Mariana Bernárdez

 

Para vivir hay que olvidar
Conversación con Tomás Pollán

 

Mariana Bernárdez[1]

Difícil dar coordenadas de viaje precisas para dar cuenta de esta entrevista, no por la cortedad de la memoria sino por la serie de imágenes que acuden en tropel en este intento de hallar una que sea hilo conductor y salvo conducto entre los requiebres propios de cualquier diálogo. Tomás Pollán es una persona como pocas, su inteligencia tiene la cualidad de la claridad, es un hombre de su tiempo y responde desde su trinchera a sus exigencias. La primera vez que le vi fue en un aula de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, después charlamos brevemente y ciertas ideas suyas tuvieron a bien quedárseme, la primera es que había conocido a María Zambrano y la segunda fue que el concepto debía comprenderse bajo su cualidad de viveza y movilidad. Cuando supe que habría de regresar atreví la pregunta y la posibilidad, lo que sigue es una muestra de alguien que ha comprendido que la cifra de una vocación comprometida con la docencia es la generosidad y el compromiso con la razón.

Mariana Bernárdez (mb): ¿Cómo fue tu encuentro con María Zambrano?
Tomás Pollán (tp): Debo darte el siguiente antecedente, una noche cenando en Madrid en un lugar llamado “Los vascos” con Jesús Moreno Sainz recuerdo que le pregunté si había leído algo de su obra porque a mi parecer era una de las filósofas más importantes de España y le recomendé El hombre y lo divino[2] y Claros del bosque[3]. Por azares, siendo él director de las Letras Españolas, le tocó traerla de Suiza a Madrid, incluso la acompañó durante el viaje y se hicieron amigos cercanos, al punto de volverse su transcriptor. En este primer momento, como él estaba muy agradecido conmigo se empeñaba en que la conociera, además de que le había platicado mucho de mí, aclaro que sin ningún fundamento porque todas las cosas que le hubiera podido decir, me imagino que serían generosos errores y disparates. Estaba tan reiterativo que aquello parecía una obligación. Me negaba en parte porque todos eran zambraneanos, lo cual no creí le hiciera favor alguno, había personas extraordinariamente torpes a su alrededor y la banalizaron al grado de convertirla en una especie de santona con la que se practicaba el beaterío. No quería entrar en el cortejo, así que le dije a Jesús: “Si algún día vamos paseando y tienes que ir a su casa a recoger una maleta que te has dejado, pues iré contigo, porque la casa de Zambrano ni Zambrano me son abyectos.”

Al cabo de algunos años, exactamente en 1990, unos meses antes de que muriese, había dado una conferencia en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), no sé porqué había estado presente Jesús. Al terminar fuimos dando un paseo por el Museo del Prado, tomamos por la calle de Antonio Maura y me dijo “tengo que recoger una maleta, ¿me acompañas?” Me di cuenta de lo que se trataba y me pareció absurdo negarme. Al entrar al piso me encontré con una señora muy delgadita, pequeñita, con un camisón azul y boquilla en mano, porque ella seguía fumando, estaba un poco nerviosa cuando nos presentó Jesús a pesar de que le había hablado de mí en innumerables ocasiones. Me dijo inmediatamente: “Tómese usted un whisky que viene de dar una conferencia, eso es lo que hacía en La Habana para apaciguarme”, y mandó a su primo Mariano Tomero a que fuera por la botella y nos pasamos bebiendo durante 7 horas. Noté que tenía una notable vanidad infantil, a mí eso no me cayó mal, de hecho el efecto que me produjo fue de una gran simpatía, diría que era infantilmente vanidosa y estaba preocupada por cómo habría de quedar ante mí y qué habría de pensar.

