Raúl Fornet-Betancourt |
EL HOMBRE Y SU OBRA |
RAÚL FORNET-BETANCOURT. Es uno de los representantes más destacados de la Filosofía de la Liberación. Pero además su perspectiva original entronca con todas aquellas tradiciones libertadoras arraigadas en otras culturas, tanto de origen europeo como africano o asiático. Su quehacer filosófico se orienta a partir de dos direcciones principales: primero, la de potenciar la Filosofía de la Liberación como un modelo de Filosofía Intercultural - modelo que cobra mayor fuerza desde 1989 -, de la que es considerado uno de sus pioneros. Segundo, el esfuerzo de centrar la reflexión ético-política de esta Filosofía de la Liberación Intercultural en el contexto actual, que se caracteriza por la acuciante problemática del conflicto Norte-Sur. Y el doble objetivo, que tal filosofía pueda erigirse como una propuesta alternativa frente a la Globalización mundial. Así como insertarse en el espacio y entre el público con miras a incidir en la formación de un mundo y la realidad, a través de su función crítica de transformación. Subyace el interés de mostrar una perspectiva de la filosofía, que sepa y pueda filosofar a la altura de las complejas y diversas exigencias de todas las culturas y mantener en pie el cuestionamiento sobre el derecho legítimo de globalizar la diversidad cultural. Datos del Autor Raúl Fornet-Betancourt nació en 1946 Holguín (Cuba). Reside en Alemania desde 1972. Es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Salamanca y doctor en Filosofía con la especialidad en Lingüística y Teología por la Universidad de Aachen. Es miembro activo de la Sociedad Europea de la Cultura, la Sociedad Filosófica de Lovaina, la Sociedad Filosófica Intercultural, la Asociación de Filosofía y Liberación (AFYL, México), la Sociedad de Hispanismo Filosófico (Madrid), de la Arbeitsgemeinschaft Deutsche Lateinamerikaforschung (ADLAF, Alemania) y de la Sociedad de Filosofía Intercultural (Gesellschaft für Interkulturelle Philosophie). Es profesor de la Universidad de Bremen y Aachen, y profesor invitado de la Universidad Pontificia de México y de la Universidad Unisinos en São Leopoldo (Brasil). Es Director de la Sección de América Latina en el Instituto de Misionología: Missio (Aachen). También ha impartido una serie de conferencias y participado en distintos Congresos Internacionales de universidades en América Latina, Norteamérica y Europa. Asimismo dirige varios proyectos de investigación y sus respectivas publicaciones. Desde el año de 1985 inició un Programa de Diálogo entre la Ética del Discurso de Apel y Habermas y la Ética Latinoamericana de la Liberación. Ha promovido y coordinado los Tres Congresos Internacionales de Filosofía Intercultural, llevados a cabo en distintas latitudes (México, 1995; Brasil 1997; Aachen, 1999). Así como los Seminarios para el Programa de Diálogo Interdisciplinar, que se iniciaron en 1990. A partir de 1982 funda y edita la revista Concordia, Revista Internacional de Filosofía. En 1984 comienza a editar Concordia Reihe Monographien. Finalmente, movido por el deseo de impulsar la Filosofía Intercultural, en 1994 inició la publicación de la serie Denktraditionen im Dialog. Con todo ello ha contribuido de manera singular a la construcción de la historia de las ideas filosóficas de América Latina y a la difusión del pensamiento iberoamericano principalmente en Europa Central. En la actualidad cuenta con más de un centenar de trabajos publicados, artículos, compilaciones y recensiones, escritos en castellano y alemán principalmente, que también han sido traducidos a varias lenguas. En un primer momento el "entramado" más profundo de su pensamiento, estuvo influido por figuras como Sartre, Foucauld y Lévinas con quienes pudo contactar personalmente. Su trasfondo está marcado por la presencia de José Martí y Carlos Marx. Posteriormente, inciden en la conformación de su pensamiento, autores del mundo de la filosofía hispanoamericana, cabe citar entre ellos a: José Vasconcelos, Antonio Caso, Leopoldo Zea, José Gaos, Agustín Basave, Luis Villoro, Alberto Wagner Reina, etc. Por último, su filosofía se vio impactada por el proyecto de la Teología de la Liberación, representado por teólogos como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Juan Carlos Scannone, así como la Filosofía de la Liberación de Enrique Dussel; autores todos ellos con los que mantiene un diálogo vivo. Ha dedicado varios años a profundizar en diversos aspectos filosóficos y
