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El ensayo no pretende ser exhaustivo

El término exhaustivo se asocia con el tratado; es decir, con una obra sistemática que pretende cubrir todos los aspectos de un tema. El ensayo entrega únicamente una reflexión que se caracteriza por su profundidad y también por su brevedad. El ensayo trata su tema desde una de sus perspectivas; busca establecer un nuevo enfoque que confronte nuestra realidad y motive nuestra reflexión.

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El doble significado de "prueba" o "intento" implícito en el término ensayo y el hecho de que no se pretenda agotar el tema tratado, ha motivado que esta característica, tan única del género ensayístico, dé pie para considerarlo, despectivamente, como fragmento o comienzo inexperto y vacilante.

Si fragmento es lo inacabado, lo que no puede ser plenamente comprendido sin una continuación, el ensayo cae decididamente fuera del ámbito semántico de la palabra. La extensión no es característica del fragmento. Por otra parte, la brevedad del ensayo y el no pretender decir todo sobre el tema tratado no significan que el ensayista distancie lo considerado para poder así abarcarlo en una visión generalizadora. Todo lo contrario. La totalidad no importa. Se intenta únicamente dar un corte, uno sólo, lo más profundo posible, para que después se proyecte el tema tratado en el lector mismo.

El propósito del ensayista al internarse en la aventura de escribir un ensayo no es el de confeccionar un tratado, ni el de entregarnos una obra de referencia útil por su carácter exhaustivo. Esa es la labor del investigador. El ensayista reacciona ante los valores culturales que le impone la sociedad para sugerir una interpretación novedosa o proponernos una revaluación de las ya en boga. Pero una vez abierta la brecha y tendido el puente del nuevo entendimiento, el ensayista, como creador al fin y al cabo, deja al especialista el establecer la legitimidad de lo propuesto, sin desistir él mismo a continuarlo en alguna otra ocasión. En realidad, todo ensayo lleva implícito un tema a desarrollar —de ahí el carácter dialogal—; se trata de una semilla que busca su potencialidad en el lector, y en el ensayista como lector de su propio pensamiento; por ello señala Mariátegui al recoger varios de sus ensayos en forma de libro: "Tal vez hay en cada uno de estos ensayos el esquema, la intención de un libro autónomo".

En realidad, el elaborar una idea y llevarla a sus últimas consecuencias requiere un proceso de sistematización que raramente está dispuesto a seguir el ensayista. El ensayista considera que su función es sólo la de abrir nuevos caminos e incitar a su continuación.

En efecto, cuando el ensayista aplica la lupa de su ingenio a un tema, únicamente se preocupa en transmitirnos lo que a través de ella ve y siente, con el inevitable aumento y, por qué no, falta de conexión que ello lleva consigo. Este proceso no es inconsciente ni tampoco se oculta. Es, en definitiva, lo que hace más personal y sincero al ensayo, pues supone un momento de la experiencia vital del ensayista.

 

[Fuente: José Luis Gómez-Martínez. Teoría del ensayo. México: UNAM, 1992. La versión que incluimos aquí está resumida y la hemos modificado para ajustarla mejor a los objetivos de esta Introducción a la literatura. Para un desarrollo más extenso de este tema véase "El ensayo no pretende ser exhaustivo"]

(Gómez-Martínez)

Proyecto Ensayo Hispánico