La charla discurrió por múltiples senderos, recuerdo que me impresionó lo que me contó acerca de los números que le montaba Maruja Mallo, la pintora surrealista, en la Plaza de Barajas donde vivía en aquel entonces con su familia. A voz en grito le vociferaba “María, puta, sal al balcón”. Le pregunté algo acerca de su obra, a lo que contestó “¿Ah, qué tengo yo una obra?” Estas cosas me hicieron mucha gracia. Hablamos no del El hombre y lo divino sino de todo lo humano y lo divino, de cosas que había escrito, de sus años en México, de su estancia en Morelia y aludió a la problemática inherente al exilio, a los diversos grupos existentes que no se frecuentaban entre sí y lo mal que la trataron ciertos personajes del momento. Posteriormente habló de su llegada a Madrid, de cómo aparecieron una serie de “prohombres” que querían visitarla y que había parado porque no todos se habían comportado debidamente cuando abandonó España. Al despedirme le dije “Encantado de conocerla” y me respondió “¿De verdad encantado?” “Sí, sí.” Con lo cual ella le dio una connotación distinta a la fórmula coloquial. Han pasado demasiados años y sé que hablamos de muchísimos temas, que de momento no recuerdo, pero más o menos fue así el cuento de cómo la conocí.

El haber sido en extremo crítico a esta ceremonia de beaterío que se dio alrededor suyo no fue del todo equívoco de mi parte, la mayoría no supo glosarla, interpretarla o desarrollar su pensamiento, era una manera de cubrirla de hojarasca. Claro que también ha habido personas comprometidas con la divulgación de su obra, decir lo contrario sería mentir. Me pareció una persona muy agradable y coqueta. En nuestro encuentro lejos estuvo de ejercer como sibila, profetiza u oráculo, cuestión que me han comentado algunos amigos solía asumir, sobre todo uno que coincidió con ella en Roma y que fue invitado a su casa en la Piazza dei Popolo arriba de la heladería Rosatti. Durante la reunión todos la escuchaban y alguien preguntó: “¿María si volvieses a nacer a qué te dedicarías?” “A danzar”, respuesta que le pareció fuera de tono. De ahí esta imagen de una pythia que profería sentencias misteriosas de interpretación múltiple y que producía el efecto gurú entre sus contertulios.

A veces el auditorio encumbra a alguien a ese papel de maestro porque requiere que se le diga cómo son las cosas. Ello responde a una necesidad mal entendida de tener un vínculo con lo sagrado y de atribuirle la facultad de revelar el acceso a alguna esfera profunda del mundo o de la realidad, lo cual les ahorra el esfuerzo y la preparación que se requiere. En cierto modo, al igual que esos pájaros profalácticos que le dan masticada la comida a sus crías, el auditorio demanda un bolo prácticamente digerido y en su voracidad piensa que habrá de librar cualquier exigencia de ascesis sin reparar que por lo mismo no habrá de merecer privilegio alguno. Una preparación desvirtuada no otorga la comprensión para acceder a estos grados del saber.

En el caso particular de Zambrano no sé si ello habrá sido así, pero el problema es que la obra se olvida en medio de estas anécdotas. Lo que si he comprobado es que muchos de los que se creen sus exégetas en realidad no lo son. Hace años a uno de ellos le pedí me explicara dos páginas de Notas de un método[4] y así fue cómo caí en cuenta de que en general se repiten ciertas frases suyas como si fueran ensalmos. Pocos son los que han hecho el esfuerzo de desentrañar lo entrañable en Zambrano. Hay aspectos que no son divinos sino sagrados, otros que por sí mismos son oscuros y que ocultan además la oscuridad, pero a pesar de no ser visibles pueden ser referidos a través de expresiones no discursivas racionales pertenecientes a otro orden del saber.

mb: Zambrano es una autora que demanda del lector una atención profunda. La sensación que me producían algunos de sus textos era la de girar alrededor suyo, recuerdo en particular el ensayo “San Juan de la Cruz: figuras de su firma y tres palabras”[5] y al comentarlo con Angelina Muñiz Huberman ella me indicó que la conmoción también es una vía de acceso. La pregunta es cómo apuntar hacia la oscuridad sin hacer uso de una razón discursiva pero logrando generar un cierto entendimiento, orilla frecuente en Zambrano, y hay que admitirlo, de difícil equilibrismo.
tp: Por eso muchas frases suyas al ser descontextualizadas pierden su sentido verdadero, lo grave es que no sólo son usadas como ensalmos sino también como jerga. He oído conferencias construidas a través de estos artilugios, se aprenden una serie de términos, los meten en un bote, lo agitan y sacan una combinación que lo mismo puede ser leída de derecha a izquierda como de izquierda a derecha. Una palabra tras otra da por resultado un texto inentendible que actúa como una especie de masaje verbal que excita la ignorancia del escucha, sin llegarse a una comprensión racional ni sentimental.

