería ser puesto en el cesto de la basura como algo completamente inservible; o por lo menos dejar de prestarle atención, con lo cual se actuaría tan dogmáticamente como lo hicieron quienes abrazaron al marxismo como única y exclusiva explicación válida del mundo contemporáneo.

Desde estos postulados iniciales de Palerm, podemos igualmente comprender sus posturas gnoseológicas: El mundo, la humanidad, las culturas se pueden conocer. Las causas y los principios que rigen las transformaciones sociales pueden también ser identificados, abordados y explicados, a condición de que partamos del hecho de la diversidad; pero para conocer y comprender la complejidad sociocultural y para formular una explicación teórica convincente debemos poner énfasis en un instrumento adecuado a la praxis antropológica: el trabajo de campo.

Mediante la realización de un adecuado trabajo de campo, se trata de vivir, auténticamente, las experiencias, la vida, las creencias, los valores, las prácticas, los hechos de las culturas que estudiamos. Exigencia todavía mayor cuando en las disciplinas sociales y humanas no faltan los que pretenden explicar un fenómeno determinado desde la comodidad de un escritorio, desde el confort de una biblioteca o desde la tranquilidad de un hogar. En especial cuando se estudian grupos sociales con quienes los únicos contactos que tenemos se producen a través de un libro. No pretendo decir que para ciertos sujetos de estudio resulte inválido el trabajo de gabinete. Todos sabemos que la astronomía tiene a sus objetos de estudio sumamente distantes y ello no impide que se les conozca hasta en algunos detalles. Pero para conocer a los hombres, para conocer a la humanidad, para conocer las culturas, la fórmula válida no puede ser otra que el contacto directo y real con las culturas o los grupos sociales tomados en consideración. ¿Qué confianza nos pueden merecen los trabajos que nos hablan de lugares lejanos en los que sus autores jamás han estado, o que nos formulan juicios sobre procesos sociales o de grupos humanos con los que no se ha establecido siquiera una comunicación gestual?

Es justamente a través del contacto directo con esos lugares, con esos procesos, con esos individuos que estudiamos, que podemos comprenderlos no desde nuestra perspectiva, sino desde la de ellos mismos. En el límite, es incluso una exigencia para cuando estudiamos fenómenos históricos concluidos: se trata no de juzgar a los hombres del pasado, sino de tratar de evidenciar por qué factores, razones y causas se actuó como se actuó; en qué contexto y por qué se produjo un resultado determinado.

Por ello destaca que Palerm se empeñara tanto en fundar en Tepetlaoxtoc, población sencilla y modesta del actual Estado de México, una casa que sirviera de espacio central para la realización de trabajos de campo a quienes desarrollaban investigaciones antropológicas. Esta experiencia se repetiría posteriormente en los Estados Unidos, en donde, por la influencia de nuestro autor, se fundó una segunda casa para desarrollar el mismo modelo de trabajo, para los mismos propósitos y que lleva su nombre. Se encuentra ubicada en el barrio de Oak Cliff, en Dallas, Texas y brinda especial atención, como señala Laura González,2 a los estudiantes de origen latinoamericano.

En lo que corresponde a las realizaciones, posibilidades y límites del hombre ante el Estado y la sociedad civil, me parece importante subrayar lo que Ángel Palerm señalaba en torno al campesinado. Tanto más, cuanto que para muchos autores se trataría de un grupo humano que, en las sociedades en donde históricamente se han desarrollado, estaría condenado a desaparecer. Quienes más insistieron sobre esa posibilidad fueron los autores del marxismo llevado al rango de doctrina oficial. Naturalmente, el propio Marx, Federico Engels y Lenin habían señalado que la clase de los campesinos se vería arrastrada por el capitalismo a la condición de asalariada, y, por ende, de proletaria; pasando a engrosar esta clase social de manera prácticamente mecánica.

Este tema adquiere mayor importancia cuando observamos que en nuestros días, tanto en México, como en América Latina, los movimientos sociales de indígenas y de campesinos de la región no sólo no han desaparecido, sino que han cobrado una nueva fuerza y vitalidad destacada; al grado de que en el Ecuador, en Bolivia, en Guatemala, en Chiapas, en Chile, han llegado a causar verdaderas conmociones sociales. Apenas en 2002 el movimiento de campesinos de San Salvador Atenco, Estado de México logró dar al traste con el proyecto de creación de un nuevo aeropuerto para la ciudad de México a costa de sus tierras. El gobierno federal y los especuladores de tierras que esperaban hacer jugosos negocios con el nuevo aeropuerto tuvieron que dar marcha atrás cuando los campesinos de Atenco se expresaron de manera violenta en defensa de sus tierras.