sociales del pensamiento martiano, que cristalizan en un conjunto de publicaciones, muy
sugerentes pues muestran un pensamiento inculturado en la realidad americana y
transformador de su condiciones socio-culturales. Asimismo, éste permite esclarecer y
abrir caminos de futuro para comprender la problemática de la realidad latinoamericana |
Aproximación a su trayectoria intelectual Puede considerarse que la trayectoria filosófica de Raúl Fornet-Betancourt ha sido paralela al itinerario general emprendido por la filosofía latinoamericana. Su proceso de configuración se da a partir de cuatro etapas fundamentales: 1. La formación y recepción de la filosofía europea (1978-1985). Ésta etapa está configurada por dos momentos fundamentales: (a) Una recepción acrítica y muy consistente de la filosofía europea (1978-1984) y (b) La inflexión en su pensamiento (1984-1986): a) Una recepción acrítica y consistente. Su formación inicial se desarrolló en el ámbito español, francés y alemán. Para algunos cae dentro de la filosofía de corte fenomenológico europeo contemporánea, que articula los problemas éticos y axiológicos dentro del marco hombre-historia. Enfoque manifiesto en su obra De la ontología fenomenológica-existencial a la concepción marxista de la historia (1978). Además, pudo contactar con varios de sus representantes más destacados. Una valoración de esta etapa nos permite afirmar que su recepción de tal filosofía fue acrítica. Esto se evidencia en su convicción de que esa filosofía europea equivale, sin más a la filosofía o filosofía universal. Sus primeros planteamientos de la filosofía latinoamericana denotan dicha postura, y se traducen en una filosofía de enfoque y constitución básicamente eurocéntrico. La temática de esta etapa se centra en la disputa acerca de la "existencia o no de una filosofía latinoamericana". Mantiene una concepción de filosofía entendida como "un quehacer esencialmente humano" y cuya dirección se orienta hacia "una forma de realizar anticipadamente la verdad del hombre". Está presente ya desde entonces una de sus categorías clave a la que articula todo su pensamiento: la dimensión histórica, que "codetermina sus formas de manifestarse" (cf. RFB, 1985a: 31-33). Sin embargo, y a pesar de este último reconocimiento, esa dimensión histórica no pasa de ser una simple coordenada para situar la filosofía. Pues niega que afecte de forma directa y concreta a la formulación explícita de la filosofía. Ya que, aún subyace el supuesto de una única idea de lo que es la filosofía; si bien admite cierta modificación en sus formas, ésta no alcanza a incidir en su esencia y, por lo tanto, la filosofía permanece siempre igual en su conformación. Incluso el cuestionamiento de las condiciones y situaciones socio-históricas propio de los planteamientos de la Filosofía de la Liberación, fue interpretado como un privar a la filosofía de su dimensión esencial. De ahí que, preguntar por lo que cualifica a la situación no sea otra cosa que lo esencialmente humano en toda su gama de posibilidades y desde su perspectiva esencial y universal. Concluye, que si esa filosofía hispanoamericana se dedica a atender con prioridad a su circunstancia, podrá llegar a situarse, con todo no será más que "simplemente filosofía". Esto significa que delega toda consideración con referencia a la temática de lo particular o la circunstancia específica a las ciencias humanas, pues ya de entrada cuentan con el instrumental adecuado para afrontarla. Lo anterior, nos refleja no sólo una concepción sobre el ámbito y enfoque propio de la filosofía que es extensivo para toda filosofía ya que ésta, al