mb: Supongo que es lo que suelen definir despectivamente como “zambranear”, pero más allá de esto quisiera que habláramos de la diferencia de estilo acusado en sus cartas, por ejemplo en las dirigidas a Agustín Andreu hay una que me ha hecho gracia porque le cuenta que la casera le quiere cobrar 8 botellas de whisky cuando son sólo cuatro.[6]
tp: Esa generación tomaba whisky, cuando estuve con ella bebió a la par y en aquél entonces tendría 80 y tantos, si no mal recuerdo era Ballantines.

mb: Hay otra carta donde le cuenta cómo sale a caminar y al sentarse sobre una piedra encuentra un claro,[7] lo que evoca la imagen de la niña con voz de hada de Maragall.[8] La simplicidad de la expresión es lo que tiene una mayor correspondencia con la realidad o es a lo que más podemos aspirar al enunciarla.
tp: Eso tiene que ver con el carácter revelatorio de la palabra. En el español tenemos un verbo maravilloso, “haber”, asombroso sobre todo en su forma “hay”. Un amigo le llama “el verbo traspunte” retomando la expresión del teatro que se refiere al señor que indica al actor cuando salir a escena. “Hay” anuncia algo que habrá de aparecer: “hay rosas y aparecen las rosas”. En esto consiste el carácter apofáctico del lenguaje descrito por Heidegger cuando precisa que le gustaría que hubiese frases donde estuviera ausente propiamente el sujeto. “Hay” es traducido por “ist” que también significa “será”, pero en dicho vocablo el sujeto sigue existiendo aunque sea neutro. A diferencia, en español tal verbo carece de sujeto y sería como lo que comentas de Zambrano cuando se le da a ver un claro, se sienta y de golpe descubre el milagro de que “hay”, ello no está subordinado a cumplir alguna función ni a verificar un carácter instrumental o de mediación dentro del discurso. En el “hay” el mundo surge en su simplicidad y en su brillo, en su inmediatez y en su esencia, se revela como lo que es, se manifiesta en su ser.
También es cierto que hay cosas que no se pueden decir con claridad o simpleza. Aristóteles bien lo explica: “El lenguaje exacto de cosas exactas es exacto. El lenguaje exacto de cosas inexactas es inexacto; y el lenguaje inexacto de cosas inexactas si es inexacto, es exacto.”[9] Con ello quiero exponer que lo oscuro no se formula a través de un lenguaje lógico ni matemático porque tiene su faz y su envés. Hay zonas de penumbra y de sombras necesarias para mirar. La pura transparencia es tan enceguecedora como la oscuridad más recóndita. Si todo fuera tan luminoso como el campo solar de Platón o tan oscuro como las profundidades de la caverna poco se habría avanzado en el discernimiento. Sombras, luz y oscuridad son consustanciales y su juego es lo que permite distinguir los objetos del mundo. Mentar la oscuridad con palabras diáfanas, si es que las hubiera, es imposible puesto que sólo el término es transparente. Una palabra se reduce a término cuando se define inequívocamente perdiendo su capacidad de conexión lo cual es la pretensión de la ciencia.

mb: ¿Hablarías de un primer sustrato?
tp: Lo primero es la palabra con toda su riqueza, su oscuridad, sus sombras,  evocaciones, etcétera, luego la ciencia reduce su plurivocidad, su capacidad metafórica y su carácter alusivo con el fin de alcanzar una definición precisa sobre las variables que determinan las características de un término. De este modo la palabra pierde su posibilidad de crecimiento y de adquirir dimensiones y contextos nuevos de discurso. Al fijarse muere porque no posee más su cualidad autónoma de significación, la anhelada transparencia aniquila su heterogeneidad.

mb: Si la transparencia es aspiracional, ¿se le busca para quitarnos el ruido y centrarnos?
tp: La transparencia entendida así es un ámbito en el que “hay” cosas, pero como aspiración se fundamenta en del deseo de alcanzar una luminosidad apolínea. Apolo es más confuso de lo que se suele admitir y la simplificación a la que ha estado sujeto a lo largo de los siglos no le ha favorecido. En una transparencia absoluta no es posible el mundo, su revelación ni su experimentación, diría que coincide con la nada que también es una aspiración de ciertos místicos como Molinos. En la Nada efectivamente hay Nada.

