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La ironía El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la ironía como la “figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice”. Esta definición nos sirve en principio, pero el término “contrario” es muy fuerte y por ello impreciso. Resulta más correcto decir que la ironía es una figura retórica que consiste en dar a entender algo diferente de lo que se dice. Por ejemplo, en el ensayo “Yo siempre tengo razón”, Vicente Fatone hace uso constante de la ironía para desarrollar el tema que anuncia en el título, por lo que el ensayo tiene una lectura irónica cuando la aplicamos a situaciones concretas de nuestra experiencia personal o la radicalización del discurso político de todos los tiempos:
La ironía requiere, pues, la complicidad del lector; es decir, el lector necesita aplicar un código diferente para la interpretación de lo que el texto dice literalmente. En otras palabras, la ironía se completa en el lector; depende de la perspicacia y de los conocimientos del lector. Podemos reunir las múltiples formas de ironía en dos grandes categorías: La ironía estable y la ironía inestable. La ironía estable es aquella que el lector puede comprender en el contexto mismo del texto que está leyendo. En el ensayo “Nuestros indios”, González Prada reflexiona sobre los abusos que han sufrido y sufren los indios y otros grupos marginados en Perú. En un momento en el texto nos dice:
El lector del ensayo comprende por el contexto (defensa del indio y denuncia de la opresión), que el término “infame” debe entenderse de modo irónico, por ejemplo: los abusos y la opresión no han conseguido exterminarlo, todavía vive y mantiene su cultura. En los textos que se incluyen en la antología hay numerosos casos de ironía estable; quizás el más destacado sea el ensayo de Rosario Castellanos, “Y las madres, ¿qué opinan?”, en el que la autora usa la ironía para destacar que en el debate sobre el control de la natalidad no se ha consultado a las mujeres. Aunque todo el ensayo parece construirse en un tono irónico, Castellanos consigue acentuarlo a través del uso de ciertas palabras colocadas con precisión. Veamos unos ejemplos:
La ironía inestable es aquella que requiere un lector con conocimientos históricos y socioculturales precisos para poder captar la ironía, e incluso encontrar ironía en aquellos textos en los cuales el autor no se lo propuso. Regresemos de nuevo al ensayo de González Prada. El título del ensayo, “Nuestros indios”, posee varias lecturas además de la literal: “los indios de Perú”. Una de estas lecturas la podríamos clasificar de irónica. La palabra nuestros es un adjetivo posesivo: nuestro coche, nuestra casa, nuestro perro, etc. Pues bien, en el contexto del Perú del siglo XIX los indios eran tratados como esclavos, como posesión. Por ello el título, “Nuestros indios”, también posee la lectura irónica de nuestros indios; es decir, a pesar de defender a los indios y delatar la opresión, al hablar de nuestros indios (como posesión) se deshumaniza al indio (claro, existen igualmente otras lecturas: que la situación actual de los indios en el Perú (1905) la ha causado la oligarquía peruana y por eso es nuestro problema). El cuento “El revólver” de Emilia Pardo Bazán presenta varios ejemplos de ironía estable e inestable. A la primera categoría pertenece la ironía de que el revólver que causó tanto pánico en la protagonista que enfermó del corazón, estaba descargado. La segunda categoría de ironía no es tan obvia; es necesario conocer la situación de la mujer en el siglo XIX. Pardo Bazán realiza una crítica feminista en este cuento y el “poder” del revólver descargado representa por analogía el “poder” del hombre sobre la mujer. Es decir, la ironía de que durante siglos la mujer se sometió al dominio de la aparente superioridad del hombre (al igual que el aparente peligro del revólver ‒descargado‒ enfermó a la protagonista del cuento). (Gómez-Martínez)
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