María José Punte

 

"El peronismo alternativo: John William Cooke
La astucia de la razón de José Pablo Feinmann"

  

1- Discurso del psicoanálisis

La novela se halla estructurada en dos planos narrativos. La línea que se extiende en los capítulos impares, desde el I hasta el XI, cuenta la situación de terapia psicoanalítica del protagonista, Pablo Epstein, que tiene lugar a mediados de los 80. Si bien no hay precisiones en cuanto al desarrollo temporal de la misma, el protagonista, que tiene una tendencia a certificar con exactitud las fechas de los eventos importantes en su vida, aclara que la terapia comenzó el 28 de enero de 1979. Se trata aparentemente de una sesión pero en realidad aparecen evocados los hechos de las sesiones de varios meses. Es posible percibir un avance en los resultados de la terapia, que concluye en el capítulo XI con una visión completa de la cuestión, ratificada por la frase del psicoanalista, que se repite cuatro veces a lo largo del capítulo: “ – Por hoy, terminamos – dijo Norman Backhauss”.

La segunda línea narrativa, desplegada en los capítulos pares desde el II hasta el X, se retrotrae al pasado, a noviembre de 1965. La acción se centra en una noche en la vida del joven Pablo, en la que junto a tres compañeros de estudios tiene una discusión al lado del mar sobre el sentido último de la filosofía.

1.1- La neurosis y la metáfora de la enfermedad

Pablo Epstein es un hombre de mediana edad, nacido en el 43, filósofo. En el momento del presente de la narración se encuentra realizando una terapia de psicoanálisis como consecuencia de un estado de “enfermedad mental”, como lo llama su psicoanalista, o de “locura”, como prefiere denominar él a su situación. Pablo es un hombre que posee una enorme cultura y eso va a producir un discurso altamente refinado, plagado de alusiones a un mundo que incluye una vasta información sobre filosofía, cine, literatura y música. De hecho, luego sabremos que sus conocimientos de música vienen acompañados de una intensa afición al piano. Tras este discurso de hombre culto, no logra esconderse un tono marcadamente irónico hacia ese mundo, en el cual se incluyen el psicoanálisis y los demás ámbitos de la cultura. La ironía sirve para crear una distancia con esa realidad y, como veremos, tiene que ver con su enfermedad.

El discurso de Pablo, a su vez, refleja la neurosis que padece. Una de las características de este discurso neurótico es la repetición extenuante, ya que uno de los rasgos de ciertas neurosis es la obsesividad. Pablo reconoce su enfermedad por una serie de síntomas:

la incapacidad para controlar sus actos, en el avance irreparable de la compulsión, esa sintomatología repetitiva que humillaría incesantemente a Pablo, sin darle sosiego, tregua, paz, condenándolo a la realización y, lo que era aún infinitamente más doloroso, a la repetición de los actos más absurdos, ridículos, estúpidos pero lacerantes que jamás – él, un filósofo, un hombre, por decirlo así, entrenado para manejarse con las ideas – había imaginado realizar. (14, la cursiva responde al original)

El discurso tiene una estructura de carácter circular que refleja dicho rasgo. Por ejemplo, cada uno de estos capítulos comienza con una frase que se convierte en leit motiv, y que se va repitiendo y marca el ritmo de avance de las reflexiones, como un tema de una variación musical, hasta concluirlo. No sólo es circular, sino que además presenta el modo de los círculos concéntricos, mediante los cuales se va ampliando la información y profundizando en el análisis, a la vez que se crea una tensión de suspenso en el relato. Este estilo puede llegar por momentos a ser agobiante, y refleja el grado de enfermedad del protagonista.

La neurosis de Pablo tiene su causa inmediata en una enfermedad física real que le provocó un trauma psicológico considerable: Pablo ha tenido que operarse de cáncer de testículo. La operación se llevó a cabo el 12 de noviembre de 1975, es decir, varios años antes de la terapia, y unos meses antes del último golpe militar en Argentina.

El problema principal de Pablo es la conciencia de la locura, porque es la que según él, produce dolor. Su primera reacción es de terror ante lo que llama “la progresiva disgregación de su conciencia” (14). Sin embargo a ese terror se suma el temor que enfrenta el protagonista de no recordar más, y se resiste a la pérdida de la memoria. Esto provoca que el personaje se concentre en la fijación de fechas: el 12 de noviembre de 1975 (su operación), el 24 de marzo de 1976 (el golpe), el 28 de enero de 1979 (comienzo de la terapia). Cuando Pablo logra “pensar su neurosis, reflexionar sobre ella, y aun escribir sobre ella”, concluye que

Lo terrible de una neurosis es que el neurótico actúa locamente, irracionalmente, pero no está loco. Es decir, está loco y no está loco. Y de esta contradicción surge la conciencia de su locura, y de la conciencia de su locura surge el sufrimiento, el dolor. El neurótico es un loco que sufre. Y en este sufrimiento, y no paradojalmente, está la esperanza de su curación. (18)

La neurosis y el cáncer representan dos aspectos de la enfermedad, uno psíquico y otro físico. Pero el tema de la enfermedad tiene en la obra un sentido más amplio, que opera como metáfora. Dicha metáfora no surge del discurso poético sino de otro discurso que, para un lector argentino, adquiere connotaciones significativas, y es el discurso del último gobierno militar, el llamado Proceso de Reorganización Nacional.

Las tres fechas mencionadas hasta el momento (la operación, el golpe militar, y el comienzo de la terapia), son claves dentro de la actividad rememorativa de Pablo, y por eso las menciona con precisión. La enfermedad sirve como núcleo semántico de una metáfora que genera un paralelo entre la historia personal y la historia nacional. Sin embargo, como dijimos, esa metáfora es una creación del discurso oficial elaborado por la dictadura para justificar la represión, lo cual nos coloca en la historia del país. El hecho es que el lenguaje de los militares adopta términos del lenguaje médico: tumor subversivo, célula fugitiva, célula subversiva, tumor maligno, extirpación. El punto de partida es la metáfora del cuerpo social de la cual elabora una ideología alrededor de los conceptos de lo sano y lo enfermo, como una manera de racionalizar una conducta que no admite en los hechos una explicación lógica. Pablo lo llama el “lenguaje quirúrgico de los militares” (280), y capta la simetría perversa que implica esa traslación del lenguaje. Su enfermedad física y psíquica le permite conferirle al relato una dinámica de las simetrías, que van a cruzar el texto en torno a distintos temas.

En la novela el protagonista se apropia del lenguaje militar para subvertir el sentido del mismo. Al hablar desde los márgenes de la racionalidad, ese estado de enfermedad mental, busca una posición marginal que le permite alejarse del centro del discurso oficial extendido en la sociedad. Desde esa posición deja en claro que la enfermedad no puede ser más que principio de muerte, y no de vida como pretende el discurso militar. Si bien Pablo se salva, porque se opera, el resultado de la operación es que Pablo queda mutilado, porque un testículo, que viene a ser la mitad de dos, ha sido extirpado. De la sala de operaciones sale vivo literalmente, pero incompleto, lo que lo lleva a interpretar que en realidad no sale de ahí vivo. El médico tiene que admitir que “se cortó tejido sano”(303), que era lo que Pablo quería evitar. La operación militar reconoce que extirpó tejido sano, y justifica de ese modo la represión de gente inocente. El resultado, a la luz de la lectura que permite la metáfora, es que la Argentina es un país que ha perdido una mitad y se encuentra mutilado.

1.2- El conflicto padre-hijo y la interpretación freudiana de la neurosis

En otro plano del discurso psicoanalítico existe una explicación de la neurosis de Pablo de tipo freudiano, que resulta interesante si se piensa el predicamento que este tipo de interpretación goza en el contexto argentino. Estamos ante un texto biográfico (el relato de Pablo Epstein), por lo tanto en el plano de la historia personal. La explicación freudiana de la neurosis de Pablo se va desplegando a lo largo de estos capítulos. En realidad la terapia gira alrededor de la misma, lo cual podría ser leído como parodia si se le adjunta la ironía con que Pablo encara este tema. Pero igualmente no carece de sentido, e introduce una dimensión nueva a la reflexión sobre la situación argentina.

La historia comienza a los 9 años de Pablo, en 1951. De hecho la novela abre con este tema. El capítulo I se inicia con la pregunta del psicoanalista. “ – ¿Y usted qué le dijo? – preguntó Norman Backhauss.” (9). Esta frase se repetirá nueve veces. Se trata de un diálogo entre Pablo y su padre, en el que éste le dice “Yo no me voy a morir” (9). La frase completa es de hecho: “Yo no me voy a morir mientras seas un niño” (52). La cuestión es que Pablo es un hijo de la vejez y su padre bastante mayor. Esto provocó que Pablo viviera toda su vida con miedo a la muerte del padre, odiándolo. El momento en que se desarrolla esta escena, el verano del 51, se convierte en decisivo. El Pablo-niño se enamora por primera vez de Mónica. Mónica tiene 14 años y decide rápidamente que Pablo es muy chico para ella y que deberá crecer si quiere enamorarse. Si gustar de las mujeres implica crecer, entonces crecer supondría dentro de este contexto lógico del niño, matar al padre. La conclusión del terapeuta no se hace esperar: “Su padre lo condenó a asesinarlo – dijo Norman Backhauss” (49).