mb: Me gustaría que comentáramos este término de Ricouer “origen ciego” aludido en Finitud y culpabilidad,[10] porque la Nada simplemente en su mentarla se hace objeto.
tp: Considera que un origen ciego absoluto tampoco existe, lo interesante es que remite tanto al origen ciego mismo como a aquello desde donde lo es, de lo contrario carecería de interés, lo tiene en tanto que el mundo desemboca en él. El mismo caso es el del silencio absoluto que por sí mismo es inadmisible, el silencio tiene valor en relación al sonido, por ejemplo en la música es la pauta entre dos notas.

mb: Cuando dices “silencio absoluto” la imagen que sobreviene es la de un sonido estancado e inerte, lo cual contradice su naturaleza inicial de reverberación y fundamento.
tp: Voy a citar la ya famosa frase de Wittgenstein del Tractatus que tiene interés por todo lo que escribe antes “Todo lo que puede decirse, se puede decir con claridad”, lo cual es discutible, “y de lo que no se puede hablar más vale guardar silencio”.[11] Lo mismo ocurre con el silencio musical cuya importancia reside en lo que hay antes y después, en la entonación, el murmullo…, por su relación al no silencio.

mb: El lenguaje semeja una malla donde una palabra nombra a otra creando un vínculo que constituye su viveza. Cuando digo “silencio” se alude al “silencio puro”, que a su vez se espejea en su contraparte que es la palabra. El contraste, siguiendo a Zambrano, es lo que permite nacer a lo no nacido, a lo que está por nacer y lo que consuela aquello que está en la sombra. Hay distintos grados de luz y su manifestación es diversa.[12]
tp: Hay luz y hay sombras, el claroscuro es de suma importancia para el conocimiento. Te propongo un experimento sobre este tópico, primero lee Elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki,[13] luego el libro VII de La República de Platón y finalmente El poeta de la casa de Heidegger[14] que es un ensayo sobre Johann-Peter Hebel, donde explica que la luz solar no es apropiada para el descubrimiento del ser porque tiene el efecto de deslumbrar, sino la lunar que es mediada y acoge las sombras.

mb: Zambrano en Filosofía y poesía dice: “El filósofo quiere lo uno, porque lo quiere todo, hemos dicho. Y el poeta no quiere propiamente todo, porque teme que en este todo no esté en efecto cada una de de las cosas y sus matices; […] Quiere la realidad, pero la realidad poética no es sólo la que hay, la que es; sino la que no es; abarca el ser y el no ser en admirable justicia caritativa, pues todo, todo tiene derecho a ser hasta lo que no ha podido ser jamás.”[15]
tp: Efectivamente el filósofo quiere la extracción, ése el paso de un discurso de acciones y acontecimientos que protagonizan dioses y héroes de un tiempo inmemorial, a uno donde las frases están construidas con sujetos abstractos. Platón en el Libro X de La República, y eso lo recuerda Zambrano, dice “Vieja es la disputa y el combate entre la poesía y la filosofía”.[16] No obstante, en el Libro VII de La República como en Las leyes, propone una nueva paideia porque el aedo de la tradición oral, representado por Homero, Hesíodo y los trágicos, ha brindado una educación perversa en tanto que la musiké como techné altera el régimen interior del alma al abandonarse al canto a través de la mimesis; subrogada unas veces está de un modo y otras veces de otro. Esa inconstancia y volubilidad hace que pierda el centro de conciencia, entonces pierde el control de la epifemia (pasiones y emociones). Otra cuestión es que el aedo elabora una serie de enunciados empleando los relatos míticos, que desde el punto de vista de la episteme, también son inconsistentes: unas veces Agamenón está triste, otras airado, es y no es al mismo tiempo, lo cual también es psicológicamente perturbador.
Muy distinto es el poeta contemporáneo del antiguo, lo más parecido entre uno y otro sería la figura del cantautor. En la Grecia clásica las letras cumplirían con la formalidad del hexámetro, habría un acompañamiento musical de cítaras o de flautas, podría haber danza y la historia se centraría en los mitos. En ambos casos, el contexto de festival permite al auditorio identificarse miméticamente perdiendo el control. Siguiendo a Platón la mímesis del recital es lo opuesto a la psiché del alma que domina las pasiones sirviéndose de la voluntad.