parecer, puede permanecer "no determinada, neutral y/o por encima de", sino también una clara demarcación con respecto de la tarea de las ciencias humanas. Se puede entrever que, la lucha de esclarecimiento de la propia circunstancia de la filosofía hispanoamericana resulta una tarea inútil. Pues no descubre nada nuevo y esa continúa siendo simplemente filosofía. Se desprende que, en el fondo, media todavía una distancia entre el filosofar y la situación concreta. b) La primera Inflexión en su pensamiento. La inquietud por el interrogante acerca de la filosofía hispanoamericana le condujo a una ávida relectura de esta y a penetrar en sus fuentes, a través del estudio de varios de sus representantes más destacados. Con ello pudo forjarse una visión panorámica y lograr progresivamente mayor claridad en sus puntos más debatidos, para poder formular después, su propia postura. Durante esta etapa, nuestro autor desentraña la carga profunda de significado e implicaciones que porta la pregunta por la filosofía hispanoamericana; detecta e identifica no sólo aquellas características que la han ido conformando gradualmente a través de sus tradiciones, sino cómo se ha consolidado su carácter, metodología, orientación fundamental y función; en conjunción con las distintas líneas filosóficas que confluyen en ella para esclarecer y sacar a la luz su aportación real. Finalmente, se avoca al estudio de la naciente Filosofía de la Liberación. De lo cual concluye que, ésta es un modelo que explicita y sistematiza el problema de la contextualización e inculturación de la filosofía latinoamericana. Ya que ella se articula desde el contexto y la cultura latinoamericana. (Cf. RFB, 1985b: 26-33; 1985c: 322-323), desplazando así la costumbre de hablar sólo en, sobre o para América. Además, en ella se ha logrado la autoconciencia necesaria que le permitirá entablar una discusión, en pie de igualdad, con la filosofía europea, a la par que se constituye en un desafío abierto frente a su pretendida universalidad (Cf. RFB, 1987: 185-235). Señalamos, de manera esquemática, la peculiaridad latinoamericana de la Filosofía de la liberación: De la Filosofía de la Liberación se obtiene el principio nuclear de la contextualización e inculturación fundamento inicial sobre el cual Fornet-Betancourt afianza su plataforma filosófica y el perfil de una filosofía peculiar que apunta hacia un doble descentramiento: de la razón filosófica y del filósofo profesional, ambos con notables repercusiones. Entre las que cabe citar, respectivamente, de un lado: la búsqueda de una inserción directa y comprometida en la praxis histórica y su focalización en el pobre, considerado como sujeto histórico de la reflexión filosófica. A su vez, lleva a replantear la significación de la filosofía en la vida real de la comunidad, y su consiguiente apertura a la conciencia histórico-cultural. Y del otro lado, la relativización de la propia postura, que pasa a convertirse en una exigencia para poder ponerse a la escucha de la verdadera situación de la comunidad, con el fin de poder ejercitar el pensamiento como un pensar en clave de servicio y liberación. Por eso, la nueva conformación de la filosofía conlleva la necesidad de su reestructuración, al quedar abierta a otras fuentes e implementar la disposición de consulta a las diversas ciencias y a la denominada reserva cognoscitiva del pueblo (cuentos, leyendas, mitos, etc.). Asimismo, exige la crear una nueva metodología y enfoque. Por eso es una filosofía que se caracteriza porque descentra, replantea, relativiza y se arraiga. No es posible presentar aquí la trayectoria de Fornet-Betancourt a través de las filosofías más representativas hispanoamericanas; nos limitamos a indicar sus dos líneas fundamentales de investigación: la reconstrucción de la pregunta sobre la filosofía latinoamericana y el contexto histórico-cultural de su emergencia. Ambas claves importantes, puesto que, según definamos la naturaleza de lo que es filosofía se decide de antemano la entrada o no, de diversas tradiciones o del pensar, y de esa manera, generalmente les concedemos un mayor o menor reconocimiento y legitimidad. (Cf. RFB, 1988: 437-455; 1989: 522-71). Sin que pueda ignorarse el trasfondo político que incide en tal cuestión. 