La consecuencia real es que Pablo no crece en ciertas dimensiones de su vida. Por ejemplo, no establece una relación afectiva con una mujer, aunque se casa. No logra desarrollar la dimensión de la paternidad, aunque tiene dos hijos, a los que se refiere como “dos monstruos cagantes y vomitantes”. No logra entablar una relación de igual a igual con adultos como su padre o el hermano mayor, que le lleva 11 años.

Esta explicación psicoanalítica de la neurosis de Pablo Epstein se adjunta a la explicación por la enfermedad. A lo largo de la terapia se van incluyendo varios datos reveladores como por ejemplo que el padre de Pablo es urólogo, con lo que resulta sugestivo que éste haya hecho un cáncer de testículos. Pablo no logra superar la disminución que siempre sintió frente a los otros, en este caso el padre. Lo mismo ocurre con el hermano. La decisión de estudiar filosofía aparece ironizada por Pablo: en realidad la razón por la que siguió esta carrera se debió a su idea de no poder competir en lo físico con el hermano ( lo acompleja su “falo prodigioso” – 65 –), que lo llevó a preferir destacarse en lo espiritual. El personaje utiliza una imagen espacial para referirse al plano existencial: “su lugar al lado o en contra o al margen del otro, pero un lugar suyo, un lugar que implique una identidad, una diferenciación ante su hermano” (65-66).

Pablo ha elegido recluirse en el mundo espiritual y al hacerlo, ha renunciado al mundo de la naturaleza, a la que identifica con lo caótico y con la muerte. En este sentido apunta la reflexión cuando se compara con su amigo Hugo Hernández. El rechazo por lo físico de Pablo, por su cuerpo, aparece también con relación a Hugo. Pablo se siente acomplejado frente a la naturalidad con que Hugo se maneja con el cuerpo, y admite que su amigo está en armonía con la naturaleza. Aclara en varias ocasiones que su propio cuerpo no le parece objetivamente feo, pero es uno que no le hubiera gustado tener. Otro de los elementos por los que pasa ese sentimiento de desventaja es el de los genitales, símbolo de la hombría. Pablo se siente menos dotado, por eso rechaza el cuerpo, lo que implica rechazar la naturaleza.

En el plano de la historia argentina el cáncer de testículo adquiere otras dimensiones. Pablo ironiza al comienzo de la obra sobre el hecho de que a partir de la operación que le ha quitado uno de los dos “huevos”, él no cuenta con sus atributos completos, pero además el problema grave es que se encuentra desvalido frente al peligro inminente:

la ferocidad del golpe militar que encabezaba el general Jorge Rafael Videla, cuya ferocidad debió ser enfrentada por Pablo tal como había salido de la sala de operaciones, es decir, con un solo huevo, así, cercenado, desvalido, desvalido y cercenado justamente cuando, según todos sus amigos lo decían, había que tener huevos para bancarse lo que venía. (23)

Tener huevos es una expresión del lenguaje coloquial para referirse al ser valiente. Y Pablo ahora tiene uno de menos, así que ni siquiera puede ser valiente para contrarrestar la amenaza de la represión, cosa que adjunta un terror nuevo a los que de por sí plantea la dictadura.

Es posible comprobar el encadenamiento que se produce a tres niveles: enfermedad física– enfermedad psíquica– enfermedad social. Por lo tanto la interpretación freudiana sobre la relación padre e hijo supera los rasgos que podrían ser atribuidos a una parodia del discurso psicoanalítico, para convertirse en otro simbolismo dentro de la obra, mediante el que se puede hacer una lectura de la historia argentina a través de la historia privada. La Argentina sería un país de hombres-niños, que no han crecido frente a la imagen de un poder desorbitado y se sienten desvalidos e incapacitados para reaccionar. Esta es la actitud de Pablo en el momento del presente del relato, ya que ante el peligro interno de la enfermedad y el peligro externo del régimen, se siente paralizado. La solución deberá venir por otro lado.

1.3- Lenguaje científico, lenguaje ficcional y valor curativo del relato

La elección del psicoanálisis como tema y como recurso dentro de la obra es significativo. Vimos que el núcleo semántico central era la enfermedad. El psicoanálisis es una forma de curación para los “trastornos del espíritu”. Es oportuno aclarar que la novela abre y cierra con escenas de la terapia.

Ahora bien, el psicoanálisis, tan practicado en Argentina, es un modo de curación que utiliza la palabra como medio. Esto provoca en el personaje varias reflexiones que por supuesto están destinadas al lector, no al psicoanalista. Forman parte de la narración en 3° persona, pero que se da desde la conciencia del personaje.

Primero conviene recordar que Pablo, además de desarrollar un discurso complejo, como dijimos, remite su experiencia constantemente al mundo de la cultura que él maneja con facilidad. De ese modo compara su experiencia vivida con el metarrelato constituido por una información que resulta un guiño cómplice al lector. Se da por sobreentendido que el lector participa de ese mundo. Películas de Bergman, Hitchcock, frases de Adorno, son evocadas ante cada situación concreta que el personaje vive. Remitir la experiencia al mundo de la cultura sirve para avalar una realidad como si ésta adquiriera validez para el hablante sólo desde el momento en que se la encuadra en un ámbito cultural, es decir, en un código elaborado a cierto nivel de pensamiento. Al comienzo Pablo dice que su psicoanalista es como el psicoanalista de la película Cuéntame tu vida (Spellbound) de Hitchcock, lo que lo convierte en real. El parámetro está dado por el mundo del cine, en donde se hallarían los arquetipos a los cuales luego se ajustarían los seres concretos.

El episodio de su niñez lo remite a Un verano con Mónica de Bergman:

Mónica, nombre que unido al verano, al concepto de verano (como gustaría decir Pablo, años más tarde, inmerso ya en las bifurcaciones de la dialéctica hegeliana), entregaría al, por decirlo así, imaginario sexual de Pablo la vaga sensación de haber ya vivido, en la modalidad, claro, de lo incompleto y premonitorio, la historia bergmaniana de Un verano con Mónica. (9)

Esto es indicio de una concepción particular del relato que subyace toda la obra, y considera que el relato es una construcción alrededor de una serie de datos (recuerdos, conocimientos, reflexiones) a los que el narrador les confiere un orden, por lo tanto, un sentido. Ambos elementos, el verano y Mónica, son centrales en el recuerdo que el protagonista rememora como inaugural de su problemática. Y curiosamente surgen de una película de cine. Difícil decir hasta qué punto son reales o ficticios.

Pablo reflexiona sobre el valor del relato en cuanto configurador de la realidad mediante el ordenamiento de los datos de la experiencia. La técnica psicoanalítica confirma esta concepción, ya que se busca la salud del paciente mediante la estructuración de la experiencia en un relato orgánico. De ahí que el psicoanalista Norman Backhauss le recomiende como terapia que escriba cuentos. El resultado es un par de relatos en los que la manía obsesiva se percibe como aun más acentuada que en el relato principal, lo cual demuestra los avances en la terapia y concede la razón al psicoanalista. El Pablo que habla en el presente de la narración se encuentra en un nivel más avanzado en la comprensión de su neurosis y es capaz de articular un discurso con sentido, que es la novela. El Pablo de los relatos, todavía no puede salir de la repetición ad infinitum de una única frase o un episodio único.

Un fragmento que revela los recursos del narrador se desarrolla entre las páginas 69 y 72. El narrador de la narración es el responsable de la misma, porque ésta se estructura desde el punto de vista del narrador, “quien arma la narración” (69), al menos en este tipo de narración que es ficcional. La voz que discurre sobre este tema aclara que “la narración se arma a partir de sus múltiples relatos”. Esas distintas partes son los “relatos”. La dinámica que se establece entre los relatos es la de los “desplazamientos” que hace que en distintos momentos cada uno de ellos ocupe la centralidad, mientras que los otros se constituyan en “el resto” (nuevamente una imagen espacial). La narración es “la totalidad, porque otorga un sentido” (70). Ese sentido está siempre presente aún cuando la narración se propone explícitamente narrar la ausencia de sentido. Pablo se dará cuenta con el paso del tiempo que entender la historia significa narrarla. No existe un sentido inmanente a la historia, sino que el sentido lo constituye su narración, el cual es un “último y desesperado intento” (70). Pablo, al explicar esta actividad recurre, muy a pesar suyo, a dos términos heideggerianos: se instituye el Grund (fundamento) y se evita el Ab-grund (abismo).

Que el psicoanálisis trabaja con el lenguaje aparece tematizado alrededor de la comparación, no exenta de ironía, que Pablo hace entre la tendencia del psicoanálisis freudiano que ejerce Backhauss, y la corriente lacaniana. Esta larga digresión realiza una crítica a la escuela de Lacan, en boga en esa época en Buenos Aires, que concibe al inconsciente como lenguaje y se apropia de la terminología estructuralista de Saussure. Pablo critica las técnicas de los analistas lacanianos, que según él, se regocijan en las frases oscuras y abstrusas. En este sentido los compara con el lenguaje de Heidegger, filósofo que se convierte en blanco permanente de críticas por parte del personaje. Las enunciaciones lacanianas transforman al paciente en un “objeto lingüístico”, lo cosifican. Pablo elabora una serie de significantes para referirse a las técnicas de la psicología lacaniana que se encadenan en un proceso amplificador: objeto lingüístico, sujeto inexistente, sujeto-excusa (55): “un analizante, algo que muy poco tenía que ver con el sujeto de la filosofía, con ese sujeto que, desde Descartes los filósofos habían aprendido a identificar, progresivamente, con la libertad” (56).