mb: Quisiera retomar el tema del silencio ¿Cómo entenderías su asociación con el olvido? No es lo mismo estar en silencio que callarse y callar no es equiparable a olvidar.
tp: Decía que el silencio remite siempre a un no silencio, a una palabra que se articula, a un canto, porque necesita y forma parte de un ritmo. No hay ritmo sin silencio y más allá de concebirse como pausa, hay un silencio donde la palabra reposa para que pueda continuar, como si le diese un espacio a su eco para resonar y ser proferida. Hay una correlación entre el silencio y el olvido. El olvido silencia y borra para recordar aquello que es relevante para el presente. Para vivir hay que olvidar. Considera el caso de “Funes el memorioso”,[17] quien para recordar un día necesitaba de un día. Tal planteamiento niega la experiencia, la posibilidad de selección y decantación. Nietzsche lo escribió con claridad en su intempestiva y famosa frase sobre la utilidad de la historia para la vida, “Si en una historia tratas de registrar eruditamente todo el pasado ello iría en contra de la vida.”[18]

mb: ¿Entenderías el concepto de historia sacrificial en Zambrano cómo un modo de resignificar lo sucedido para no repetirlo?
tp: “La historia es maestra de la vida y testigo de los tiempos”, es una frase famosa de Cicerón.[19] Zambrano a su manera era cristiana y quizá ello le permitió aventurar un cierto significado a hechos y situaciones que desgraciadamente no poseen coherencia alguna. El sufrimiento, la muerte, lo terrible, el absurdo son irredimibles, no hay manera de digerirlos sino es haciendo trampas y ello es parte de la tragedia que es vivir.

mb: Derridá apunta que: “[…] la lógica y el sentido común concuerdan por una vez con la paradoja: es preciso, me parece, partir del hecho de que sí, existe lo imperdonable. ¿No es en verdad lo único a perdonar? ¿Lo único que invoca el perdón?”[20] Lo imperdonable me parece que es un exceso.
tp: Lo atroz, la penuria, lo negativo es como un cuajarón que no se cierra ni se restañe, se invierte su polaridad a través del engaño, es lo que Max Weber[21] denomina “mentalidad sacrificial”: el dolor es el precio a pagar por una serie de bienes. De tal concepción vive la filosofía de la historia y la del progreso, los males son la moneda que compra el avance de la Civilización. Se trata de la secularización de la historia de la salvación, incluso Walter Benjamín advierte los elementos de dicha soteorología.

mb: Existe la creencia de ofrendar el sufrimiento para beneficio de las almas en pena.
tp: Al margen de los efectos o estragos que ocurran, subyace la idea de que las personas se harán acreedoras a algún tipo de mérito, recompensa o bien. Me viene a cuento la formulación de las bienaventuranzas a la par de las malaventuranzas de San Lucas[22] que contrapuntea a través del paralelismo. Por ejemplo “Bienaventurados los pobres porque vuestro será el reino de Dios.” “Mas ¡ay de vosotros los ricos! porque seréis pobres”. El mal presente te acredita, es como si tuvieras la cartilla de tu cuenta corriente con un haber que se te pagará en algún futuro. Pasa lo contrario con el placer, si lo tienes hoy ya se te cobrará en un futuro cercano. La justicia de la contabilidad pretende brindar un sentido a lo absurdo.

