"La Universidad hizo de mí lo que soy"
  

La Universidad, así sin más, es lo que hace que cada uno pueda proyectarse en lo universal, porque es de todos nosotros.

En mi caso me refiero a la Universidad de México, que tiene un pasado de 450 años pero sólo un presente y un futuro, el que le dieron un abuelo, Justo Sierra, y un padre, José Vasconcelos.

La Universidad de México nace en septiembre de 1910 y sólo semanas después se pone en marcha la Revolución en la que todos los mexicanos se reconocieron. La Revolución encontró en la Universidad el sentido que Vasconcelos troqueló en el escudo de la misma: “Por mi raza hablará el espíritu”.

Yo nací en 1912, esto es dos años después del inicio de la Revolución. En la Universidad me formé y ella hizo de mí lo que soy. No conocí al gran abuelo, pero sí al padre que le dio sentido, José Vasconcelos, en los últimos años de su vida y en la madurez de la mía. Tuve a muchos maestros que no nombro por no olvidar a alguno, pero no puedo dejar de mencionar al maestro que me formó, José Gaos, que encontró en esta tierra y en esta Universidad lo que le negó la suya, que es también mía.

Gracias a la Universidad tuve el privilegio de conocer la casi totalidad de la Tierra, centralmente la que está estampada en su escudo, Latinoamérica, cauda de mis sueños y desvelos. Un gran rector de ella, Guillermo Soberón, me hizo un encargo al aceptar el reto que le hizo la unesco y crear el Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, dentro del Espíritu integrador de esta América. Acepté este reto.

Otro rector, Jorge Carpizo, partiendo del encargo que me dio Soberón, me pidió aceptar otro reto, el del maestro Jesús Silva Herzog, para continuar con la publicación de la revista Cuadernos Americanos dentro del enfoque globalizador de nuestro tiempo.

No ha sido fácil, pero creo haberlo logrado y por ello me resisto frente a quienes sólo ven el hoy y no el pasado y el futuro de una Universidad a la que la Revolución hizo posible.