Este tema de la cosificación del individuo va a ser retomado en otro momento para referirse a la situación médico-paciente. Pablo narra con horror las visitas a los diferentes médicos: la situación de desvestirse, la indefensión sobre la camilla, el escritorio que delimita el espacio entre paciente y el médico. A través de esta experiencia va a vivir la desintegración del sujeto:

Nunca el paciente es una totalidad, siempre lo parcializan, lo desestructuran, lo fragmentan. Trasladan al enfermo la propia fragmentación que arrasa a una disciplina que nació al calor de la sabiduría y del conocimiento totalizador del alma humana. (129)

Lo que él busca con la terapia es la integración, y el instrumento va a ser el lenguaje. El lenguaje se erige como el medio por el que se realiza la curación:

Volvería a escribir, volvería a adueñarse del lenguaje, volvería a ser un escritor, y, entonces, conjeturaba, no sólo habría de pensar su neurosis, de reflexionar sobre ella, sino que habría de escribir sobre ella, escritura que, de algún modo, si estaba destinada a narrar esa neurosis, debía poder expresarla, contenerla, incluirla en su estructura, en la estructura del lenguaje destinado a narrarla. (189)

Surge una serie de relaciones que establecen una simetría de oposiciones entre el psicoanálisis freudiano y el lacaniano, por el cual éste es equiparado con el estructuralismo, y los terapeutas con el “crítico literario”, mientras que el analista freudiano es visto como un “escritor folletinesco”. Lo cierto es que Pablo prefiere seguir la terapia con Backhauss y rechaza a los lacanianos. Ya vimos que Pablo le reconoce realidad a Backhauss porque se parece al psicoanalista de la película de Hitchcock. Pero hay otro elemento sintetizado en una frase de Adorno: “En el psicoanálisis nada es verdad salvo las exageraciones” (10). Verdad y exageración pasan a convertirse en sinónimos, por lo tanto su psicoanalista es real porque es “la exageración de la exageración” (11). Si Backhauss es comparado con un escritor folletinesco y además de él se dice que es verdad porque es una exageración, se deduce que para el protagonista el valor de la verdad reside en el elemento ficcional. La oposición con los lacanianos que trabajan con el lenguaje desde la cientificidad, genera este enfrentamiento entre ficción y ciencia, de cuyo lado son colocados también los médicos.

Pablo se considera a sí mismo un escritor. Sabe que desde la aparición de su neurosis ha perdido la capacidad de escribir. Vemos que en su escala de valores los escritores ocupan un lugar preferencial, lo que lo hace desdeñar a Heidegger y preferir a Sartre, a quien considera por sobre todo un buen escritor. Por la misma razón prefiere al psicoanalista Backhauss. El papel concedido a la ficción debe ser tenido en cuenta porque se va a remitir a otra serie de oposiciones alrededor de los conceptos de razón y sinrazón, o locura.

2- Discurso de la filosofía

La serie de capítulos pares que va desde el II hasta el X desarrolla uno de los nudos narrativos fundamentales. La acción tiene lugar en la playa, en el balneario de Punta Mogotes que pertenece a Bernardo Bernstein, tío de Pedro Bernstein. Bernardo le ha dejado el balneario a su sobrino, porque a causa de ciertos “desórdenes de su espíritu” él ha preferido irse a la Patagonia. Durante una noche a mediados de noviembre de 1965, cuatro estudiantes discuten sobre el sentido final de la filosofía. Estos cuatro jóvenes son Pablo, el mencionado Pedro, Ismael Navarro y Hugo Hernández. Cada uno va a exponer una postura que va a representar una distinta corriente filosófica.

El año 1965 en Argentina presentaba una situación muy distinta a la de la otra línea narrativa. En el gobierno se encontraba Arturo Illia, de la Unión Cívica Radical, y por lo tanto había libertad y democracia, lo que se refleja en la atmósfera distendida del mundo de los jóvenes que para ese entonces estaban cursando sus estudios de filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Este hecho es remarcado, así como también lo que Pablo llama la “atmósfera espiritual” de la época que en los claustros de filosofía significaba la preponderancia de la filosofía marxista. La discusión, por lo tanto, refleja lo que en esos años fue tema habitual de profundo debate en los ámbitos intelectuales.

El mundo de los cuatro jóvenes se encuentra alejado de otro tipo de problemáticas que aparecerán después. El contraste entre el antes y el después es una constante en el discurso del narrador, que mediante el relato puede definir el punto en el que comienza su neurosis y contraponerlo a un tiempo en el que podía considerarse sano y “con la vida por delante”.

2.1- La discusión acerca del sentido de la filosofía

Un tema fundamental en este debate es que el mismo supera el plano puramente teórico. La discusión sobre el sentido final de la filosofía “implicaba la del sentido final de sus vidas” (27), es decir suponía una toma de posición frente a la vida y al mundo, y en cada uno de los jóvenes va a estar relacionada con una actitud vital distinta. De todos modos, en ese momento los cuatro tenían algo en común y era que “ creían que la historia era una linealidad necesaria y progresiva, una linealidad racional” (28). En ese entonces todavía tenían la vida por delante, y no se habían enfrentado ni con la locura, ni con la muerte, hechos que sobrevendrían después.

Comienza hablando Pedro Bernstein que expone una posición marxista clásica, o, como acota el narrador, en consonancia con “el clima espiritual de su generación” (32). Pedro evoca al Marx joven de 27 años, exiliado en Bruselas en la primavera de 1845. Encuentra que existe una curiosa simetría alrededor del eje de la juventud y de la primavera, que lo hace evocar a Vivaldi. Pedro se refiere a la tesis undécima de las Tesis sobre Feuerbach. Elige de Marx una frase que se convirtió en un lema para esa generación: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (40-41). Pedro considera que esa será la frase que ponga en pie de guerra a la filosofía: “Esa tesis, lo que en ella se dice, despertó conciencias, llevó a los hombres a armarse contra la injusticia, cambió el mundo” (40).

Esta referencia se encuentra históricamente situada en la realidad de Marx, pero sirve para trazar un arco hacia el presente de Pedro. Mientras tanto, la voz del narrador Pablo se desvía hacia varias reflexiones que de una manera u otra van a girar sobre esta cuestión, refiriéndola a su presente. En las páginas 34 y 35 desarrolla una crítica a Heidegger, como ejemplo de filósofo que apoya a un régimen totalitario. Al hablar del tema de la “misión histórica del pueblo alemán” que preconizara Heidegger desde su cátedra en Friburgo en 1930, se trae a colación entre paréntesis el significado de todo genocidio, una realidad que el narrador vive como actual: “(la muerte, el genocidio, pensaría Pablo, siempre laten para los otros, sean los otros un pueblo, una raza, una clase social, cuando los filósofos les señalan a los propios una misión histórica)” (35). Es decir, que la filosofía también puede ser usada de modo contradictorio.

Pablo recuerda, además, que Marx tuvo una recepción particular a través de Althusser, interpretación que es la preponderante en los círculos de la Universidad, y aclara que en realidad los marxistas dogmáticos rechazan los textos de juventud de Marx, por el humanismo que late en ellos. Luego medita sobre la recepción en EEUU a través de Erich Fromm, que para Pablo es el paradigma de un filósofo con éxito, y lo compara con otro filósofo sin éxito y menos suerte, Walter Benjamin, víctima de un régimen totalitario. No lo dice, pero se supone del ejemplo que la obra teórica de los pensadores sufre avatares que no tienen que ver con su ideas sino con el destino histórico que les toca vivir. Fromm logra exiliarse en Estados Unidos; Benjamin muere escapando de los nazis, esa “agresión existencial intolerable” (44). En el presente del narrador esta reflexión cobra un significado dramático, porque como luego se encargará de recordar, él tiene que vivir en un país con un régimen represor, y no puede irse a causa de su cáncer, la “muerte interior”, que lo tiene preso en Argentina. Hace por lo tanto una identificación con el destino trágico del filósofo Walter Benjamin.

En el capítulo siguiente le toca el turno a Ismael Navarro. Este personaje goza de bastante poca simpatía por parte de Pablo quien lo considera “una pura insustancialidad fermentada” (31). Ismael habla tal como vive: “desde la ligereza, desde la levedad, desde la mera brillantez verbal, desde la carencia espiritual, desde la pura insustancialidad fermentada, desde la irresponsabilidad ante las cuestiones más serias de la existencia” (31). Hay un tema que genera una cierta revancha de Pablo hacia Ismael: ambos tocan el piano. Ocurre que los dos se consideran buenos pianistas, sólo que Ismael lo dice y Pablo no, lo cual tiene que ver más bien con una limitación de la personalidad de Pablo, su cerrazón. Éste, desde ya, se considera mejor que Ismael, y espera poder derrotarlo en el terreno musical al final de la noche. Así que el tema de la música va a estar presente en la narración de lo hechos referidos a Ismael (cuando Pablo habla de la “partitura verbal” de su compañero), y en la estructuración de este relato.