mb: Callois en El hombre y lo sagrado[23] escribe: “[…] cada renunciamiento se reencuentra con el mundo mítico inscrito en su activo, y le asegura un margen igual de posibilidades sobrenaturales. Se ha adquirido en lo imposible y lo prohibido un más allá reservado a él solo, que corresponde al más acá que ha abandonado en lo posible y en lo permitido. Pero este intercambio constituye en el fondo la más ventajosa de las inversiones, lo que desdeñó en lo profano lo recobra en lo sagrado.
tp: En teología a ello se le conoce como economía de la salvación y está presente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Su importancia estriba en darle un significado al sufrimiento para justificarlo. Sin embargo, la memoria histórica fracasa ante el dolor por su carácter irreparable. Lo asombroso es que en nuestra sociedad laica y atea persiste este mecanismo de trueque. Con motivo del accidente del transbordador espacial Challenger apareció un artículo editorial en Le Monde titulado “Sacrifice”,[24] el argumento era que la muerte de los astronautas pagaba el precio exigido por el Progreso, lo que no decía es que el hambre de este dios feroz es insaciable y que ahora se oculta tras la vestimenta del ejecutivo. De primera impresión nos parece menos atemorizante, pero es más voraz que un dios primitivo. La economía de salvación es una economía pavorosa.
Los condenados de la tierra de Fanón[25] es otro texto que aborda esta tesis que pretende justificar el tercermundismo a través de la premisa de que la vitalidad de los pueblos nuevos es resultado de la sangre derramada por los revolucionarios. Lo mismo se podría aplicar a la Guerra de las Malvinas: la sangre derramada por los soldados británicos otorga el derecho de ocupación.

mb: ¿En los recovecos de lo sacrificial se justifica la economía bélica?
tp: Creo que en toda sociedad está presente la historia sacrificial como una forma de dar sentido a lo que por su naturaleza misma no lo tiene. ¿Cómo dar significado a aquello que de inicio no surge de un horizonte de comprensión? Se puede recordar, pero tal acción no exonera ni redime, lo que demuestra las limitaciones del recuerdo frente a lo irreparable. Reconocer esta circunstancia es importante para evadir los riesgos del victimismo, quiero detenerme en esto, a las víctimas hay que apoyarlas y ayudarlas, pero no se pueden borrar el rastro de la tragedia. La gente que ha muerto no puede ser resucitada y el culpable no puede reparar el daño.

mb: Frente a lo terrible se acepta que la justica está rebasada en su propio ámbito, entonces la víctima o la familia de la víctima necesitan, para continuar en la vida, por lo menos una sensación de justeza.
tp: El rebase de la justicia es el meollo de la cuestión: la justicia no es posible frente a la atrocidad. Lo más cercano, y habiendo mucha distancia, es la Ley de Talión que propone un trueque, una retribución, pero limitada. El mundo no es justo y no es posible resarcir el daño, a lo más que se aspira es a un ajuste de cuentas. La justicia sería, en este contexto, una sublimación de la sentencia, beneficiosa por razones pragmáticas, de “ojo por ojo / diente por diente”.[26]

mb: Retomaría la concepción de Jaspers de situación límite,[27] pero me parece muy difícil darle sentido porque el límite es estar ante la imposibilidad. Lo que él señala es que se logra a través de un salto cualitativo, ¿quizá la posibilidad del salto constate lo contrario?
tp: Te voy a contestar con una de las interpretaciones que doy al eterno retorno y al superhombre o ultrahombre como traducen algunos de Nietzsche.[28] Para mí ambos conceptos son la negación de la historia sacrificial. Para Nietzsche el dolor volverá eternamente como dolor, es decir, no vuelve reconvertido en un bien paradisiaco, por tanto no es un precio a pagar o un medio para obtener algo. El superhombre es aquél, que lejos de la mentalidad retributiva, no necesita darle un significado al límite y al absurdo, libre de esas muletas y analgésicos puede mirar de frente el rostro de la Gorgona sin caer en triquiñuela alguna.
Hubo una época donde me dediqué a la antropología y estudié con Claude Lévi-Strauss, no conozco una sociedad libre de este mecanismo, pero en la tradición occidental el Libro de Job ofrece una alternativa al negar la retribución. Como sabemos Job se ha portado bien y Dios lo ha privado. Sus amigos poseedores de dicha mentalidad le plantean dos opciones o ha pecado o su Dios no es justo. Job contra argumenta, él no ha pecado y su Dios está más allá de toda justicia, cuestión que se evidencia cuando Jehová le pregunta: “¿Dónde estabas tú cuando Yo cree el mundo? HázmeLo saber, si tienes inteligencia”.[29] Con lo cual se confirma que el trueque por sí mismo es un elemento demasiado humano para organizar el mundo. Este libro permitió al calvinismo asegurar que Dios predestinaba a los hombres gratuitamente, no en función de sus obras o de su bondad o maldad, sino según Su voluntad y arbitrio. Basten los ejemplos anteriores para afirmar que en lo personal me opongo a la mentalidad retributiva y me apego a Nietzsche bajo la comprensión de un hombre que es capaz de ir más allá de su culpa. Diría que me gusta el Dios no sufriente de Machado,[30] aquel descrito en “La Saeta” que rechaza al Cristo de los gitanos.