2. La ruptura o tránsito hacia el modelo intercultural (1987-1994). Fornet-Betancourt emprendió una línea de crítica consistente a la filosofía europea eurocéntrica y su pretendida universalidad, manteniendo como trasfondo la crítica de Martí (RFB, 1978: 223-249; 1994a: 43-55; 1995: 127-133) y, justamente, a través de los modelos más sobresalientes de Filosofía de la Liberación (RFB, 1992: 87-88). De ésta retoma el principio rector de la "contextualización-inculturación", que comprende como proceso mediante el cual se da cuenta de la historicidad del logos, cuyo objetivo es poder afrontar problemas reales y específicos. Y junto con la Teología de la Liberación examinó los problemas los problemas éticos y sociales de Latinoamérica. Más tarde, como resultado de esto último y movido por el intento de ser consecuente hasta el final, se ve obligado a abandonar dicho modelo de filosofía latinoamericana o filosofía inculturada. Y pasa a operar con el principio rector de la "interculturalidad" en la filosofía. Esta ruptura o tránsito, se debe al hallazgo de que la categoría de inculturación, además de ser sumamente problemática, ya no considera que sea "suficientemente radical como para poder constituirse en la base para lograr el giro innovador que está requiriendo la filosofía frente a la nueva constelación de saberes y culturas que determinan hoy nuestra imagen de mundo" (Cf. RFB, 1994b: 62). Inclusive, alberga la "sospecha" de que tal inculturación opera con un logos todavía unilateralmente orientado hacia la tradición occidental. Es decir, que pese a su afirmación de la historicidad del logos, éste se mantiene "intocable" en su estructura fundamental de racionalidad típicamente occidental. Además, esta racionalidad se conforma como el valor normativo para el desarrollo posterior de toda la filosofía. Lo que supone, si observamos con detenimiento, que ya de entrada se le impone una importante limitación teórica, al marcarle previamente sus fronteras. Concluye que, así se incide y afecta en un nivel decisivo la construcción de la filosofía y, con ello, se impide "liberar al logos de toda estructura de racionalidad para que pueda manifestarse en su estructura originaria de potencialidad polifónica" (RFB, 1994b:62-63). Este liberar, aquí significa no admitir ninguna forma de logos como referente absoluto para discernir lo filosófico. Conlleva tomar el riesgo incluso de poner en juego esa estructura de racionalidad heredada, intentando ensayar una experiencia de lo filosófico equivalente a "un campo de (posibles) sentidos", que implican simultáneamente apertura e indefinición. Hasta aquí la inculturación, para nuestro autor, representó una forma de sutil colonialismo. Por eso se preocupa de mostrarlo, concretamente a partir del pensamiento indígena. En esa línea argumenta básicamente que, dicho pensamiento de tener que asumir tal modelo de racionalidad trasplantada es decir, de origen griego-occidental padecería la tensión de una fuerza que es capaz de actuar desplazando o imponiéndole otro centro fundante exterior a éste. De ahí, que se vería afectado al menos en tres de sus niveles: el de la memoria simbólica, el de la palabra (mito) y su tradición autóctona (Cf. RFB, 1996: 3-4). 3. Un nuevo paradigma de la filosofía: la filosofía intercultural. En esta etapa (1994) nuestro autor describe y fundamenta a nivel hermenéutico-epistemológico su programa o propuesta para forjar una Filosofía Intercultural. En ella se deja ver un nuevo talante para el filosofar cuya aspiración es la "transformación intercultural de la filosofía". En función de la conciencia adquirida, de cómo la "contextualidad e historicidad afectan a todo tipo de saber humano". Al mismo tiempo echa en falta la carencia profunda de un estilo de pensar filosófico capaz de favorecer esa "cultura del diálogo y del intercambio". Aspecto