Opuesto a las teorías sobre la desaparición de los productores campesinos, Palerm apuntaba:

...La persistencia del campesinado y los fenómenos concurrentes de su proletarización y recampesinización encuentran parte de su explicación, pero no toda, en los procesos adaptativos de los campesinos a las transformaciones de la sociedad mayor. En consecuencia, resulta preciso estudiarlos bajo las formas concretas con que se presentan en cada periodo histórico. Esto ha constituido hasta ahora la mayor contribución de la antropología (Palerm: 1989: 183).

Naturalmente, cuando Palerm aludía a la “sociedad mayor” no estaba tratando de señalar que el segmento campesino de una sociedad debería ser considerado menor de edad; o que la primera ejercería una suerte de función de pater familia, sino que en toda sociedad compleja existen multitud de grupos sociales que, al menos teóricamente, forman parte de lo que en términos generales conocemos como la sociedad, bien que todos sepamos que esta expresión se usa por comodidad de la explicación y no porque exista como un todo homogéneo, unido y armónico, pues es bien conocido que lo que realmente existe son los grupos sociales, cada uno con intereses particulares; con formas de vida diferenciadas; con prácticas, con valores y creencias muy determinadas, que pueden compartirse o no, pero que les otorgan especificidad particular.

Resulta muy significativo que en nuestros días, en un país como la República Popular China, en donde la industrialización avanza a pasos agigantados, en donde los procesos de urbanización muestran una pujanza destacada; en donde los sistemas de producción, de organización social y de ideologías socialista y capitalista conviven hombro con hombro, el campesinado siga subsistiendo de manera extensa. En el límite, hay que subrayar que la mayor parte de la población china vive en áreas rurales y desarrolla formas de vida ligadas al campo.

Se sabe que a principios del siglo XXI la mayor parte de la población mexicana vive en zonas urbanas y suburbanas. La entidad más poblada del país, el Estado de México, de acuerdo a datos censales, registra poco más del 62% de su población viviendo en zonas urbanas y suburbanas. Este solo dato conduce a pensar que la población campesina de dicha entidad se está reduciendo drásticamente, pero en realidad la población campesina ha crecido numéricamente, sólo que no se le ve físicamente, porque ha emigrado tanto a la ciudad de México como a los Estados Unidos. Conforme al Conteo de Población y Vivienda 1995, Tabulados Complementarios, de 1990 a 1995 el Estado de México aparecía como la cuarta entidad, en orden de importancia, expulsora de población, con un 7.32% del total de los migrantes nacionales, siendo superada por Guanajuato, con el 11.92%; Michoacán de Ocampo, con el 11.66% y Jalisco, con el 11.51%.

Y esto es justamente lo que Parlem hacía notar desde 1978, cuando señalaba:

...Hacia 1965, por ejemplo, la población rural alcanzó a ser igual a la totalidad de la población de México 25 años antes, en 1940... el aumento del sector urbano en términos relativos y absolutos es constante e inexplicable en relación con su propio crecimiento natural. La marea humana expulsada del campo no cede, y se dirige, desde hace mucho a las ciudades mexicanas y hacia Estados Unidos (Ibíd.:180).

Bajo esa mirada acuciosa podemos detectar los valores de su pensamiento: Se trata de un intelectual que lejos de lanzarse a la especulación o a la teorización de gabinete, mantuvo una mirada atenta a los fenómenos de la sociedad nacional en que le tocó desarrollar sus trabajos, y por ende, su adscripción al objetivismo. Y en este último radica precisamente el valor de su pensamiento. Las investigaciones de Palerm siempre tuvieron como objeto de estudio grupos sociales concretos, reales, existentes; aunque esto no significa que desdeñara el estudio de los grupos sociales del pasado. En ese caso, sus juicios y consideraciones se encontraban apoyados en una información suficiente y fidedigna. Por ejemplo, mientras muchos autores se valían del concepto modo de producción asiático para explicar las sociedades mesoamericanas, Palerm advertía:

...veo cometer con demasiada frecuencia la equivocación de considerar al modo asiático de producción (MAP) como un modelo descriptivo de la sociedad mesoamericana... Concebir al MAP como una descripción a priori de la sociedad mesoamericana supone terminar una investigación antes de comenzarla, al imponer arbitrariamente a un patrón conceptual externo a la propia evolución de Mesoamérica. Esto es, se regresaría a la época de la aplicación mecánica de modelos teóricos. La utilización analítica del MAP tiene otros supuestos e implicaciones teóricas y metodológicas (Ibíd.: 56)

En lo que corresponde a sus principales propuestas ideológicas, se puede decir que van en tres sentidos: en principio, a combatir las llamadas crisis de la antropología tal como se practicó desde los espacios académicos de los países colonialistas, en donde se le empleó con fines utilitarios: estudiar a los grupos sociales de los países invadidos por las potencias coloniales para someterlos más fácilmente o con mayor rigor.