Una cuestión que se deduce luego es que Ismael encara la vida de una manera muy distinta que Pablo, que éste considera superficial, y que en realidad puede ser interpretada como más relajada y vital. Ismael es, efectivamente, más superficial. Su tesis es que Marx ha sido “calamitosamente injusto” con los filósofos anteriores a él, al enunciar como principio fundante de la filosofía la transformación y no la interpretación, por dos razones. En primer lugar hay en la historia de la filosofía anterior a Marx muchos casos de filósofos que no sólo han interpretado el mundo, sino que han participado jugándose la vida, lo que Ismael llama “el cuerpo”. En segundo lugar, la oposición planteada por Marx en su texto es contradictoria, porque la transformación supone la interpretación. Él se enuncia como partidario de la filosofía de Merleau-Ponty y su Fenomenología de la percepción, que exalta el valor cognoscitivo de la corporalidad. No es extraño el desprecio de Pablo hacia Ismael, ya que, como vimos, Pablo rechaza todo aquello que cae dentro del ámbito del cuerpo, y se refugia en el terreno del espíritu.

Ismael concluye que la filosofía es esencialmente subversiva y siempre lo filósofos transforman el mundo al interpretarlo. Toda auténtica filosofía es por esencia revolucionaria. La frase que define para Ismael el sentido de la filosofía le pertenece, y este rasgo de vanidad, despierta el total desprecio de Pablo y de los otros:

La filosofía es la praxis del conocimiento de lo real, que implica necesariamente, la praxis de su transformación. La filosofía es la aceptación de este riesgo. El riesgo de subvertir lo real por medio de la conciencia y de la acción. La filosofía, en resumen, caballeros, es la riesgosa aventura de transformar la realidad, comprometiendo, en tal empeño, no sólo las ideas, sino también el cuerpo. (83)

En realidad habrá que aceptar con Pablo que Ismael habla mucho, para no decir nada. Toda su perorata no supone ningún tipo de compromiso serio con la realidad, que es el tema fundamental para esta generación, cuya exigencia central implica el paso de la reflexión a la acción, como deja de verse en todo el debate.

El siguiente en hablar es Pablo y va a exponer algo que los demás ya saben, y es su devoción por Hegel. Pablo considera que Hegel es quien tiene la primera y última palabra en filosofía y que su sistema no necesita confrontación porque se encuentra totalmente acabado. De hecho se permite ser irreverente con Marx y declarar que su pensamiento está contenido en Hegel, que Marx es un momento de la filosofía hegeliana. Lo mismo puede decirse de Sartre. El concepto hegeliano fundamental será el de superación. Todo el pensamiento filosófico ronda no lejos de Hegel: a partir, en torno, a favor, en contra. Para Pablo “la filosofía hegeliana es la única filosofía viva de nuestro tiempo” (88). Se entiende este fanatismo, porque viene de cursar Filosofía de la Historia, y se apresta a leer la Fenomenología del espíritu para preparar un trabajo sobre el concepto de naturaleza en la filosofía de Hegel. Tal como él mismo ratifica, durante ese año ha completado su formación hegeliana.

Pablo se arriesga a ser temerario, actitud que le parece profundamente filosófica, y enuncia su tesis: Marx es un genial filósofo hegeliano, todo Marx es una frase anterior de Hegel, Marx existió no siendo Hegel en la forma de crítica. Luego sigue: en los textos más hegelianos de Marx, es decir, los de su juventud, el filósofo alemán identifica a la filosofía con la crítica, por lo tanto con la denuncia. El pathos de la filosofía es la indignación, su labor la denuncia. La denuncia que debe hacer la filosofía es la denuncia de la opresión. La filosofía incluye a la opresión en el espacio de la conciencia y la conciencia es la que revela la opresión. Establece la tríada crítica = conciencia = filosofía.

Todavía en ese momento la filosofía no sale del plano de la teoría. Para que sea praxis es necesario que la teoría se una a las masas. Entonces el sujeto, que es la teoría o la filosofía crítica, debe unirse a la sustancia, es decir a las masas. Y cita a Marx: “la filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas espirituales”.

Para concluir, la frase que elige Pablo es la siguiente y es de Hegel, como no podía ser de otra manera: “Según mi modo de ver que deberá justificarse solamente mediante la exposición del sistema mismo, todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese como sustancia, sino también y en la misma medida como sujeto”.

Fundamental para entender la mentalidad de Pablo, es su explicación de que Hegel al articular el pensamiento con la historia, introduce una racionalidad a la misma, e instaura la posibilidad de una historia humana a través de la postulación del sujeto-objeto idénticos. Pablo encuentra en Hegel no sólo un marco teórico sino existencial, la creencia en un orden inmanente a la historia, un mundo organizado como una totalidad por la razón. Se considera un filósofo hegeliano porque puede escribir en los márgenes que Hegel le deja, y en este momento de su vida, el antes, su gran aspiración es dedicarse el resto de sus días a estudiar a Hegel (tarea que se ve interrumpida por la enfermedad, lo inesperado).

El cuarto y último personaje, es Hugo o el “personaje demorado”. Sobre él se viene hablando desde el comienzo, y esa tensión genera una de las líneas de suspenso en la novela. Pablo ya ha declarado varias veces su simpatía y admiración por él, lo cual predispone al lector. Pero además, se ha dicho que es quien dirá la palabra última que resumirá la finalidad de la filosofía por ser el más filosófico de los personajes, ya que como la filosofía es “una larga demora”, “el ave de Minerva que levanta su vuelo al anochecer”, y él es el personaje demorado, le corresponde esta cualidad. Por lo tanto el lector ya sabe que, al menos desde la perspectiva del Pablo-narrador, Hugo va a ser el más filosófico de los personajes, y quien finalmente resuma el sentido final de la filosofía. Y, además, va a constituir la irrupción de una sorpresa, de algo inesperado.

Hugo toma la palabra que le cede Pablo, pero el Pablo de 1965, así que el efecto es el de las cajas chinas: un relato dentro de otro relato. Hugo crea a su vez un nuevo suspenso, cuando adelanta que la frase elegida por él pertenece, no a un filósofo, sino a un ideólogo y militante de la revolución nacional y social latinoamericana: John William Cooke. Hugo despliega dos relatos. El primero es la narración de una experiencia personal. El segundo será una fábula. Su historia comienza con un viaje, y la idea de viaje adquiere el sentido que le dará Cooke: toda certeza es un viaje, porque se llega a ella. Hugo, luego de su viaje llega a una certeza, que para él resume el sentido final de la filosofía.

La cuestión es que Hugo viaja a Córdoba como dirigente de la UNES (Unión Nacional de Estudiantes) el 4 de diciembre de 1964, para escuchar una conferencia de Cooke en la Federación Universitaria de Córdoba, para lo cual se congregan estudiantes, sindicalistas y obreros militantes. Para describir la situación espiritual de Córdoba, Hugo recurre a una referencia literaria, el Facundo de Sarmiento. La referencia está cargada de significado si tenemos en cuenta el planteo ideológico que sobrevendrá luego. Hugo realiza una serie de paralelos para indicar que la situación ha cambiado con respecto al siglo XIX. Destaca en Sarmiento las características de pasional, feroz y reaccionario, que percibe en consonancia con el loco, pasional y bárbaro país. La Córdoba de Sarmiento es de espíritu “monacal y escolástico”, un “claustro encerrado entre barrancas”. El ergo es la palabra que anda en todas las bocas, aun en la de los locos y mendigos. La Córdoba de Hugo es de espíritu “revolucionario”, ya no claustro sino “polvorín”, y la palabra que anda en todas las bocas es “revolución”. En ese contexto se encuentra Hugo en 1964, el de un peronismo proscrito al que incluso el gobierno democrático de Illia le cierra las Aulas Magnas. Por lo tanto su opinión sobre Illia va a ser menos favorable que la de Pablo: es un gobierno no sólo inútil, sino ilegal, porque gobierna sobre la base de la proscripción política. El mundo de Hugo es inimaginable para sus amigos, cuyo ámbito son las aulas de la facultad. Hugo ha entrado en contacto con el ámbito de lucha de los obreros, encabezados por los sindicalistas combativos y guiados por ideólogos peronistas como Cooke.

El relato tiene tres momentos:

  1. la conferencia de Cooke con los conceptos básicos del peronismo revolucionario,
  2. el encuentro de Cooke con el líder sindical de los mecánicos, René Rufino Salamanca, que es marxista,
  3. el diálogo entre Cooke y Hugo mientras caminan hacia el hotel (irónicamente llamado Mitre), en donde se establece la relación maestro-discípulo.

En ese tercer momento es pronunciada la famosa frase que resume para Hugo el sentido final de la filosofía: “Porque el peronismo, pibe, es el hecho maldito del país burgués.” (164-165).

2.2- La Tesis de la Filosofía Latinoamericana

Los demás compañeros se quedan atónitos, sin entender bien lo que quiere decir Hugo. Pablo no se sorprende, porque conoce el Teorema latinoamericano de su amigo, que es explicado a continuación mediante un segundo relato.

Hugo resume la discusión de la noche diciendo que han hablado del sujeto y la sustancia. Luego se lanza a criticar a Hegel por lo que él considera su mayor carencia, y aquí comienza el siguiente paso de su reflexión, lo que Pablo llama irónicamente el Teorema latinoamericano de Hugo. Esta es la tesis que critica a la filosofía europea, de la cual Hegel es la culminación y más acabado exponente. En su Filosofía de la Historia, Hegel no ha dejado margen para América Latina, y ni la incluye en el movimiento que hace la historia, hasta el punto de no considerar necesario escribir sobre el tema. Hugo opina que no hay un espacio para filosofar a partir de Hegel como pretende Pablo, y que la sola manera de incluirse en ese proyecto filosófico es a partir del espacio del colonizado, único disponible desde una perspectiva centrada en Europa.