que constituye un reclamo particular, del contexto latinoamericano, debido a su conformación básica como un mosaico de culturas diversas, aún por redescubrir y recuperar en toda su riqueza (RFB, 1995: 367-375). En consecuencia, nos invita a ejercitarnos en el enfoque intercultural. Es decir, en una "participación activa en esa dinámica de argumentación abierta como co-creadores de condiciones para la cabal puesta a prueba de la propuesta", que parte de proposiciones heurísticas, que son "expuestas sin reserva a la verificación o falsación por los otros miembros de la comunidad científica" (Cf. RFB, 1994b: 5-6; 1993: 605-615). De esta manera se intenta buscar un filosofar que resulte más auténtico, comprometido y provechoso para América Latina. Pero también alberga la intención de hacerlo extensivo, posteriormente, al contexto mundial actual, cuyo distintivo es también una emergente conciencia de la pluralidad cultural. Por consiguiente, dicha Filosofía Intercultural pretende, inicialmente, liquidar una filosofía entendida como "una forma de saber sistemático y universal"; ya que mediante su sistematicidad omite todo saber contextuado, vinculado a una cultura y tiempo saber contingente. A su vez lo hipostasia, suponiendo que así queda cualificado su proceso para poder instalarse en la verdad. Finalmente, porque tal universalidad tiene muy poco de verdadera universalidad. En el sentido de ser básicamente una universalidad de tipo europeo occidental etnocéntrica y monocultural. Es de destacar tal crítica a este tipo de universalidad es aplicable a cualquier otro tipo de universalidad sea de origen africano, asiático o latinoamericano concebida como resultado de un decreto o por (auto) proclamación monocultural (Cf. RFB, 1994b: 97-98). Por contrapartida, la Filosofía Intercultural tendrá que distinguirse por su calidad de interculturalidad. Es decir, por su adhesión a una forma superior de universalidad a las conocidas en la actualidad, obtenida a través del "intercambio entre los logos que habla la humanidad", así como por su conformación interdisciplinar. Ésta última implica la interacción de los distintos grados de sistematización presentes en las diversas filosofías, con otras culturas y saberes o ciencias, a las que también invita a revisar sus presupuestos, metodología, campos de competencia, etc. Así queda perfilada una filosofía de rostro polilógico y promotora del derecho a la polifonía cultural. Es importante no confundir la Filosofía Intercultural con una Filosofía Comparativa; ni una simple reflexión sobre las culturas o sus potencialidades filosóficas. Su diferencia radica en que ésta incorpora un filosofar a partir de las culturas. Subyace a tal propuesta una doble dinámica: el paso de lo monocultural a lo intercultural (cf. RFB, 1994b: 7-24) y de lo monodisciplinar a lo interdisciplinar (cf. RFB, 1994b: 65-72). 4. Hacia una praxis ético-política de la interculturalidad (1995...). En la etapa anterior, se nos ha planteado la tarea filosófica reestructuración como un "aprender a pensar de nuevo" (cf. RFB, 1994b: 50-55). En concreto cuando se apuntaba hacia la necesidad de un nuevo modelo de "racionalidad o racionalidad contextual" (cf. RFB 1993: 115-118), del cual no puede desentenderse la filosofía. En consecuencia con esa línea, durante esta etapa (1995...) Fornet-Betancourt pasa a desentrañar el interrogante desde dónde pensamos (contextualidad). Precisamente, de ahí, se desprende y perfila la función de la filosofía intercultural bajo el marco del contexto mundial actual, atravesado por el fenómeno de la globalización. Por eso, dicha propuesta ahora se configura como un "aprender a filosofar desde el contexto del diálogo de las culturas" (cf. RFB, 1997: 365-382) y, se levanta, como un modelo o protesta alternativa frente al modelo neoliberal de globalización. Al que le exige una revisión de sus políticas económicas, pues están generando auténticamente una "Barbarie postcivilizatoria" al asfixiar las diferencias culturales y atacar la vida misma, en sus más diversos órdenes. Con