El problema no se resuelve, Tomás y yo nos miramos sorprendidos, ¿cómo dar sentido al dolor extremo siendo indigerible y anunciando con su presencia el fracaso de la razón? El recordar no salva lo irreductible porque no modifica el hecho aunque lo resignifique. Quizá Zambrano lo supo mejor que cualquiera y por eso citaba los versos de Dante “El amor que mueve el sol y las demás estrellas”.[31] Quizá en ello consista el Misterio, en lo insalvable, esa otra orilla que jamás habrá de ser alcanzada pero que incitará las aventuras más riesgosas, por los siglos de los siglos.


Notas

[1] La presente entrevista se llevó a cabo en el Restaurante Konditori de la ciudad de México, el 27 de agosto del 2008. www.marianabernardez.com

[2] María Zambrano. El hombre y lo divino. España: Siruela, 1991.

[3] María Zambrano. Claros del bosque. España: Seix Barral, 1977.

[4] María Zambrano. Notas de un método. España: Mondadori, 1989.

[5] María Zambrano. Los bienaventurados. España: Siruela. Col. Libros del tiempo, 1990.

[6] María Zambrano. Cartas de la Pièce. (Correspondencia con Agustín Andreu). España: Ed. Pre-Textos y Universidad Politécnica de Valencia, 2002. Carta 26. 14 de noviembre, jueves 1974. p. 122 “[…] Pero he sufrido la muy desagradable sorpresa de encontrarme debiendo a Mme. Girod 8 botellas de whisky en vez de 4 según mi cuenta… Lo cual me explica la mucha paciencia que he tenido que desplegar restando su mantenimiento de mis fuerzas destinadas –creo o presumo- a otras paciencias si se quiere.”

[7] María Zambrano. Cartas de la Pièce. Op.Cit. Carta 7. 6 de septiembre de 1974. p. 49: “[…] Fui sola a dar un paseo. El día era maravilloso: el aire dulce y ligero, la luz en un discreto esplendor. Sentada estuve en un recodo del camino del que hecho mi pequeño oratorio. Miro lo que, para mis miopes ojos, es sólo una forma blanca, alta, entre los árboles. La forma quizás en que haya quedado la religión para las ovejas, algo blanco, puro, entre los vivos y los muertos, entre cielo y tierra, y que siendo cuerpo es horizonte.

[8]Ramón Xirau. Ars Brevis. Epígrafes y comentarios. México: El Colegio Nacional, 1985. pp. 99-100. “[...] la más alta poesía es la que se lleva a cabo por medio de la imagen. Entiendo por imagen aquella manera y aquel modo poético que remite de manera directa, ‘sin dar vueltas’ (tal es el sentido de ‘tropo’) al objeto dicho por el poeta. Joan Maragall, a quien debemos leer muy atentamente, cuenta cómo en los Pirineos, se encontró con una niña que tenía ‘voz de hada’. El poeta señaló hacia el cielo y le preguntó a la niña: ‘¿qué es esto?’ La niña le contestó, ‘lis esteles’, y Maragall comentaba: ‘yo supe que eso también era hablar’. Así el gran poeta sería el que alcanzara a decir, simple y llanamente, ‘este pino es verde’, ‘el mar es azul’ o ‘azulísimo’.”

[9] Tomás parafrasea a Aristóteles, posteriormente remite la siguiente información: “La frase de Aristóteles está dicha con variantes en la Retórica, en la Etica a Nicómaco y es tratada en el libro de Pierre Aubenque. El problema del ser en Aristóteles. Trad. castellana del francés de Vidal Peña. Madrid: Taurus, 1981. Cap. III y también en su obra La prudencia en Aristóteles. Madrid: Crítica, 1999.”