Una vez que termina con Hegel, Hugo pasa a Marx, a quien le reprocha lo mismo: Marx también habla el lenguaje del colonizador. Este “ser insolente” con Marx implica para Hugo la participación en lo que él llama “otro espacio ideológico”.

El diálogo ahora se centra en los dos personajes: Pablo y Hugo. Es significativo porque se remarca el hecho de que Pablo va cediendo ante las convicciones de su amigo, lo que va a explicar en el futuro el miedo de Pablo ante la dictadura, porque él también se ha sumado a la militancia. En este contrapunto con Hugo, Pablo expone las ideas fundamentales de Hegel bajo el título de Breve (porque la noche y la vida son cortas) fundamentación de la temeridad de Pablo. Ambos coinciden en que una actitud verdaderamente filosófica implica la desobediencia, sólo que van a diferir en el objeto de la misma. Las categorías que Hugo quiere tomar como centrales en su crítica a Marx son las de superación y teleología, que Marx toma de Hegel, es decir, supuestos del sistema hegeliano y zonas de no fundamentación de Marx.

El Teorema latinoamericano (como ironiza Pablo), o “espacio ideológico” de Hugo, toma la forma de un relato ficcional que comienza en la página 229. La ficción se traslada al 10 de abril de 1867 a la provincia de La Rioja, en donde el caudillo federal Felipe Varela, está a punto de entablar batalla en el Pozo de Vargas contra el Ejército unitario de Taboada. Se desarrolla entonces una entrevista fantástica entre un Marx gordo y simpático, el “cabezón barbado”, y el campechano Varela. Después de dedicarse un par de elogios, Marx intenta disuadirlo de dar batalla, basándose en sus argumentos de la dialéctica de la historia: el avance de la historia encarnado en Mitre y el progreso es inevitable, por lo tanto Varela va a perder el combate. Sin embargo, la historia contiene en sí su propia destrucción, y en el futuro la sociedad preconizada por Mitre va a engendrar el proletariado, que se volverá contra este sistema. Varela lo escucha pero rechaza este argumento, porque no le sirve para su realidad presente que es la de luchar contra el sistema unitario: “Si usted no puede decirme cuándo, eso es para mí nunca. Y yo tengo que pelear ahora” (242).

La fábula expone la problemática que plantea la Filosofía Latinoamericana. Las categorías europeas no sirven para interpretar la realidad latinoamericana, por lo tanto tampoco sirven para transformarla. Y lo que la Historia de América Latina necesita es transformar su realidad ya.

Esta imagen de Marx difiere de la que se extendía entre los marxistas argentinos de entonces. Hugo aclara que él piensa desde un espacio ontológico, el ser latinoamericano, distinto del de Marx, al que Marx no podía y no pudo tener en cuenta, como lo demuestran sus escritos sobre la guerra entre México y EEUU y sobre la India: el surgimiento del Tercer Mundo como fuerza histórica y política destinada a cuestionar el orden burgués. Por eso Hugo debe soslayarlo y buscar otro espacio desde una reflexión filosófica cuya característica fundamental va a ser la de iniciar su reflexión a partir de su propio contexto. En el presente de Hugo este contexto es el peronismo, el “comensal inesperado” de la noche.

2.3- Crítica a la Razón

De hecho no hay una crítica explícita a la razón en cuanto tal, sino implícita. Para entenderla es necesario tener en cuenta los dos planos en los que se desarrolla el relato, que realizan un contrapunto. Ese contrapunto tiene que ver con la constante referencia temporal al antes y el después que permanentemente menciona el protagonista. El discurso filosófico le permite afirmarse en un ámbito específico: la razón. Dentro de ese espacio, Pablo desarrolla una pasión particular hacia un filósofo que como ninguno orientó sus especulaciones a demostrar la primacía de la razón y elaboró un sistema autosuficiente desplegado en la esfera del Espíritu Absoluto. Dentro de esta concepción la naturaleza es un “monstruo” porque se coloca en la exterioridad del Espíritu, y en ella radica la muerte.

Sin embargo la experiencia de la realidad que tiene su lugar en la historia, le enseña a Pablo la dolorosa certeza de que hay muchos ámbitos que escapan al control de la razón. El después de Pablo significa tener que abandonar todas las certezas, ingresar en el caos, y perder el control sobre los acontecimientos. La experiencia es tan fuerte que lo conduce a la neurosis, es decir, la locura, porque para él, salir del espacio de la razón implica pasar al espacio opuesto.

El joven hegeliano de 23 años que pretendía construir una vida orientada según un orden preciso, porque así era su concepción de la historia, descubre con dolor que el vaticinio de su amigo Hugo era cierto: Pablo es un desplazado, Hegel no le ha dejado margen, va a tener que vivir sin Hegel después de todo.

Durante la terapia, Pablo le narra a Backhauss una experiencia de su niñez, que lo ha llevado ha elaborar una metáfora de esta oposición razón/ sinrazón. Pablo la llama su “esquema de interpretación” y aparece explicada en el capítulo VII. La imagen utilizada es de carácter explícitamente espacial: el patio de tierra y el patio de baldosas. La experiencia se remite al paso de Pablo por un colegio privado francés, el College Pasteur. De niño jugaba en el patio de baldosas. Cuando el colegio comenzó a ser ampliado, el terreno destinado a la construcción se convirtió para los alumnos en “el patio de tierra”. Pronto percibió Pablo que el patio de tierra era el lugar de los juegos brutales de los demás niños, mientras que el patio de baldosas se destinaba a los juegos tranquilos y mantenía los principios de orden y racionalidad. El “patio de baldosas” pasó a significar la razón, mientras que “el patio de tierra” simbolizaba el caos. Ya en ese entonces, los alumnos lo llamaban El matadero, en alusión al relato de Esteban Echeverría, que se convirtió en paradigma literario de la dicotomía acuñada por Sarmiento en Facundo: civilización/ barbarie. De ahí en más y a lo largo de su vida, todo lo que implicó para Pablo desorden, por lo tanto miedo e inseguridad y muerte, era inmediatamente identificado con el patio de tierra: la enfermedad, la operación, la dictadura, etc.

Este “esquema de interpretación” le sirve para analizar su relación con las mujeres, a la par que adjunta una concepción del lenguaje subyacente. Pablo piensa que las mujeres son incognoscibles, por lo tanto no enunciables, y la relación que se entabla con ellas sólo es posible en el plano de la mirada. Su ser-en-el-mundo es el de la exterioridad, por lo tanto son reales en cuanto exhibibles. Cita a Wittgenstein para completar el sentido de su reflexión: “De lo que no se puede hablar, hay que callar”. Las mujeres, como todo aquello a lo que Pablo no le encuentra sentido, corresponden al ámbito del “patio de tierra”:

las mujeres, para él, para Pablo Epstein, eran quienes con su cercanía, siempre que Pablo buscaba o aceptaba esa cercanía, lo habían acercado a los sentimientos que el patio de tierra despertaba en él, ya que, dijo, las mujeres lo habían acercado otra vez a lo imprevisible, a lo irracional, a lo incontrolable, a lo inabarcable. (202)

La metáfora espacial refuerza la idea recurrente en la obra de que Pablo no encuentra su lugar existencial. La referencia repetida al hecho de que su vida se mueve de uno a otro espacio, que él percibe como separados y opuestos, se expresa mediante la palabra “desplazamiento”. Como se vio, para Pablo salir de un espacio implica entrar en otro opuesto y contradictorio, excluyente.

La metáfora de los patios genera en el discurso una cadena de núcleos semánticos que podríamos sintetizar de la siguiente manera:

patio de baldosas

patio de tierra

razón

irracionalidad

orden

desorden

cosmos

caos

seguridad

inseguridad

buenos modales

violencia

Colegio Pasteur

El Matadero

filosofía europea

política argentina

civilización

barbarie

para siempre (tiempo eterno, por lo tanto no-devenir)

otra vez (repetición y devenir)

mundo del espíritu

mundo de la naturaleza

El patio de tierra se convierte en símbolo de la muerte:

¿Cómo no habría de confesarle Pablo Epstein a Norman Backhauss que él, Pablo Epstein, cuando entró en la sala de operaciones, comprendió que para él, para Pablo Epstein, por haber transcurrido toda su vida sobre el patio de baldosas, y por no ser, en consecuencia un matarife, para él, para Pablo Epstein, entrar otra vez en el patio tierra, entrar en el matadero, era no salir vivo de ahí, era morir? (200)

El desconcierto de Pablo ante todo lo que se escapa a la razón es también una referencia que se ve reforzada por la imagen del matadero a la situación vivida en el país. A un ser racional, acostumbrado a vivir dentro del marco de las leyes pacíficas, le resulta imposible encontrar un lugar en una sociedad que se maneja bajo el signo de la brutalidad irracional. Su único lugar se convierte en la muerte, por eso es que Pablo se enferma. Esa muerte, es tanto interna como externa: si se queda, corre peligro de ser secuestrado (su amigo Hugo tiene que irse amenazado por la Triple A); si se va, corre peligro de morir de cáncer. De ahí que Pablo experimente su irremediable condición de desplazado.