ello también impide un diálogo en condiciones de igualdad. Por eso reivindica que, todo diálogo sea, en primer término, un diálogo acerca de los factores económicos, políticos, militares, etc. Pues cada uno de ellos actúa como condicionante fundamental. Subyace la íntima convicción de que existe una conexión intrínseca entre las condiciones contextuales y el tomar en serio, realmente, a cada cultura. Esto último, implica necesariamente el reconocimiento y respeto de su derecho a tener un mundo propio y, por tanto, a desarrollarse a partir de sus posibilidades, valores y metas. Sin que haya razones por las que padecer, ningún tipo de coerción o anulación en su capacidad de pensar, ver, sentir y reproducir, modelar y constelar su materialidad. Pero la propuesta también apunta hacia una mayor comprensión del espacio cultural, frente a los excesos de los culturalismos. Y la cultura es considerada una visión del mundo que tiene algo que decir a todos, como fundamento y condición exigencia ética pero no como finalidad última. Ya que el objetivo no es preservar ninguna de ellas como entidades estáticas y portadoras de valores ontológicos absolutos. Precisamente porque se conciben como universos caracterizados por ser "transitables y modificables", que han de garantizar la realización libre y personal de todos aquellos sujetos que participan y actúan en ellas. Así anuncian su cualidad en consonancia con la propuesta de J. Habermas. Fornet-Betancourt inspirado en la "protesta al modelo civilizatorio" de Martí, desentraña una opción civilizatoria fundada en el recurso a la diversidad cultural crítica. Ésta se entiende como "pluralidad de visiones de mundo", y de ahí, se propone la meta de intentar "lograr una articulación intercultural de esas posibles respuestas", cuya finalidad es alcanzar una "estrategia universalizable de vida digna" posible para toda la humanidad. Esa forma de concebir el pensamiento para nuestro autor, no se aleja, sino que está en plena consonancia con aquella concepción que siempre se ha tenido de la filosofía. Lo que se ve confirmado si tomamos por ejemplo una definición fuerte de filosofía, en concreto, la propuesta por Hegel. Éste la entiende como "comprender, o dar cuenta de su tiempo" ("ihre Zeit in Gedanken erfaß") y un "pensamiento de mundo" ("Gedanke der Welt"). Desde ahí que, la propuesta intercultural se sitúa en una forma de pensar a la que le pertenece un continuo esclarecimiento de esa pregunta. Esto es, de qué manera o forma, la filosofía pertenece a su tiempo, y entonces puede ser capaz de ofrecer información y, por ello, de preguntar cómo y qué entiende de su tiempo. Por tanto, para que haya un auténtico y fructífero diálogo de las culturas, es decisivo su punto de arranque: ocuparse de la contextualidad fáctica del diálogo intercultural. Unido a ello, la tarea crítica de la filosofía con sus medios específicos es contribuir en la "aclaración crítica de las condiciones contextuales", lo que supone: (a) Desenmascarar la contradicción inherente al contexto mundial dominante, que consiste en convocar al diálogo pero "sin promover simultáneamente la equitativa repartición cultural del poder real de ordenar y configurar la contextualidad del mundo". Y (b) Contribuir a explicitar constructivamente el reordenamiento de tales condiciones. Cuando la filosofía se avoca a dicha tarea, ya está llevando a cabo su transformación intercultural, puesto que se ve confrontada consigo misma; y, de ahí, se obliga a revisar sus propias referencias, rehacer su árbol conceptual y metodológico, inclusive a "discernir" su posible encerramiento en el horizonte de un ámbito cultural. Por eso su crítica, y no sólo de la contextualidad de la globalización, puede llegar también a identificar e interpretar en las tensiones culturales que se le presentan, las formas de resistencia y los modelos alternativos. Lo cual se convierte en un vehículo que le permitirá acceder a la otra cara de la globalización, representada por la lucha entablada entre las culturas vivas para ganar sus espacios