[10] Paul Ricouer. Finitud y culpabilidad. España: Ed. Taurus, 1982. El término es retomado de p.332. Si el orden es resultado de la génesis de lo divino, antes de ello se encuentra el caos y antes de este el origen ciego, también referido por otros pensadores como punto ciego. La definición probable sería “[…] un fondo de fuerza sin personalizar”. p. 367.

[11] Ludwig Wittgenstein. Tratactus Logico-Philosophicus. Introducción Bertrand Russell. Versión Enrique Tierno Galván. España: Alianza Universidad, 5ª ed., 1981.

[12] María Zambrano. Notas de un método. España: Mondadori. Col. Enfoques #7, 1989. pp. 25-26. “[…] una atención a las formas discontinuas de la luz y del tiempo, se abre camino.”

[13] Junichiro Tanizaki. Elogio de la sombra. Traducido por Julia Escobar. España: Ediciones Siruela. Colección Biblioteca de Ensayo Serie Menor, 2007.

[15] María Zambrano. Filosofía y poesía. México: FCE. Col. Sombras del origen, 1987. p. 22.

[16] Platón. “La República o de lo justo”, en Diálogos. México: Editorial Porrúa. Col. Sepan Cuantos, 1979. p. 611.

[17] Jorge Luis Borges. “Funes el memorioso”, en http://www.literatura.us/borges/funes.html, 2 de octubre del 2008.

[18] Tomás parafrasea de memoria a Nietzsche, posteriormente me aclara lo siguiente: Se trata de la Segunda Intempestiva titulada "Sobre la utilidad y el perjuicio de la Historia para la vida"  donde en las dos o tres primeras páginas desarrolla la idea de la necesidad de olvidar para vivir y ser feliz, a partir de la inspiración que le ofrece el  "Canto nocturno de un pastor errante de Asia" de Leopardi, que no cita. En la edición crítica (en alemán) de Colli Montinari está en el tomo 1, pp. 248-9.

[19] Marco Tulio Cicerón. De Oratore. II:36, en Obras Completas. Traducción M. Menéndez Pelayo. Madrid: Hernando, 1914. p. 82, “La historia es el testimonio de los tiempos, luz de verdad, vida. de la memoria, maestra de la vida, anunciadora de lo porvenir”, en Luis Alfonso de Crvallo. Cisne de Apolo. Introducción, edición y notas de Alberto Porqueras Mayo. España: Edition Reichenberger, 1997. p. 278.

[20] Jacques Derridá. El siglo y el perdón. Fe y saber. Argentina: Ediciones de la Flor. 2003. p. 12.

[21] Weber Max. La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Barcelona, España: Ed. Península, 1969. Tomás aclara posteriormente lo siguiente: “Hay varios pasajes de su obra, donde utiliza también las expresiones "mentalidad retributiva" y "mentalidad expiatoria” para referirse a lo mismo que con "mentalidad sacrificial". Véase Ensayos sobre Sociología de la Religión. Tomo I, pp.236-7 y ss. y pp.521-22. Madrid: Taurus, 1984. También Tomo III, p. 395 y ss.”

[22] San Lucas. Cap. VI: 20 y 24

[23] Roger Callois. El hombre y lo sagrado. México: FCE, 1984. p. 23

[24] Véase http://www.lemonde.fr/  28 de enero de 1986.

[25] Frantz Fanon. Los condenados de la tierra. México: FCE. 1963.

[26] Código de Hammurabi. México: Cárdenas Editor y distribuidor. 1989. p. 114.

[27] Karl Jaspers. La filosofía. México: FCE. Col. Breviario. 1973. p. 17 “Son situaciones de las que no podemos salir y que no podemos alterar.”

[28] De interés http://www.nietzscheana.com.ar/, 1 de octubre del 2008.

[29] Libro de Job. Cap. 38:4.

[30] Véase el sitio de la obra poética del Antonio Machado http://www.supercable.es/~jass17/, 1 de octubre del 2008.

[31] Dante Alighieri. La divina comedia. Paraíso, XXXIII, v. 145. “l’Amor che move il sole e l’altre stelle.”, en Obras completas. España: Biblioteca de autores cristianos. 1965. p. 534.

 

Mariana Bernárdez
Actualizado: Noviembre de 2008

 

© José Luis Gómez-Martínez
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