3- Discurso de la Historia

3.1- Historia privada e historia nacional

La historia aparece entendida en su doble aspecto de res gestae y res gestarum, representados en las dos esferas que se cruzan creando el conflicto: la historia de Pablo y la del país. Se cuestiona un tipo de discurso que, ya sea en el plano de la filosofía, o de la política, se erige como discurso hegemónico de dominación central. El cuestionamiento se realiza a través de la perspectiva periférica, en la cual entra la historia privada. A su vez, se presenta como insostenible la actitud del individuo que pretende mantenerse al margen del devenir histórico comunitario.

Frente a la visión hegeliana de la historia que defiende Pablo, se encuentra una realidad que difiere en gran medida y este choque lo conduce a la neurosis. Pablo ha podido comprobar que la historia no posee un orden inmanente. Esta comprobación surge del encuentro/ desencuentro entre su historia privada, la del filósofo hegeliano, y la historia nacional de lucha y de barbarie. El duro aprendizaje del protagonista lo lleva a comprender que en realidad el modelo de interpretación que le proporciona la filosofía es falso, y tiene que buscar otro. La falsedad de ese modelo radica en su limitación al ámbito de la pura razón. La realidad, que irrumpe bajo la forma del devenir histórico, demuestra poseer facetas que no pueden ser aprehendidas por la razón únicamente.

Las dos esferas, la privada y la colectiva, discurren paralelas, pero en algún momento se tocan. Lo falso es pretender que la vida de los individuos se encuentra al margen de la marea de hechos sociales. Pablo quiso organizar su vida sin inmiscuirse, y finalmente la vida entró con violencia. La historia nacional que se concreta en el régimen de la dictadura no le da alternativas, y genera la división en un antes y un después. Esto desestabiliza completamente a Pablo, que es incapaz de integrar las diferentes dimensiones.

En otro sentido, la historia de Pablo puede leerse como la de muchos argentinos de clase media, que vivieron el conflicto de tener que enfrentarse con una brutalidad que les era ajena. No hubo lugar para la civilidad. El patio de tierra se encontraba junto al de baldosas y en algún momento los individuos fueron desplazados de un espacio al otro. Por eso la metáfora de la enfermedad que el régimen militar hizo suya, aparece trasladada al ámbito personal. Pablo se enferma por culpa de la dictadura, pero es una enfermedad que comparten tanto el individuo como el cuerpo social, en un nivel simbólico.

Por otro lado, la neurosis de Pablo surge no sólo por la dictadura, sino básicamente por el hecho de no poder lograr el equilibrio entre lo espiritual, la razón, y lo natural, todo aquello que no cae dentro del ámbito de la razón. El no poder tolerar en la realidad la existencia de los dos patios, el de baldosas y el de tierra, que existen separados en la medida en que la conciencia los percibe de esa manera. La dictadura funciona como el detonante de esa situación, porque obliga al individuo a enfrentarse con lo destructivo e incontrolable. Aunque éste trate de eludir el desorden y se refugie en la razón, el caos termina alcanzándolo. Existe, está ahí, y forma parte de todo aquello que su razón rechaza. Es la muerte, la desintegración, la barbarie.

La novela profundiza sobre estos dos ámbitos: la cuestión de la situación concreta de la dictadura militar que conmovió a la sociedad hasta sus cimientos (historia nacional); por otro lado, el tema del ser humano que debe enfrentarse con la experiencia a la vez absurda y torturante de su propia contingencia (historia personal). Cada uno de esos temas puede ser visto por separado, pero a su vez funcionan como espejos enfrentados. La historia nacional refleja a la personal y viceversa, lo que sirve para anudar la reflexión, pero también para ahondarla. Pablo se enferma porque viene con una historia de neurosis desde su pasado lleno de complejos y miedos. Venía tratando de evitar la angustia frente a la muerte. Pero es la dictadura la que le coloca el hecho desnudo enfrente y le impide cualquier tipo de escape. Lo acorrala. Por otro lado, la temática de la razón y la sinrazón, busca una explicación para el tema difícil de encarar, el del Proceso de Reorganización Nacional, en el cual se trata de deslindar las responsabilidades:

El Proceso – se desarrollaba en el espacio de la irracionalidad, en el espacio del terror constituido por el inconsciente fascista que ordena y la conciencia debida que obedece y ejecuta, porque el culto del inconsciente no sólo blanqueaba la responsabilidad de los verdugos, sino muy especialmente, la responsabilidad de la sociedad que los había engendrado y que luego presenciaría en silencio – ¿inconscientemente? – sus acciones desembozadas. (63)

Tras un pretendido discurso racional, lo que se percibe es una locura irracional desatada. Esta lectura se ve reforzada si nos remitimos a la interpretación que se da del pasado nacional, y que gira alrededor de las dos categorías tan conocidas de civilización y barbarie. A partir de la crítica a la razón que se realiza mediante la historia de Pablo, se pone en tela de juicio el valor de éstas categorías, en la medida en que son excluyentes y no ayudan a la integración de los factores contradictorios que sin duda conforman la historia.

3.2- La historia de las Ideas: Mitre versus Felipe Varela

En la novela hay una interpretación de la historia que se corresponde a la corriente denominada Historia de las Ideas, y se opone a la clásica liberal. No es casualidad que la obra elija un episodio de la historia del siglo XIX para buscar una explicación a la problemática del pasado reciente. Esta misma posición aparece en el trabajo del historiador norteamericano Nicolás Shumway en su obra La invención de la Argentina y es desarrollada por Feinmann en sus obras teóricas. Shumway se remite al siglo pasado en su intento por entender al peronismo. Buscar las causas de la cuestión actual en el siglo XIX implica una toma de posición historiográfica crítica hacia el proyecto preconizado por la Generación del 80, uno de cuyos representantes paradigmáticos es Sarmiento. Supone también una posición frente a la Dictadura, al preferir indagar las razones de su surgimiento en la historia misma del país, antes que demonizarla y relegarla al ámbito de lo inexplicable.

Esta visión de la historia argentina aparece en la fábula que narra Hugo Hernández, a la que él llama su “espacio ideológico”. Implica una revalorización de todo movimiento de tipo nacional y popular, tal como lo demuestra su simpatía hacia la figura del caudillo Felipe Varela. La línea que encarnaron los caudillos provinciales se opone a la sostenida por Buenos Aires: es el conflicto entre federales y unitarios. Este conflicto atraviesa todo el siglo XIX, es decir la historia fundacional argentina, y según estos autores, se continuaría en el siglo XX bajo nuevas formas. El peronismo sería en parte emergente de esta cuestión.

En la novela, así como se exalta a Felipe Varela, se denigra a Mitre, cuya política tendió a fortalecer el poder de la metrópoli y a someter a las provincias bajo su égida. Mitre, además, fue el ejecutor de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, vista por esta corriente como una pretensión de imperialismo que supuso la destrucción de un país hermano.

Para Sarmiento, ideólogo del movimiento, extender el poder de Buenos Aires era lograr la obra civilizadora (de signo positivo) que acabaría con la barbarie (de signo negativo). En su obra Facundo, da forma a esta cosmovisión que establece una serie de oposiciones simétricas que se convertirán en expresión de dos ideologías: campo/ provincias/ caudillos = barbarie versus ciudad/ Buenos Aires/ políticos = civilización. Ambas ideologías van a cumplir un papel como ficciones orientadoras (concepto elaborado por Shumway) en la historia posterior, de manera más o menos evidente.

El relato de Hugo exalta las luchas de las provincias para mantener su autonomía y traza una línea que llega hasta su presente en 1965, e identifica a los movimientos federales con el peronismo.

3.3- El peronismo alternativo: John William Cooke

Cooke fue un personaje curioso, por eso es interesante que haya sido evocado en esta novela. Una sensación inicial se ve reforzada por un comentario de Richard Gillespie en la biografía sobre Cooke: es “políticamente inconveniente traer a Cooke a la memoria” (15). Esto se debe a su posición radicalizada y a la posibilidad que abrió al convertirse en “el primer ejemplo de convergencia peronista-guevarista” (18), es decir, abrazar el marxismo cubano sin perder su identidad peronista. Cooke fue sin duda uno de los ideólogos principales del peronismo revolucionario.

Nació en La Plata en 1920. Fue elegido diputado peronista en 1946. Provenía del radicalismo de FORJA, el grupo de orientación nacionalista y defensor de principios populares, fundado por Jauretche. Durante sus diez años como diputado defendió posiciones radicales. En 1955 fue preso. En ese momento Perón lo nombró su representante en el país. En 1956 se fugó y se convirtió en el líder principal de la Resistencia Peronista hasta 1959. Participó con otros dirigentes en los intentos de huelga revolucionaria, y en el origen de la primera guerrilla peronista, los Uturuncos. En 1960 se exilió en Cuba en donde terminó de convencerse de las ventajas del foquismo, es decir, el establecimiento de una vanguardia que crearía las condiciones para el proceso revolucionario. Para Cooke, el peronismo era un movimiento de liberación nacional que implicaba una revolución social:

El peronismo es, por su composición social y sus luchas, revolucionario por esencia. Y si existe, en su seno, el peronismo revolucionario, es porque el régimen, mediante el manejo del aparato estatal y cultural, demora la toma de conciencia de las masas con respecto a las razones de la tragedia que sufren y a la política que puede ponerle fin. (...) El peronismo revolucionario es una vanguardia que busca reconciliar la política del Movimiento con el verdadero papel que éste tiene en el enfrentamiento de las fuerzas sociales. (palabras de Cooke citadas por Anguita/ Caparrós, 220-221)

Su idea era crear un partido revolucionario con una ideología definida y criticaba a la burocracia político-sindical y al fetichismo del líder. Cooke intentó convencer infructuosamente a Perón de ir a La Habana. Mientras tanto fue líder de Acción Revolucionaria Peronista. Sin embargo, su acción se hizo más notable en el campo ideológico desde donde contribuyó al acercamiento de los sectores medios al peronismo. En 1968 enfermó de cáncer y murió en Buenos Aires.