Naturalmente, Palerm no fue el único en expresar su descontento ante esas prácticas. Nuestro propio autor señala que ya antes lo había realizado Franz Boas, cuando anotaba:

...Durante la primera guerra mundial y comienzos de la revolución mexicana algunos antropólogos norteamericanos, usando su profesión como cobertura, actuaron como espías y agentes políticos en México y Centroamérica. Boas publicó un artículo denunciando esta conducta con gran energía, apelando a la integridad científica y a la honestidad académica de los antropólogos, recordando la exigencia de mantener separada la ciencia de la política (Ibíd.: 23).

En seguida, para desaprobar al marxismo transformado en dogma y que en los ambientes antropológicos, durante mucho tiempo, se le empleó para explicar cualquier fenómeno social. Todo era, para la corriente que tomó a pie juntillas el marxismo, lucha de clases, disputas de los grupos humanos en torno al factor económico y toma del poder para implantar la dictadura del proletariado. Elena Bilbao recuerda que uno de sus alumnos, J. Alonso, anotaba:

...Palerm nos enseñó a entablar discusiones sin miramiento, nos acostumbró a que nadie, obviamente ni él mismo, eran intocables... (nos) presionaba para poner a prueba materias y métodos... Era riguroso con los procedimientos y respetuoso de la libertad en las interpretaciones... le molestaban los dogmas, manuales, modas, fraseologías sin substancia (sic), juegos verbales de artificio, la demagogia, la retórica y la degradación de la antropología (Bilbao, 2002: 10 y 11)

La tercera propuesta tiene que ver con la diversidad cultural. Para nuestro autor las culturas son claramente diferenciadas. Nada autoriza a pensar que lo grupos humanos siguen patrones de conducta mecánicos o que pasan por los mismos momentos de transformación, o que sigan los mismos procesos históricos. Por el contrario, cada cultura, cada etapa de su desarrollo tiene originalidad y especificidad propia, pues, apuntaba:

...Los procesos evolutivos de las sociedades tampoco son necesariamente unidireccionales. En ellos parecen predominar la discontinuidad y la ruptura, la variación y la mutación. Pero la ciencia social, dominada todavía por la idea decimonónica del progreso y por el concepto unilineal de la evolución, aún parece incapaz de plantearse y resolver esta clase de problemas. Entretanto, sin embargo, la praxis histórica sigue haciendo aparecer formas nuevas e inesperadas de desarrollo, negando las predicciones más dogmáticas y mostrando la constante creatividad de la evolución social (Palerm, 1989: 145).

Y esto cuenta también para las sociedades europeas, a las que frecuentemente se les estima homogéneas y siguiendo los mismos pasos evolutivos, cuando, en realidad, la discontinuidad de sus procesos de transformación es muy evidente. El imperio romano y su expansión en Europa, en Medio Oriente y sobre el norte de África no tuvo un proceso semejante desarrollado por algún otro imperio europeo, como tampoco fueron iguales los procesos de colonización desarrollados por España y Portugal del siglo XVI, a las acciones de los colonialismos inglés y francés de siglos posteriores.

En realidad, cada etapa es particular, posee especificidad propia y su estudio exige que se parta de la base de la diversidad. Las esquematizaciones fáciles deben rechazarse y evitarse para lograr un conocimiento preciso de dichos procesos.

Esto mismo nos conduce a las ideas de Palerm en torno al desarrollo de la ciencia. Para nuestro autor el valor y la importancia de cualquier teoría científica puede identificarse a partir de tres criterios fundamentales. En principio sólo se puede considerar verdadero aquello que acontece, que puede realizarse o que ha sido real y efectivamente hecho. La certidumbre se alcanza cuando se toma en cuenta la actividad creadora del hombre en sus procesos históricos; en sus inicios la teoría no hace sino interpretar el movimiento histórico, pero posteriormente la progresión dialéctica procura guiar y orientar la praxis por medio de la teoría.

Desde este punto de vista, escribió nuestro autor: “...El neoevolucionismo, en consecuencia, no es una teoría que deba probarse sólo mediante el estudio del pasado, sino también y principalmente a través de la praxis concreta de las sociedades contemporáneas y de la determinación de su futuro” (Ibíd.: 53).

Un segundo criterio valorativo tiene que ver con la capacidad explicativa de una teoría. Consistiría en la posibilidad de interpretar de manera congruente y con máxima economía de hipótesis, un número importante de fenómenos y hechos sociales. Por este motivo las teorías difusionistas y paralelistas extremas son incapaces de explicar el desarrollo, sino que además entran en contradicción con los hechos realmente acontecidos y conocidos. Cuando se renuncia a formular teorías generales, las explicaciones no pueden ser sino parciales y sólo pueden referirse a fenómenos particulares o a una serie limitada de hechos. El neoevolucionismo trata de abarcar todos los hechos posibles en la explicación y sería un instrumento idóneo para interpretarlos de manera congruente, interrelacionándolos de manera sistemática.