contextuales. Así como en fomentadora de la "desobediencia cultural" (cf. RFB, 1998: 17-18). Es decir, crítica al interior de la propia cultura, ya que concibe que detrás de cada tradición estabilizada, hay un trasfondo sellado por una historia de lucha para determinar valores, metas, pluralidad de visiones y contextos, etc. Aspecto que le será útil para fortalecer la base de la cultura y prepararla a enfrentar casos extremos; incluso le ayuda a comprender la propia cultura como una "opción", dentro de la misma cultura. Por tanto, la Filosofía Intercultural se erige como nuevo paradigma, que tiene como marco de referencia el diálogo de las culturas. A las que concibe como fuentes de la filosofía, capaces de provocar una transformación cuyo resultado sea el acceso a una filosofía que se caracterice por ser más "colorida, pluricromática, pluriforme, plurivisonal" y por cumplir con su "función de factor de cambio" en el presente histórico (cf. RFB, 1994b:9-10). Finalmente, la Filosofía Intercultural puede contemplarse como una hermenéutica contextual de la vida, y de la interpretación de las interpretaciones de la vida. Llevada a sus últimas consecuencias puede ofrecer un nuevo paradigma del filosofar, éste representa un avance en el campo filosófico, porque nos propone una ampliación de la racionalidad y la aceptación de una pluralidad de sujetos y fuentes. Además, es una filosofía que se plantea cuál es el momento presente, ya que no se conforma con remitirse únicamente a su historia. Pero incluso se interroga ¿quién hace el presente de la filosofía actual?. Lo que equivalente a insertarla en el espacio abierto y público, con el fin de participar e incidir en los discursos y la vida pública, así como todo aquello que tenga que ver con la formación de un mundo y su realidad. No obstante, reconocer también que ese diálogo, al menos por ahora, aún no es merecedor de tal título. Pues aún existe una creciente desigualdad, manifestada en diversos sectores - materiales, históricos, políticos- que impiden aquél se pueda dar, realmente. Durante esta etapa Fornet-Betancourt asienta las tesis sobre la Interculturalidad. Éstas en conjunto recogen el procedimiento, contenido categorial fundamental y la orientación de su propuesta de carácter filosófico intercultural-liberador. Además, poseen una orientación prospectiva fundamental con respecto al movimiento de Filosofía Intercultural, que no se entiende como una disciplina filosófica nueva, ni una formulación más de la denominada y, ya conocida, Filosofía de la Cultura. Ni siquiera puede considerarse una reactualización de la Filosofía Comparada. Pese a que guarda algunos aspectos que pueden relacionarse con ellas. Dichas tesis, también representan el perfil de su pensamiento en la actualidad (cf. RFB, 1998e: 387-394):
De esta manera será posible oponer a la lógica dominante de exclusión mantenida por la globalización neoliberal "la fuerza del espíritu de una cultura" que es capaz de hacer un lugar al extraño, convocar a un "universalismo inclusivista" cuyo crecimiento se da sin la necesidad de reducir, ni dominar y va mundializándose mediante un proceso gradual en el que intervienen las disposiciones de la cordialidad, la hospitalidad y la simpatía. En donde todas las culturas se saben respetadas como sujetos y, por ello, con la posibilidad de "transformarse mutuamente", desechando el temor al colonialismo. Por tanto, la FI al ofrecernos el horizonte del diálogo de las culturas, entendida
como "fuente" y "motor" de la transformación del filosofar, intenta
abrir un nuevo paradigma del quehacer filosófico. Así como una hermenéutica filosófica
que es, al mismo tiempo, una hermenéutica de los contextos de la interpretación de la
vida y de la interpretación de las interpretaciones de la vida, que no podemos olvidar,
ni marginar al interpretar cualquier texto. |
Bibliografía de obras citadas
Diana de Vallescar P. (Stj). Febrero 2000 |
© José Luis Gómez-Martínez Nota: Esta versión electrónica se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso correspondan. |