La frase que Hugo hace suya, al igual que toda una generación, suena como un acertijo: “El peronismo – solía decir – es el hecho maldito del país burgués.” (Anguita/ Caparrós, 221).

Las ideas fundamentales que en la obra Cooke expone en su conferencia de Córdoba a la que Hugo asiste, podrían sintetizarse de la siguiente manera: la lucha es una, e implica traer a Perón de regreso sin la mediación de los burócratas; la antinomia peronismo/ antiperonismo es la expresión de la lucha de clases en Argentina; la revolución nacional y social en la Argentina pasa por el encuentro del líder con las masas; es necesario voltear al régimen en la medida en que, sin libertad, sin la praxis de los agentes históricos, no hay revolución.

En la segunda parte del relato de Hugo, Cooke se encuentra con el líder de los mecánicos, René Rufino Salamanca, y expone sus ideas, mientras comen empanadas y toman vino de damajuana (un vino muy barato, lo que recalca el carácter popular del evento). Ambos debaten si el peronismo acompaña la lucha del proletariado. Salamanca le expone su preocupación sobre las estructuras burocráticas del partido. Cooke repite que el peronismo que él propone es revolucionario y Perón un agente histórico. No descarta el liderazgo de Perón, sino que opina lo que muchos pensadores de izquierda de entonces: Perón va a convertirse a los ideales revolucionarios cuando vea su funcionamiento, y porque no le quedará otra salida. Para ellos, la figura de Perón es necesaria porque es el lazo con las masas, y hay que partir del estado de conciencia de éstas. El hecho indudable es que la identidad política de los obreros argentinos es el peronismo.

¿Cuál es el papel de Salamanca, el otro coloso del relato? Salamanca es visto como “un caudillo nato, un político que posee el don de atraer las vibraciones y convertirlas en acontecimientos” (148). Las dos figuras, mostradas en toda su grandeza de hombres idealistas y luchadores, son exaltadas desde su extrema vitalidad, como lo refleja ese momento intenso de pulseada política acompañada de vino y empanadas. Cooke aparece descrito en el recuerdo de Hugo desde su gordura que “simbolizaba todo cuanto había en él de exuberante, de desmesurado” (149), lo que le hace reconocer que “nunca he visto a un hombre más vivo que éste” (149). Cooke es la historia que se hace viva y presente, él mismo también un agente de la historia, en este caso, de la historia del peronismo. Hugo no puede dejar de sentir reverencia ante estas figuras. Ese momento le revela el lugar por donde pasa la historia. Así como en el siglo XIX tenía lugar en el enfrentamiento Varela/ Mitre, en 1965 se daba entre el sistema burgués y la revolución, es decir, el gobierno antiperonista y el peronismo de Cooke.

La frase de Cooke implica la posición que tiene el peronismo en la década de los 60: es aquello que la sociedad burguesa rechaza porque no puede domesticar, por lo tanto, es lo inintegrable:

“El régimen tolera cualquier cosa en la Argentina. No hay nada que no pueda integrar. Entendéme; un régimen es tan fuerte como las contradicciones que puede integrar, controlar o manipular. Y te lo repito: el régimen oligárquico-militar puede integrar, controlar o manipular todo en la Argentina (...) Pero hay algo inintegrable, pibe. Hay algo que la burguesía argentina no puede domesticar”. Hizo una pausa y detuvo su marcha vivaz. Dijo: “Es el peronismo”. (164)

De ahí se deduce su radicalidad.

En el siglo XIX, Sarmiento relega a los caudillos al plano de lo inintegrable, la barbarie. El sentido de la barbarie es definir aquello que no pertenece a nuestro ámbito de conceptualización. Bárbaros son quienes no hablan nuestro idioma, por lo tanto quienes quedan excluidos de nuestra esfera de comprensión. La civilización tiende a sumir en la negación a la barbarie. Esto no implica que por ese gesto la barbarie deje de existir. Lo que Hugo ejemplifica en sus dos relatos es que siempre va a haber en la historia del país un sector marginado por el mundo burgués, esperando un movimiento emancipatorio: los caudillos, el peronismo revolucionario. Es un país con dos caras: por más que una de ellas niegue a la otra, ésta va a seguir existiendo, porque simplemente es la otra cara de la misma realidad.

Pablo, quien en principio acepta burlonamente las ideas de su amigo, tiene que reconocer la presencia de un “inesperado comensal” al asado filosófico iluminado por “las estrellas kantianas”:

La realidad jamás se resignaba a no exhibir rostros nuevos, imprevistos e imprevisibles, rostros como éste, el del peronismo, que nada parecía tener que ver con la filosofía, rostros oscuros y tumultuosos, de cuyo abismo parecía, sin embargo, ser posible lo imposible, es decir, extraer una frase capaz de resumir el sentido final de la filosofía. (47)

El peronismo en la novela aparece como un elemento nuevo, difícil de clasificar, pero que significa la concreción en la historia de un movimiento inherente a ella, la lucha por la emancipación. Es la cara que esa lucha adopta en la Argentina: “dijo Hugo, a mí, ¡tanto buscar la revolución y allí estaba!, ¡tanto buscar la dialéctica y allí estaba!, ¡tanto buscar la sustancia y allí estaba!, era el peronismo, ya que, en nuestro país, así eran las cosas...” (143). El desafío que plantea Hugo es el de filosofar a partir de la propia realidad para transformar. Ni a favor de Marx, ni en contra de Marx, ni en los márgenes de Hegel, es decir, Europa, sino desde América Latina. Lo cual supone aceptar los rostros que esa América ofrece. La alternativa propuesta por Cooke fue un intento en esa dirección, y fue expresión de la vitalidad del peronismo en la historia del país, y de su capacidad de transformarse en un nuevo contexto, en vistas a un mismo fin. Es lo que Cooke en la novela menciona como la tarea del traductor:

“Mirá, pibe, un revolucionario es eso: un buen traductor. Un tipo que traduce al lenguaje de la política y de la praxis los signos de su tiempo. Sí, tradujiste bien. Si tu certidumbre es la revolución, tu certidumbre, entonces, hoy, en la Argentina, es el peronismo”. (164)

La escena final de los cuatro jóvenes en la playa hace referencia a un mito caro a la iconografía peronista y que cumplió un fuerte rol integrador en el inconsciente colectivo. Pablo ha recordado varias veces una frase de Hegel, que dice que la filosofía es el ave de Minerva que levanta vuelo al anochecer. Eso significa que la filosofía llega al final de toda reflexión, y niega por lo tanto su papel transformador de la historia. Al final de la noche de discusión, los amigos vuelven a la playa al amanecer y ven un gran pájaro negro que levanta vuelo. No es el ave de Minerva, como dice Pedro, refiriéndose a que no es un búho. Hugo acota: “La hora crítica de las armas no está lejos en la Argentina.” (290). El ave negra es una referencia al avión negro que en la mitología peronista debía traer de regreso a Perón. La hora crítica de las armas es la que se corresponde en la Argentina de los 60 a la hora de los pueblos que anunciaba Perón en el 45, es decir, de la emancipación del proletariado. La hora de la política, al amanecer, que se sigue a la hora de la teoría, el anochecer, en el que levanta vuelo el ave de Minerva. Pero que debe ser crítica. Eso resume el sentido final de la filosofía para Hugo, con lo cual no difiere en lo básico de sus amigos, sólo que le adjunta una dimensión nacional.

4- Razón y locura

El título de la obra proviene de una frase de Hegel que se encuentra en la introducción de las Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte, y que es utilizada como epígrafe. En ese fragmento Hegel expone su concepto de la Idea Universal y la manera en que ésta existe, que es a través de lo particular e individual. Este texto de Hegel hace girar su argumentación sobre la oposición universal/ particular: lo universal resulta de la negación de lo particular y determinado. A través de las pasiones de los sujetos, la Idea paga el tributo de la existencia y la caducidad. La realización de lo universal es inseparable del interés particular de la pasión. Sólo que es lo particular lo que se empeña en la lucha, y queda en parte destruido. Lo particular, los individuos, es sacrificado. De ese modo, la Idea general se “mantiene en la retaguardia”, y permanece incólume y a salvo. Ésta constituye “la astucia de la razón” de la Idea, porque hace actuar en lugar suyo a las pasiones de lo individual. La frase de Hegel condensa varios elementos que serán desarrollados a lo largo de la ficción. En principio, este esquema de simetrías opuestas va a atravesar todos los planos conceptuales de la obra. La oposición fundamental va a girar siempre alrededor del concepto de razón, con un sentido excluyente, lo que constituiría su astucia. Esta concepción de la Idea universal y de lo particular de la pasión, será, además, usada como metáfora de todo sistema totalitario.