El tercer criterio esencial radicaría en la capacidad para generar y conducir investigaciones y en su capacidad para aceptar e incorporar los resultados de la investigación. Toda teoría debería tener la posibilidad de proyectarse en forma de hipótesis o sistemas de hipótesis que permitan su formulación de manera clara y que puedan someterse a prueba. Así, señalaba Palerm: “...Desde este punto de vista el valor de una teoría puede ser medido por su influencia real sobre el desarrollo de la investigación concreta. Debe ser medido, asimismo, por los resultados obtenidos por las investigaciones que estimula y alimenta” (Ibíd.: 53-55)

Finalmente, se puede decir que en la obra de nuestro autor se puede igualmente identificar la importancia que concedía a los países latinoamericanos y su inserción en el sistema económico mundial. En su ensayo sobre las relaciones entre las metrópolis y las colonias y la articulación de modos de producción diferentes, Palerm nos sugiere observar cómo los metales preciosos americanos se convirtieron en un elemento clave e indispensable para el comercio mundial. Con particular énfasis para el caso de la plata mexicana, a cuyo estudio dedicó varios trabajos, Palerm anotaba:

...Desde principios del siglo XVI hasta mediados del XIX el componente iberoamericano facilitó, principalmente desde México, los Andes y el Brasil, la corriente de metales preciosos que alimentó la expansión del comercio intra y extraeuropeo. El componente asiático, durante la mayor parte del mismo período, produjo los artículos agrícolas y manufacturados de alto precio que los europeos adquirieron sobre todo con metales de América (Ibíd.: 129).

Acercarnos, pues, a la obra de Ángel Palerm nos permite comprender mejor el mundo contemporáneo, la discontinuidad de los grupos humanos y el valor de las disciplinas socio humanísticas para su explicación. La huella que dicho antropólogo ha dejado en el panorama de la antropología es por demás valiosa y su escuela de pensamiento constituye uno de los mejores senderos por los que la investigación en la materia puede avanzar de manera firme y confiable.

Bibliografía

Directa

  • Palerm Vich, A. (1967). Introducción a la teoría etnológica. Universidad Iberoamericana. México.

  • ________ (1976). Historia de la etnología. Los evolucionistas. SEP/INAH. México.

  • ________ (1989). Antropología y marxismo. Nueva Imagen. México.

Indirecta

  • Bilbao G., E. (2002). “Ángel Palerm, ante todo la verdad y la excelencia académica”. Nuestra Comunidad. Nueva Época. México.

  • Fábregas Puig, A. (1997). Ángel Palerm Vich. El Colegio de Jalisco/Generalitat de Catalunya. Gráfica Nueva. Guadalajara.

  • García Acosta, V. (2000a). La diversidad intelectual. Ángel Palerm, In Memoriam. Colección Antropológicas. CIESAS. México.

  • González Jácome, A. (2000b). “Notas sobre las concepciones de Ángel Palerm acerca del ambiente y la agricultura”. en Ciencia ergo sum. UAEM. Toluca.

  • González, L. La mejor manera de formar investigadores es investigando. Casa Ángel Palerm, en página en internet: http://www.csh.ugto.mxsicsug/doc.Laura_0206.htm

  • Martínez Saldaña, T. (2000c) “Modelos de desarrollo rural. Una visión utópica de Ángel Palerm Vich” en Ciencia ergo sum. UAEM. Toluca.

  • Suárez M. (1996). “Ángel Palerm Vich: un naturalista de la sociedad humana”. en Enrique Florescano y Ricardo Pérez Monfort (compiladores). Historiadores de México en el siglo XX. FCE/CONACULTA. México.

*La versión impresa apareció en el libro: Alberto Saladino García (compilador), Humanismo mexicano del siglo XX, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2004, Tomo I, págs. 359-370.

 

Notas

1 Al final del texto se proporcionan los títulos y datos bibliográficos de los textos de los autores nombrados.

2 Cf. Laura González, La mejor manera de formar investigadores es investigando, en página en Internet: http://www.csh.ugto.mxcicsug/Doc.Laura_020602.htm 

Edgar Samuel Morales Sales
Universidad Autónoma del Estado de México
Julio 2006

 

© 2003 Coordinador General para México, Alberto Saladino García. El pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana. Versión digital, iniciada en junio de 2004, a cargo de José Luis Gómez-Martínez.
Nota: Esta versión digital se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso correspondan.

 

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