La Iglesia Católica, es considerada una de las instituciones más
influyentes en la sociedad peruana y latinoamericana, al punto
de participar activamente en la toma de decisiones del Estado en
aspectos básicamente sociales; sin dejar de mencionar que maneja
una importante red de asistencialismo a través de programas
particulares como CARITAS, a través del cual se entrega a manera
de dádivas, alimentos u otras limosnas.
Como hecho anecdótico podemos recordar la importante
participación del cardenal Cipriani en la crisis política
producida por la toma de la Embajada de Japón en Lima en
diciembre de 1997 por el grupo subversivo MRTA (movimiento
revolucionario Tupac Amaru). Durante el largo secuestro en el
que los subversivos conviven con importantes personalidades de
la política nacional, se produjeron intensas negociaciones en
las que las solicitudes de ambas partes
(Gobierno-secuestradores) eran remitidas a través del primado de
la Iglesia Católica. Sin embargo, internamente, el gobierno de
Fujimori, venía preparando el rescate de los rehenes utilizando
la fuerza a través de un cuerpo de elite por túneles construidos
ex profeso que fueron ampliamente conocidos por la prensa
internacional. No sería disparatado pensar que hubo
conocimiento por parte de todos los protagonistas (excepto los
enclaustrados), que lo que se necesitaba era hacer lo más larga
posible las negociaciones para dar tiempo al rescate bélico.
El Perú es un país que, a pesar de otorgar a sus ciudadanos una
absoluta libertad de credo, es eminentemente católico; tan así,
que cuando fue candidato a la Presidencia de la República el
laureado escritor (ahora peruano-español) Mario Vargas Llosa,
auto-declarado agnóstico, fue motivo de duras críticas por parte
de un sector de la ciudadanía que no imaginaba como Presidente
del Perú a un individuo que no rinda como le corresponde (al
Presidente) homenaje al Cristo Morado (Señor de los Milagros),
en la importante procesión limeña del mes de octubre.
El Presidente del Perú, independientemente de la religión que
profese, rinde homenaje a la Iglesia Católica desde el primer
momento de la toma de juramento. La asistencia a la Catedral de
Lima, a la misa del Te Deum, es parte obligada de los actos
protocolares del cambio de mando presidencial. El Arzobispo de
Lima, bendice al nuevo mandatario augurándole éxitos en la
próxima gestión gubernamental.
La actitud de la Iglesia cuando bendice (en el nombre de Dios),
desde el alto nivel de Arzobispo, hasta el más modesto sacerdote
del más lejano pueblo del país, la encontramos en las diversas
actividades de la vida social y política. Ya hemos visto lo que
ocurre a nivel del Presidente de la Republica. Podemos poner a
este acto litúrgico un sin número de ejemplos: cuando se trata
de inaugurar una obra pública, en la que se pone al servicio de
la colectividad una nueva escuela, es el sacerdote quien arroja
el agua bendita sobre el inmueble acompañado este hecho con las
letanías en la que pide la influencia divina para que esta
cumpla su cometido como bien terrenal; lo mismo ocurre con
cualquier otro tipo de obra física: una calle asfaltada, una
instalación de alcantarillado, un parque infantil; o yendo a
otros casos, los patrulleros de la policía, las motocicletas,
bicicletas o cualquier objeto que tenga que usarse en la vida
pública. Pero, lo que más podría causar asombro, es que el
propio Ejército Peruano, tiene como miembro activo un Capellán
que se encarga de las liturgias en el seno de esta institución
castrense, y si fuera el caso, bendice las armas que usarían
“sus” soldados contra otro ejército, en el hipotético caso de un
enfrentamiento bélico.
Es importante no dejar de mencionar otro hecho anecdótico. En
la década de Fujimori, gobierno considerado nefasto en cuanto a
los altos niveles de corrupción, el control político era
considerado de dictadura, y cuando se producían algunas medidas,
ya sea en el plano social o económico, que por su contenido
podrían causar reacción en la comunidad, se producían ‘fenómenos
divinos” manipulando el acendrado fervor católico del pueblo.
Aparecían así vírgenes que lloraban (léase ídolos de madera o
yeso), “grabados” de la silueta de cristo en la ventana de un
feligrés, etc.; hechos de los que la prensa parametrada se
encargaba de divulgar de manera sensacionalista para distraer la
opinión pública.
Como hemos indicado, el sacerdote de la Iglesia Católica es un
miembro activo en la vida de cada uno de los pueblos del país a
lo largo y ancho de éste, de tal manera, que en toda ceremonia
cívica en la que deba estar representada la comuna a través del
alcalde de ese lugar, el gobernador o teniente gobernador, la
policía, el director del colegio o escuela, el juez de paz,
representantes de los sectores de gobierno en dicha localidad,
es imprescindible la presencia del representante de la Iglesia
Católica, a quien se le considera una autoridad más.
Mencionamos al principio que el Estado garantiza libertad de
credo (Art. 2do. Inc. 3 De los Derechos de la Persona Humana –
Constitución Política del Perú); sin embargo, la religión
católica se imparte en las instituciones educativas de los
niveles primario y secundario como una asignatura más como las
matemáticas o el lenguaje. El respeto a la constitución se da
en ese camino al exonerarle de calificaciones al estudiante que
certifique su pertenencia a otra religión que no sea católica.