En el plano del discurso psicoanalítico, la razón se opone a la locura. Pablo se enferma, pero el dolor sobreviene cuando toma conciencia de este estado. Cuando Pablo pierde el control de su vida como consecuencia de la irrupción amenazante de la muerte, encuentra dos opciones: o la locura, que significa la muerte de la conciencia, o la muerte buscada, lo que lleva a explicar su reticencia a realizar la operación y la negación de la enfermedad. Los médicos finalmente le hacen el llamado a la realidad para que se opere. Este hecho sugiere que Pablo vive en una no-realidad, o en un mundo de no-conciencia con respecto a todo aquello que le resulta agresivo. Eligió, al elegir a Hegel, un mundo de seguridades, un sistema en donde las enunciaciones se fundamentan a sí mismas.

El miedo que Pablo experimenta ante la locura, se manifiesta primero como miedo a no recordar, a perder la memoria y la conciencia. Eso explica su obsesión por las fechas a raíz de su neurosis, y a la permanente repetición. La primera enunciación de su estado es definida por Pablo como una “progresiva desintegración de la conciencia”. El temor se entiende porque para Pablo la conciencia es el ámbito de la racionalidad y de la espiritualidad: “pues toda la formación de Pablo, todo aquello que había hecho de él un filósofo, lo conducía a sentirse responsable únicamente de los actos que pertenecían a su conciencia, a su razón” (20). El inconsciente por el contrario, es el ámbito de lo irracional, y negativo, de una “ontología fascista”: “fuerzas tan poderosas y tan desconocidas, para él, para Pablo, tan agresivas” (20). La filosofía es el espacio de “sustantividad de las conciencias” (64), por lo tanto otorga libertad para enunciar todo juicio, y es el ámbito en donde se despliega la ética.

Pablo se refugia en un terreno tranquilizador hasta que la irracionalidad lo saca brutalmente del mismo. La progresiva toma de conciencia adquiere el sentido de entrada por sucesivas puertas, que en el caso de la internalización de la enfermedad, implica una entrada al infierno. Estos “signos de la inminencia del infierno” son para el protagonista el ingreso a la locura.

El tema de la locura aparece tratado en el personaje de Ernesto Bernstein, el tío de Pedro que se va a la Patagonia. Cuando a los 23 años Pablo se refiere a los “desórdenes del espíritu” de Bernstein, todavía no sabe que esta historia puede ser una prefiguración de la suya (es curioso que mencione una película de Bergman como prefiguración de episodio de su vida, y no algo mucho más crucial, como es la experiencia real de alguien conocido). Bernstein se exilia en el no-espacio que representa el desierto de la Patagonia, allí donde se acaban todas las certezas, la tierra incógnita.

Pablo sólo podrá claudicar de Hegel cuando entre al “corazón de las tinieblas” y a esa conclusión llega pensando en Althusser, el filósofo no hegeliano que enloquece. Es decir, para Pablo sólo es posible salir de un espacio para aterrizar en el otro, y allí se produce la ruptura en todos los órdenes, porque su vida aparece trazada por ese meridiano irreductible de la razón. Por eso se enferma.

El tema de la pasión también es desarrollado en la obra referido al plano individual. Pablo, como es de suponer, actúa siempre movido por la razón. Este aspecto de su personalidad lo lleva a autolimitarse considerablemente. En primer lugar, le impide disfrutar de la vida, y este tema aparece en la confrontación con Ismael Navarro, que se aclara al final, en el capítulo X. El enfrentamiento se materializa en la imagen del piano. Pablo toca razonablemente el piano, pero se cree un genio. Compite con Ismael en esa noche de 1965 tocando el adagio del Concierto en sol mayor de Ravel. Luego de que ambos lo ejecutan, cada uno a su manera, Pablo lanza su impiadosa crítica, a lo cual Ismael le responde con un argumento interesante: Pablo ha tocado el adagio a la alemana, a lo Hegel, de manera solemne. Según Ismael, la visión hegeliana del mundo es lo que le impide ver que no todo puede ser interpretado hegelianamente. El adagio de Ravel es francés, y posee por ende una tesitura más ligera, que responde al espíritu francés, de Descartes: claro, distinto, lúcido; y no de Hegel: denso, oscuro, excesivamente romántico. El resultado es que Ismael le da una lección, no de piano, pero de humanidad: para concluir, Ismael toca a Gershwin, y se van todos felices.

La cuestión del piano y la pasión es retomada en otra anécdota, en la que se narra como Pablo conoce a su esposa Teresa Ryan. Pablo decide tomar clases de “perfeccionamiento” con el pianista tucumano Miguel Ángel Estévez. El maestro lo acepta, pero tiene que hacerle varios “llamados a la realidad” hasta que lo pone frente a una disyuntiva: sólo se puede tener una pasión en la vida. En el caso de Pablo eso implica la elección entre la filosofía y el piano. Pablo lo interpreta a su manera, adopta la filosofía, y se casa con Teresa Ryan, que según el tucumano, es “fría como una zapatilla en invierno”. La imagen de la zapatilla le sirve para desterrar las esperanzas de Pablo con respecto a su futuro de pianista: Pablo toca el piano como una zapatilla, lo que equivale a decir, sin pasión. De nuevo se ve como Pablo rehuye a la pasión, porque elige refugiarse en la razón, con lo que cercena su vida.

Desde el discurso de la filosofía, la dicotomía va a estar planteada entre la filosofía europea representada en Marx y Hegel, y la filosofía latinoamericana. La imagen de los distintos espacios es intencionalmente usada por Hugo para referirse a estas dos posturas de pensamiento que para él implican la elección de una postura en la vida. Al ámbito cerrado del Espíritu Absoluto, la filosofía latinoamericana propone el terreno concreto de la Historia, terreno en el cual se despliegan los individuos. Esto permitiría salir del ámbito asfixiante de la Razón, para realizar el ingreso a una dimensión más amplia en donde lo que cuenta es la participación de los individuos en el devenir. La discusión teórica va a terminar concentrándose en Pablo y en Hugo. A la enfermedad de Pablo, va a confrontarse la vida sana de Hugo, que no sólo está en consonancia y armonía con la naturaleza, sino con la circunstancia histórica. Pablo resalta de Hugo este rasgo: su consonancia con la corporalidad y la naturaleza. De Pablo en cambio sabemos que nunca pudo superar su disonancia con el cuerpo.

Por último, hay que referirse al plano de la discusión política. La referencia a la historia nacional remite a la oposición civilización/ barbarie. Lo que resulta es un cuestionamiento de esta dicotomía clásica. Si el ámbito de la Razón genera gracias a su “astucia” un espacio excluyente, que da como resultado un discurso monolítico, y que conduce sin duda a la represión, es obvio que el signo “positivo” que clásicamente se le adjudicaba a la civilización, y que se identifica con lo claro y lo distinto, va a ser invertido. Dentro del sistema de la novela la Razón se convierte en categoría excluyente, negadora, y por lo tanto conduce a la enfermedad. El espacio restante, el margen, la periferia, la locura, la barbarie, aparecen como la cara opuesta e imprescindible. No se trata de considerar este espacio como positivo, sino de integrarlo. Ambos son necesarios para comprender la realidad con mayor amplitud.

La imagen de la exclusión y el desplazamiento es finalmente utilizada para referirse a la situación política en Argentina, trazando una línea que va desde el siglo XIX hasta el presente inmediato. El discurso de civilización y barbarie sirvió para la negación en diferentes etapas de todo aquello que resultaba mejor no enunciar. Bajo el gobierno del régimen militar, tomó forma en un discurso oficial alrededor de la imagen de enfermedad. Pablo siente que vive en un país que lo condena, en donde lo principal es echar la culpa o buscar culpables. Por eso vale la pena volver a la figura de Ernesto Bernstein, que se suicida en su último refugio de la Patagonia, dejando como mensaje el título de un cuento de Cortázar: No se culpe a nadie. Es un país expulsivo, que termina condenando al exilio (Hugo), a la locura (Pablo) o a la muerte (Ernesto), todos desplazamientos hacia los márgenes absolutos de la existencia.

La incapacidad para integrar lo que escapa a la dimensión central de la Razón conduce a la exclusión entendida como enfermedad: la locura (en lo psicológico), el colonialismo (en lo filosófico), la dictadura (en lo político). La alternativa tiene que funcionar a modo de curación para lograr el fin que es la emancipación o liberación. En la novela se resuelve a través del relato, el medio con el que cuenta el narrador. El texto funciona entonces como integrador en los distintos niveles. En el psicológico, ayuda al protagonista a superar su neurosis. En lo filosófico, sirve para exponer una visión alternativa e integradora. En lo político realiza una crítica y propone una salida mediante la actividad de asumir la realidad presente.

Bibliografía citada

  • Anguita, Eduardo y Caparrós, Martín. La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina. Tomo 1: 1966-1973. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 1997.

  • Feinmann, José Pablo. La astucia de la razón. Buenos Aires: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 1990.

  • Gillespie, Richard. J.W.Cooke. El peronismo alternativo. Buenos Aires: Cántaro Editores, 1989.

  • Shumway, Nicolás. La invención de la Argentina. Historia de una idea. Buenos Aires: Emecé, 1993.

 

Fuente: María José Punte. “El peronismo alternativo. John William Cooke: La astucia de la razón de José Pablo Feinmann”, en Rostros de la utopía. La proyección del peronismo en la novela argentina de la década de los 80. Pamplona: EUNSA, Anejos de Rilce 39 (2002): 101-123. Actualizado: Noviembre 2003.

 

© José Luis Gómez-Martínez
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